Evangelizando

Evangelio del día

Padre Pedro Brassesco

Reflexión del Evangelio de hoy

“La Palabra de Dios iba cundiendo”

También en la primitiva iglesia había diversas cosas que hacer, pero no todas tenían la misma importancia. Lo principal era predicar, escuchar la Palabra de Dios y cumplir la Palabra predicada, y también estaban las tareas digamos administrativas como era “el suministro diario de la atención a las viudas”.

Se reunió “el grupo de los discípulos” y encontraron una solución, una solución cristiana, atendiendo tanto a la predicación de la Palabra como a sus consecuencias prácticas de atención a las viudas para lo que eligieron a siete hombres “de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría”.

También en nuestra iglesia del siglo XXI hay diversas tareas que hacer, y también en ella nunca hemos de descuidar, por atender a otros menesteres, la misión principal de anunciar a Jesús y su evangelio, y que todos los que nos rodean vean que es Cristo, el que es la Palabra, el que mueve nuestra existencia… y se animen a  aceptar nuestra fe. 

“Soy yo, no temáis”

Jesús después de la multiplicación de los panes y los peces, mientras él despedía a los allí  presentes, pidió a sus discípulos que fueran en barca a la otra orilla. En medio del trayecto, las aguas se encresparon lo que provocó un cierto miedo en los discípulos.

En  medio de esta situación, Jesús se acercó a ellos andando por las agua del lago. Los discípulos no le reconocen y piensa que es un fantasma, lo que aumenta su temor. Jesús  tuvo que serenarles: “Soy yo, no temáis”. Y la paz volvió a sus corazones. Jesús no les había abandonado. Seguía con ellos.

Una entrañable reacción a de Jesús para sus seguidores de todos los tiempos. Jesús nos ha prometido que va a estar con nosotros siempre y que nada ni nadie nos podrá separar de su amor y de su presencia. En momentos de zozobra y de oscuridad, él saldrá a nuestro encuentro para decirnos: “Soy yo, no temáis”, sigo con vosotros.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


Evangelio del día

Evangelio del viernes 12 de abril de 2024
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.

Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».

Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.

Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».

Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.

Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».

Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».

Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Reflexión del Evangelio de hoy

“Si es de Dios…”

Los apóstoles han sido hechos prisioneros por dar testimonio de Jesús y llevados ante el sanedrín, que, al escucharlos decir que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” se consumen de rabia y tratan de matarlos. En medio del tenso ambiente del tribunal judío de saduceos, fariseos y ancianos, se eleva una sabia y conciliadora voz que les invita a la reflexión con argumentos. Es Gamaliel, fariseo y doctor de la ley, experto, por tanto, en la Sagrada Escritura, de quien dirá después Pablo que había sido su maestro: “instruido a los pies de Gamaliel” (Hch 22,3).

Gamaliel toma la palabra e interroga sobre qué van a hacer con esos hombres. Parte de la experiencia y hace caer en la cuenta de lo ocurrido tiempo atrás con dos líderes, Teudas y Judas, que habían arrastrado numerosos seguidores, pero tras su muerte, desaparecieron.

Gamaliel continúa argumentando: si la obra de Jesús es como la de los anteriores, sus discípulos con el tiempo se dispersarán; pero si es obra de Dios, será imposible acabar con ellos, y además se encontrarán luchando contra el mismo Dios, de quien se jactan ser sus máximos defensores.

Las sabias palabras de Gamaliel convencen a los miembros del tribunal, y dejan libres a los apóstoles, eso sí, después de haberlos azotado y haberlos intimado que no hablasen en nombre de Jesús. Pero esto, más que amedrentarlos, los animaba a enseñar y anunciar la Buena Nueva de Jesús cada día, es más, la alegría de sufrir por Jesús llenaba sus corazones.

El criterio de discernimiento que propuso Gamaliel al sanedrín sigue siendo de actualidad para nosotros: Ante determinados acontecimientos que nos desconciertan, “dar tiempo al tiempo” a ver si lo que está ocurriendo es de Dios. Si no, se evaporará como la espuma. El tiempo es buen consejero. ¡Pero, cuidado con los procrastinadores!

