Evangelio del día

Evangelio del viernes 17 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Reflexión del Evangelio de hoy

No llamaremos ya más “Nuestro Dios” a la obra de nuestras manos

Resulta realmente entrañable y consolador el texto del profeta Oseas y supone, sin duda, un hito importante en el proceso de revelación de Dios a Israel. Pero ahora, en este mismo instante en que lo leemos o escuchamos, se dirige a cada uno de nosotros que, al igual que el pueblo elegido, no pocas veces nos “olvidamos” de Él y preferiríamos un “diosecillo” que sea manejable, un ídolo, en suma. Pero Dios es el “Totalmente Otro”, el Señor de la Vida, el Omnipotente, pero también el Padre ciertamente exigente, aunque comprensivo que perdona y se compadece de sus hijos.

En los momentos difíciles, cuando hay angustia en el alma, cuando percibimos que nada tiene sentido y las personas “poderosas” en quienes confiábamos nos fallan, nos damos cuenta, como Israel, que solo el Dios Verdadero nos puede curar, salvar. Como dice Dios por boca del profeta: “Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan… Seré para Israel como rocío…” en alusión al Espíritu Santo que nos cala por dentro y refresca el alma.

No estás lejos del Reino de Dios

En clara relación con la profecía de Oseas, San Marcos nos presenta la pregunta, quizá pregunta-trampa (en la versión de San Mateo) de un escriba, es decir un teólogo, a Jesús respecto al Mandamiento más importante de la Ley de Dios. Y Jesús le responde con las palabras de la Escritura en los libros del Deuteronomio y Levítico, aunque añade significativamente en la primera parte “con toda tu mente”, es decir, con todas tus potencialidades intelectuales, amén del sincero afecto del corazón a Quien nos ha dado la vida y la fe.

Amar a Dios implica conocerlo a través de la Palabra. Cuando Jesús proclama las citas bíblicas, las hace suyas como Hijo de Dios y hermano de los hombres. La segunda parte del Mandamiento está indisolublemente unido a la primera e implica la dimensión horizontal del Amor que es y nos profesa. Esta declaración impresiona al escriba que descubre algo que ya sabía intelectualmente: el verdadero corazón de la Ley e implícitamente a Jesús como el Mesías.

La evidencia de nuestra fe en Dios es el amor al prójimo. Así nos lo dice la Carta de San Juan. Con el amor al prójimo no caben “triquiñuelas” porque hay que implicarse, incluso mancharse las manos como afirmaría expresivamente Martín Descalzo y así lo hizo el protagonista de la parábola del Buen Samaritano.

Este texto es muy propicio para orar en silencio, y desde la profunda intimidad del corazón repetir las palabras de Jesús al escriba, hacerlas nuestras y pedir con toda humildad que todo ese amor recibido lo comparta con mis próximos, aunque me duela, me moleste o no termine de comprenderlos.

“En el amor a Dios puede haber engaños. Puede alguien decir que ama a Dios cuando lo único que siente es un calorcillo que le gusta en su corazón. Puede alguien decir que ama a Dios y lo que ama es la tranquilidad espiritual que ese supuesto amor le da. Amar al prójimo, en cambio, no admite triquiñuelas. se le ama o no se le ama. Se le sirve o se le utiliza. Se demuestra con obras o es sólo una palabra bonita. San Juan seguía diciéndolo de manera tajante: «Si uno posee bienes de este mundo y, viendo que su hermano pasa necesidad, le cierra sus entrañas, ¿Cómo puede estar en él el amor de Dios?» Es cierto: «El prójimo -la frase es de Cabodevilla- es nuestro lugar de cita con Dios.» Sólo en el prójimo nos encontramos con El y todo lo demás son juegos de palabras”.

(José Luis Martín Descalzo, “Razones para vivir”)

D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla)


Evangelio del día

Evangelio del miércoles 15 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Reflexión del Evangelio de hoy

Guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos

El Deuteronomio significa en griego “Segunda Ley” y de alguna manera el título se acomoda perfectamente al contenido del libro, ya que se trata de una nueva promulgación de la mayor parte de la legislación contenida en los libros anteriores del Pentateuco. Estamos ante una composición oratoria en clave de enseñanza, en la que se recogen los discursos de Moisés en Moab antes de entrar en la tierra prometida y al final de la travesía del pueblo de Israel por el desierto.

Moisés exhorta al cumplimiento de la ley divina, recordando la situación privilegiada del pueblo elegido por Dios entre todos los pueblos de la tierra. La expresión con la que se introduce el discurso: “Y ahora” indica que estamos ante una enseñanza fundamental, importante a la que hay que prestar atención. Los verbos que dinamizan está predicación: escuchar, hacer, vivir, entrar, mirar, recorren el discurso y nos revelan dos ideas fundamentales: 1) la primera es la presencia de Dios en medio de su pueblo, escucharle es el gran privilegio de Israel, que debe llevarle a poner en práctica lo mandado por el Señor en medio de situaciones difíciles y entrar en la tierra prometida.2) La segunda idea recuerda a Israel que éste ha recibido de Dios una ley santa como no la tiene ninguna otra nación. Este pueblo pequeño e insignificante en comparación con los que le rodean tiene una ley, un contenido religioso inalcanzable a los pueblos más cultos de la antigüedad. Por ello, guardar y poner en práctica estas normas y preceptos es sabiduría e inteligencia ante los ojos de los demás pueblos. La relación con Dios cercana e íntima, supera cualquier expectativa y sus leyes enseñadas y transmitidas por los profetas animarán la vida: el ser y el hacer del pueblo de Israel.

