Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 14-15
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».
Reflexión del Evangelio de hoy
¿Para qué ayunar?
La pregunta que nos lanza el profeta Isaías en este primer viernes de Cuaresma es sorprendente y nos parece que no puede llegar más “a tiempo”. La cuestión del ayuno en nuestros días no forma parte de viejas prácticas ascéticas sino de nuevos consejos dietéticos que vienen avalados por la investigación científica. Nos gusta sentirnos bien cuidando nuestra salud y navegamos entre informaciones no pocas veces contradictorias. No nos sentimos tan bien al comprobar nuestra frágil determinación y perdemos con facilidad la confianza en nosotros mismos. Supongo que esta es una experiencia compartida.
Algunas veces apreciamos el sentido común en las palabras de esos sabios corrientes, los de la puerta del al lado, que son quienes nos desvelan el secreto: trata de servirte tu ración en un plato de postre, incluso en el platillo del café, así podrás compartir tu menú con el hambriento, tu dieta tendrá sentido y se empoderará tu determinación de perseverar en su práctica.
Recordamos la astucia del siervo infiel de la parábola y nos preguntamos: si somos capaces de hacer el bien con astutas estrategias ¿qué no conseguirá el amor?
Nos han enseñado y hemos aprendido alguna cosa sobre la realidad, aunque de una manera fragmentada y engañosa. El conocimiento científico necesita parcelar para que ganen eficacia sus leyes, aumentando su capacidad predictiva. Pero no pocas veces la mirada científica nos aísla y desalienta. La mirada amorosa nos devuelve la sabiduría: el otro es parte de ti y si lo cuidas, te cuidas. Eso mismo nos dice hoy el profeta: No te cierres a tu propia carne y sanarás.
Sanar también es aligerar la vida, abandonar aburridas prácticas rutinarias, compromisos sociales, librarnos de montones de cosas, deshacernos de viejos trastos almacenados que nos impiden rescatar lo valioso que se oculta en el interior, eso que nos conecta con los hermanos. Simplificar la vida es una nueva filosofía que practican algunas personas inquietas y críticas, tipos alternativos muy modernos. No es tan cool la palabra austeridad, aunque tiene el mismo significado. No se trata de vivir con menos sino de vivir más cerca unos de otros porque el exceso de “cosas” levanta muros a nuestro alrededor. En este sentido, la sanación de la que nos habla el profeta no es un esfuerzo de la voluntad sino un regalo que desvela el deseo del corazón. La vida austera nos exige realizar una especie de limpieza previa, de vaciado, también un borrado masivo de imágenes y sonidos, ruidos que interfieren hasta el punto de no escuchar esa deliciosa melodía divina que nos permite volver a confiar. Aquí estoy, nosdice el Señor.
El novio está con ellos
Nos parece que se han puesto de acuerdo el profeta y el evangelista en una cosa: que el Señor está con nosotros y que no es algo inconveniente mostrarnos alegres y confiados.
La teóloga Dolores Aleixandre nos sugiere aprender a vivir en esta nueva “escuela de danzantes” que es la Cuaresma, agradecidos al Señor que nos ha devuelto la alegría de la salvación (Sal 50, 12) que nos ha cambiado nuestro mortificante sayal por un vestido de fiesta, poniendo fin a nuestro aburrido luto (Sal 30, 12). Termino con sus alentadoras palabras, palabras que nos animan a vivir una Cuaresma diferente:
Vivir la Cuaresma desde la insistencia en nuestra necesidad de conversión como única “banda sonora”, puede tener el efecto contrario de lo que pretende y convertirnos (mira por dónde…) en gente frustrada por no alcanzar tan altas metas de perfección o, siguiendo la metáfora de la danza, agarrotados tímidamente en un rincón de la sala de baile, torpes de pies y duros de oído para captar la música que intenta seducirnos con su ritmo, incapaces de aventurarnos en un movimiento que no sabemos dónde puede conducirnos.
¿Bailamos?
Dña. Micaela Bunes Portillo OP Fraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 22-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Entonces decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».
Reflexión del Evangelio de hoy
Eligiendo bien
Vida y bien; muerte y mal son una elección libre; el texto destaca la palabra elegir, entre la vida y el bien, la muerte y el mal. Estas palabras son llamamiento a la conversión, para que elijamos la vida.
La elección debe hacerse hoy (palabra cuatro veces repetida) y con libertad; pero la Biblia nunca separa la libertad de la responsabilidad. La elección, como quiera que se haga, es definitiva y eterna.
Eliges la vida y el bien cuando cumples el mandato, amas al Señor tu Dios, le escuchas, te pegas a Él.
Elegir la vida es: vivir, es crecer, experimentar la bendición de Dios en esta tierra. Elegir la vida tiene hoy estos nombres: Dar sentido a la existencia, dar alegría, hacer una convivencia fraterna, ayudar, echar una mano, compartir, vivir con fe el Evangelio.
Eliges la muerte y el mal cuando no obedeces, pones resistencia en tu corazón, te dejas arrastrar por los ídolos…
La elección de la muerte tiene hoy estos nombres: egoísmo, injusticia, violencia, odio, olvido de Dios…
Vida y felicidad dependen de la escucha y obediencia del corazón a los mandamientos del Señor.
La cruz camino, a la plenitud de la “vida”
El Evangelio es una invitación de Jesús a seguirle.
El primer paso es: si quieres… tienes que querer, tienes que desear y es claro que el deseo es seguirle a Él, a su persona, no unas ideas o unas normas. La existencia cristiana es un caminar con Jesús y bajo su dirección. Es estar con Él, en su camino, con Él en una relación personal. Si ya has dado este paso….
Segundo paso: Negarte a ti mismo; que es renuncia al interés personal, despojarte del egoísmo.
Tercer paso: cargar cada día con tu cruz. No quieras dar éste paso si no has dado el anterior en firme. La cruz te resultará tan pesada que no podrás con ella.
Mi cruz soy yo, mi ego, mis dolores corporales, mis dificultades, mis faltas. Seguirle cada día, es ir más allá de los egoísmos, significa enfrentar los asuntos de la vida sin pisotear o hacer sufrir a los demás.