“Cinco panes de cebada y dos peces”

Nos encontramos ante uno de los llamados milagros de la naturaleza, la multiplicación de los panes y peces, que curiosamente encontramos en los cuatro evangelios. El relato comienza con la preocupación de Jesús al ver la cantidad de gente que le sigue y no tener con que alimentarle: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?» Se proponen dos soluciones: la de Felipe, y la de Andrés, pero ambas, tanto los doscientos denarios, como los cinco panes de cebada y los dos peces, parecen ser insuficientes para dar de comer a tanta gente. No obstante, la segunda parece ser la más adecuada: aunque es poco, parte de lo que tiene alguien y está dispuesto generosamente a ponerlo a disposición de todos y compartirlo.

Jesús acepta el desprendido gesto del muchacho, y tras una oración de acción de gracias, comienza a repartir a unos y a otros. Lo que objetivamente parecía insuficiente, la generosidad del chico junto a la intervención de Jesús se transforma en abundancia y sobre abundancia: sobran doce canastos. El Reino de Dios es un reino de plenitud, de derroche para todos y cada uno.

La narración es muy iluminadora. Aunque nos parezca poco, cuando somos capaces de poner lo que tenemos, nuestros talentos, nuestros dones, nuestros bienes, al servicio de la comunidad, Jesús es capaz realizar el milagro y multiplicarlo. Lo que parece insuficiente se transforma en super abundancia.

El relato es también símbolo de la Eucaristía. La celebración es el lugar donde sacramentalmente hacemos presente la fraternidad-sororidad. Por ello no puede quedar reducido a un rito vacío que no se traduce en gestos concretos en la vida cotidiana. En cada Eucaristía, cuando nos dejamos transformar por Jesucristo, “asimilamos su modo de vivir y deseamos compartir su misión de compasión por el mundo”. (Vídeo del Papa, Por una vida eucarística, julio 2023).

Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo


Evangelio del día

Padre Pedro Brassesco

Reflexión del Evangelio de hoy

«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»

Impulsados por el Espíritu Santo, los apóstoles dan testimonio de Jesús ante las autoridades judías. Y no tienen miedo. La Pascua no es para ellos solo un acontecimiento espectacular que les manifiesta que Cristo está vivo y que ha vencido definitivamente a la muerte. El acontecimiento de Pentecostés les manifiesta que Jesús no solo está de nuevo con ellos, sino también en ellos, en lo más profundo de su corazón.

La experiencia de Dios hace que nuestra fe sea viva y actuante y que, a pesar de las dudas y miedos, podamos percibir una certidumbre honda que da valor y sentido a nuestras decisiones incluso cuando éstas constituyan un riesgo vital.

Los apóstoles ciertamente tenían miedo, les preocupaba lo que les podía pasar, pero algo (y sobre todo Alguien) más fuerte que ellos mismos los animaba en una empresa que les llenaba de alegría y esperanza. Estaban viviendo de una manera nueva la propia Pasión de Cristo en sus carnes y esto desarmó a sus oponentes que pensaban que todo aquel movimiento mesiánico había concluido.

«El que Dios envió dice las palabras de Dios»

El texto del Evangelio de San Juan está en clara relación con la primera lectura de los Hechos. Jesús es el Señor del Espíritu por antonomasia. Él dice y hace presente a Dios de una manera absoluta y definitiva. En la teología del cuarto evangelista, en la persona de Jesús se patentiza de manera diáfana el rostro de Dios. Con Él comienza ya para los hombres la Vida Eterna.

La clave está en recibir en toda su plenitud este testimonio mediante la fe, no quedarse “en la tierra”, no percibir solo en su Palabra palabras de hombre que pueden ser importantes, incluso benéficas, pero a las que les falta la plenitud del Espíritu. Es lo que dijo Pedro a Jesús cuando les preguntaba a los discípulos sobre su identidad y si también querían abandonarle como otros tantos: “¿Adónde vamos a ir? Solo Tú tienes palabras de Vida Eterna” (Jn 6, 68).