Guardar estas enseñanzas en el corazón implica no olvidarse del contenido de las mismas y enseñarlas así a todo el pueblo de generación en generación. Jesús recogerá en la parábola de la semilla, en la del constructor, como escuchar la palabra de Dios implica ponerla en práctica para poder vivir y permanecer en el Señor.

No he venido a abolir, sino a dar plenitud

Después de la gran apertura del capítulo cinco, con las Bienaventuranzas y las palabras acerca de ser sal y luz, donde Mateo coloca una de las grandes enseñanzas de Jesús, nos encontramos en la lectura de hoy con un elemento clave de su misión: él no ha venido a abolir la ley, a destruir lo anterior sin más, sino a llevarlo a su plenitud.

Frente a una comunidad en crisis de identidad ante las enseñanzas e interpretaciones de la Ley (Torá) llevadas a cabo por un grupo de teólogos judíos instalados en Jamnia, Jesús va a decir que la observancia legal de los escribas y fariseos está totalmente superada. No se trata de cumplir unas normas porque están escritas, sino que hay que llenarlas de contenido que ayuden a vivir al ser humano. El cumplimiento de la ley alejado de una sana relación con Dios y del compromiso con las personas, especialmente con los que más sufren, no tiene sentido, porque es incapaz de transformar la realidad, la vida.

La sentencia inicial de la narración es toda una declaración de intenciones. Dar cumplimiento y sentido a la ley es buscar el bien del ser humano, mostrar la justicia que viene de Dios y cumplir su voluntad. Frente a la Ley y los profetas, Jesús se sitúa en continuidad, pero no de cualquier manera sino para llevarla a su plenitud definitiva. La llegada de Jesús, su persona, su enseñanza y predicación es capaz de superar cualquier expectativa humana. Por eso, cumplir la ley no consiste solo en poner por obra lo indicado en ella, sino llenarla de un contenido diferente capaz de transformar nuestra vida.

Jesús ha dado sentido a la ley, en consecuencia, él es el único camino para alcanzar la Verdad. La ley, en su persona se ha transformado, permitiéndole alcanzar la plenitud a la que estaba destinada. He aquí la gran paradoja que supone la permanencia de lo antiguo y a la vez su radical transformación. Jesús se sitúa en línea con los antiguos profetas que distinguían entre lo esencial y lo secundario en relación con Dios. Mateo va a insistir en el cumplimiento profético de la ley, de tal forma que no pasará el cielo y la tierra hasta que se cumpla o realice su más pequeña letra o tilde. Jesús muestra así su autoridad y su superioridad sobre la ley al conferirle una práctica diferente en referencia siempre al ser humano, especialmente a los más débiles y marginados.

El comportamiento ante la ley manifestará la responsabilidad que el creyente tiene de comprometerse con la voluntad de Dios y, en consecuencia, su grandeza o pequeñez ante el reino de los cielos. ¿Quiero ser grande en el Reino de los Cielos?

Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo


Evangelio del día

Evangelio del martes 14 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

Reflexión del Evangelio de hoy

Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde

El texto completo que contiene esta primera lectura comienza diciendo: “Caminaban entre las llamas alabando a Dios y bendiciendo al Señor”. Increíble; tres hombres, por no postrarse ante una estatua de oro como su dios, son lanzados a un horno con un fuego abrasador tan potente que había achicharrado a los que los habían metido y caminan entre llamas alabando y bendiciendo al Señor.

Estos hombres, o están locos o tienen fe.

En medio de esta situación brota la oración de Azarías, una oración preciosa en toda su extensión. Oración de bendición y alabanza, sin por ello dejar de expresar una súplica y ser toda ella una oración penitencial. Las perícopas que hoy leemos y que rezamos todos los martes de la IV semana en las Laudes así lo refleja.

¿Cómo podríamos actualizarla hoy? Quizá no estamos en medio de un fuego abrasador físico, pero experimentamos que el mundo arde en codicia, en disputas, en ofrecernos un sinfín de dioses ante los cuales postrarnos. Y no solo eso; también por dentro experimentamos competencia, rencores, enemistad, fastidio o simplemente sufrimos la consecuencia de diversas injusticias.

Estas son hoy nuestras llamas, el horno encendido donde estamos metidos. La lectura de hoy nos invita a vivir en medio de ellas dando testimonio, en primer lugar, alabando y bendiciendo al Señor, con la certeza de que, en toda situación Él es capaz de sacar un bien mayor.

Y de aquí brotará un testimonio aún mayor, uno que quizá no se nota por fuera: en medio de estas llamas podemos ofrecerle nuestra alma arrepentida y nuestro espíritu humillado. Porque muchas veces no podemos cambiar la situación exterior – los “verdugos” no cesaban de atizar el fuego – y mucho menos el interior de cada persona; pero podemos reconocer al Dios fiel que no nos abandona, que nos protege en medio del peligro, que hace justicia y no rehúye la ofrenda de un corazón humilde.

