Evangelio del día

Evangelio del jueves 28 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 7-9

En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?».

Y tenía ganas de verlo.

Reflexión del Evangelio de hoy
No descuidar el lugar de Dios en nuestra vida

El profeta Ageo nos describe la situación que vive el pueblo al regreso del exilio. Su leguaje es sencillo, directo y claro. Su atención está puesta en los retos que presenta la vida cotidiana del retorno. El regreso es duro, todo está por hacer y se vive el día a día.

En el pasaje que leemos hoy, el profeta pone de manifiesto el conflicto de prioridades que se está viviendo. El tiempo y el esfuerzo se dedican a afianzar la situación personal de cada uno y se pospone la reconstrucción del Templo. El Templo pone de manifiesto la presencia de Dios en medio de su pueblo. Por esto el profeta exhorta a reconstruir el Templo. Es necesario no perder la dimensión espiritual y social a la hora de comprometer nuestro esfuerzo en reconstruir de esta nueva etapa.

Hoy también enfrentamos muchos retos. Es necesario tener una visión integral de la vida desde nuestra experiencia de Dios. Vencer la tentación de quedarnos solo en lo individual y particular.

Dejaros interpelar por la persona de Jesús

El evangelio de Lucas nos brinda, entre la misión de los Doce y la multiplicación de los panes, la pregunta de Herodes sobre quién es Jesús. Una pregunta que se sitúa en el ámbito de la curiosidad y es importante darnos cuenta de esto. La curiosidad puede llamar nuestra atención, pero es algo pasajero y momentáneo. La curiosidad para propiciar un crecimiento necesita de nuestra atención y cuestionamiento constante. Entonces nos encaminamos a pasar de la curiosidad a la actitud religiosa que propicia el encuentro con el misterio de la persona de Jesús. Quienes estudian el fenómeno religioso dicen que “el misterio se le presenta al ser humano como realidad suprema en relación a la realidad mundana y al mismo de la persona. No se la puede dominar, domesticar, poseer. Más bien se vive la experiencia de ser poseído por ella.”

La curiosidad de Herodes solo se queda en un nivel superficial. Por eso cuando se dé el encuentro con Jesús querrá exhibirlo y manipularlo, pero no le interesará realmente conocerlo. La curiosidad que suscita una actitud religiosa busca el encuentro, se abre al misterio del otro y permite abrir el corazón a la fe.

También hoy estamos llamados a dejarnos interpelar por la persona de Jesús, por sus palabras, por sus gestos, por sus sentimientos no como algo pasajero sino como una realidad que nos lleva a la trascendencia, a ir siempre más allá.  Ya nos recordaba Juan Martín Velasco: “La relación religiosa es una relación interpersonal en la que el Tú absoluto se hace invitación al hombre, y con ella, posibilita la respuesta en la que el hombre se entrega para salvarse y realizarse”. Que cada día podamos crecer en esta relación con Jesús.

Fray Edgardo César Quintana O.P.
Casa Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)


Evangelio del día

Evangelio del miércoles 27 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,1-6)

En aquel tiempo, habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.

Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno.

Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.

Y si algunos no os reciben, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de vuestros pies, como testimonio contra ellos».

Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.

Reflexión del Evangelio de hoy

Jesús les dio poder y autoridad…, y los envió…

Hoy hacemos memoria  de S. Vicente de Paúl. Santo muy querido y reconocido en la iglesia y en la sociedad. Nació en 1581 en Francia. Fue ordenado sacerdote con solo 19 años. Ya en los primeros años de su vida sacerdotal desarrolló una gran sensibilidad y creatividad en su misión. Siendo tutor de los hijos de los marqueses de Gondi, fue aquí donde Vicente se dio cuenta por primera vez de la enorme brecha entre ricos y pobres, no sólo desde el punto de vista material y social, sino también desde el cultural y moral.

En el transcurso de su vida apostólica irá descubriendo “que  es la Caridad la que mueve el mundo”, esto le lleva a desarrollar varias asociaciones que dan pie a las congregaciones de las Hijas de la Caridad y  la  Congregación de la Misión o Lazaristas. Murió en París el 27 de septiembre de 1660. No dejó nada escrito, su obra maestra era la Caridad. La espiritualidad vicentina tiene su base en el doble descubrimiento de Cristo y de los pobres: oración y acción: un compromiso que está en el mundo y para el mundo, y se concreta tanto  en la evangelización como en la promoción humana.

De rodillas alcé mis manos  al Señor mi Dios

Hemos escuchado y conocido el contenido de la oración de Esdras a Yahvé su Dios. Para poder entender todo lo que conlleva y el porqué de la situación que describen sus palabras, los invito a leer el contexto  en el libro de Esdras, dónde se describe la vida, el desarrollo, y el  deterioro moral y espiritual de un gran número de los que habían sido deportados a Babilonia, que habían con-vivido y actuado como los pueblos paganos e idólatras y que a pesar de volver con Esdras a Jerusalén para restaurar el templo de Dios, no habían modificado su forma de vivir y actuar.