Solo en Dios podemos encontrar la Verdad, el auténtico sentido de la vida. Para esto vino Jesús, el Señor del Espíritu, ese Espíritu que derramó en su último aliento de vida desde la cruz, un aliento de amor profundo, trascendente, inmortal, vivificador que nos hace confesarle como Señor y nos anima a vivir en eternidad ya en esta vida.

Texto para la reflexión

“La razón de ser del cristianismo es ante todo el mostrarnos que hay un sentido para nuestra vida. Nuestra vida está orientada hacia un fin último. A pesar de todo lo absurdo y todos los sufrimientos que podamos soportar, este sentido tiene la última palabra. Quizás aún no seamos capaces de contar la historia de nuestra vida o la de la humanidad, pero nuestra esperanza es que un día se descubra que todo lo que hemos sido o lo que hemos vivido tiene sentido”.

D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla)


Evangelio del día

Padre Pedro Brassesco

Reflexión del Evangelio de hoy

“El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege”

En la primera lectura, vemos cómo el Señor, por medio de su ángel, rescata a los apóstoles de la cárcel. En Jerusalén había comenzado la persecución hacia los seguidores de Jesús, sin embargo, éstos permanecen predicando la Buena Noticia, ¿qué es lo que hace que permanezcan en medio de las dificultades? La fuerza de la Resurrección, han visto y experimentado que Cristo está vivo, ellos mismos han resurgido de la muerte, de la esclavitud del miedo y del pecado, han creído que sólo la experiencia del Resucitado es lo que les da Vida y Vida en abundancia, esto los impulsa a no huir, a dar testimonio incluso desde la cárcel o con el martirio.

En este caso, nos narran los Hechos que el Señor inspira y anima a los apóstoles a continuar con su misión, Dios no abandona a los que sufren, como dice el salmista “si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo libra de sus angustias”. El Señor nunca nos deja solos en el sufrimiento, tantas veces  le vemos un sentido negativo al dolor, a las dificultades, porque nos fiamos más de nuestras propias fuerzas, nos cuesta abandonarnos por completo en las manos de nuestro Padre.

“Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca”, el salmista sabe que en toda circunstancia, está el Señor presente, por eso, no deja nunca de alabarlo. Te invito a que hoy mires en tu interior, en tu propio corazón ¿cómo es tu actitud frente a los sufrimientos, frente a esos acontecimientos que no comprendes?, ¿pierdes la paz porque tus proyectos no salen como esperabas?

En los apóstoles encontramos modelos de fe y confianza en Jesucristo: sabían que la misión era de Dios, no dejaban de predicar el Evangelio en medio de tantas tribulaciones, y siempre con alegría. Hoy la Orden de Predicadores conmemora al Beato Antonio Neyrot, quien no dudó en dar su vida por el nombre de Jesús; a pesar de sus muchos errores, en su corazón sabía cuál era el verdadero Camino y que la Verdad sólo tiene un nombre: Jesús. Los testimonios de estos y tantos hermanos que han dado su vida por la fe, nos anima a continuar, a no desanimarnos, porque “el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege”. Nunca estamos solos, todo lo que nos pasa, todas las experiencias que vivimos, nos ayudan a poner la confianza en Él, que nos ama y hace nuevas todas las cosas.

“Tanto amó Dios al mundo”

En el Evangelio se nos revela el deseo que hay en el corazón de Dios nuestro Padre: que ninguno de sus hijos se pierda; por eso envió a su Hijo Jesucristo, para que por medio de Él alcanzáramos la vida eterna. Pero tantas veces nos cuesta creer en el poder de Jesús que puede restaurar todo en nosotros, incluso transformar el pecado en causa de Redención.

A veces creemos que Dios es alguien lejano a nosotros, que Él está en lo alto y nosotros somos demasiado poco para ser escuchados por Él. Los cristianos sabemos que esto no es cierto; por medio de Jesucristo, Dios se hace uno de nosotros, más cercano que nunca y nos ofrece su Pan y su Palabra para experimentar un amor que lo purifica todo y nos hace vivir una vida cimentada en la confianza y la esperanza en la Resurrección.