Aprovechemos estas situaciones para que el fuego del Espíritu Santo purifique nuestros corazones y sigamos a Dios de todo corazón, respetándole y buscando su rostro (Dan 3, 41). Él nos tratará conforme a su gran bondad y misericordia.Y quedaremos asombrados al ver que “los atizadores” quedarán atónitos ante el gran milagro, ante la grandeza de Dios (Dn 3, 24-30)

¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?

La pregunta que hoy hace Pedro a Jesús es de una actualidad tal que deberíamos hasta estar agradecidos con él por habérsela hecho. Es una pregunta que surge muchas veces en el interior y fácilmente se deja traslucir hacia afuera tras sentirnos ofendidos por actitudes de los que nos rodean o de realmente ser ofendidos.

Es un tema delicado sin duda. Un tema en el que Jesús insiste en muchas ocasiones y de diversas maneras en los Evangelios. Pero el Señor no quiere que lo vivamos como una exigencia moral sin más, sino como fruto de un encuentro con el Perdón.

El Señor nos da la respuesta a la pregunta ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? Nos responde con un número exorbitante de veces: setenta veces siete. Si con solo leerlo ya nos da pereza, cuánto más para realizarlo.

Ese número gigantesco de veces que estamos llamados a perdonar no llega ni de lejos a lo que debía el siervo de la parábola al Rey.

Es verdad que existen las ofensas, deliberadas o sin deliberar; todos las sufrimos o las hacemos sufrir a otros. En estas situaciones el Señor nos llama a cambiar el foco y a responder a las ofensas o deudas con compasión.

Siendo sinceros, compadecernos del que nos ofende no es lo primero que nace en nuestro corazón. Esta experiencia de compasión sólo podemos tenerla con los demás después de haberla experimentado nosotros. Después de un encuentro vital.

Para este encuentro nos estamos preparando; para el encuentro con Aquel que ha cargado sobre sí todos nuestros pecados, que se ha convertidoen un gusano, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo (cfr. Salmo 22, 6);más aún, que se ha hecho un maldito ante su pueblo – porque dice la escritura – maldito el que cuelga de un madero (cfr. Gal 3,13).

Es un tiempo para ajustar cuentas con el Rey. Envía a su propio Hijo para llevarnos ante Él; el Príncipe de la paz lleva roja la túnica de sangre, camina con pies sangrantes y está coronado de espinas. Él se hace cargo de las cuentas y nos justifica hasta llegar a decir “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”(Lc 23, 34).

Y cuando experimentamos que realmente sus palabras son verdaderas en nosotros, que necesitamos su perdón y que nos lo ha concedido gratuitamente, nuestro corazón experimenta la compunción, la humildad, la compasión. Tenemos la experiencia de que, sin su misericordia, somos unos esclavos y vivimos ahogados con los intereses que traen los “negocios turbios”.

Solo esta profunda, real y consciente experiencia de necesidad permite que se caigan las escamas de nuestros ojos y reconozcamos que el que nos ha ofendido es tan frágil y pobre como nosotros, que tampoco sabe lo que hace.

Para vivir esto no debemos esperar al Viernes Santo. Este encuentro es necesario que se produzca HOY en la vida de cada uno. Hoy y cada día, para que, al sabernos amados en nuestra debilidad, vivamos los encuentros o situaciones, no desde el fastidio de las ofensas, ahogando al prójimo hasta que nos pague lo poco o mucho “que nos debe”, sino que vivamos en la plena libertad de los hijos de Dios – y dejemos vivir en ella – reconciliados, gozosos, agradecidos, enamorados del Dios que se ha compadecido de nosotros.

Monasterio Ntra. Sra. de la Piedad – MM. Dominicas
Palencia


Evangelio del día

Evangelio del viernes 10 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 33-43, 45-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchad otra parábola:
“Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.
Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.
Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.
Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”».
Le contestan:
«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».
Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
“La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente”?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.
Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.

Reflexión del Evangelio de hoy

En el perdón encontramos la paz

Hoy la liturgia nos regala la conocida historia de José, el hijo de Israel al que por envidia sus hermanos vendieron. El joven era amado por su padre y eso provocaba la envidia de los demás. Todos conocemos como sucedieron los hechos y el final del relato José llegara a Egipto y será el que salve a su familia de la hambruna, llevándolos con él una vez que el faraón lo colmó de bienes. José olvidó el daño que le hicieron, la traición de la que fue víctima por parte de sus propios hermanos. Su corazón era limpio y generoso ¿Seríamos nosotros capaces de reaccionar así, o guardaríamos con rencor el daño que nos hicieron?

Tal vez esta Cuaresma que estamos viviendo sea un buen momento para mirar al interior de nuestro corazón. Revisemos como andamos de resentimiento hacia los demás, especialmente a los que no nos han tratado bien. Querer al amigo es fácil, amar al enemigo es lo complicado. Perdonar no es sencillo, pero es lo que nos da la paz y nos hace buenos de verdad.  Recordemos que “al atardecer de la vida se nos examinará del amor” y que ese amor por el que nos hizo daño, ese perdón sincero y de corazón, será el  tesoro más grande que podamos ofrecer al Señor.