Esdras, ya en Jerusalén, conoce esta situación que le causa tanta congoja y desolación llevándole a esa situación que él mismo describe en su oración como un momento de luto y penitencia., de desgarro. Clama personalmente a su  Dios exponiéndole la situación de su pueblo y que él hace suya: “estamos hundidos en nuestros pecados y nuestro delito es tan grande que llega al cielo” (v.6). No se queda ahí, sino que se remonta a las generaciones de sus padres para seguir expresando a Dios sus pecados y como Tú, ¡oh Dios! , les has castigado llevando los al exilio y  a ser  casi exterminados como pueblo.

Todo esto que podría hundir personalmente a Esdras, le da aliento hasta reconocer la grandeza de Dios y la compasión que en este momento practica con ellos. La experiencia de fe de  este hombre creyente es tan grande y esperanzadora que le lleva a reconocer y confiar “en ese resto “ (So 3,13 )  Dios, “nos ha concedido la gracia de dejarnos algunos un Resto y de darnos una liberación en su lugar santo”(v8) Así de grande siente Esdras la misericordia y protección de Yahvé. Esto le sostendrá para guiar en Jerusalén al pueblo de Israel.

Jesús les dio poder y autoridad…, y los envió…

El evangelio que hemos escuchado nos trae la descripción de la misión que los Doce recibieron de Jesús.  Lc nos dice: “convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para sanar las enfermedades” (v 1), es decir que antes de ser enviados a la misión, les re-viste y traspasa algo de lo que Él posee. Jesús  da, antes de mandar, y no envía a nadie a realizar una misión, por ejemplo sembrar  un campo  con las manos vacías. Les dio poder -capacidad para realizar el trabajo- y autoridad –derecho y obligación de realizarlo. No se puede seguir a Jesús  y escuchar su llamamiento si no se está dispuesto a colaborar con Él en su obra. A todos y todas de alguna forma  nos ha capacitado para aportar mi granito de arena en la construcción de su Reino.

Los discípulos están llamados y enviados a realizar la misma misión de su Maestro. Ellos lo entendieron maravillosamente después de la Resurrección y se apresuraron a realizar el mandato de Jesús que Mateo presenta al final de su evangelio (Mt, 28,18-20). 

También hoy  sigue necesitándonos y confiándonos  la continuidad de su obra en la historia, en esta sociedad concreta nuestra. La Iglesia con seguridad existe para evangelizar, actualizando el mensaje del evangelio: anunciar con hechos y palabras la presencia del amor salvador de Dios a toda la humanidad. Pidamos al Espíritu que  ilumine  nuestro caminar.

El mandato de Jesús a sus discípulos es claro y concreto, no les envía a exponer una doctrina extensa y compleja, sino a transmitir una forma de vida, ellos han compartido la vida de Jesús, le ven vivir y actuar, por eso no les da instrucciones sobre lo que tendrán que decir sino cómo deben presentarse: “No lleven nada para el camino, ni bastón, ni provisiones, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir”. Estas palabras de Jesús no necesitan explicación, me faltan las palabras para expresar el asombro que sigue produciendo y produciéndome tal mandato, ¿cómo estamos realizando la misión? Sigamos orando y confiando en la misericordia y compasión de nuestro Dios. Él conoce la fragilidad de la vasija que somos los seres humanos y aún nos ha confiado el tesoro de implicarnos en la evangelización. ¡Deo gratias! No podemos cansarnos nunca  de hacerlo, Él sigue actuando.

Hna. Virgilia León Garrido O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo


Evangelio del día

Santo Evangelio 26 septiembre 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 19-21

En aquel tiempo, vinieron a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces le avisaron:
«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte».
Él respondió diciéndoles:
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Reflexión del Evangelio de hoy

Celebraron con júbilo la dedicación del templo

En la primera lectura, vemos cómo el Rey Darío ordena la reconstrucción del templo, usando de los fondos reales con generosidad y a su tiempo, sin interrupción, de tal manera que, durante su reinado, el templo es reconstruido en su totalidad, y los judíos “celebraron con júbilo la dedicación del templo”. El pueblo judío se prepara a celebrar la Pascua ofreciendo sacrificios expiatorios por sus pecados, ofreciendo gran cantidad de animales en holocausto para ello.

Así es como el pueblo de Israel ve cumplida la promesa del Señor, “Jerusalén serás reconstruida” (Jr 30, 18-22) Esta reconstrucción pasa principalmente por la edificación del templo, centro de la vida del pueblo elegido. Por eso, todo el pueblo celebra con gran fiesta la dedicación del Templo, por fin pueden dar culto a Dios en un lugar digno y grandioso. ¿Qué nos dice esto hoy a nosotros?

