Evangelio del día

Evangelio del martes 7 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Reflexión del Evangelio de hoy

Contra la hipocresía

En este II martes de Cuaresma, la primera palabra que Dios nos regala es del profeta Isaías. Es el profeta que más alude a la llegada del Mesías prometido. Estamos ante uno de sus primeros oráculos. En él el profeta se enfrenta con un ritualismo vacío de sentimiento interior.

El corazón del pueblo de Israel, se ha alejado de Yahvé puesto que se ha dejado embaucar por la idolatría. Este pecado es constante y cíclico en Israel, que suele romper su alianza adorando a falsos dioses. Este da origen a otros muchos pecados, pues se endurecen ante sus semejantes. Ante esta situación, Dios se muestra como un Padre misericordioso que quiere el bien de sus hijos. Los corrige mostrándoles la gravedad de sus hechos, siendo justo con las víctimas del pecado, pero está abierto al perdón si hay un arrepentimiento sincero y una conversión del corazón. Ahora bien, deja esta decisión al libre albedrío del ser humano. Este es el misterio más grande del amor de Dios. Ama tanto que nos da el don de la libertad. Es una llamada a la responsabilidad. Su gracia no nos faltará nunca, pero necesita un corazón abierto y dispuesto. Así nos educa hasta conducirnos a una fe adulta, y nos prepara para acoger a su Hijo como el Mesías. No olvidemos que el anuncio profético está en función de la salvación mesiánica al igual que la preparación cuaresmal.

¿En qué situación estamos nosotros?

Tenemos que reconocer que a nosotros nos pasa igual que a Israel. Los ídolos cambian de una persona a otra, puede ser el prestigio, el afecto, un deseo personal que nos obsesiona pero que no es querido por Dios. Eso nos puede alejar de Dios espiritualmente, aunque vivamos nuestra vida sacramental. Esta dureza la suele pagar nuestra familia, amigos y comunidades. Su repercusión está en el alrededor. Hoy el Señor nos llama a esta misma conversión interior no para machacarnos, ni para castigarnos, sino para querernos. Quiere reconstruirnos como personas y como iconos suyos que somos. Nunca se aleja de nosotros, somos nosotros los que nos alejamos de Él. Ese retorno al Señor, lo premia no sólo eliminando la culpa, sino salvándonos de la muerte a la que el pecado nos conduce. Se trata de una misericordia sanadora.

De modo que, ¡ánimo! ¡Dios se muestra como único Señor del universo! Un Dios celoso, enamorado que no desea que ninguno de sus hijos se pierda, pero los primeros interesados en nuestra vida espiritual y en nuestra fe, somos nosotros mismos. El que te creó sin ti, no te salvará sin ti.

¡Tú decides, si quieres Él puede salvarte!

Hipocresía y vacuidad de los escribas y fariseos

En el Evangelio con el que Dios nos sorprende, Jesús nos pone ante dos actitudes. Una; la de los escribas y fariseos, que es la corrupción del corazón; otra, la de los humildes que tienen un corazón según el agrado de Dios.

Lo que el Señor nos muestra son las dos actitudes que el corazón humano puede tener ante Dios. Una es la que vive su relación con Dios desde un aspecto superficial y de apariencia, como los escribas y fariseos. Ahí no hay espacio para que el Señor haga su obra, porque lo utilizan para ser ellos dioses para sí mismos y ante los demás. Por eso, están llenos de soberbia, son egoístas y crueles con el prójimo a quienes exigen perfección, explotan y maltratan. De este modo, se presentan ante Dios, con un corazón de piedra. Otra forma de relacionarse con Dios, es la del sencillo que conoce quién es él y sabe reconocer a Dios de corazón. El humilde ve a Dios cercano en el amor, pero sabe la distancia que los separa, y que todo lo bueno que poseen lo reciben como don y Gracia. Se deja enseñar por el Maestro y sabe bien el lugar que le corresponde. Éste es ensalzado por el Padre, porque vive de su obra, no de su mérito personal.

Esta última es la actitud a la que el Señor nos invita. Estamos en un tiempo de conversión, de prepararnos para recibir a Cristo como Salvador y dejar que nos abra a su Pasión. A su vida, muerte y resurrección, para que con Él nosotros resucitemos a una vida nueva. Para eso tenemos que sincerarnos ante Él. No podemos presentarnos con máscaras. Todos tenemos algún punto en el que necesitamos esa conversión, unos pueden ser indiferentes al dolor ajeno, otros enredados en cosas superficiales que no merecen la pena, y no ven más allá; otros mostrando una bondad que gira en torno sí mismo. Cada uno sabe mejor cómo está.

Te animo a que no tengas miedo a abrirte así ante tu Padre, tu Maestro y a la Gracia del Espíritu Santo porque ante una actitud así, Dios se derrite, mira y valora tu humillación. Así nos trata Dios. Nosotros nos hacemos pequeños y Él nos levanta y trata como a señores.