La entrega es el camino seguro de la vida, porque la entrega se hace por amor; y el amor es vida, por eso nos salva Cristo, que se entregó por nosotros en la cruz, por amor; para que tengamos nueva vida.
Pon tu confianza en el Señor y vive con Cristo el camino Cuaresmal que lleva a la Pascua.
Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P. Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Reflexión del Evangelio de hoy
Este es el tiempo de Gracia y de Perdón
La liturgia nos presta una gran ayuda en nuestro camino espiritual y nos recuerda, un año más, el inicio de un tiempo litúrgico marcado por unas prácticas de profunda y arraigada tradición y que el evangelista Mateo nos recuerda hoy: oración, limosna y ayuno. Estas prácticas eran parte de la religiosidad de la comunidad judía en tiempo de Jesús y que El retoma para dotarlas de su auténtico significado.
A la luz de los textos, vamos a reflexionar sobre el inicio de esta etapa del año litúrgico que culmina en la Pascua.
Nos dejamos sorprender por el profeta Joel. El profeta, describe en los versículos anteriores una realidad social dramática y lo hace a través de los efectos devastadores de una plaga de langostas. Atento a lo que Dios quiere comunicarle para que el pueblo reaccione y se arrepienta de sus pecados, anuncia “el día del Señor” día de rendir cuentas y, al mismo tiempo, anuncia un camino esperanzador porque “Dios es clemente y misericordioso, lento a la ira, rico en amor y siempre dispuesto a perdonar”. El compromiso que invita a la esperanza supone“rasgad el corazón y volver al Señor”. Entrar en lo profundo de nuestra vida, y desde ahí encontrarnos con un Dios siempre dispuesto a perdonar. San Pablo exhorta a los Corintios. “Mirad, ahora es tiempo favorable,ahoraes tiempo de Salvación”.
Y para nosotros el ahora es HOY.
¡Ay de los hipócritas!
Jesús, a través de Mateo relee las tres obras de piedad previstas en la ley mosaica: oración, limosna y ayuno. ”A lo largo del tiempo estas prescripciones habían sido corroídas por el formalismo exterior e incluso se habían transformado en un signo de superioridad social. …” (de la homilía del Papa Francisco 18/02/2015)
Pero ¿tienen sentido hoy estas prácticas cuaresmales que nos invitan a entrar en contacto con Dios? Oración. ¿A la solidaridad con los que menos tienen? Limosna. ¿A recuperar el control sobre nuestra propia vida? Ayuno.
En todo el texto de Mateo, Jesús rechaza con vehemencia, una actitud, la hipocresía, palabra que deriva del griego “actores de teatro” o a máscara que los personajes usaban en el teatro para las representaciones. En español, expresar sentimientos que no se tienen o ideales que no se viven. Contra esto emplea expresiones que dan la medida de su rechazo, Se rechaza la hipocresía, el postureo tan en boga en algunos círculos de nuestro tiempo, el afanarse por “caer en gracia”, tener buena imagen, “para ser honrados por la gente”, “para que les vean los hombres”descuidando el trabajo interior por ser auténtico, ser veraz en lo que se hace o dice.
¿Hacemos lo que hacemos para impresionar a la gente? ¿Hacemos lo que hacemos como fruto de nuestro sincero deseo de expresar mi relación con Dios, conmigo mismo o con los demás?
Se nos pide hoy entrar en nuestro mundo de intenciones para descubrir si hay alguna práctica no adecuada con el mensaje de hoy y ponernos en camino de conversión. “Dame, Señor un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”
Se nos invita al comienzo de esta cuaresma, a “hablar con el Padre que está en lo profundo de nuestro corazón” a encontrarnos con El a través de nuestra oración comunitaria o personal, a mirar a nuestro alrededor, a lo más débil y necesitado porque allí también está Dios. “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27).
Se nos invita también a dar, a tener una mirada solidaria, a dar ¿qué? Dar de nuestro dinero, dar de nuestro tiempo, dar de nuestra alegría, dar de … para que no exista tanta desigualdad, para que el otro se sienta un poco menos sólo, un poco más querido dar ¿qué? La llamada de Jesús es personal, la respuesta también.
Y por último se nos invita a ayunar. Y es importante tener un sentido de disciplina frente a lo que instintivamente nos apetece. Ayunar de todo aquello que puede lastimar a otra persona, de lo que pueda lastimarme a mí. El ayuno no se refiere sólo a la comida, aunque también, pero, los dietistas también lo recomiendan y este es un ayuno que Jesús lo retoma para darle su verdadero significado.
Señor, al iniciar este camino cuaresmal, ayuda nuestra fragilidad, fortalece nuestra voluntad para vivir la Pascua, experiencia de encuentro con el Resucitado con un espíritu “en forma”. Te lo pedimos Señor. Ven en ayuda de nuestra fragilidad.
Hna. Mariví Sánchez Urrutia Congregación de Dominicas de La Anunciata
Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 2-13
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía qué decir, pues estaban asustados. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos. Le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Les contestó él: «Elías vendrá primero y lo renovará todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Os digo que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito acerca de él».
Reflexión del Evangelio de hoy
El que se acerca a Dios debe creer que existe
Este conocido pasaje de la Epístola a los Hebreos representa un arquetipo de alegato de la fe que daría lugar, si hubiera espacio, a un riquísimo comentario; no habiendo lugar para ello podemos limitarnos a una de las ideas del texto que llama a nuestra reflexión: “el que se acerca a Dios debe creer que existe”. Esta indicación nos abre a preguntarnos si la fe es prerrequisito para conocer a Dios; pero, si es así, ¿dónde queda aquello de que la fe es una gracia infusa de Dios, esto es que Dios es el que llama? Así pues, ¿es el hombre el que se acerca a Dios o es Dios el que se acerca al hombre?
La primera opción – que es la que parece indicar el texto de Hebreos – nos aproximaría peligrosamente a la crítica moderna de que Dios es una creación del deseo del hombre y que la fe es un sentimiento, una emoción subjetiva.