Cristo es la piedra clave de nuestras vidas

En este pasaje del Evangelio de San Mateo podríamos decir que Jesús hace un “juego de espejos” Por un lado en la parábola tenemos el reflejo de su propia Pasión y muerte (el dueño de la viña envía a su hijo que es asesinado por los malos trabajadores, igual que Él lo será) Y por otro lado pone ante el espejo a los escribas y fariseos que hicieron lo mismo con algunos profetas y lo harán también con Él. Es decir: Cristo nos enfrenta con nosotros mismos, con nuestras faltas, nuestras ambiciones, nuestras malas artes…Porque esta parábola se puede aplicar en nuestros días. A poco que hagamos memoria recordaremos casos de hombres de Dios que han sido asesinados por los poderosos a causa de la incomodidad del mensaje que transmitían: Sacerdotes, misioneros, obispos, religiosos, seglares martirizados por predicar la Palabra de Dios y denunciar las injusticias del mundo.

Al final del pasaje vemos como los escribas y los fariseos saben perfectamente que Jseús se está refiriendo a ellos, y como el mensaje les es molesto maquinan la forma de deshacerse de Él. Su único temor es la gente que se les pueda echar encima ¿Y por qué? Muy sencillo: Porque Jesús predica la Verdad, porque de su boca salen palabras de vida eterna que denuncian las injusticias. Exactamente igual que hoy. Nosotros mismos hay veces que nos escandalizamos de la postura que toma la Iglesia ante determinados asuntos (aborto, eutanasia, abusos sociales…) porque denuncia lo que “la sociedad” quiere dar por bueno (la “cultura” de la muerte frente a la vida por ejemplo) Por eso esta parábola es digna de nuestra reflexión. Tenemos que ser buenos labradores, saber cuidar de la viña con la diligencia que el dueño espera de nosotros y debemos dar cuenta del fruto que se nos ha encomendado con valentía y honradez. En las cosas de Dios no caben las medias tintas: o se está con Él o contra Él. Sepamos distinguir y conocer a la “piedra desechada por los arquitectos” y hagamos de ella la piedra angular de nuestra vida.

D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro


Evangelio del día

Evangelio del jueves 9 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Reflexión del Evangelio de hoy

Dios lee en el corazón

El profeta nos ofrece una meditación sapiencial: ¿Quiénes son benditos y darán fruto? ¿quiénes malditos y quedarán estériles? Es maldito quien pone su confianza en lo humano, en las fuerzas propias (en la «carne»). La comparación es expresiva: su vida será estéril, como un cardo raquítico en tierra seca. Es bendito el que confía en Dios: ése sí dará fruto, como un árbol que crece junto al agua.

La opción sucede en lo más profundo del corazón (un corazón que según Jeremías es «falso y enfermo»). Los actos exteriores concretos son conse­cuencia de lo que hayamos decidido interiormente: si nos fiamos de nuestras fuerzas o de Dios. 

Esto lo dice Jeremías para el pueblo de Israel, siempre tentado de olvidar a Dios y poner su confianza en alianzas humanas, militares, económicas o políticas. Pero es un mensaje para todos nosotros, sobre todo en este tiempo en que el camino de la Pascua nos invita a reorientar nuestras vidas.

Dos estilos de vida

Lázaro y el Epulón, dos personajes antagónicos. Dos vidas, dos circunstancias, dos corazones y dos diferentes suertes eternas. Uno con dinero, amigos y todos los medios necesarios para no privarse de nada. Frente a él un pobre careciendo de todo: marginado, sin amigos, sin pan y que se quedaría satisfecho con las sobras que retiraban de la mesa del rico, pero nadie se las daba,

El rico de la parábola no maldice a Dios ni explota al pobre. Su pecado consiste en el orgullo que le lleva a ignorar a Dios y al prójimo: es ante todo un grave pecado de omisión. Pero, si un pobre mira con codicia y envidia los bienes que no posee, no es mejor que el rico que los tiene, porque en ambos el corazón está alejado de Dios: “donde está tu tesoro allí está también tu corazón”. El corazón debe estar centrado en Dios.

Se trata de una parábola seria. En ella se pone de relieve la diferencia económica de clases y, más aún, la diferencia de corazones. Se subraya que las riquezas tienden a endurecer, hacer insensible el corazón, cerrarlo a las necesidades de los hermanos y a los derechos de Dios. Y concluye el relato con una afirmación importante. No son los prodigios los que engendran el acto de fe, sino las disposiciones del corazón. La fe es la respuesta a Dios que ha hablado por Jesucristo.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
Casa Ntra.Sra. de los Ángeles (Vitoria)


Evangelio del día

Evangelio del martes 7 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Reflexión del Evangelio de hoy

Contra la hipocresía

En este II martes de Cuaresma, la primera palabra que Dios nos regala es del profeta Isaías. Es el profeta que más alude a la llegada del Mesías prometido. Estamos ante uno de sus primeros oráculos. En él el profeta se enfrenta con un ritualismo vacío de sentimiento interior.