¿Te lo vas a perder?

MM. Dominicas
Monasterio de Santa Ana (Murcia)


Evangelio del día

Evangelio del lunes 6 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 36-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Reflexión del Evangelio de hoy

A ti, Dios nuestro, la piedad y el perdón

Nos encontramos ante una sentida y entrañable oración de un auténtico creyente judío dirigida a Dios. En su corazón late todo lo bueno que Dios ha sido y ha hecho con su pueblo, resumido en la alianza que selló con ellos. “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo”. Dios no puede hacer más por ellos. A través de este pacto amoroso, se compromete a amar a su pueblo con todo el amor de que es capaz y no dejarle nunca de su mano. Una muestra de este amor es indicarles por qué camino han de andar para encontrar la felicidad que todo hombre, que todo pueblo, anhela.

El dolorido orante judío reconoce que el pueblo no ha sido fiel a esta alianza, que ha pecado, cometiendo el peor pecado posible: “nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas”. Y ante este hecho, a él y a todo el pueblo judío no les cabe más que la reacción de la vergüenza. Abochornase, dolerse porque han sido capaces de ir en contra, ni más ni menos, que de Dios, que les ha ofrecido su amistad y les ha señalado el camino a seguir. Después de dolerse y avergonzarse de su actitud, desea pedir perdón a Dios, sabiendo que Dios les va a perdonar: “Al Señor, Dios nuestro, la piedad y el perdón porque nos hemos rebelado contra él y no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios”. Perdón que el Señor estará siempre dispuesto a concedérselo.

Bien sabemos los cristianos que nuestro Dios y su Hijo Jesús, que ha venido hasta nosotros, nos han demostrado su amor hasta el extremo, y su perdón siempre lo tenemos a mano, hasta sesenta veces siete. Nuestra reacción no puede ser otra que la de profundo agradecimiento.

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo

La verdad es que Jesús nos pone el listón muy alto. Un ciego no puede guiar a otro ciego. Pero nuestro Dios, que es la Suprema Sabiduría, y su Hijo Jesús que es la Luz verdadera, pueden guiar muy bien nuestra vida, nuestros pasos, nuestras decisiones. Y Jesús nos pide adoptar la misma conducta con nuestros hermanos que la que tiene nuestro Dios, que es la misma que tiene él. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Tira de este hilo y nos pide que no juzguemos, no condenemos, que perdonemos, que conjuguemos el verbo dar… que es lo que hace nuestro Dios con nosotros. Algo que nos puede parecer difícil de hacer. Pero Jesús viene en nuestra ayuda y todo lo que pide que hagamos a los demás lo hace Él primero con nosotros. Él nos perdona, no nos condena, no nos juzga, entrega su vida por cada uno de nosotros… así que nos será más fácil hacer nosotros otro tanto con nuestros hermanos.

¿Qué premio, qué recompensa tendremos con este modo de vivir? De manera un tanto enigmática, Jesús nos dice que “os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante”, que bien podemos traducir porque Dios y Jesús nos premiarán con su amor y su amistad, algo capaz de llenar de total felicidad el corazón de cualquier persona humana.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


Evangelio del día

Evangelio del viernes 3 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 20-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Acaso quiero yo la muerte del malvado?

Parece importante la conversión primero y mantener la fidelidad después. En este primer viernes de cuaresma se nos recuerda que cuando el que hace el mal y sigue un arrepentimiento, Dios olvida el mal y admite al que fue malvado en su familia.

Pero, ¿qué me dice a mi Ezequiel?. Si medito seriamente en mi conducta puedo ver con claridad que oscilo constantemente entre una banda y otra. Hago el mal y me transformo en reo, pero si me arrepiento y vuelvo al camino de la justicia, de nuevo soy admitido en la familia de los justos. Desaparece mi condena y vuelvo la bendición.

Creo que esta es mi realidad: oscilar de un punto a otro a lo largo de mi vida. Ciertamente trato de hacer el bien, de ser justo, pero soy un ser humano, creado falible y, en consecuencia proclive a las recaídas. Esa es una muestra de la misericordia de Dios: permitirme caer y levantarme, siempre en guardia para practicar la justicia y sabiendo que Dios no quiere mi condena, sino que modifique mi conducta y vuelva al camino de la salvación.

Este Dios vetero testamentario que lleva cuenta de los delitos y parece estar solamente vigilante, esperando los fallos para aplicar el castigo o los aciertos para dar el premio, mudará la severidad de su rostro cuando nos lo presente Jesús de Nazaret. Dejará de ser este Dios inflexible de Ezequiel, para aparecer como el ABBA, el Padre bueno que otea el camino esperando ver la silueta del hijo que marchó, para abrir sus brazos y acogerlo,-acogerme-, en ellos. Creo que Dios está siempre al otro lado de la puerta de la vida con los brazos abiertos y dispuesto a recibirme, buscándome como oveja perdida de su rebaño, para darme una y otra y otra oportunidad de volver a ser su hijo, si me dejo querer. Dios siempre va a respetar mi libertad de elección pero me dice, como escuchamos en el Tenorio, que basta un punto de contrición a la puerta de la tumba.