En realidad no podemos prescindir de ninguno de los dos lados de la cuestión, sino que necesitamos afirmar ambos, pues, en realidad, lo que acontece es un encuentro de dos que se buscan mutuamente: el hombre busca a su Creador y Dios llama a su creación. Dios llama a su criatura ser, a existir, a vivir y a vivir en Él, y en la fe, de hecho, vive el hombre. La fe no es pues, un sentimiento subjetivo, sino una existencia objetiva.
Pero, a su vez, desde su llamada a la existencia, el hombre busca a su Dios, y este sí que es prerrequisito para el encuentro, esa búsqueda que se constituye en el sentido del ser y de la existencia del hombre. Y esta búsqueda, este esfuerzo intelectual, espiritual y vital de la existencia del hombre se realiza en la esperanza: en la esperanza de la recompensa de que encontrará su meta. Así, el versículo de Hebreos bien puede concluir que Dios “recompensa a quienes lo buscan.”
No sabía qué decir, pues estaban asustados
Todo el Evangelio de Marcos está orientado hacia la Pasión y muerte de Jesús, de modo que las secciones anteriores son casi un gran prefacio de este momento culminante. No es, pues, de extrañar que este pasaje de la Transfiguración esté preñado de esta orientación y que se sitúe entre los dos primeros anuncios de la Pasión.
Dicho lo cual me gustaría centrar este comentario en la actitud en que se representa a los discípulos en este pasaje, a saber, el que “estaban asustados” y no sabían qué decir (en realidad, sólo Pedro, el representante de los discípulos para Marcos, dice algo; los demás permanecen mudos). Es decir estaban perplejos.
Esta situación nos ayuda a conectar con el comentario a Hebreos: el encuentro del hombre con Dios no puede sino producir perplejidad. Dios, en efecto, parece trastocar toda expectativa posible – racional o irracional – del hombre acerca de Dios; esto es, toda idea preconcebida de Dios está destinada al fracaso más rotundo. Esto no sólo nos serviría para desechar la mencionada crítica moderna de que Dios es un invento del deseo del hombre, sino también para considerar todos nuestros intentos humanos de aproximación a Dios como meramente provisionales. Una expresión de esto es aquella atribución que se suele hacer a Tomás de Aquino, que al final de su gran labor teológica habría dicho aquello de que “todo lo que he escrito es paja”.
Sea o no correcta esta atribución, lo relevante al caso es la idea que encierra: en efecto, ante Dios, toda teología y filosofía no es más que una expresión de la búsqueda de la racionalidad humana que está siempre en camino y que ante la presencia trascendente de Dios se queda “sin saber qué decir”.
Pero, ¿podemos hablar de alguna expresión de la presencia trascendente de Dios? En efecto: la mística y la estética son las dos grandes vías para este encuentro de dos seres trascendentes: Dios y el hombre. Podemos encontrar un ejemplo arquetípico de la unión de mística y estética en la obra de Fra Angelico (a quien hoy celebramos), cuya contemplación estática nos pone en contacto transfigurado con el Creador, dejándonos, en verdad, sin palabras.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 34 – 9, 1
En aquel tiempo, llamando a la gente y a sus discípulos, Jesús les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles». Y añadió: «En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».
Reflexión del Evangelio de hoy
Escoger el camino verdadero
El relato de la torre de Babel es un ejemplo más de que la Biblia no es un libro de ciencias de la naturaleza o del lenguaje, sino que sólo se preocupa de transmitir un mensaje religioso.
La narración, sin embargo, recoge datos reales de la ciudad y de la cultura de Babilonia: Variedad de idiomas, que hablarían sus muchos prisioneros: edificios construidos con ladrillos: una torre piramidal de siete pisos el último con un santuario consagrado a Marduk, dios de Babel o Babilonia.
Esta torre, de las muchas que había en Mesopotamia, es para el autor bíblico el símbolo del pecado fundamental: la soberbia. Y al contemplar la ciudad, llena de construcciones espléndidas y de hombres que no se entienden, piensa que la división entre los hombres es la consecuencia de haber abandonado a Dios.
Con este relato, lleno de colorido, nos expresa la realidad de un mundo orgulloso en el que los hombres no nos entendemos, nos odiamos y nos separamos porque no queremos saber nada de Dios. Hoy podemos adorar a dioses falsos. En nuestras ciudades, muchos hombres se valen de la técnica y del progreso para esclavizar a otros hombres; algunos desean gozar sin fin, incluso a costa de los demás. El hombre empieza a regir su vida por los intereses particulares. De esta manera convertimos la ciudad en una selva virgen donde nadie se entiende, porque cada uno habla el lenguaje de su propio egoísmo. Ciudades sin Dios, donde el hombre vive contra el hombre. El Espíritu de Dios nos reunirá a los hombres en la Iglesia de Jesucristo. Fue enviado en Pentecostés para que todos nos entendamos y hablemos el mismo lenguaje del amor y del respeto. Completará su obra en la asamblea de los santos, en la Jerusalén celestial.
Tras las huellas de Jesús
Hoy no es fácil conocer el sentido de la misión de Jesús y el camino que hay que recorrer. ¿Somos de los que proclaman y defienden la fe en Cristo y desconocen o huyen del camino que lleva a Él?
Tras las huellas del crucificado. Primera instrucción: Jesús ha enseñado en parábolas. También con signos o milagros. Marcos relata ahora la enseñanza explícita del Maestro. A los tres anuncios de la Pasión siguen otras tantas instrucciones. Son catequesis de Jesús a los que quieren seguirle. También la gente está presente. Las condiciones para seguir a Jesús se dicen en público. Todo el mundo las oye.
Negarse y cargar con la cruz son, en el fondo, el anverso y reverso de una misma decisión: aceptar perder la vida por Jesús y por el Evangelio. Sólo así la salvaremos. Enseñanza desconcertante, pero constante: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo; pero si muere da mucho fruto. Es doctrina segura: Si morimos con Él, viviremos con Él”.
El ambiente tenso de la persecución romana pudiera flotar detrás de estas palabras exigentes. Ser discípulo de Cristo, para los oyentes de Marcos, puede entrañar el riesgo de morir mártir por Cristo.
Este Jesús, que tiene exigencias tan radicales, es el Hijo del Hombre a quien el Padre, su Padre, ha dado poder para juzgar a todos los hombres. He aquí una fórmula de fe antigua y precisa. Porque tiene un poder tan extraordinario, Jesús terminará siendo reconocido como Hijo de Dios.