Hoy te pregunto ¿has experimentado en algún momento de tu vida que Dios estaba cerca de ti, sosteniéndote para superar los sufrimientos, los miedos, las incertidumbres? ¿a qué fuente acudes para calmar tu sed? Esa sed de amor incondicional, de alegría imperecedera, esa sed que tantas veces buscamos calmar en charcos poco profundos, sin darnos cuenta que tenemos al alcance un océano inmenso que nunca se acaba.

Rema mar adentro, distingue tu hambre y sed de Jesucristo, y como Él, pídele al Padre que se realice tu voluntad en ti. Porque esa es la verdadera felicidad, cuando dejas que Dios realice sus proyectos en ti. No temas, Él sólo quiere una cosa, que no te pierdas por los caminos pedregosos que sólo conducen a la insatisfacción y al vacío. Mira a Cristo que entregó su vida libremente por ti, por tu salvación, de esta manera tan maravillosa nos ha amado Dios, nos ha liberado, nos ha salvado para que tengamos vida eterna y resucitemos con Él en el último día.

Sor Mihaela María Rodríguez Vera O.P.
Monasterio de Santa Ana de Murcia


Evangelio del día

Padre Pedro Brassesco

Reflexión del Evangelio de hoy

Primera lectura

Es el anuncio profético de la maternidad virginal de María. Así se ha visto desde el principio de la fe cristiana. Es relevante que aparece uno de los dos nombres que se le darán a Jesús. Enmanuel, “Dios-con-nosotros”. Nombre superado por la realidad de Jesús, que es: “Dios uno de nosotros”

Salmo

“Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”. En el salmo alguien se dirige a Dios proclamando que más que sacrificios, actos de culto, lo que Dios quiere es que se haga su voluntad. Esa actitud la tradición cristiana la ha visto reflejada en María en el momento en que el ángel le anuncia su “imposible” maternidad: “hágase en mí, según tu palabra”. No olvidemos que hasta la reforma litúrgica del Vaticano II, esta solemnidad se entendía como solemnidad mariana, no cristológica: Era la Anunciación a María, y no la Anunciación del Señor.

Segunda lectura

El texto insiste en lo mismo que proclamaba el salmista: lo que de verdad quiere Dios es que hagamos su voluntad. Eso es lo que nos santifica, lo que nos une al único y definitivo sacrifico, el de Cristo, que es el factor santificador nuestro.

Evangelio

Conocemos bien el relato de Lucas. Fiel a dar protagonismo en la infancia de Jesús a María, la ve como quien autorizó en su seno la encarnación -tomar carne- de quien “será grande, se llamará el Hijo del Altísimo” … reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. Lo aceptó en medio de dudas, que el ángel quiere disipar con el anuncio de otra maternidad imposible, pero real, la de su anciana pariente Isabel.

La fiesta fue durante tiempo, la más relevante de las comunidades cristianas, tras la Pascua. Luego obtuvo un mayor protagonismo en el pueblo el Nacimiento de Jesús. Y es que este día de la Anunciación es también el de la Encarnación, el día en que toma carne, nuestra carne humana el mismo Dios. Es el día del misterio básico de la fe cristiana.

Este año la solemnidad no se celebra nueve meses antes de la fiesta de la Navidad, porque ese día estábamos en la Semana Santa. Al celebrarlo después de la octava de Pascua, nos permite celebrar los orígenes de la celebración pascual. El triunfo de la vida sobre la muerte exigió la existencia de esa vida humana en el Crucificado y Resucitado, Jesús hijo de María. Dios asumió en el seno de María nuestra carne, nuestra naturaleza. “El Hijo de Dios, con su encarnación se ha unido, en cierto modo, a todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre” (Gaudium et spes 22). El inicio de esto es lo que celebramos hoy.

Ante todo, hemos de celebrarlo, sin las exterioridades de la Navidad, quizás más hondamente.