En el Nuevo Testamento, san Pablo nos habla repetidas veces sobre el nuevo templo de Dios, que somos nosotros mismos (1 Cor 3, 16). Jesucristo, con su Pasión, Muerte y Resurrección, destruyó el antiguo templo de Jerusalén, y lo levantó en tres días, haciendo algo totalmente nuevo: ofreció su propio cuerpo como víctima de expiación, por nuestra salvación y la redención de todos los hombres. Jesús, amándonos hasta el extremo, con una muerte de cruz, nos hizo junto con Él, templos vivos donde habita en cada de nosotros el Espíritu Santo.

Sin embargo, cuando nos dejamos llevar de la esclavitud del pecado y nos alejamos del Señor, estamos destruyendo el templo que Dios ha construido en nosotros, no dejamos que el Espíritu actúe y nos libere; para ello, el cristiano acude a los Sacramentos, para ser liberado y dejarse reconstruir por el Espíritu del Dios vivo. Con el Sacramento de la Penitencia, permitimos que Dios borre todo rastro de pecado en nosotros, que sane nuestras heridas y nos alegremos por su obra en nosotros. En definitiva, ser reconstruidos por Dios, nos hace pasar de la muerte a la Vida, celebrando Pascua con júbilo eterno, sabiendo que somos hijos del Padre, y que en Él nos movemos y existimos.

Mi madre y mis hermanos son estos, los que escuchan la Palabra y la ponen por obra

En el Evangelio vemos cómo la madre de Jesús y sus parientes cercanos intentaban acercarse a Él, pero “a causa del gentío no lo lograban”. Muchas veces contemplamos a Jesús rodeado de mucha gente, así nos lo cuentan los evangelistas, el Maestro andaba rodeado de gente que buscaba un milagro, una curación, buscaban ser saciados en su pobreza, veían en Jesús el líder que les daba todo aquello que necesitaban.

Sin embargo, Jesús en este Evangelio, nos señala lo importante, lo que nos hace seguidores suyos, hijos del Padre. La gente lo avisa de que su familia lo está buscando. Y parece que Jesús contesta de manera distante diciendo: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Leemos esto y parece que Jesús no reconoce a los suyos; nada más lejos de la realidad. Jesús, con esta pregunta, quiere que todo aquel que lo escucha sea también parte de su familia, que todos y cada uno de nosotros seamos parte de Él, de su Reino, que seamos verdaderos discípulos suyos, no de una forma lejana, sino de una forma única y personal.

“¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra”. Con esto, Jesús ensalza de una forma sublime a su propia madre, poniéndola como modelo y guía en la escucha de la Palabra. María abrió el oído y el corazón para acoger la Palabra de Dios en su vida, dejó que actuara en ella el Espíritu Santo sin límites, con una plena confianza en el designio de Dios sobre ella y sobre la historia de la humanidad. A esto nos llama hoy el Señor, a escuchar su Palabra, y ponerla por obra siguiendo a Jesús de cerca, sin miedo, de la mano de María, con confianza, viviendo de la fe que sostiene toda nuestra vida y nos impulsa a la Buena Nueva a todos los confines de la tierra.

MM. Dominicas
Monasterio de Santa Ana (Murcia)


Evangelio del día

Evangelio del lunes 25 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz.

Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.

Mirad, pues, cómo oís. pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

Reflexión del Evangelio de hoy

Reedificar el Templo del Señor

En este inicio del Libro de Esdras, se relata la reconstrucción del Templo de Jerusalén a la vuelta del destierro de Babilonia. Se pide ayuda material “a todos los judíos supervivientes, donde quieran que residan”. Bien está esta reedificación de este Templo tan importante para el pueblo judío, como nos lo demuestra una de las acusaciones contra Jesús ante el Sanedrín para condenarle a muerte: “Nosotros le hemos oído decir: yo destruiré este santuario hecho por mano de hombre, y en tres días levantaré otro que no será hecho por manos humanas”. También Jesús se acercó con frecuencia al Templo para predicar: “enseñaba durante el día en el templo” (Lc 21,27). Bien está que nosotros, los cristianos, edifiquemos templos materiales para acercarnos a Dios, adorarle, darle culto, escucharle, hablarle, participar en la eucaristía… Pero sabemos, en primer lugar, que el verdadero Templo de Dios es Jesús, en quien “habita la plenitud de la divinidad”, a quien siempre tenemos a mano, estemos donde estemos. En segundo lugar,  todo en el cristianismo, incluida la acción litúrgica en nuestros templos, busca la edificación de los templos vivos, los templos del Espíritu Santo, que somos cada cristiano, y también la edificación de la comunidad de seguidores de Cristo, que es la iglesia.  Hay que darle lo suyo a cada uno de estos tres templos.  