Deja allí tu ofrenda y vete a reconciliar con tu hermano

Si nuestra justicia no es mayor que la que imponen los que presumen de justos y cumplidores fieles de la ley, ¡cuidado!, puede que estemos cayendo en una posición farisaica de intransigencia y dureza en la aplicación de una ley que puede no venir de Dios, sino del propio ego fundamentalista y, seguramente, equivocado. Seamos, pues, “no-jueces” para nuestros prójimos. No nos arroguemos la facultad de juzgar, y mucho menos condenar, al hermano.

Y sigue un inevitable “pero”: Debemos ser jueces para nosotros mismos. Jesús da un fuerte golpe a la ley del talión. El ojo por ojo pierde toda eficacia para dar paso al absoluto respeto al prójimo. Un simple insulto lleva aparejado un castigo; imbécil y necio, dos adjetivos que aplicamos con tanta frecuencia, llevan aparejados fuertes castigos. Pero lo más notable de este discurso de Jesús está en la imposibilidad de presentar una ofrenda sobre el altar si tu hermano tiene algo contra ti. No se trata de que le hayas ofendido, sino de que él tenga algo contra ti. Si tu hermano está molesto contra ti, no prosigas con tu ofrenda, que no será admitida por Dios. Primero es necesario ponerte a bien con el hermano, seas o no culpable, y después proseguir con la ofrenda.

Si esto lo trasladamos a nuestras vidas, tendríamos muchos problemas para que Dios acepte nuestras oraciones, nuestros sacrificios, nuestras propias limosnas, si seguimos teniendo en la mente y el corazón una sombra de rencor contra un hermano. Es frecuente escuchar: “yo perdono, pero no olvido”, dando a entender que el perdón no se ha completado, que queda algo pendiente de liquidar entre ambos y, en estas condiciones, no estamos preparados para que Dios nos escuche.

Nos lo pone difícil Jesús, porque en el fondo del alma, tal vez perdido en la sentina, puede que tengamos un pequeño granito de arena rencorosa. Y tenemos que esforzarnos en limpiar completamente los sótanos de nuestro barco, para poder acercarnos a Dios.

¿Estaremos lo suficiente limpios para poder presentarnos ante Dios?

Menos mal que Dios no lleva cuenta de los delitos y solo podemos esperar de él la redención copiosa.

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)

Evangelio del día

Evangelio del jueves 2 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 7-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».

Reflexión del Evangelio de hoy

¡Bendito seas!

La semana pasada, con la imposición de la ceniza, dábamos comienzo a un tiempo litúrgico nuevo: «La Cuaresma», como espacio que debemos vivir en clave de preparación, purificación, reflexión y conversión espiritual. Este tiempo es una invitación al discipulado de Jesús a buscar espacios de oración, guardar ayuno y penitencia, tal como lo hizo el Maestro de Nazaret en el desierto, antes de su salida a la vida pública. Hoy las lecturas que nos presenta la liturgia nos introducen en la finalidad de la Cuaresma, esa preparación espiritual para estar despiertos y así recibir a Dios en nuestras vidas, «haciendo a los demás lo que nos gustaría que nos hiciesen a nosotros».

La primera lectura nos muestra una actitud concreta en la reina Ester: la dimensión orante, contemplativa de la propia vida, tan importante para no perder el norte de nuestra existencia ante las continuas ofertas que nos llegan a abandonar la esencia de la vida cristiana y los continuos «mordiscos» con los que el mal y las tinieblas se hacen presentes en el escenario personal de nuestra vida.

La reina Ester hace un parón en su vida. Como alguien inteligente hace un análisis realista de la situación en la que está sumida. Que no es nada halagüeña. Ve la pobreza y la debilidad de su vida, sin embargo, no pierde la esperanza y la fe en un Dios que es: «Escudo y fortaleza». Deposita en Dios toda su confianza, abandono total en Él. Así es la «Fe» y así nos sucede a nosotros en pleno siglo XXI, continuamente estamos «bombardeados» por el mal: guerras en todo el mundo, terremotos, frío unido al hambre y a la miseria, corrupción, la pandemia del mal parece que no tiene freno y su vacuna está tardando demasiado en llegar. Desde que el mundo es mundo aparecen escenarios de muerte y tiniebla. En esta actitud de postración está la reina Ester. Una dimensión «orante» ante la batalla de la vida ¡Cuántas luchas internas! Y, parece que no se acaba nunca, qué no salimos del bache… Que no nos da tiempo a coger un poco de aliento para el camino.