¿Somos de los que proclaman y defienden la fe en Cristo y desconocen o huyen del camino que lleva a Él?
Dña. Montserrat Palet Dalmases Fraternidad Laical de Santo Domingo (Barcelona)
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8,22-26
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «Ves algo?». Levantando los ojos dijo: «Veo hombres, me parecen árboles, pero andan». Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.
Reflexión del Evangelio de hoy
Acogiendo las pequeñas señales de Dios
La liturgia de la Palabra nos invita a parar y reflexionar. En medio de nuestras prisas, del ritmo que la vida, la sociedad y el consumismo nos imponen, podemos volvernos ciegos. Es decir, podemos perder o desatender la dimensión más profunda de la vida.
El diluvio como una recreación
Es muy conocido el relato del arca de Noé. Los estudiosos de la biblia nos presentan este relato como una historia con objetivo pedagógico. Se trata de transmitir un mensaje muy importante para todos los creyentes.
En un contexto en el cual las personas se olvidan del proyecto de Dios para toda la creación, el libro del Génesis nos presenta la historia de Noé, la historia de todas las personas que viven con integridad y honestidad la experiencia de fe traducida en la vida cotidiana.
Siempre atento a las señales de Dios, Noé inicia la ilógica y absurda construcción de una inmensa arca donde entrarán todas las especies animales y los miembros de su familia.
El diluvio acaba con todo lo que existe excepto lo que está protegido por el arca. El diluvio deja consecuencias desastrosas… pero da inicio a una nueva etapa, a una nueva creación… Y en esta nueva oportunidad, se pone en boca de Dios lo que en realidad, bien sea Noé, bien sea cada uno de nosotros, descubre al acoger la vida en su fragilidad: “No volveré a maldecir la tierra a causa del hombre, porque el corazón humano piensa mal desde la juventud”.
Se toma conciencia de que podemos usar el regalo de la libertad para realizar el bien y el mal. Acogernos en nuestra condición humana, en nuestra vulnerabilidad, creyendo en que siempre es posible recomenzar porque Dios hace posible la vida. La experiencia del diluvio y de la destrucción, que a veces invade el corazón integro, fiel y honesto, no es la última palabra. Dios continúa siendo fiel y nos invita una y otra vez a estar al servicio de la vida, acogiéndola y amándola tal cual es.
Lo sacó de la aldea llevándolo de la mano
El evangelio de Marcos se caracteriza por ser breve y conciso. Y, en su brevedad, nos presenta la cura de dos ciegos en contextos muy diferentes y con mensajes muy importantes.
Hoy, el evangelio nos adentra en la cura del ciego de Betsaida. Esta cura se encuentra situada en medio de dos relatos en los cuales Jesús percibe que los discípulos no entienden ni comprenden quien es y cuál es su misión. Los discípulos están ciegos… también Pedro está ciego. Muy probablemente, nosotros también estamos ciegos.
El ciego de Betsaida es conducido hasta Jesús. Alguien o “alguienes” le llevan. No parece una persona con iniciativa propia. Y sin embargo, Jesús lo acoge en su pasividad, lo saca de la aldea, de su lugar conocido, de su confort… El ciego se deja conducir… Jesús le lleva de la mano… le guía… y sólo a las afueras de su entorno y mundo conocido, realiza el milagro de la visión. Un milagro que llama la atención por ser el único realizado en dos etapas. Probablemente estas dos etapas en la recuperación de la visión expresan que el discipulado es un proceso de adhesión al proyecto de Dios.
Y el corazón, como nos dice la primera lectura, acoge la capacidad para hacer el bien y el mal. Bien sea el propio corazón o el corazón de los demás.
Vivir el discipulado implica adentrarnos en el misterio que nos habita y que habita a las personas de nuestros entornos, implica acogernos con misericordia y ternura. Vivir el discipulado significa que estamos dispuestos a que nada ni nadie nos separe del camino de Dios. Y si nos separamos por algún motivo, si nos volvemos ciegos… el Maestro siempre está ahí para sacarnos de nuestro lugar y, con paciencia y amor, devolvernos la visión de la fe.
Hna. Ana Belén Verísimo García OP Dominica de la Anunciata
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, en ella y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».
Reflexión del Evangelio de hoy
Sabed que nos dedicamos a los gentiles
Como Pablo, Bernabé, Cirilo y Metodio, tenemos que ser en nuestra amada Europa, y en el lugar del mundo donde el Señor nos haya colocado, luz y sal, con mucha fe y optimismo, para que vuelva a ser evangelizada y cristianizada toda la humanidad, dando gracias al Señor, porque deseó que la Palabra de Dios no solo se predicase a los judíos, sino a los gentiles, al resto de la humanidad que no era del pueblo elegido. Rechazar este regalo, es perjudicarnos a nosotros mismos, porque estamos menospreciando la gracia que el Señor nos da a través de su Palabra. Esta actitud es una manera de dar la espalda al Señor. El modo que acojamos la Palabra de Dios, nos indicará hasta qué punto somos discípulos del Señor y aceptamos su gracia. Porque para ser predicadores, evangelizadores, necesitamos de la gracia divina, porque solo con nuestras fuerzas no podemos hacer nada.
Él cuenta con nosotros, para cristianizar la sociedad desde sus mismos cimientos, como lo hicieron los primeros cristianos y San Cirilo y San Metodio. Esta es una enseñanza diaria: el convencimiento firme de que la misma vocación cristiana nos lleva a dar a conocer a Cristo, pero, en primer lugar, llenándonos de Él, para que quien nos vea pueda decir: “Este es verdaderamente un discípulo de Cristo”. Que este ejemplo llene los corazones que estén abiertos, dando gloria al Señor, divulgando esta Palabra como fuente que les ha sanado y llenado de luz.
En la predicación no debemos estar pensando en los resultados, las dificultades, en la victoria o en la derrota, en el éxito o en el fracaso; tenemos que tener como motor para nuestra vida, el vivir buscando y haciendo la voluntad de Dios
¿Cómo acogemos en nuestra vida la predicación de la Palabra de Dios? ¿Somos como los gentiles o como los judíos? ¿Tenemos la Palabra de Dios como fuente principal para buscar su santa voluntad en nuestra vida?