Para que los que entran tengan luz

Jesús emplea cosas de sentido común para aplicarlas después a “lo suyo”, a la proclamación del evangelio. Es de sentido común que nadie enciende un candil para ponerlo debajo de la cama, porque el candil, el portador de luz, está para alumbrar a los que entran en la casa. Pues eso mismo tenemos que hacer con la luz que es el evangelio. No la debemos guardar escondida, sino que la debemos hacer llegar a cuanta más gente mejor, para que no ande en tinieblas. Lo debemos hacer por dos caminos. Con nuestras palabras y con nuestras obras: “Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos”. Jesús nos regala su luz para que nosotros con ella iluminemos a nuestros hermanos. Siempre mejor la luz que la oscuridad.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


Evangelio del día

Evangelio del viernes 22 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,1-3

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce, y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Reflexión del Evangelio de hoy

Por sus frutos los conoceréis

Dos son los criterios para distinguir si estamos ante un maestro verdadero o falso. El verdadero se atiene a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la piedad. El falso, al contrario, se caracteriza por su afán de disputas y palabrerías; por provocar envidias y discordias; por dar juicios al margen de la verdad y por traficar con la piedad. Sigue dando luz la recomendación de Jesús: “Por sus frutos los conoceréis”.

La actitud de Timoteo es otra. Sigue los pasos de Pablo como éste los de Cristo. Él es el verdadero modelo de conducta para los pastores, pues no negó ante Pilato. Al revés, dio público testimonio de su realeza mesiánica y de su función como enviado divino para revelar la Verdad a los hombres. Fue fiel hasta el final.

Timoteo, colaborador del Apóstol, tendrá que esforzarse por recordar que adquirió unos compromisos al bautizarse, o al recibir la imposición de manos, que ahora debe cumplir. Su tarea principal -guardar el mandamiento de mantener el depósito de la fe o Evangelio sin mancha ni reproche-.

La imagen que envuelve todo el pasaje, es la de un combate sin tregua ni reposo, librado hasta el final.

Compañeros de camino

Una de las cosas que escandalizó más a los fariseos fue la acogida de Jesús a los pecadores.

Los fariseos, según el pensamiento general de Israel, creían que Dios los rechazaba y condenaba. Quienes se creen justos, conservan en buena parte, su justicia a base de despreciar a los pecadores y mantenerse alejados de ellos. Como si pensaran que su santidad brilla más cuanto más abajen al que consideran pecador.

¿Podríamos afirmar, con verdad, que esta manera farisea de ver las cosas ha desaparecido de nuestra sociedad actual?

Este evangelio presta gran atención a la presencia de las mujeres. Una vez más resalta el cuidado de la mujer, tan poco apreciada en aquel tiempo y todavía hoy en muchos lugares del mundo.

San Lucas nos transmite una primera enseñanza de Jesús en parábolas, se trata de señalar las disposiciones para acoger su palabra, pero antes dice quienes le acompañan.

A la presencia de los Doce junta la de unas mujeres. Algunas han sido curadas por Él. Todas sirven y ayudan económicamente a la comunidad.


¿Eres acogedor con el prójimo?

¿Y con los que no piensan igual que tú?

¿Crees que hoy día la mujer está poco apreciada?

Dña. Montserrat Palet Dalmases
Fraternidad Laical de Santo Domingo (Barcelona)


Evangelio del día

Evangelio del jueves 21 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 9-13

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».

Él se levantó y lo siguió.

Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.

Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».

Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos, sino a los pecadores».

Reflexión del Evangelio de hoy

Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados

San Pablo comienza con una exhortación a los seguidores de Cristo, a aquellos que son llamados a implantar el Reino de Dios para que tomen conciencia de lo importante que es el seguimiento. Hay que ser coherentes. Aquellos que se han dejado seducir por la figura de Jesús, se les pide que tengan las mismas actitudes que tuvo el Maestro de Nazaret. Prolongar aquí en la tierra y en medio de los hermanos el rostro compasivo de Dios.

La vocación a la que habéis sido llamados exige un proceso de crecimiento, maduración. Antiguamente se denominaba «camino de perfección» el abrazar la vida religiosa y hoy día el llamamiento es a todos los bautizados «camino de santidad», en los distintos estados en los que se pueda encontrar la persona. De este modo, podremos alcanzar la plenitud de la persona, que es tomar la forma de Cristo: «cristificarnos». Eso nos va a llevar a vivir en coherencia y fidelidad nuestra fe, y, de este modo, humildad, amabilidad, comprensión, unidad, comunión, paz, hace que en la vida dejemos las mismas huellas de amor que dejó Jesús. Así, con ese testimonio se va construyendo, edificando, el «Cuerpo de Cristo», como armazón que sigue acogiendo, perdonando, abrazando, a una sociedad que tiene muchas heridas.