El corazón del pueblo de Israel, se ha alejado de Yahvé puesto que se ha dejado embaucar por la idolatría. Este pecado es constante y cíclico en Israel, que suele romper su alianza adorando a falsos dioses. Este da origen a otros muchos pecados, pues se endurecen ante sus semejantes. Ante esta situación, Dios se muestra como un Padre misericordioso que quiere el bien de sus hijos. Los corrige mostrándoles la gravedad de sus hechos, siendo justo con las víctimas del pecado, pero está abierto al perdón si hay un arrepentimiento sincero y una conversión del corazón. Ahora bien, deja esta decisión al libre albedrío del ser humano. Este es el misterio más grande del amor de Dios. Ama tanto que nos da el don de la libertad. Es una llamada a la responsabilidad. Su gracia no nos faltará nunca, pero necesita un corazón abierto y dispuesto. Así nos educa hasta conducirnos a una fe adulta, y nos prepara para acoger a su Hijo como el Mesías. No olvidemos que el anuncio profético está en función de la salvación mesiánica al igual que la preparación cuaresmal.

¿En qué situación estamos nosotros?

Tenemos que reconocer que a nosotros nos pasa igual que a Israel. Los ídolos cambian de una persona a otra, puede ser el prestigio, el afecto, un deseo personal que nos obsesiona pero que no es querido por Dios. Eso nos puede alejar de Dios espiritualmente, aunque vivamos nuestra vida sacramental. Esta dureza la suele pagar nuestra familia, amigos y comunidades. Su repercusión está en el alrededor. Hoy el Señor nos llama a esta misma conversión interior no para machacarnos, ni para castigarnos, sino para querernos. Quiere reconstruirnos como personas y como iconos suyos que somos. Nunca se aleja de nosotros, somos nosotros los que nos alejamos de Él. Ese retorno al Señor, lo premia no sólo eliminando la culpa, sino salvándonos de la muerte a la que el pecado nos conduce. Se trata de una misericordia sanadora.

De modo que, ¡ánimo! ¡Dios se muestra como único Señor del universo! Un Dios celoso, enamorado que no desea que ninguno de sus hijos se pierda, pero los primeros interesados en nuestra vida espiritual y en nuestra fe, somos nosotros mismos. El que te creó sin ti, no te salvará sin ti.

¡Tú decides, si quieres Él puede salvarte!

Hipocresía y vacuidad de los escribas y fariseos

En el Evangelio con el que Dios nos sorprende, Jesús nos pone ante dos actitudes. Una; la de los escribas y fariseos, que es la corrupción del corazón; otra, la de los humildes que tienen un corazón según el agrado de Dios.

Lo que el Señor nos muestra son las dos actitudes que el corazón humano puede tener ante Dios. Una es la que vive su relación con Dios desde un aspecto superficial y de apariencia, como los escribas y fariseos. Ahí no hay espacio para que el Señor haga su obra, porque lo utilizan para ser ellos dioses para sí mismos y ante los demás. Por eso, están llenos de soberbia, son egoístas y crueles con el prójimo a quienes exigen perfección, explotan y maltratan. De este modo, se presentan ante Dios, con un corazón de piedra. Otra forma de relacionarse con Dios, es la del sencillo que conoce quién es él y sabe reconocer a Dios de corazón. El humilde ve a Dios cercano en el amor, pero sabe la distancia que los separa, y que todo lo bueno que poseen lo reciben como don y Gracia. Se deja enseñar por el Maestro y sabe bien el lugar que le corresponde. Éste es ensalzado por el Padre, porque vive de su obra, no de su mérito personal.

Esta última es la actitud a la que el Señor nos invita. Estamos en un tiempo de conversión, de prepararnos para recibir a Cristo como Salvador y dejar que nos abra a su Pasión. A su vida, muerte y resurrección, para que con Él nosotros resucitemos a una vida nueva. Para eso tenemos que sincerarnos ante Él. No podemos presentarnos con máscaras. Todos tenemos algún punto en el que necesitamos esa conversión, unos pueden ser indiferentes al dolor ajeno, otros enredados en cosas superficiales que no merecen la pena, y no ven más allá; otros mostrando una bondad que gira en torno sí mismo. Cada uno sabe mejor cómo está.

Te animo a que no tengas miedo a abrirte así ante tu Padre, tu Maestro y a la Gracia del Espíritu Santo porque ante una actitud así, Dios se derrite, mira y valora tu humillación. Así nos trata Dios. Nosotros nos hacemos pequeños y Él nos levanta y trata como a señores.

¿Te lo vas a perder?

MM. Dominicas
Monasterio de Santa Ana (Murcia)


Evangelio del día

Evangelio del lunes 6 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 36-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Reflexión del Evangelio de hoy

A ti, Dios nuestro, la piedad y el perdón

Nos encontramos ante una sentida y entrañable oración de un auténtico creyente judío dirigida a Dios. En su corazón late todo lo bueno que Dios ha sido y ha hecho con su pueblo, resumido en la alianza que selló con ellos. “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo”. Dios no puede hacer más por ellos. A través de este pacto amoroso, se compromete a amar a su pueblo con todo el amor de que es capaz y no dejarle nunca de su mano. Una muestra de este amor es indicarles por qué camino han de andar para encontrar la felicidad que todo hombre, que todo pueblo, anhela.