En una situación que realmente es difícil, en la que la reina experimenta una situación de debilidad y orfandad. Su vida se encuentra en un callejón sin salida toma la determinación de hacer de Dios su escudo: «Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre; me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré, lo saciaré de largos días y le haré ver mi salvación» (Sal 90,14-15).

Solo desde la dimensión orante de nuestra vida podremos experimentar: «Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa» (Sal 29,3). En esa situación orante, el estar postrados ante Dios, nos lleva a descubrir la voluntad de Dios en nuestra vida. La oración se hace suplica y se pide a Dios no que te quite el problema con la «barita mágica», que te toque la lotería y que extermine a los malhechores, sino que nos de la luz de su Espíritu Santo. Señor, dame en la batalla de la vida: «Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Fortaleza, Piedad y Temor de Dios» para seguir confiando, creyendo, creciendo, madurando, amando.

Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos

La liturgia en este primer jueves de Cuaresma trata de que profundicemos en el mensaje que nos presenta la Palabra de Dios. El aspecto en el que pone el acento la enseñanza en el día de hoy es en la: «oración». Por tanto, vemos como de alguna manera se conjuga la invitación que nos hace la cuaresma a la oración, con el deseo que Jesús propone al discipulado desde la clave de oración: «Pide, busca, llama».

En el camino de discernimiento y maduración que nos presenta la fe, la oración se muestra como uno de los puntales esenciales de este camino. Nuestra vida está llamada a una continua transformación, a la conversión en el día a día, a la invitación que Jesús nos hace a vivir en clave del mandato nuevo: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13,34). Transformación que nos habla de que hemos sido capaces de interiorizar la vida de Cristo, hacerla nuestra, para captar así, la voluntad de Dios en nuestra vida, que no es otra cosa que la de recibir el amor de Dios y proyectarlo en nuestras relaciones fraternas.

Con esos tres verbos que aparecen en el relato evangélico: «Pedid, buscar, llamar» se nos invita a tener una vida orante fuerte. A que el mensaje del evangelio haya profundizado hasta el interior de nuestro corazón. De esta manera, cumpliremos con nuestro deber de cristianos, con alegría y entrega, porque hemos hecho nuestro el mensaje y buscamos hacer su voluntad, como lo expresa san Pablo: «Es evidente que sois carta de Cristo, redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne» (2 Cor 3,3).

La dimensión orante hace que nuestra vida se convierta en ofrenda, no tanto en una retahíla de peticiones, con lo que deseamos sino en buscar y aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida. Saboreando la Palabra de Dios: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 118,105) encontramos la luz que necesitamos en nuestra oscuridad. Meditando la Palabra de Dios: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,3) nuestra alma se sacia del alimento que necesita en medio de las noches oscuras. De este modo, vinculados desde la dimensión orante a la Palabra de Dios, nos transformamos y comprendemos el mensaje de los profetas y de Jesús de vivir en amor: «Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas» (Is 58,10). Y, de este modo, ya solo buscas vivir en el amor de Dios: «Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos» (Mt, 7,12).

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)


Evangelio del día

Evangelio del miércoles 1 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús,
y él se puso a decirles:
«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Reflexión del Evangelio de hoy

Dios propone, pero la respuesta está en cada persona…

Quien tiene una responsabilidad sobre un grupo de personas que llevan a cabo una tarea, podrá tener maravillosas dotes para gestionar la tarea, podrá organizar perfectamente todo el trabajo, podrá explicar muy bien lo que debe hacer cada persona, podrá dedicar muchas horas, que, si quien tiene que realizar esas tareas, cumplir con su horario, llevar a cabo la tarea, no lo hace, ni el mejor gestor, el más eficiente, el más organizado puede conseguir nada si el resto no cumple con su obligación.

Es muy fácil cargar a Dios con la responsabilidad de ser el Todopoderoso y que sigan existiendo injusticias, guerras, violencia, terrorismo y catástrofes, pero en realidad su tarea es la de cuidar de cada una de las personas, hacer posible que exista la felicidad, la paz, el amor, pero la decisión de ponerlo en práctica es de cada uno de nosotros y si nosotros fallamos, él lo más que puede hacer es perdonarnos y buscar la manera de que volvamos a encontrar el camino. Él no mueve unos hilos para manipular nuestra vida, Él manifiesta cuál es su voluntad y la ha dejado bien clara, “ámense unos a otros como yo los amo”, lo que hagamos nosotros después ya no está en sus manos, porque para eso nos hizo libres.

A pesar de que nos presenten a Dios como un justiciero que castiga y practica la venganza, lo cierto es que lo que hace es cargar con aquello que no somos capaces de solucionar nosotros y eso quiere decir que las consecuencias de los actos de unos recaen sobre otros y eso suele ser sobre los más débiles y desprotegidos.