“Sígueme”. Él se levantó y lo siguió

Los textos que tratan sobre la llama nos hacen caer en la cuenta del proceso de transformación que experimenta aquella persona a la que Jesús llama a su seguimiento. Mateo, sentado en lo cotidiano de su vida. Rumiando la rutina. Sobre él caía la etiqueta de que no era buena persona, ya que, estaba de parte de un imperio que acosaba al pueblo judío. Lastras que caen sobre las personas y que difícilmente podemos llegar a quitar. Jesús, no se fija en eso, sino en el corazón. Precisamente, de esa situación, Jesús se vale para dar una enseñanza magistral al que por el contrario estaba en una situación de superioridad (fariseo). A los que llevan la etiqueta de buenos porque cumplen con lo prescrito por la ley. Pero ¿Qué hay realmente en el corazón de cada uno de estos grupos? ¿Quién puede querer más a Jesús?

Mateo hace su proceso, está abierto a lo que Jesús disponga de él. A la llamada le sigue la acción: «Levantarse». De lo que puedan pensar los demás, de la etiqueta, del rechazo que pueda generar esa persona, Jesús, lo transforma en un potencial. Sígueme, es decir, te ofrezco un futuro lleno de posibilidades, un horizonte que habla de plenitud, un trabajo a implantar el Reino. «Resucitar» de una situación que llega a ser extenuante, el rechazo y la habladuría continua, que mina a la persona, porque a lo mejor la vida no le ha abierto las mismas posibilidades que a otros que ahora se encuentran en una condición de jueces inmisericordes: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» La etiqueta pesa mucho, hace mal sobre la persona que recae. Jesús libera: «Ven conmigo».

El texto es realmente significativo en este aspecto. Jesús, viene con una enseñanza clara, quiere que aquellos que están «enfermos» a causa del pecado, de la dureza de su corazón, puedan entrar a comprender el sentido que tiene la vida según el evangelio. Este grupo que está en la casa, participando en la intimidad junto al Maestro, se sienten superiores a los demás, mejores, con «derecho a». Con una conciencia moral por encima del resto de los convidados. Desprecian a otros y no están dispuestos a que participen de la gracia que toca en suerte a los hijos de Dios. Como si se tratase de un reducto, a los que se les cuelga la etiqueta, y que ya no se puede hacer ni esperar nada de estas personas.

Sin embargo, estos fariseos, que se consideran de una talla superior, son los que de alguna manera están llamados al cambio, a abrirse y descubrir el proyecto de un Dios que tiene entrañas de compasión. No comprenden en lenguaje de Jesús, son los del corazón embotado por un ego y orgullo un tanto desacerbado, eso les lleva a que en su vivencia de la fe sea: «Tienen ojos y no ven» (Sal 115,5). Hay una experiencia religiosa que no han sabido encauzar para dejarse del rigorismo de la ley y abrirse a un Dios que es auxilio, que te acompaña en el vivir cotidiano. Ahí reside la fuerza de esa llamada de Jesús a despertar, ya que no han comprendido, que el Mesías sea capaz de convocarlos a una mesa como hermanos y que Dios tenga entrañas de misericordia.

La llamada a trabajar en el Reino de Dios, no es a cumplir la ley a raja tabla, sino a tener esos sentimientos que tiene el Mismo Jesús: «Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús» (Flp 2,5). Que se abaja y que busca la voluntad de Dios en su vida, que entiende el gran regalo y el don de tener a Dios como «Abba», y eso te lleva a ser hermano del que está excluido. De este modo, brota la misericordia, al percibir en tu propia historia personal la mirada de un Dios que te busca con un amor incondicional y te invita a que vivas desde esa dinámica de regalar lo que de Él recibes cada día gratis. Así cobra sentido el «ven y sígueme» que no se apoya en la fragilidad humana sino en la Gracia del que llama y potencia para el seguimiento.

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)


Evangelio del día

Evangelio del martes 19 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7,11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores».
Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».
Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.

Reflexión del Evangelio de hoy
El obispo tiene que ser irreprochable

Pablo le detalla a Timoteo las cualidades que deben tener los responsables de una comunidad cristiana, cualidades para desempeñar unas tareas poco valoradas en esos tiempos, como son  el servicio y la administración. Habla de los que aspiran al cargo de obispo como algo digno de alabanza, pues denota una gran disponibilidad hacia la comunidad.

El título de “obispo” en este momento de la naciente Iglesia todavía aparece como sinónimo de presbítero; los obispos-presbíteros no sólo son administradores de lo temporal, sino que también están encargados de modo especial, de la enseñanza y del gobierno.