Hemos de reflexionar sobre qué exigencias brotan de que nuestra condición humana haya sido – es – la del mismo Dios: él la asumió, en el seno de María, en Jesús. De ello se deriva la excepcional dignidad, a veces hoy olvidada, en medio de toda la creación, del ser humano.

Fray Juan José de León Lastra O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


Evangelio del día

Evangelio del sábado 6 de abril de 2024

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.

Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.

Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.

También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.

Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.

Y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Reflexión del Evangelio de hoy

No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído  

Bien distinta la postura de los “sumos sacerdotes y ancianos” y la de los apósteles, después de la resurrección de Jesús. Los primeros buscaban que no se volviese a hablar de Jesús, de su mensaje y de su resurrección. Querían que Jesús muriese para siempre en el corazón de los hombres. Para ello, llamaron a Pedro y Juan y “les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús”. En cambio, los apóstoles no hacen más que proclamar a Jesús y toda su buena noticia, insistiendo en su resurrección. Con el poder recibido curan a un lisiado.

Ante la postura prohibicionista de las autoridades judías, la respuesta de los apóstoles es bien clara: “Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído”. También nosotros, cristianos de 2024, podemos dar esa misma respuesta. Y la razón es bien clara: tenemos que hablar de Jesús, de su vida, muerte y resurrección y de todas sus promesas, porque ahí hemos encontrado la mejor manera de vivir nuestra vida con sentido, con ilusión, con alegría. No es posible que nos callemos.

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana…

Tenemos que admitir que, de entrada, nos cuesta reconocer y aceptar las buenas noticas, sobre todo, las muy buenas. Fue lo que les pasó a los apóstoles ante la resurrección de Jesús. Mira que se lo había anunciado varias veces mientras vivió con ellos, mira que María Magdalena y “otros dos” les dicen que se les ha aparecido a ellos… pero siguen en su incredulidad. Tiene que ser el mismo Jesús resucitado el que se acerque a ellos y les haga ver que es cierto, que realmente ha resucitado. Lo que supone que es verdad todo lo que Jesús les había enseñado, empezando porque él además de ser hombre es Dios, es el Hijo de Dios, y que su mensaje es el mejor que podían comunicar a los hombres para que disfrutasen de la vida y vida en abundancia. Por eso, acaba pidiéndoles: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación”.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


Evangelio del día

Evangelio del viernes 5 de abril de 2024
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades, y se apareció de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».

Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».

Ellos contestaron:
«No».

Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».

La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Reflexión del Evangelio de hoy

El reproche de los acomodados

Saber reconocer que otros son capaces de cambiar las situaciones injustas, hace que te muevas de tu zona de confort y que te plantees que tú también puedes colaborar en esa tarea, pero, si eso te supone plantearte la pregunta ¿Quiénes son estos para venir a decir o a hacer algo?, o lo que es lo mismo “¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?” (Hacer el bien o un favor a un enfermo), entonces es que vives en una situación de comodidad y que, aunque no sea la mejor forma de vivir prefieres estar así que trabajar para que todo vaya mejor.

Quizá ese sea el problema o la realidad que vivimos hoy, mientras a mí no me influyan directamente los problemas mejor seguir así que involucrarme en tareas de mejorar, quien prefiere dar un poco más para hacer las cosas mejor está mal visto, porque hace que otros vean a quienes no se molestan en dar nada más allá de lo puramente exigido.

Es más fácil conseguir tus objetivos, aunque eso suponga perjudicar a otros, que descubrir cómo avanzar en equipo para alcanzar metas que favorezcan el bien común. Si lo único que me importa en la vida soy yo, puede que llegue un momento en que la vida se vuelva tan difícil de asimilar porque no tendré a nadie que esté cuando necesito ayuda, que esté para celebrar algo conmigo, que me pregunte cómo me va o me salude al cruzarse conmigo en el camino, porque esa ha sido mi actitud previa que ha provocado recoger lo que yo he sembrado.

¿Eres capaz de salir de tu comodidad y unirte a los proyectos que mejoran la realidad que te rodea?