… esa es nuestra tarea

Es probable que seas de las personas que cuando tienen que tomar una decisión difícil miren al cielo y pidan una señal, como si la forma de una nube, la intensidad de la luz del sol, la cantidad de estrellas que haya esa noche en el cielo dibujaran la respuesta. Pero, en realidad, las señales están más cerca de lo que nosotros pensamos, suelen estar en nosotros mismos, también en lo que vivimos, en lo que experimentamos, en las personas que nos rodean, en las palabras que escuchamos, esas son las señales que Dios utiliza para hacernos descubrir la respuesta a nuestras preguntas.

Hay datos tan evidentes en lo cotidiano que se nos hacen invisibles y buscamos carteles luminosos que nos ayuden a descubrir la Verdad, esa está tan dentro de nosotros, tan en lo profundo que preferimos lo que viene de fuera, lo que llega en la rapidez, lo que ve a primera vista, aunque resulte ser un completo espejismo que nos hace equivocarnos por no buscar de forma correcta.

Nos hemos acostumbrado a que nuestra vida esté en modo móvil, creyendo que cuando hay un error, con dar a la tecla de borrar o resetear, todo puede volver a empezar y lo anterior deja de tener importancia, pero la vida no es así y cuando vivimos un segundo no podemos volver atrás y borrarlo sin más, lo que hemos hecho tiene unas consecuencias que debemos aceptar y afrontar.

¿Estamos en disposición de ser libres y vivir consecuentemente con esa libertad? ¿Podemos afrontar las consecuencias de nuestras decisiones, nuestras acciones, nuestras palabras? ¿Seguimos cargando a Dios con nuestros errores?

Hna. Macu Becerra O.P.
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia

Evangelio del día

Evangelio del martes 28 de febrero de 2023

Padre Pedro Brassesco

 Padre nuestro 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:
“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Reflexión del Evangelio de hoy

La vida empuja

Somos tierra árida y reseca; tenemos la semilla aprisionada, latiendo Vida, acurrucada en lo profundo del ser y llamando en un grito de socorro (aunque no sea sensible y manifiesto) a alguien que  nos pueda rescatar e infundir ese soplo, esa fertilidad,  esa vitalidad que necesitamos… porque por ahí va el camino y la Plenitud que tenemos inscrito ‘ en lo más hondo de nosotros mismos ‘ allá donde se concentran coyunturas y tuétanos y donde el hombre no puede penetrar, es el terreno de Dios, la ” imagen y semejanza” que el hombre tiene de Él.

Necesitamos esa “Agua ” que despierte y esponje la semilla …y lo tenemos: el Espíritu del mismo Dios que baja como la lluvia temprana y tardía y ” no se vuelve si no después de fecundar la tierra y hacerla germinar para dar semilla al sembrador y pan al que come”;
El profeta Isaías lo ha captado perfectamente y nos lo comunica con total Esperanza y Confianza para que, escuchándolo, abramos nuestro ser a la Gracia y comencemos la Cuaresma con la mejor disposición.                  

Emerge la gratitud

Comienza este fragmento del salmo 33, con una explosión natural de alabanza, porque salta de la experiencia de haberse sentido favorecido, escuchado, liberado, respondido y, como toda alabanza auténtica, empieza en el corazón y contagia, estimula, anima a los demás, para que se proclame en todo el mundo la Gloria de Dios por el testimonio de un ‘ bendecido’. Expresa el autor cómo son las  maravillas de la contemplación de Dios,  es decir el Cielo ” quedaréis radiantes”, cómo el Señor “libra de las angustias “, porque Él es el centro y la razón de ser y se cuida de los que acuden a Él.

Se manifiesta la continua Presencia y protección  del Señor el Dios de Israel que ha hecho un ‘compromiso de Amor ‘, que está cerca, escucha, comprende, libra; es el Dios que abraza y estrecha a todo hombre que acude a Él en su indigencia, pobreza, impotencia,  debilidad; el Dios de los padres en quien puede el hombre confiar y no quedará defraudado, sino profundamente agradecido.

Es nuestro padre

“Dijo Jesús a sus discípulos…” porque los hombres de buena fe deseaban poder comunicarse con Aquel que sabían era la Fuente de todo bien, el dador de toda petición,  el Padre poderoso y bueno que nos  ama y se compadece, precisamente porque Él ” sabe lo que nos hace falta ” y desea ardientemente que nos acerquemos a Él para seguir derramando Su gracia  y sabe mejor que nadie lo que nos hace falta, mas,  como padre amoroso desea que le pidamos, que le manifestemos nuestra Confianza , sabe cómo dirigirnos con esa libertad de Hijo… por eso Jesús nos enseña a decir “Padre que estás en los cielos” reconociendo que  está por encima y lo puede todo y que se le debe toda alabanza y honor y gloria; que necesitamos su Reino, porque  la añoranza de paz y de justicia es fuerte en medio de nosotros y nuestro corazón necesita la Vida que nos ofrece, porque estamos configurados para ese Reino que también es la “Voluntad del Padre”, pues su Amor nos la manifiesta para nuestro bien,  porque la mayor libertad se manifiesta en la capacidad de hacer la voluntad de Otro …

Y nuestra naturaleza necesita el alimento cada día para fortalecerse, pero también ese Alimento “Pan” que alimenta más y mejor porque construye y cimenta la Vida eterna. Sin duda este punto enlaza con la necesidad de cada corazón, porque hay mucha hambre.