El dolorido orante judío reconoce que el pueblo no ha sido fiel a esta alianza, que ha pecado, cometiendo el peor pecado posible: “nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas”. Y ante este hecho, a él y a todo el pueblo judío no les cabe más que la reacción de la vergüenza. Abochornase, dolerse porque han sido capaces de ir en contra, ni más ni menos, que de Dios, que les ha ofrecido su amistad y les ha señalado el camino a seguir. Después de dolerse y avergonzarse de su actitud, desea pedir perdón a Dios, sabiendo que Dios les va a perdonar: “Al Señor, Dios nuestro, la piedad y el perdón porque nos hemos rebelado contra él y no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios”. Perdón que el Señor estará siempre dispuesto a concedérselo.

Bien sabemos los cristianos que nuestro Dios y su Hijo Jesús, que ha venido hasta nosotros, nos han demostrado su amor hasta el extremo, y su perdón siempre lo tenemos a mano, hasta sesenta veces siete. Nuestra reacción no puede ser otra que la de profundo agradecimiento.

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo

La verdad es que Jesús nos pone el listón muy alto. Un ciego no puede guiar a otro ciego. Pero nuestro Dios, que es la Suprema Sabiduría, y su Hijo Jesús que es la Luz verdadera, pueden guiar muy bien nuestra vida, nuestros pasos, nuestras decisiones. Y Jesús nos pide adoptar la misma conducta con nuestros hermanos que la que tiene nuestro Dios, que es la misma que tiene él. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Tira de este hilo y nos pide que no juzguemos, no condenemos, que perdonemos, que conjuguemos el verbo dar… que es lo que hace nuestro Dios con nosotros. Algo que nos puede parecer difícil de hacer. Pero Jesús viene en nuestra ayuda y todo lo que pide que hagamos a los demás lo hace Él primero con nosotros. Él nos perdona, no nos condena, no nos juzga, entrega su vida por cada uno de nosotros… así que nos será más fácil hacer nosotros otro tanto con nuestros hermanos.

¿Qué premio, qué recompensa tendremos con este modo de vivir? De manera un tanto enigmática, Jesús nos dice que “os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante”, que bien podemos traducir porque Dios y Jesús nos premiarán con su amor y su amistad, algo capaz de llenar de total felicidad el corazón de cualquier persona humana.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


Evangelio del día

Evangelio del sábado 4 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 43-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Reflexión del Evangelio de hoy

El compromiso de la alianza con Dios

Esta primera semana de Cuaresma nos ofrece textos bíblicos que nos presentan  actitudes propias de este tiempo: invitación a la santidad, escucha de la Palabra de Dios, conversión, oración. Hoy nos recuerda el compromiso del pueblo ante Dios, las implicaciones fundamentales de la alianza. Es un pacto recíproco y está presidido por la lealtad y el respeto. Tiene un carácter dialogal y personal: Israel es un interlocutor libre y responsable, ante un Dios que es fiel y se compromete a ser el Dios de ese pueblo; son el uno para el otro.

Para Israel eso supone que tendrá que seguir los caminos del Señor, guardar sus leyes y escuchar su voz (en resumen: obedecer y cumplir sus mandamientos). Por su parte, Dios acepta hacer de Israel su posesión, colocarlo por encima de las demás naciones y convertirlo en un pueblo santo. Naturalmente, la reciprocidad no equivale a igualdad: es Dios quien ha tomado la iniciativa y lo ha hecho autónomamente y desplegando su poder inefable a favor del pueblo, sin que éste lo haya merecido en modo alguno.

Esa alianza, que sigue su curso a lo largo de la historia de la salvación, también tiene para nosotros, hoy, unas exigencias insoslayables. En primer lugar, nos invita a valorar el proyecto de Dios, que, por amor, ha querido crearnos y destinarnos a mantener con él una relación de amistad que culminará en nuestra felicidad imperecedera; y eso sin ningún mérito nuestro. A renglón seguido, nos pide que vivamos con lealtad nuestro compromiso con él, escuchando su palabra y cumpliendo fiel y asiduamente su voluntad. ¿Somos conscientes de lo que significa esta alianza de amor y obramos en consecuencia?

Exigencias del mensaje de Jesús

Este fragmento del Evangelio está tomado del sermón del monte, en el que Jesús ha ido concretando las exigencias que lleva consigo el reino que predica. Aquí culmina, en cierto modo, la nueva espiritualidad: amar también a los enemigos. Es una de las enseñanzas más novedosas del Evangelio: el amor cristiano no se reserva al círculo más cercano, sino que es un amor sin fronteras. Un amor que se expresa haciendo el bien a quienes nos perjudican o no nos aprecian y orando también por ellos.

Un comportamiento así está motivado por el mismo obrar de Dios, cuyo amor alcanza a todos sin distinción. La providencia divina vela por todas sus criaturas, especialmente por todos los seres humanos, de los que él ha hecho sus hijos. Un ejemplo tangible: el sol y la lluvia, tan necesarios para fecundar la tierra y asegurar la vida humana, están al servicio del bien de todos, buenos y malos, que se benefician sin distinción de esa riqueza natural. Jesús nos exhorta a obrar también así: “sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.