No perder la esperanza

Un día te levantas sabiendo los retos con los que te vas a enfrentar, sabes cuáles son las posibilidades, sabes que, a pesar de tener todo bien preparado para que haya más posibilidades de que salga bien que de que salga mal, también hay factores que no puedes controlar y se puede desequilibrar la balanza y torcerse el resultado. No pierdas la esperanza.

Si todo estuviera verdaderamente claro y supiéramos que, como en matemáticas dos más dos son cuatro, la realidad sería completamente diferente, no habría retos, no nos plantearíamos preguntas, no habría cuestiones que resolver, pero para eso existe, al igual que en las matemáticas, las variables, la probabilidad y el infinito. Para eso es para lo que necesitamos la esperanza.

Después de un duro trabajo y unos resultados desfavorables o negativos, lo que apetece es desaparecer, borrar lo ocurrido de la mente, cambiar completamente la situación para que la pena, el miedo, la rabia, la frustración no nos ahoguen, es cierto, pero, a medida que va pasando el tiempo, descubres que hay dos caminos: o abandonar y dejar todo atrás porque no hay nada que hacer, o partiendo de lo vivido coger un impulso nuevo y descubrir las diferentes posibilidades que se presentan tras esa experiencia, analizando aquello que ha salido mal, lo que no fue una mala idea, lo que se hizo bien y con todo eso y sin perder la esperanza, seguir adelante, en el mismo lugar o en otro, pero siempre aprendiendo.

¿Qué camino quieres elegir? ¿Sabes que siempre vas a tener una buena compañía? ¿Prefieres rendirte o seguir intentándolo?

Hna. Macu Becerra O.P.
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia


Evangelio del día

Padre Pedro Brasesco

Reflexión del Evangelio de hoy

Todo en nombre de Jesús

Pedro ha curado a un paralítico. La gente se asombra y él comienza a predicar con la fuerza del Espíritu Santo que ha recibido en Pentecostés. Atrás han quedado los miedos de los primeros días, los temores del no entender del todo, las dudas, las vacilaciones. Explica quién es realmente Jesús, hace ver a los que le escuchan que las Escrituras se han cumplido en Cristo, qué Él es la promesa hecha al pueblo desde el principio, es el que tenía que venir para vencer a la muerte y al pecado y darnos la vida.

En su Pasión y en su Resurrección hemos sido salvados, porque toda curación (como la del paralítico), todo bien, toda vida proviene de Jesús y se obra en su nombre. San Pedro lo dice muy claro: “¿Os admiráis como si hubiéramos hecho andar a éste por nuestro propio poder y virtud? “y les explica que el milagro viene del que hablaron los profetas, del que es Uno con el Padre.

Nuestra fuerza, nuestra capacidad de superar las dificultades, nuestro valor para predicar la Palabra en nuestro entorno, la capacidad de amar al prójimo, todo nos viene de Cristo Resucitado, Él es quien nos lleva de su mano, a Él debemos levantar la mirada y en Él debemos reposar. No tengáis dudas: Hoy, ayer y siempre Jesús es “el Camino, la Verdad y la Vida”.      

Vosotros sois testigos de esto

Estupor, sorpresa, incredulidad, temor… Los discípulos, a pesar de haber escuchado el testimonio de los de Emaús, no dan crédito a lo que están viendo: el Maestro, al que han visto morir, el que ha sido crucificado, al que han enterrado, al que incluso, han negado, se encuentra en medio de ellos y les pide de comer. No es para menos la reacción de aquellos pobres hombres que aún no habían terminado de entender lo que Jesús les venía anunciando.

Después de tranquilizarlos comienza a predicarles una vez más lo que están viviendo para terminar con un resumen que nosotros debemos aplicarnos hoy y cumplirlo: “…El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto” Y nosotros somos también testigos como los Apóstoles y los primeros discípulos.