El perdón. Qué inquieto está el hombre que tiene la deuda del perdón, ya sea de ida o de vuelta; porque estamos hechos para la comunión y es la meta de nuestro camino.  ¡cuántas veces la tentación aparece sinuosa con engaños y mentiras sobre uno mismo y sobre la realidad, sobre el entorno etc. Y sí, es necesaria y urgente la ayuda del Señor para librarnos del mal. Es importante hacer esta oración, la que Jesús nos enseña, para estar unidos al Padre y poner en sus manos el ‘cada día, cada instante y cada necesidad. La ORACIÓN por excelencia.  

¿Qué encuentras en el Padrenuestro para que sea la oración por excelencia?

Dominicas de Lerma
Monasterio de San Blas. Lerma (Burgos)

Evangelio del día

Evangelio del lunes 27 de febrero de 2023

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Reflexión del Evangelio de hoy

Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo

Ya Dios en el Antiguo Testamento nos pone el listón muy alto. Nos pide, ni más ni menos, que le imitemos. “Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”. La misma conducta que Dios tiene con los hombres la debemos tener nosotros. Y a través de Moisés enumera detalladamente esas actitudes que debemos tener con nuestros semejantes… que son las mismas actitudes que tiene Él. Todas ellas se resumen en “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Sabemos que no son actitudes arbitrarias por parte de Dios. Son las actitudes que brotan de nuestra naturaleza amorosa y nos van a llevar una vida donde la alegría y la felicidad van a habitar en nuestro corazón. Hacer lo contario es ir por la senda de la tristeza y la infelicidad.

Cuando llega Jesús, y como no podía ser de otro modo, está en la misma línea y, quizás, con más fuerza, pues nos revela que Dios es nuestro Padre y todos nosotros somos hermanos. Nos pide que perdonemos a nuestro prójimo, a nuestro hermano, hasta setenta veces siete, es decir, siempre. Y que nuestro amor al prójimo se debe extender hasta el enemigo. Bien sabemos que Jesús no solo nos dijo esto con sus palabras sino que lo vivió con total intensidad. Por eso, nos puedo decir: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.

Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis

Jesús, en la línea de la enseñanza de la primera lectura, va a insistir en el amor al prójimo y que la dignidad humana se mide por el amor, a más amor más persona.

Como buen profesor, para ayudarnos a sacar buena nota, no tiene ningún inconveniente en decirnos cuál será la pregunta que se nos hará en el examen final. La única pregunta va a versar sobre el amor, nos van a examinar de amor, del amor concreto a nuestros hermanos. Y en una nueva pirueta amorosa de Jesús hacia nosotros, para que nos animemos a amar a nuestros prójimos, a nuestros hermanos, se va a identificar con ellos. De tal manera que lo que les hagamos a ellos lo va tener como hecho a él.  Lo del juicio final: “Porque tuve hambre y me disteis de comer… Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

Evangelio del día

Evangelio del sábado 25 de febrero de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 27-32

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:
«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les respondió:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Reflexión del Evangelio de hoy

Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia…

Llegamos al final de este preámbulo cuaresmal, que son los días denominados “de ceniza”. Y en él aparece este texto de Isaías, como una invitación a considerar las necesarias rectificaciones. Y lo hace con una condicional: “cuando alejes de ti”. Se trata de una firme determinación de nuestra parte, ciertamente sostenida por la gracia, de apartar de nosotros, y nosotros abandonar viejas actitudes. ¿Cuáles son? Las señala el profeta: “la opresión, el dedo acusador y la calumnia.” Entrar en el camino cuaresmal hacia la Pascua, sin dejar todo eso, resulta vano e inútil.

Es urgente caer en la cuenta que oprimir, acusar y calumniar, bloquea toda posibilidad de cambio, de renovación y, por lo mismo, el ejercicio cuaresmal se torna cuestionable. No se trata de dejar un vacío, pues si no se desarrollan actitudes humanizadoras, tampoco se avanzará en el correcto sentido de la cuaresma. Por eso junto a alejar, el profeta señala: “Cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies el alma afligida…” Ofreces de lo tuyo. Te ofreces tú mismo. Haces tuya la aflicción del que está a tu lado… ¿cuál es la consecuencia?: “brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía.”