Todo lo que aquí se exige no es más que cuanto se puede esperar de un cristiano común, incluso de un hombre cualquiera, como mínimo de una conducta honrada: Se exige una vida conyugal irreprochable, sobriedad, ponderación, educación y hospitalidad, virtudes propias de un hombre público respetable. La capacidad de enseñar es también necesaria para desempeñar su cargo.

Se pide que el obispo no sea recién convertido para que no caiga en la tentación del orgullo. También se pide que el candidato goce de buena fama “entre los de fuera”, es decir, entre los no cristianos: esto redundará en bien de la Iglesia, ya que los cristianos viven en medio de los gentiles que juzgan por lo que se manifiesta exteriormente. Una conducta censurable de los cristianos daría “a los de fuera”  derecho a rechazar el mensaje cristiano.

Las virtudes que se le piden al diácono, son también exigencias elementales encaminadas a evitar todo lo que puede causar disgusto y sufrimiento para los demás.

Las mujeres citadas en el v. 11 son las diaconisas, que también desempeñaban tareas de instrucción, de asistencia en el bautismo y de socorrer a las necesitadas, es decir, también eran “ministros” de la Iglesia, que desempeñaban un servicio público en la comunidad. Las cualidades que se les exigen son muy parecidas a las exigidas antes a los diáconos.

En definitiva, lo que se pide a los ministros de la Iglesia es integridad moral, rectitud humana y capacidad para relacionarse bien con las personas, pues estas cualidades son importantes en la tarea de la difusión de la fe. Y esto vale para todo cristiano.

¡Muchacho, a ti te digo, levántate!

El encuentro de Jesús con la viuda de Naín, cuando ésta se dirigía a enterrar a su único hijo nos habla del profundo dolor del corazón humano ante el misterio de la muerte, y de la misericordia del corazón de Cristo con los que sufren.

Jesús, en esta ocasión, se siente especialmente conmovido. Se trata del entierro del hijo único de una madre viuda. En tiempos de Jesús, el padre de familia era la garantía del sustento familiar. Estamos ante una madre, viuda y con su único hijo muerto, y por tanto, sin el apoyo necesario para sobrevivir.

Dice el texto que al verla «se compadeció de ella» y, delante de todos, le dijo: «No llores». Son palabras de consuelo, compasión y misericordia de Jesús ante una mujer que sufre. A diferencia de otros relatos de curación y milagros, el texto no habla de la fe de la viuda, ni de una petición de ayuda, sino de la compasión de Cristo, que toma la iniciativa, y,  con un gesto cargado de autoridad tocó el féretro, y los que lo llevaban se detienen sorprendidos de que no tuviera miedo de incurrir en impureza legal.

Jesús no ora a Dios para que volviera a la vida, sino que pronuncia, por su propia autoridad, en cuanto Señor, la orden dirigida directamente al muerto. Y con sólo su palabra —«muchacho, levántate»— resucitó al muerto. El que con la autoridad de unas palabras hace lo que dice, sólo puede ser Dios. La Vida se hacía presente para vencer la muerte. No hay mejor forma de autoproclamarse Dios sin necesidad de decirlo expresamente.

En la tradición judía, Dios es considerado como aquel que hace lo que dice. La resurrección del hijo de la viuda de Naín es una prueba de la presencia de Dios entre los hombres. De ahí que los testigos del hecho, según dice el evangelista, sobrecogidos, glorificaban a Dios y decían: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo».

Lucas presenta este relato subrayando claramente dos ideas. Por un lado, que Jesús es Dios, el Hijo de Dios, que tiene autoridad para hacer obras maravillosas; que se compadece del dolor humano y ama a los hombres. Y, por otro lado, que es el Señor de la Vida, con poder sobre la muerte, más aún, que transforma la muerte en vida. Y este es el mensaje final de este relato evangélico: la última palabra no la tiene el mal, ni el pecado ni la muerte; la última palabra es de Dios y de la Vida. Ya lo dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 5, 24).

Jesús ha resucitado muertos: para enseñarnos que él es la Resurrección y la Vida y que creyendo en él participaremos en su misma resurrección.


Evangelio del dia

Evangelio del domingo 17 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco

En este vigésimo cuarto domingo del Tiempo Ordinario, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre el perdón y la reconciliación. A través de estas lecturas, Dios nos llama a ser misericordiosos y a perdonar a nuestros hermanos, siguiendo el ejemplo de Jesús.

El proceso de corrección que Jesús describe es una muestra de su deseo de restaurar la relación rota. No se trata de condenar o juzgar, sino de guiar a nuestro hermano hacia el camino de la rectitud y la reconciliación.