Estos días hemos revivido la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. En las calles, en los templos, en la liturgia, en la lectura de las Escrituras hemos estado siguiendo paso a paso desde la agonía de Getsemaní a la Gloria del Domingo. Hemos sido testigos de todo lo que ha sucedido y nuestro corazón se ha llenado de gozo cuando la Luz ha vencido a las tinieblas. Y lo mismo que los discípulos de Emaús deberíamos ir corriendo a contar lo que hemos visto, a anunciar la Buena Nueva, a compartir el gozo inmenso que invade nuestros corazones porque somos testigos, testigos de Cristo, seguidores de su palabra, dueños del tesoro que da la vida y no nos lo podemos guardar para nosotros.

Feliz Pascua de Resurrección hermanos en Jesús. Vamos todos juntos a predicar a los cuatro vientos que el Padre ha cumplido sus promesas y que las puertas del cielo, cerradas por el pecado, se han abierto de par en par por la Gloria de la Cruz que nos ha salvado.

D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro


Evangelio del día

Padre Pedro Brassesco

Reflexión del Evangelio de hoy

No tengo plata ni oro

El relato de esta primera lectura es muy vivo y lleno de contrastes. Lo primero que salta a la vista es el contraste entre movimiento y parálisis: un paralítico de nacimiento que es llevado y colocado junto a una puerta, un lugar de paso. Este hombre que estaría raquítico, con los huesos entumecidos, la masa muscular totalmente perdida, sin moverse desde el nacimiento, nos está hablando de las parálisis interiores que todos tenemos y que nos impiden vivir una vida con dignidad.

Lo segundo que llama la atención es el sentido de su vida, pedir limosna, frente a la absoluta libertad de Pedro y Juan. Así pasa su vida, mendigando a los que sí pueden moverse, esperando recibir algo. Es lo que nos pasa si el sentido de nuestra vida lo ocupan las parálisis del corazón y del alma, nos pasamos la vida mendigando que otros nos den sentido. ¡Qué vida más triste!

Sin embargo, la resurrección se hace presente en el Nombre de Jesús. Y el movimiento irrumpe en la vida del paralítico como un volcán. Pedro y Juan no tienen “ni oro ni plata”, sólo tienen a Jesús y eso es lo que dan y junto a Él le devuelven al hombre la capacidad de levantarse, es decir, de resucitar y entrar al templo a relacionarse con Dios y con los hermanos. A partir de ahí todo es alegría, alabanza, admiración. Ojalá podamos vivir nuestra vida así, resucitados, y pasarla alabando y dando gracias a Dios por todas las resurrecciones que ha obrado en nuestra vida.

¿No ardía nuestro corazón?

El Evangelio de los discípulos de Emaús es un texto riquísimo en imágenes, que no podemos dejar pasar de largo; por eso hoy es un día para meditar tranquilamente en cada frase, en cada palabra y sacar las consecuencias para nuestro propio camino de Emaús.

Dos discípulos, uno se llama Cleofás, ¿y el otro? El otro discípulo eres tú, Juan, María, Pepe, Marta, Antonio, Dolores… Se hacían preguntas, estaban ofuscados y no eran capaces de reconocer la realidad. Así vivimos muchas veces, ofuscados con nuestras cosas, sin parar de darle vueltas a las cosas, perdiendo la distancia necesaria para ser objetivos y darnos cuenta de que los caminos de Dios no son nuestros caminos.

Los dos hablan en pasado, “esperábamos, no encontraron, decían que está vivo, no lo vieron”. La desesperanza ha entrado de lleno en su corazón y por eso se vuelven a su vida de antes, ya no les interesa este Jesús libertador de Israel que les ha fallado. ¡Qué bien refleja nuestra poca fe y torpeza para comprender la historia de salvación que Dios hace con cada uno de nosotros! En cuanto las cosas no salen como queremos, abandonamos y nos volvemos a enfrascar en nuestros pequeños proyectos humanos.

Y nuevamente dos realidades nos devuelven al centro: la Palabra y la Eucaristía. La Palabra de Jesús que explica, que hace arder, que devuelve la esperanza; y la Eucaristía, pan compartido que abre los ojos del alma para reconocer lo que ya estaba presente.