Avanzar en el conocimiento del misterio de Cristo para vivirlo en plenitud

La palabra del profeta tiene su pleno cumplimiento: “El Señor te guiará siempre.” Y eso lo reconocemos al comprender cómo se ha llevado a cabo por parte de Dios, el acompañamiento. No había modo más adecuado que ponerse al lado haciéndose humano. Porque nada de lo que propone a quienes acepten la invitación y le sigan, ha quedado al margen de su  existencia humana.

Más allá de un marcaje de prácticas penitenciales, que solo son medio, está la finalidad que nos propone la oración colecta del primer domingo de cuaresma. Centrados y dejándose enseñar por el Espíritu, se reconoce en el misterio contemplado y celebrado, al Verbo hecho carne. Y como su humanización es absolutamente verdadera, la propuesta será atender cómo se resuelven las tentaciones en Jesús, a lo largo de su vida.  Y al considerar lo acontecido en el Tabor, entender que es anticipo de la glorificación de la humanidad en la Pascua. Por eso el profeta señala: brillará tu luz en las tinieblas.

Enséñame, Señor, tu camino

Esta necesidad, reconocida por cada uno, es la que se expresa en  la antífona del salmo: Enséñame. Y su enseñanza no es un adoctrinamiento, al que somos los humanos tan propensos, sino que pasa delante de cada uno y viviéndolo él primero, indica cuál es el camino. De ahí la urgencia de centrarnos en el misterio de Cristo, para que el misterio que es cada uno, se vea iluminado. Ahí aparecerán las nuevas actitudes.

Sígueme

Leví está tranquilamente sentado al mostrador de los impuestos. Todo lo tiene resuelto. Poco le importa lo que, a buen seguro, sabe piensan de él y cómo es calificado despectivamente. Pero no contaba con el paso junto a él de Jesús, que lo llama: “Sígueme”. Dice San Lucas que lo dejó todo. Lo deja, lo aparta de él y se pone en camino, detrás de Jesús. Ofrece una comida en la que participan publicanos y otros. Jesús y los discípulos comparten con ellos. Han de aprender el camino. Es lo que se pide en el salmo y eso es lo que Jesús enseña. No se trata de prácticas al margen de la vida ordinaria, sino de hacer que ésta tenga un rostro nuevo. Lo ha señalado Isaías y  es lo que vemos hacer a Jesús.

Es tiempo de abandonar el etiquetado: ¿cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Pues porque para eso ha sido enviado al mundo, para que el mundo se salve por él. No se trata de encerrarse en una hipócrita burbuja, sino de caminar junto a los otros, compartiendo con ellos lo que  Jesús nos ha ofrecido.

Y de ese modo brilla la vida del cristiano como una luz en medio de las oscuridades, porque ha sido iluminada por Jesús, luz del mundo. Y haciendo lo que él hace, hacemos que cada ser humano tenga la oportunidad de apreciar lo que Jesús ha venido a realizar en cada uno.

¿Cómo voy a encarar esta cuaresma? ¿Qué debo apartar y que estoy dispuesto a compartir?

Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)


Evangelio del día

Evangelio del viernes 24 de febrero de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 14-15

En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».
Jesús les dijo:
«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Para qué ayunar?

La pregunta que nos lanza el profeta Isaías en este primer viernes de Cuaresma es sorprendente y nos parece que no puede llegar más “a tiempo”. La cuestión del ayuno en nuestros días no forma parte de viejas prácticas ascéticas sino de nuevos consejos dietéticos que vienen avalados por la investigación científica. Nos gusta sentirnos bien cuidando nuestra salud y navegamos entre informaciones no pocas veces contradictorias. No nos sentimos tan bien al comprobar nuestra frágil determinación y perdemos con facilidad la confianza en nosotros mismos. Supongo que esta es una experiencia compartida.

Algunas veces apreciamos el sentido común en las palabras de esos sabios corrientes, los de la puerta del al lado, que son quienes nos desvelan el secreto: trata de servirte tu ración en un plato de postre, incluso en el platillo del café, así podrás compartir tu menú con el hambriento, tu dieta tendrá sentido y se empoderará tu determinación de perseverar en su práctica.

Recordamos la astucia del siervo infiel de la parábola y nos preguntamos: si somos capaces de hacer el bien con astutas estrategias ¿qué no conseguirá el amor?

Nos han enseñado y hemos aprendido alguna cosa sobre la realidad, aunque de una manera fragmentada y engañosa. El conocimiento científico necesita parcelar para que ganen eficacia sus leyes, aumentando su capacidad predictiva. Pero no pocas veces la mirada científica nos aísla y desalienta. La mirada amorosa nos devuelve la sabiduría: el otro es parte de ti y si lo cuidas, te cuidas. Eso mismo nos dice hoy el profeta:  No te cierres a tu propia carne y sanarás.