Reflexion del evangelio de hoy

Evangelio (Mateo 18,21-35):
Dios se realiza perdonando, nosotros ¿cómo?

Con el evangelio de hoy se pone punto final al discurso eclesiológico para esta comunidad y nos enseña a todos los cristianos aquello por lo que debemos ser reconocidos en el mundo. La parábola del “siervo despiadado” (es un poco contradictorio eso de ser siervo, y despiadado) es una genuina parábola de Jesús, acomodada por la teología de Mateo, que hace preguntar a Pedro, con objeto de dejar claro a los cristianos, que el perdón no tiene medida. El perdón cuantitativo es como una miseria; el perdón cualitativo, infinito, rompe todos los cantos de venganza, como el de Lamec (Gn 4,24). Setenta veces siete es un elemento enfático para decir que no hay que contar las veces que se ha de perdonar. Dios, desde luego, no lo hace.

La lectura de la parábola nos hará comprender sobradamente toda la significación de la misma; es tan clara, tan meridiana, que casi parece imposible, no solamente que alguien deje de entenderla, sino que alguien tenga una conducta semejante a la del siervo liberado un instante antes de su muerte por las súplicas ante su señor. Es desproporcionada la deuda del siervo con su señor, respecto de la de siervo a siervo (diez mil talentos, es una fortuna, en relación a cien denarios). Sabemos que en esta parábola, según la teología de Mateo, se quiere hablar de Dios y de cómo se compadece ante las súplicas de sus hijos. ¿Por qué? porque es tan misericordioso, perdonando algo equivalente a lo infinito, que parece casi imposible que un siervo pueda deberle tanto. Efectivamente, todo es desproporcionado en esta parábola, y por eso podemos hablar de la parábola de la “desproporción”. Por medio está el verbo “elléin” = “tener piedad”. Cuando la parábola llega a su fin, todo queda más claro que el agua.

Es una parábola de perplejidades y nos muestra que los hombres somos más duros los unos con los otros que el mismo Dios. Es más normal que los reyes y los amos no tengan esa piedad (elléin) que muestra el rey de esta parábola con sus siervos. Es intencionada la elección de los personajes. En realidad, en la parábola se quiere poner el ejemplo del rey; ese es el personaje central, y no los siervos. Y ya, desde los Santos Padres, se ha visto que el rey ‘quiere representar a Dios. El siervo despiadado se arrastra hasta lo inconcebible con tal de salvar su vida; es lógico. ¿No podría haber sido él un rey perdonando a alguien como él, a su compañero de fatigas y de deudas?

Los que están en la misma escala deberían ser más solidarios. Pero no es así en esta parábola. El núcleo de la misma es la dureza de corazón que revelamos frecuentemente en nuestras vidas. Y es una desgracia ser duros de corazón. Somos comprensivos con nosotros mismos, y así queremos y así exigimos que sea Dios con nosotros, pero no hacemos lo mismo con los otros hermanos. ¿Por qué? Porque somos tardos a la misericordia. Por eso, el famoso “olvido, pero no perdono” no es ni divino ni evangélico. Es, por el contrario, el empobrecimiento más grande del corazón y del alma humana, porque en ese caso, más sentido podía tener “perdono, pero no olvido”, aunque tampoco sería, desde el punto de vista psicológico, una buena terapia para el ser humano. Lo mejor, no obstante, sería perdonar y olvidar, por este orden.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)


Evangelio del día

Evangelio del sábado 16 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 43-49

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa del corazón lo habla la boca.

¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?

Todo el que se viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.

El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».

Reflexión del Evangelio de hoy

“Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero”

Quedaron viudas aquellas cartas, misivas escritas a puño y letra. Huérfanos los buzones de noticias nacidas de sentimientos hondos. Se perdió ese anhelo de esperar un sobre con dirección completa. No se escribe con tinta de alma y se prefiere escritura sin aliento. Por eso sorprende Pablo a Timoteo con líneas a pecho descubierto.

Haciendo en su autodescripción énfasis en sus credenciales, apóstol, y en su autoridad, por mandato de Dios. Nos encontramos al testigo dejando jirones de vida en cada letra, como estímulo personal para el destinatario y para que sus líneas pudieran ser utilizadas como referencia ante cualquier cristiano que estuviera viviendo en pecado.

Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, no a aquellos que viven bajo la ilusión de su propia justicia. Desde ese momento este es el primer requisito necesario para ser un hijo de Dios-ser un pecador. Los pecadores no son descalificados para venir a Dios, porque Jesús vino a salvarlos. Por tanto no podemos sacar de nuestro vocabulario los términos pecado y pecador.