Nosotros hemos de vivir con la mirada puesta en Dios, manifestando la perfección de Dios que consiste en su amor incondicional. Cuando amamos de esa manera estamos dando testimonio de que es el Espíritu de Dios el que actúa en nosotros, sin cuya presencia nos sería imposible.

¿Cómo nos comportamos nosotros en la relación con aquellos que no nos quieren o que incluso nos tratan o nos miran mal? ¿Acudimos al Espíritu Santo para que nos ayude, o nos creemos incapaces de un amor así y nos desentendemos de procurarlo?

Fray Emilio García Álvarez O.P.
Convento de Santo Tomás de Aquino (Sevilla)


Evangelio del día

Evangelio del jueves 2 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 7-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».

Reflexión del Evangelio de hoy

¡Bendito seas!

La semana pasada, con la imposición de la ceniza, dábamos comienzo a un tiempo litúrgico nuevo: «La Cuaresma», como espacio que debemos vivir en clave de preparación, purificación, reflexión y conversión espiritual. Este tiempo es una invitación al discipulado de Jesús a buscar espacios de oración, guardar ayuno y penitencia, tal como lo hizo el Maestro de Nazaret en el desierto, antes de su salida a la vida pública. Hoy las lecturas que nos presenta la liturgia nos introducen en la finalidad de la Cuaresma, esa preparación espiritual para estar despiertos y así recibir a Dios en nuestras vidas, «haciendo a los demás lo que nos gustaría que nos hiciesen a nosotros».

La primera lectura nos muestra una actitud concreta en la reina Ester: la dimensión orante, contemplativa de la propia vida, tan importante para no perder el norte de nuestra existencia ante las continuas ofertas que nos llegan a abandonar la esencia de la vida cristiana y los continuos «mordiscos» con los que el mal y las tinieblas se hacen presentes en el escenario personal de nuestra vida.

La reina Ester hace un parón en su vida. Como alguien inteligente hace un análisis realista de la situación en la que está sumida. Que no es nada halagüeña. Ve la pobreza y la debilidad de su vida, sin embargo, no pierde la esperanza y la fe en un Dios que es: «Escudo y fortaleza». Deposita en Dios toda su confianza, abandono total en Él. Así es la «Fe» y así nos sucede a nosotros en pleno siglo XXI, continuamente estamos «bombardeados» por el mal: guerras en todo el mundo, terremotos, frío unido al hambre y a la miseria, corrupción, la pandemia del mal parece que no tiene freno y su vacuna está tardando demasiado en llegar. Desde que el mundo es mundo aparecen escenarios de muerte y tiniebla. En esta actitud de postración está la reina Ester. Una dimensión «orante» ante la batalla de la vida ¡Cuántas luchas internas! Y, parece que no se acaba nunca, qué no salimos del bache… Que no nos da tiempo a coger un poco de aliento para el camino.

En una situación que realmente es difícil, en la que la reina experimenta una situación de debilidad y orfandad. Su vida se encuentra en un callejón sin salida toma la determinación de hacer de Dios su escudo: «Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre; me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré, lo saciaré de largos días y le haré ver mi salvación» (Sal 90,14-15).

Solo desde la dimensión orante de nuestra vida podremos experimentar: «Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa» (Sal 29,3). En esa situación orante, el estar postrados ante Dios, nos lleva a descubrir la voluntad de Dios en nuestra vida. La oración se hace suplica y se pide a Dios no que te quite el problema con la «barita mágica», que te toque la lotería y que extermine a los malhechores, sino que nos de la luz de su Espíritu Santo. Señor, dame en la batalla de la vida: «Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Fortaleza, Piedad y Temor de Dios» para seguir confiando, creyendo, creciendo, madurando, amando.

Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos

La liturgia en este primer jueves de Cuaresma trata de que profundicemos en el mensaje que nos presenta la Palabra de Dios. El aspecto en el que pone el acento la enseñanza en el día de hoy es en la: «oración». Por tanto, vemos como de alguna manera se conjuga la invitación que nos hace la cuaresma a la oración, con el deseo que Jesús propone al discipulado desde la clave de oración: «Pide, busca, llama».

En el camino de discernimiento y maduración que nos presenta la fe, la oración se muestra como uno de los puntales esenciales de este camino. Nuestra vida está llamada a una continua transformación, a la conversión en el día a día, a la invitación que Jesús nos hace a vivir en clave del mandato nuevo: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13,34). Transformación que nos habla de que hemos sido capaces de interiorizar la vida de Cristo, hacerla nuestra, para captar así, la voluntad de Dios en nuestra vida, que no es otra cosa que la de recibir el amor de Dios y proyectarlo en nuestras relaciones fraternas.

Con esos tres verbos que aparecen en el relato evangélico: «Pedid, buscar, llamar» se nos invita a tener una vida orante fuerte. A que el mensaje del evangelio haya profundizado hasta el interior de nuestro corazón. De esta manera, cumpliremos con nuestro deber de cristianos, con alegría y entrega, porque hemos hecho nuestro el mensaje y buscamos hacer su voluntad, como lo expresa san Pablo: «Es evidente que sois carta de Cristo, redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne» (2 Cor 3,3).