El camino de vuelta no se hace pesado, en aquel mismo instante se pusieron de camino y regresaron a la comunidad, de donde nunca tenían que haber salido. Cuando una comunidad pone en el centro a Dios, presente en las Escrituras y la Eucaristía, puede hacer la experiencia del Señor Resucitado que está siempre presente donde se reúnen los hermanos. No abandonemos nunca la comunidad, no dejemos de escuchar y meditar la Palabra de Dios y nunca dejemos de participar en la fracción del pan.

¿Conoces tus parálisis interiores y a qué actitudes te llevan? ¿Pasas la vida pidiendo limosnas? ¿Qué actitud interior adoptas ante eso que te paraliza?

¿Abandonas la comunidad cuando las cosas no salen como a ti te gustan, cuando los planes de Dios son diferentes de los tuyos?

¿Tienes la lectio divina como eje de tu vida de fe y la eucaristía como el centro de tu vida?

Sor Inmaculada López Miró, OP
Monasterio Santa Mª de Gracia, Córdoba


Evangelio del día

Evangelio del martes 2 de abril de 2024
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.

Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».

Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».

Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.

Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».

Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».

Jesús le dice:
«¡María!».

Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».

Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».

María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Qué tenemos que hacer?

A lo largo de esta semana vamos a compartir el testimonio de la comunidad cristiana primitiva animada por la fuerza del Espíritu de Cristo Resucitado.

La experiencia pascual nos hace salir de nuestros miedos, de nuestros desánimos, de nuestras frustraciones y nos impulsa a salir para compartir con otros. El testimonio de Pedro conmueve tanto a sus interlocutores que preguntan: ¿Qué debemos hacer? Para responder a esta pregunta el apóstol indica que la acción de Dios en nuestra vida y en la historia planea una nueva manera de vivir, pensar y relacionarse. El camino a seguir será la conversión y el bautismo. Tener una vida abierta al obrar de Dios que nos interpela, nos abre nuevos caminos y nos ayuda a profundizar en el verdadero sentido de la existencia. El bautismo será expresión de esta nueva vida. Como nos recordaba Ansel Grün: «El bautismo les hacía partícipes de la experiencia de una nueva cercanía de Dios y de un amor en el que se sabían amados incondicionalmente. El bautismo era para ellos la iniciación en el misterio de una vida redimida y liberada y en el misterio de un Dios que les acogía en la corriente de su amor divino.»

Mujer, ¿por qué lloras?

Los testimonios de las apariciones en la octava de Pascua nos ayudan a prolongar y profundizar en la experiencia del Resucitado. María Magdalena ha sido testigo privilegiado de este acontecimiento. Ella ha acompañado a Jesús en su camino. Estuvo en el momento de la cruz. Ahora está también presente junto al sepulcro. El dolor se transforma en impulso que la lleva a no cejar en su búsqueda del Señor. Hoy también vivimos tiempo de incertidumbre, de dolor y de búsqueda.

Timothy Radcliffe nos recuerda que «Jesús le dijo: María. Ella se volvió y le dijo en hebreo: »Raboni’ (que significa maestro)». Es preciso perder a Cristo si queremos encontrarlo otra vez, sorprendentemente vivo e inesperadamente cercano. Lo tenemos que dejar ir, quedar desconsolados, llorar por su ausencia, si queremos descubrir a un Dios más cercano a nosotros de lo nunca imaginado. Si no recorremos este camino, nos estancaremos en una pueril e infantil relación con Dios.»

La desorientación y la confusión son parte de esta experiencia que nos abre a una nueva intimidad con el Señor resucitado. Es precisamente desde esta vivencia que somos enviados como María Magdalena a ser testigos de la Resurrección. Este acontecimiento nos pone en marcha, nos hace implicarnos en nuestra realidad y nos lleva a un renovado compromiso. Es oportuno recordar la expresión del Papa Pablo VI que, proclamaban que la Pascua es el paso de vida de condiciones inhumanas a condiciones de vida humanas. Este sigue siendo el desafío del tiempo que vivimos.

Fray Edgardo César Quintana O.P.
Casa Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)