Poneos en camino
Es impresionante pensar cómo Jesús mandó a sus discípulos de dos en dos, incluso antes de ir Él, por aquellos lugares. Les dio poder a través de su palabra, para llevar la paz y la salud a las personas que les abrían la puerta de su casa y su ciudad.
Hoy le pedimos al Señor la gracia de liberarnos de los apegos a las cosas mundanas, para que podamos traer paz a todos aquellos con quienes nos encontremos y trabajamos simplemente, con nuestra presencia tranquila y amable hacia ellos. ¡Quizás esta es la misión que el Señor nos está dando ahora!
Sin llevar nada, en pobreza, les dice: “poneos en camino”. A nosotros hoy nos dice lo mismo, poneos en camino, caminando en pobreza material y espiritual: sin palabras, sin salero para hablar y anunciar a Jesucristo, pero, Él siempre nos gana en generosidad y confianza y por eso nos dice: “Te basta mi gracia mi fuerza se realiza en tu debilidad”.
Es probable que el Señor no nos pida que marchemos lejos, pues el medio que frecuentamos cada día, es el lugar que el Señor quiere que hagamos esa nueva cristianización con humildad y optimismo.
Pidamos al Espíritu Santo nos llene de su fuerza y amor, para poder trasmitirlo a toda la humanidad desde la oración, suplicando al dueño de la mies que envíe operarios a su mies, tan necesario para la nueva evangelización en este tiempo sinodal que estamos viviendo.
¿Cómo se expresan en mi vida los signos del Reino? ¿Se realizan en mi familia, Comunidad, en mi parroquia y en mi entorno?
Monasterio de Santo Domingo – Dominicas San Sebastián
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo. Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”. Se dijo: “El que se repudie a su mujer, que le dé acta de repudio.” Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio. También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».
Reflexion del evangelio de hoy
La alternativa de Jesús a la ley
Con el evangelio de hoy nos introducimos en la dinámica de las antítesis, que quieren poner de manifiesto la justicia cristiana frente a la justicia del judaísmo que Jesús combate con la pretensión de dejar muchas cosas obsoletas. El próximo domingo culminará este conjunto, uno de los más difíciles del Sermón de la Montaña. Estamos ante una de las partes más significativas del Sermón de la Montaña, que tiene su correspondencia en el Sermón del Llano de Lucas (6,20-49). Sabemos que Jesús no pronuncia este conjunto así, sino que es una composición de la “escuela judeo-cristiana” con que se designa, a veces, el resultado final de la redacción de nuestro evangelio de Mateo. Son distintas fuentes las que le suministran, pero hay que resaltar muy especialmente la fuente de “dichos” (los logia, del famoso documento o evangelio Q). En el caso que nos ocupa nos encontramos con un material muy específico como son las famosas “antítesis”, de las que en este caso se nos ofrecen cuatro. Estas de hoy no las encontraremos en el texto de Lucas, por lo que se piensa en un material que no podemos identificar. En este evangelio, pues se apunta claramente a la praxis cristiana, tal como lo necesita o lo entiende la misma comunidad mateana, que no puede desprenderse de su “judaísmo”, aunque éste sea ya un judaísmo verdaderamente cristiano.
Todo comienza a ser difícil en nuestro evangelio si no acertamos a leer bien Mt 5,17; con los elementos de que se compone (los verbos “llevar a plenitud” —pléróó— y “anular” —katalvó—; e incluso la significación exacta de “nomos” —ley— y de sus “preceptos”). La discusión es del todo proverbial, inacabada e incluso patológica, tanto en la reforma como en el catolicismo en su confrontación con el mismo judaísmo rabínico. Los comentarios a nuestro texto y contexto nos llevarían muy lejos y debemos renunciar a ello. La distinción de los rabinos entre preceptos leves y preceptos graves no es significativa directamente en la lectura, pero de alguna manera las “antítesis” irán poco a poco subiendo un peldaño hasta la último sobre el amor a los enemigos (Mt 5,43-48) que es lo más radical; no obstante las cinco anteriores son también, en su exigencia, un órdago a la grande. Por ello no es una buena hermenéutica esa distinción entre lo grave y lo menos grave, sino que todo apunta a una propuesta de radicalidad y de exigencia que Mateo asume con decisión para su comunidad judeo-cristiana. Es ahí donde debemos centrar la plenitud de la ley y los profetas. El Sermón de Jesús, para Mateo, es un imperativo y una exigencia, que no queda simplemente en una praxis jurídica, ritual, ni incluso moral, aunque no esté descartado por principio. Esta exigencia se inserta en la historia del pueblo, que es un pueblo que debe ser fiel a Dios, y por ello se habla de “plenitud”. La “Ley y los Profetas” no son simplemente las dos partes esenciales de la Biblia, sino que debemos entenderla como la “historia de Dios con su pueblo” que debe llegar a la plenitud de la justicia y, más concretamente, de la gracia. Las “iotas” y las “tildes” (cosas mínimas) de la Ley no pueden quedar para nosotros en simples exigencias rituales o morales; si fuera así volveríamos a caer en un judaísmo que tendría poco que ver con la alternativa de la misma ética de Jesús, que es la ética revolucionaria del amor y de la gracia. Es decir, para Mateo, las “iotas” y las “tildes”, símbolos de lo pequeño, forman parte de una plenitud que exigía la misma ley que todavía se venera y se asume en la comunidad mateana. Pero se está dando un giro decisivo, porque en la reflexión mateana, ya se sabe que Jesús no se queda simplemente en los preceptos veterotestamentarios. Ni la Torá judía, ni los Profetas, dejan de tener sentido, porque Jesús era un judío y no cambia de Dios ni de exigencias fundamentales frente a la maldad y al sinsentido de la vida y la religión. Es lo que deberíamos entender por encima de todo: la religión de la ley y los profetas llega a su “plenitud” (plerósai) si pensamos y sentimos como Jesús pensó y actuó como profeta de Galilea. Si se nos ocurriera interpretar en sentido fundamentalista que la ley y los profetas tienen vigencia para Jesús en sus pormenores, entonces deberíamos “desleer” el evangelio mismo y la historia de Jesús de Nazaret. Por tanto “plenitud” ética, pero más que eso plenitud en la fidelidad al Dios de la ley y los profetas que Jesús realiza con su vida y su entrega, con su mensaje radical sobre el Reino que ha llegado, o mejor, está ya presente.