La afirmación de Pablo de ser el primero de los pecadores no fue una especie de expresión piadosa de falsa humildad. El realmente sentía que sus pecados le hicieron más responsable ante Dios que otros. Era consciente que forzó a blasfemar contra Jesús. Por tanto, le duele su pecado pero es valedor de que su salvación es ejemplo de misericordia apelando a la paciencia de Dios.

Esto significa que la puerta está abierta para otros que no han sido tan malos pecadores como él lo fue. Ningún pecador puede ya tener desesperanza. Dios quiere que se vea lo que El puede hacer en nosotros. Esta verdad que cambió la vida del Apóstol fue la verdad escrita para ser guardada y vivida.

“No hay árbol bueno que dé fruto malo”

Sorprende la claridad de un Evangelio donde se hace comprensible a todos la importancia de los frutos. El fruto es el resultado de una planta saludable que produce lo que fue diseñada para producir. En la Biblia, la palabra fruto normalmente se usa para describir las acciones externas de una persona que son el resultado de la condición del corazón.

Todos sabemos que hay que hacer para dar buen fruto. Cuando evitamos que nuestras vidas sean examinadas por el Espíritu, nuestras raíces se aferran a un mundo cada vez más alejado de Dios. Bosques de árboles vacíos, con belleza fugaz, sin miras de infinito, así es la masa forestal de una sociedad ensimismada en sus ramas con frutos que indigestan.

Nuestras obras nos delatan. Una de las falsificaciones para dar buenos frutos es la simulación. Podemos convertirnos en expertos en las rutinas, las palabras y en “actuar como cristianos”, pero sin experimentar ningún poder real y sin dar fruto eterno. Podemos caer fácilmente en el pecado de los fariseos de la época de Jesús, al juzgarnos a nosotros mismos por la forma en que pensamos que aparecemos ante los demás y al descuidar ese lugar secreto del corazón donde germina todo buen fruto.

Cuando amamos, deseamos, buscamos y tememos las mismas cosas que el resto del mundo, no estamos permaneciendo en Cristo, aunque nuestras vidas estén llenas de actividades relacionadas con la iglesia. Y, a menudo, no nos damos cuenta de que estamos viviendo vidas sin fruto.

Sería fácil ahorrarnos tanto sinsabor, tanta amargura, tanto desengaño y frustración. Sólo levantarse cada mañana con esa actitud valiente del apóstol de construir sobre roca. Todos creo que estamos extenuados por la testarudez de construir sobre tierra. Un cansancio innecesario para quién conoce lo que hay que hacer para evitarlo. Hacer lo que El nos diga.

Fr. Martín Alexis González Gaspar O.P.
Convento de Ntro. Padre Sto. Domingo (Torrent)


Evangelio del día

Evangelio del jueves 14 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios».

Reflexión del Evangelio de hoy

El pueblo se cansó de caminar

Que difícil es el camino de la libertad. Asumir los cansancios y frustraciones que se dan en la vida llevan muchas veces a la desesperanza y la apatía. Surge la tentación de pensar que la cosas serían mejor si renunciáramos a ser libres.

Esta es la experiencia que nos trasmite el relato del pasaje del libro de los Números en este día. El pueblo en el desierto está cansado y desesperanzado. Empiezan las quejas y reproches. No hay horizonte, entonces la vida pierde su sentido. Las serpientes, propias del desierto, se vuelven manifestación de que se ha tocado fondo.

Pero es precisamente allí donde vuelve a aparecer la presencia y acción de Dios, el Dios de la vida y la libertad. Poner la mirada en la serpiente de bronce es volver a poner el corazón en Dios, es dejarnos salvar por Él; Es permitir que sea su fuerza la que nos sostenga en nuestra debilidad y vulnerabilidad, ayudándonos a sanar, a ponernos en pie y seguir camino.

La sabiduría de saber sacar lo nuevo y lo antiguo

La imagen de la serpiente de bronce se vuelve signo premonitorio de la salvación que Cristo nos trae. Jesús recuerda a Nicodemo que Dios quiere nuestra salvación y la cruz será expresión sublime de un amor incondicional que se entrega.

La celebración de la fiesta de la Exaltación de la Cruz, es una oportunidad de renovar la mirada, abrir el corazón y asumir los desafíos de la vida. Como Santo Domingo podemos abrazar la cruz para dejarnos impregnar por el amor que salva, cura y da vida. «Y en cada una de nuestra “muertes” cotidianas, libremente aceptadas por amor, se va produciendo una mayor simplificación y unificación de la vida, liberando el corazón de quejas estériles, de angustias sin sentido y de fantasías infecundas.» (Víctor Manuel Fernández).

Que abrazar la cruz de Cristo nos haga capaces compartir otras cruces, que nos hagan salir de nuestros egoísmos y sepamos cuidar a contener con gestos, acciones y palabras que abran a la esperanza y a la vida.

Fray Edgardo César Quintana O.P.
Casa Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)