Sanar también es aligerar la vida, abandonar aburridas prácticas rutinarias, compromisos sociales, librarnos de montones de cosas, deshacernos de viejos trastos almacenados que nos impiden rescatar lo valioso que se oculta en el interior, eso que nos conecta con los hermanos. Simplificar la vida es una nueva filosofía que practican algunas personas inquietas y críticas, tipos alternativos muy modernos. No es tan cool la palabra austeridad, aunque tiene el mismo significado. No se trata de vivir con menos sino de vivir más cerca unos de otros porque el exceso de “cosas” levanta muros a nuestro alrededor. En este sentido, la sanación de la que nos habla el profeta no es un esfuerzo de la voluntad sino un regalo que desvela el deseo del corazón. La vida austera nos exige realizar una especie de limpieza previa, de vaciado, también un borrado masivo de imágenes y sonidos, ruidos que interfieren hasta el punto de no escuchar esa deliciosa melodía divina que nos permite volver a confiar.  Aquí estoy, nosdice el Señor.

El novio está con ellos

Nos parece que se han puesto de acuerdo el profeta y el evangelista en una cosa: que el Señor está con nosotros y que no es algo inconveniente mostrarnos alegres y confiados.

La teóloga Dolores Aleixandre nos sugiere aprender a vivir en esta nueva “escuela de danzantes” que es la Cuaresma, agradecidos al Señor que nos ha devuelto la alegría de la salvación (Sal 50, 12) que nos ha cambiado nuestro mortificante sayal por un vestido de fiesta, poniendo fin a nuestro aburrido luto (Sal 30, 12). Termino con sus alentadoras palabras, palabras que nos animan a vivir una Cuaresma diferente: 

Vivir la Cuaresma desde la insistencia en nuestra necesidad de conversión como única “banda sonora”, puede tener el efecto contrario de lo que pretende y convertirnos (mira por dónde…) en gente frustrada por no alcanzar tan altas metas de perfección o, siguiendo la metáfora de la danza, agarrotados tímidamente en un rincón de la sala de baile, torpes de pies y duros de oído para captar la música que intenta seducirnos con su ritmo, incapaces de aventurarnos en un movimiento que no sabemos dónde puede conducirnos.

¿Bailamos?

Dña. Micaela Bunes Portillo OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia

Evangelio del día

Evangelio del jueves 23 de febrero de 2023

Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 22-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Entonces decía a todos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».

Reflexión del Evangelio de hoy

Eligiendo bien

Vida y bien; muerte y mal son una elección libre; el texto destaca la palabra elegir, entre la vida y el bien, la muerte y el mal. Estas palabras son llamamiento a la conversión, para que elijamos la vida.

La elección debe hacerse hoy (palabra cuatro veces repetida) y con libertad; pero la Biblia nunca separa la libertad de la responsabilidad. La elección, como quiera que se haga, es definitiva y eterna.

Eliges la vida y el bien cuando cumples el mandato, amas al Señor tu Dios, le escuchas, te pegas a Él.

Elegir la vida es: vivir, es crecer, experimentar la bendición de Dios en esta tierra. Elegir la vida tiene hoy estos nombres: Dar sentido a la existencia, dar alegría, hacer una convivencia fraterna, ayudar, echar una mano, compartir, vivir con fe el Evangelio.

Eliges la muerte y el mal cuando no obedeces, pones resistencia en tu corazón, te dejas arrastrar por los ídolos…

La elección de la muerte tiene hoy estos nombres: egoísmo, injusticia, violencia, odio, olvido de Dios… 

Vida y felicidad dependen de la escucha y obediencia del corazón a los mandamientos del Señor.

La cruz camino, a la plenitud de la “vida”

El Evangelio es una invitación de Jesús a seguirle.

El primer paso es: si quieres… tienes que querer, tienes que desear y es claro que el deseo es seguirle a Él, a su persona, no unas ideas o unas normas. La existencia cristiana es un caminar con Jesús y bajo su dirección. Es estar con Él, en su camino, con Él en una relación personal. Si ya has dado este paso….

Segundo paso: Negarte a ti mismo; que es renuncia al interés personal, despojarte del egoísmo.

Tercer paso: cargar cada día con tu cruz. No quieras dar éste paso si no has dado el anterior en firme. La cruz te resultará tan pesada que no podrás con ella.

Mi cruz soy yo, mi ego, mis dolores corporales, mis dificultades, mis faltas. Seguirle cada día, es ir más allá de los egoísmos, significa enfrentar los asuntos de la vida sin pisotear o hacer sufrir a los demás.

La entrega es el camino seguro de la vida, porque la entrega se hace por amor; y el amor es vida, por eso nos salva Cristo, que se entregó por nosotros en la cruz, por amor; para que tengamos nueva vida.  

Pon tu confianza en el Señor y vive con Cristo el camino Cuaresmal que lleva a la Pascua.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.
Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)