Si nos fijamos concretamente en las antítesis, la primera (5, 21-26) nos habla de “matar”, pero en realidad, desde el punto de vista formal, son tres elementos es uno: matar, encolerizarse contra el hermano, adversario-juicio. La radicalidad, pues, se da en que matar a alguien es un infierno. Pero se comienza a matar de muchas formas y de muchas maneras, aunque no nos sea permitido establecer una coordinación de los tres momentos del conjunto. Consideramos, pues, que lo pequeño y lo grande, las iotas y las tildes de la vida, forman un tejido en el comportamiento de la sociedad, que la moral o la religión no pueden desatender. En ese caso, “plenitud” es no hacer real a nadie, ni dejar espacio en nuestro corazón a la ira, ni tener adversarios en tribunales ni a la hora de practicar la religión, porque todo eso nos aparta de las bienaventuranzas que han abierto el Sermón de la Montaña.
La segunda de las antítesis (5,27-30) nos habla del adulterio. Sabemos que este tema tiene su paralelo en Mt 9,43-47 y 18,8s. ¿Es tan importante este propósito como para que forme parte de las antítesis o del Sermón de la montaña? También aquí se concatenan tres elementos formales: adulterio-concupiscencia, el ojo que se escandaliza y la mano. Estamos hablando de algo que afecta al matrimonio y a la familia, como base fundamental de la sociedad y de la sociedad judía. Entre otras razones porque el matrimonio es casi una obligación para un judío y eso que Jesús, con absoluta seguridad, no decidió casarse por dedicar su vida al “anuncio del Reino de Dios”. En una sociedad de relaciones familiares, pues, el adulterio es un atentado a lo más esencial de la familia judía. Cosa que no hubiera sucedido para culturas “polígamas”. ¿Fue eso esencial para Jesús de Nazaret? ¿Es una defensa de la santidad del matrimonio en la escuela de Mateo? Desde la antropología cultural debemos decir que sí, porque la moral tiene mucho de antropología cultural. Por lo mismo la radicalidad debemos aplicarla con el mismo criterio que hemos señalado en “matar”, aunque la diferencia sea abismal para una ética simplemente natural. Se trata pues, de radicalizar algo sagrado en el mundo familiar judío. Pero hay más desde el punto de vista de Jesús: su amor por los pequeños, por la mujer, por los que no cuentan. En la praxis judía, los que habían sido cazados en adulterio podrían ser condenados a muerte por lapidación (cf Dt 12,21-24;Jn 8,lss), pero se encontraban, a veces, razones e interpretaciones para no aplicarlo, quizás porque los varones siempre encuentran sus privilegios. ¿No intentaría Jesús defender a la mujer, casada o no, con esta radicalidad? Podríamos aplicar aquí una hermenéutica en la que se pide que la mujer no sea solamente objeto de deseo, sino persona que es igual que los varones, madre de sus hijos, como lo es el varón padre de sus hijos. Es una radicalidad de mente y de corazón lo que se pide, pues, para el hombre y para la mujer; una radicalidad de relaciones no simplemente sexuales, sino de respeto mutuo, de integración social y religiosa a todos los efectos. Por ello “sacar”, “arrojar, “cortar” ojos y manos no es más que un simbolismo para exigir la purificación del corazón, por la llegada del Reino de Dios, donde el hombre y la mujer se deben amar de verdad más allá de lo erótico.
La tercera antítesis (5,31-32), es sobre el divorcio. Es toda una consecuencia de lo anterior. El tema lo encontramos en el mismo Mt 19,9 (=Mc 10,11) y Lc 16,18. Desde luego que hay diferencias de formulación y no está clara la fuente que ha usado nuestro evangelista, aunque muchos se inclinan por el Documento Q ¿Por qué prohibe esta antítesis que nadie se case con una repudiada? Si la mujer ha obtenido el libelo de repudio se debería entender que está libre. El tema del divorcio de Dt 24,1 viene aquí como regulado o justificado por el caso famoso de la “pomeía” (fornicación=adulterio), aunque algunos autores piensan que el término “parektós” no se debe entender como una excepción, sino en sentido inclusivo (“incluso por fornicación” se debería traducir), pero no es lo más aceptado. Esta antítesis no parece estar en la línea radical de las dos anteriores; ¿Es una concesión de la escuela de Mateo por respeto a la tradición del judaísmo rabínico? El tema ha sido muy discutido, por activa y por pasiva, con planteamientos distintos entre protestantes y católicos. En síntesis, debemos afirmar que la radicalidad existe; que el divorcio no puede quedar como algo trivial, sino que es un atentado contra el amor. Pero el texto nos quiere decir más (salvo la excepción de porneía): el divorcio no es permitido porque es un atentado a la mujer, ya que las escuelas rabínicas dejaban claro su pretensión de que el hombre era quien tenía el privilegio del acta de divorcio. Aunque está formulado de forma un tanto jurídica, la exigencia de exponer a un varón al adulterio por casarse con una mujer repudiada está en la línea radical de cómo han sido construidas las antítesis. En todo caso, en ésta se da una crítica contra el derecho de divorcio porque el divorcio es romper el amor familiar. Pero si nos fijamos bien, no es la mujer la causante de adulterio, sino el hombre que repudia y el hombre que se casa con una repudiada. Son los varones los que han hecho la ley de Dt 24,1 en su favor y por eso el Sermón no acepta esa ruptura del amor familiar de los fuertes en contra de la voluntad de Dios. Pero si nos atreviéramos a darle un sentido concreto, aunque no inclusivo, al término “porneía”, entendido como una imposibilidad de seguir manteniendo el matrimonio cuando es un “infierno de desamor”, entonces seguiríamos la excepción de la escuela de Mateo y podríamos, incluso, defender que la porneía puede ser “el maltrato” a uno de los cónyuges, o a los hijos. Eso no contradice, creo, el pensamiento de Jesús según tenemos en Mc 19,11 y Lc 16,18. El pensamiento de Jesús o de la comunidad cristiana primitiva era: el divorcio, el repudio de la mujer, es un atentado contra el amor verdadero que no puede sostenerse ni siquiera en el precepto de la Torá de Dt 24,1, porque ese precepto va en contra del amor matrimonial en el que el varón (el fuerte) despide y degrada al débil (la mujer). Jesús no acepta esa ley de los fuertes frente a los débiles. No es posible decir más al respecto, siendo un tema tan definido y de influencias tan señalas en las distintas confesiones cristianas; cada matrimonio cristiano debe leer esta antítesis y las consecuencias pertinentes desde su conciencia personal y familiar.