La dimensión orante hace que nuestra vida se convierta en ofrenda, no tanto en una retahíla de peticiones, con lo que deseamos sino en buscar y aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida. Saboreando la Palabra de Dios: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 118,105) encontramos la luz que necesitamos en nuestra oscuridad. Meditando la Palabra de Dios: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,3) nuestra alma se sacia del alimento que necesita en medio de las noches oscuras. De este modo, vinculados desde la dimensión orante a la Palabra de Dios, nos transformamos y comprendemos el mensaje de los profetas y de Jesús de vivir en amor: «Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas» (Is 58,10). Y, de este modo, ya solo buscas vivir en el amor de Dios: «Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos» (Mt, 7,12).

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)


Evangelio del día

Evangelio del sábado 25 de febrero de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 27-32

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Reflexión del Evangelio de hoy

Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia…

Llegamos al final de este preámbulo cuaresmal, que son los días denominados “de ceniza”. Y en él aparece este texto de Isaías, como una invitación a considerar las necesarias rectificaciones. Y lo hace con una condicional: “cuando alejes de ti”. Se trata de una firme determinación de nuestra parte, ciertamente sostenida por la gracia, de apartar de nosotros, y nosotros abandonar viejas actitudes. ¿Cuáles son? Las señala el profeta: “la opresión, el dedo acusador y la calumnia.” Entrar en el camino cuaresmal hacia la Pascua, sin dejar todo eso, resulta vano e inútil.

Es urgente caer en la cuenta que oprimir, acusar y calumniar, bloquea toda posibilidad de cambio, de renovación y, por lo mismo, el ejercicio cuaresmal se torna cuestionable. No se trata de dejar un vacío, pues si no se desarrollan actitudes humanizadoras, tampoco se avanzará en el correcto sentido de la cuaresma. Por eso junto a alejar, el profeta señala: “Cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies el alma afligida…” Ofreces de lo tuyo. Te ofreces tú mismo. Haces tuya la aflicción del que está a tu lado… ¿cuál es la consecuencia?: “brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía.”

Avanzar en el conocimiento del misterio de Cristo para vivirlo en plenitud

La palabra del profeta tiene su pleno cumplimiento: “El Señor te guiará siempre.” Y eso lo reconocemos al comprender cómo se ha llevado a cabo por parte de Dios, el acompañamiento. No había modo más adecuado que ponerse al lado haciéndose humano. Porque nada de lo que propone a quienes acepten la invitación y le sigan, ha quedado al margen de su  existencia humana.

Más allá de un marcaje de prácticas penitenciales, que solo son medio, está la finalidad que nos propone la oración colecta del primer domingo de cuaresma. Centrados y dejándose enseñar por el Espíritu, se reconoce en el misterio contemplado y celebrado, al Verbo hecho carne. Y como su humanización es absolutamente verdadera, la propuesta será atender cómo se resuelven las tentaciones en Jesús, a lo largo de su vida.  Y al considerar lo acontecido en el Tabor, entender que es anticipo de la glorificación de la humanidad en la Pascua. Por eso el profeta señala: brillará tu luz en las tinieblas.

Enséñame, Señor, tu camino

Esta necesidad, reconocida por cada uno, es la que se expresa en  la antífona del salmo: Enséñame. Y su enseñanza no es un adoctrinamiento, al que somos los humanos tan propensos, sino que pasa delante de cada uno y viviéndolo él primero, indica cuál es el camino. De ahí la urgencia de centrarnos en el misterio de Cristo, para que el misterio que es cada uno, se vea iluminado. Ahí aparecerán las nuevas actitudes.

Sígueme

Leví está tranquilamente sentado al mostrador de los impuestos. Todo lo tiene resuelto. Poco le importa lo que, a buen seguro, sabe piensan de él y cómo es calificado despectivamente. Pero no contaba con el paso junto a él de Jesús, que lo llama: “Sígueme”. Dice San Lucas que lo dejó todo. Lo deja, lo aparta de él y se pone en camino, detrás de Jesús. Ofrece una comida en la que participan publicanos y otros. Jesús y los discípulos comparten con ellos. Han de aprender el camino. Es lo que se pide en el salmo y eso es lo que Jesús enseña. No se trata de prácticas al margen de la vida ordinaria, sino de hacer que ésta tenga un rostro nuevo. Lo ha señalado Isaías y  es lo que vemos hacer a Jesús.

Es tiempo de abandonar el etiquetado: ¿cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Pues porque para eso ha sido enviado al mundo, para que el mundo se salve por él. No se trata de encerrarse en una hipócrita burbuja, sino de caminar junto a los otros, compartiendo con ellos lo que  Jesús nos ha ofrecido.

Y de ese modo brilla la vida del cristiano como una luz en medio de las oscuridades, porque ha sido iluminada por Jesús, luz del mundo. Y haciendo lo que él hace, hacemos que cada ser humano tenga la oportunidad de apreciar lo que Jesús ha venido a realizar en cada uno.

¿Cómo voy a encarar esta cuaresma? ¿Qué debo apartar y que estoy dispuesto a compartir?

Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)