La cuarta antítesis nos habla del juramento (5,33-37). Debemos reconocer que se trata de un texto espinoso y sorprendente hasta el punto de que el análisis literario distingue entre elementos secundarios y añadidos de la redacción mateana. Simplificando se podría entender que jurar en falso no es propio de los seguidores de Jesús. Encontramos un texto sobre ello en St 5,12. No se debe jurar, ni por Dios, ni por los hombres, ni por uno mismo, ni en nombre de lo más sagrado ¿Por qué? Porque no se jura para apoyar nuestra verdad o para reafirmar nuestra mentira o nuestra maldad. La verdad o la mentira resplandecen por sí solas. Es verdad que se quiere subrayar que la justicia cristiana no puede estar engolfada en la mentira. Pero como la antítesis tiene varios circunloquios respecto a Dios (el cielo y el templo como presencia de Dios), lo que se condena es apoyar la mentira en Dios. Es una antítesis por la que se intenta poner de manifiesto que Jesús exige la veracidad humana, pero va mucho más allá. Con ello se quiere poner en evidencia una costumbre muy extendida en la antigüedad sobre el juramento, especialmente ante tribunales. Pero en realidad esto debe entenderse como un “no” absoluto a la mentira con la cual se construye en este mundo el poder, la fama, la riqueza, el honor… La radicalidad de esta antítesis, desde luego, llega a rozar lo irreal, porque eso llevaría consigo no confiar en la palabra de inocencia en muchos casos de la vida. Es verdad. Muchas personas no tienen más que su palabra para proclamar su inocencia ante la sociedad y la ley, y no les quedaría más que apoyarse en su Dios para fundamentar su verdad. Pero podríamos entender que lo que la antítesis enseña es que le basta al ser humano su verdad, porque la verdad es el juramento mismo de su inocencia. Se entiende que por muy compleja que haya sido la praxis de esto en la comunidad primitiva y el que un precepto como este se exprese de esta manera para formar parte de las antítesis o programa del “reino” predicado por Jesús, se resuelve en la misma vida de Jesús de Nazaret que no tuvo que jurar ni por el cielo ni por la tierra. Este sería el derecho del reino de Dios que se enraíza en la verdad y no en la mentira del mundo. Y por ello, abusar del juramento podría estar en contra del planteamiento liberador de Jesús en su proclamación del reino.
Entre las muchas posibilidades de puntos diferentes de las antítesis y entre las posibles interpretaciones que tenemos, debemos señalar que existe un planteamiento bien determinado: “si vuestra justicia no es más grande que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Es toda una provocación, porque no se trata de una justicia más complicada en preceptos y en exigencias, sino cabalmente más perfecta en cuanto a que sea más simple, generosa y entregada. Lo más perfecto no es aquello que cumple los requisitos legales pormenorizadamente, sino lo que renueva verdaderamente la vida, la felicidad. Precisamente, en el caso del evangelio de hoy, lo que va más allá de la ley es lo que supera todo tipo de venganza, odio o el desamor; se propone la justicia que emana de unas nuevas relaciones entre Dios y el hombre, y de ahí de los hombres entre ellos mismos. Esa es la propuesta catequética de Mateo a su comunidad, en la que se intuye, claramente, que no se pueden justificar actitudes porque estén legalizadas. Sucede, a veces, que lo que está legalizado es injusto. Y contra ello está la justicia del Reino.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7,14-23
En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre». Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: «¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina». (Con esto declaraba puros todos los alimentos). Y siguió: «Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».
Reflexión del Evangelio de hoy
Dios modeló al hombre…, sopló en su nariz y se convirtió en un ser vivo
En la 1ª lectura continuamos con el libro del Gn .Nos encontramos ante la segunda narración de la creación. Es una narración más antigua que la que leemos en el primer capítulo. No comienza expresando la creación del universo, sino la creación del ser humano y del hábitat que le entrega donde vivir.
El relato que el autor describe es una creación donde no había plantas ni hierba ni lluvia – y donde “ni había hombre para que labrase la tierra” (v. 5). No obstante, describe un tipo de paraíso donde “subía de la tierra un vapor, que regaba toda la faz de la tierra” (v. 6). Yahvé modeló el cuerpo de Adán. Según este relato, lo hizo de la arcilla de la tierra. Aquí nos habla de Dios como de un alfarero que se pone a formar del polvo de la tierra a un hombre. Todo lo hace él: los manantiales, las plantas, los árboles… pero con especial cariño y detención hace el cuerpo humano.El texto, hace hincapié en el hecho de que Dios, por medio del agua, da vida a la tierra; y a través de su aliento, da la vida al hombre Es la forma cercana de decirnos que Dios para hacer al hombre se deshace en atenciones y el hombre se convierte así, en un ser vivo.
Mirémonos con atención. Contemplémonos. Somos obras únicas, no hay otro igual a ti en todo el universo. Puede haber personas que se parecen a ti, pero al final tú eres diferente. Eres especial. Dios te ha creado y te ha dado la vida de una manera especial, y esto, con cada ser humano.
Dios construyó un jardín, y en medio de él colocó al hombre que había formado. También en medio del jardín planto el árbol del “conocimiento del bien y del mal.El Edén es un paraíso porque tiene agua abundante y todo puede crecer en él, pero Dios no pretende que el hombre disfrute de él como a veces nos imaginamos. “Ser un lugar donde el hombre puede comer fruta y disfrutar sin hacer ningún esfuerzo”. El hombre puede disponer a su gusto de los frutos de todos los árboles, Dios le entrega TODO, excepto uno: el árbol del bien y del mal, de éste, no debe comer.
En el diseño original, Dios asigna trabajo al hombre, éste ha de labrar y cuidar el huerto, le asigna responsabilidades. Labrar y cuidar el huerto pueden ser actividades agradables. Creo que así las pensó Dios para el ser humano. El trabajo se hará desagradable solo después de que aparezca el pecado, es decir cuando Adán desobedeció el mandato divino.
Nada de lo que entra en el hombre puede mancharlo
Hoy Jesús en el evangelio de Mc nos enseña que todo lo que Dios ha hecho es bueno. Es, más bien, nuestra intención no recta la que puede contaminar lo que hacemos. Esta enseñanza de Jesús desconcierta no solo a la gente que le busca sino hasta a los mismos discípulos que una vez más le preguntan “sobre el sentido de la comparación” que ha expresado ante la gente. Jesús aprovecha esta ocasión para colocar los firmes cimientos y principios en los cuales se debe asentar la auténtica moralidad.
Jesús se ha encarado con los fariseos por la forma legalista con la que actúan e imponen a todos sus prescripciones, llegando a matar el espíritu de la ley. A Jesús le importa la gente, ve que la ley de los fariseos les está encadenando, impidiendo de vivir la verdadera libertad de los hijos de Dios. Jesús les dice que lo importante no es mantener la “pureza legal” ajustándose escrupulosamente a la letra de la ley en lo referente aquí a los alimentos y su preparación. Es más: No hay por qué pensar que hay unos alimentos más “puros” que otros; todos vienen de la mano de Dios y están, por disposición suya, al servicio del ser humano.
Jesús llama la atención sobre lo que procede del interior, lo que se genera en el corazón humano. Ahí es donde reside la fuente de nuestros actos: los buenos y los malos.
Por eso, Jesús nos dice: “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre” (Mc 7,15). La experiencia de la ofensa a Dios es una realidad. No necesitamos ser lumbreras para constatarlo. Con facilidad descubrimos esa huella profunda del mal en nosotros y en nuestro mundo esclavizado por el pecado. La misión que Jesús encargó a sus discípulos y nos sigue encargando hoy, es limpiar confiando en su gracia todo lo que contamina los corazones y esclaviza nuestro mundo. Sólo nuestra voluntad puede estropear el plan divino, vivamos vigilantes para que no sea así. Podemos hacer grandes cosas si nos damos cuenta de que cada uno de nuestros actos humanos se transforma unidos al querer de Dios.
Jesús hace aquí mención solamente a la fuente de nuestros actos malos. Nosotros también sabemos que en el corazón del ser humano anida todo lo bueno que somos capaces de hacer para que el Reino de Dios siga creciendo en nuestro mundo. Practiquemos esta invitación como comunidad cristiana.
Hna. Virgilia León Garrido O.P. Congregación Romana de Santo Domingo
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7,1-13
En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron: «Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?». Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres». Y añadió: «Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».
Reflexión del Evangelio de hoy
Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno
La historia de la Creación que nos cuenta el Génesis, además de ser un relato ordenado en el que Dios va creando una cosa detrás de otra, también trasluce el modo cómo Dios hace las cosas, no a la ligera y dejándolas a medio, sino que después de terminar su obra la contempla y viendo que es buena, prosigue. En otro lugar de la Escritura podemos leer refiriéndose a la persona de Jesús, el Hijo Dios: “todo lo ha hecho bien”. De dónde deducimos que de Dios procede el bien y la bondad de las cosas, salidas de sus manos como buenas.
En este relato llama la atención que cuando Dios crea al hombre su exclamación tiene un plus: “Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno”. El hombre, a diferencia de las otras criaturas, ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, por eso no sólo es bueno, sino muy bueno. Como leemos en el salmo responsorial, en referencia al hombre: “lo hiciste poco inferior a los ángeles”.
Esta bondad original del hombre y de la creación, contrasta mucho con todo lo que sucede a nuestro alrededor. Guerras, violencia, catástrofes naturales… ¿qué nos está pasando? Son muchos los factores que influyen, imposible enumerarlos. Pero me gustaría llamar la atención sobre un aspecto.
El hombre, nos dice el Génesis, creado a imagen y semejanza de Dios. La imagen es como el “sello de pertenencia” y la semejanza es “el sello de calidad”. ¿Qué quiero decir? pues que la imagen de Dios está en nosotros siempre, pero la semejanza es tarea nuestra. Si somos fieles a la gracia, nos vamos asemejando cada vez más a Dios, nos vamos deificando, y eso se va a notar en nuestro obrar. Llenaremos el mundo de bien y de bondad, porque nuestra vida estará unida a Dios.
Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí
Jesús tiene claro cual es su misión: ha sido enviado para librar al hombre de la esclavitud del pecado. Se mensaje es conciso, para que nadie se llame a engaño.
Si hay algo que no le gusta es la hipocresía, la doblez de corazón, la incoherencia de vida, la falta de autenticidad… todo esto se puede esconder debajo de un profundo discurso espiritual o en un aferrarse a normas y tradiciones, dejando de un lado lo importante. Cada uno que revise su vida con sinceridad, y vea en qué debe cambiar.
En el Evangelio Jesús reprocha a los fariseos su hipocresía: honra a Dios con los labios, pero su corazón está lejos. Hoy Jesús podría denunciar también la hipocresía que en la que viven muchos cristianos, pero a la inversa, honran a Dios en el corazón, pero con los labios lo niegan. Muchas veces los cristianos no se muestran como tal en sus ambientes de trabajo o estudio por miedo a ser rechazados o a que se burlen de ellos. Pueden llegar incluso a mofarse de algunas cosas de la fe para no ser señalados como retrógrados. Sufren en su interior pero no son valientes para ser fieles a su misión de dar testimonio de Cristo con su vida y su palabra donde se encuentren,
Pidamos al Señor la gracia de no acobardarnos. Sabemos que “quién pierde su vida la encontrará”, ánimo salgamos a la calle a anunciar el Evangelio. No nos quedemos en la sacristía.