Evangelio del día

Evangelio del miércoles 10 de mayo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Reflexión del Evangelio de hoy

Se reunieron los apóstoles y los ancianos

Los apóstoles comienzan a proclamar la Buena Noticia de Jesús. El capítulo anterior de Hechos nos presenta a Pablo y a Bernabé recorriendo varias ciudades proclamando el evangelio. Muchos han creído en su mensaje y están contentos, aunque Pablo haya padecido alguna situación de rechazo y oposición.

El capítulo 15 se inicia situando a Pablo y Bernabé en Antioquia, tras su primer viaje misionero. Dejamos algunas dificultades que encuentran los exégetas en la narración de los hechos, y nos centramos en lo que va a ser, la primera dificultad y controversia fuerte en la Iglesia El cristianismo había surgido en un contexto judío, Jesús, que era judío, tuvo grandes enfrentamientos por la forma de vivir e interpretar la ley. Pablo y Bernabé llegan contentos de la aceptación de la fe por pare de los gentiles, pero “los creyentes de toda la vida” exigen que, para pasar al cristianismo, han de circuncidarse y acoger la ley de Moisés.

El conflicto aparece pronto ¿debían esperar que los creyentes gentiles se convirtieran al judaísmo o no?   

Pablo y Bernabé van a Jerusalén a reunirse con el resto de los apóstoles para resolver entre ellos la forma de proceder. Pablo relata todo lo acontecido y la buena acogida que ha tenido el mensaje de Jesús entre los gentiles. Pero sigue la oposición y la exigencia de una parte de los judíos a aceptar primero el judaísmo.

No será el último conflicto que surge en la Iglesia por formas diferentes de interpretar algunas cuestiones relativas a la fe que nos transmitieron los apóstoles. Aquí en el texto se nos muestra un proceso importante que siguieron los apóstoles en la búsqueda de la verdad que dio lugar al primer concilio de Jerusalén. Y este modo de proceder no sólo es válido para los conflictos que se generaron en la Iglesia a lo largo de los siglos, es válido también para los distintos conflictos que se dan en la sociedad, en la familia, por formas diferentes de entender determinadas cuestiones.

Pablo y Bernabé van a Jerusalén para confrontar su experiencia  con la de los apóstoles y presbíteros, confrontan la experiencia que cada uno ha tenido a lo largo de su trayectoria, con las palabras de Jesús. Escuchan debaten, buscan, oran, disciernen entre todos, abiertos su mente y el corazón a lo que inspira el Espíritu, por dónde quiere conducir a la naciente Iglesia.

Y todos aceptan la conclusión: La salvación la ofrece Dios, por medio de Jesús, a todos los hombres, sean de la condición que sean y de su lugar de origen.

Es la Iglesia universal que todos conocemos y vivimos, de ahí la importancia y gratitud que surge de nosotros al leer este texto.

Ser cristiano exige hoy una experiencia vital de Jesucristo

Hace aproximadamente un mes nos sumergíamos en la profundidad espiritual y humana que encierra el misterio de la muerte y resurrección de Jesús que siente miedo, tristeza, abandono de los suyos, confianza en el Padre. Dando un salto en el tiempo, en este 5ª domingo de Pascua nos situamos en un texto que retrocede a “vísperas de su muerte”.

Jesús, en este contexto de despedida de los suyos, ante la proximidad de su muerte, quiere hacerles conscientes de la responsabilidad de su misión,y de las actitudes que han de tener, como discípulos de Jesús cuando El ya no esté presente.

Y recurre a una imagen sencilla conocida por todos, la viña, que ya ha sido utilizada en el Antiguo Testamento y que expresa bellamente el profeta Isaías en Is 5,1-2.

La viña a la que se refiere Isaías es el pueblo de Israel. Jesús, al afirmar “Yo soy la vid verdadera” indica que es la vinculación a Él la que le confiere pertenecer al nuevo pueblo escogido, no lo es por la pertenencia a una raza, cultura o lugar de nacimiento. Y el Padre, como experto labrador, cuida para que esa vid produzca frutos abundantes y verdaderos.

(Es parte del conflicto que surge en la primitiva Iglesia y que se describe en el pasaje de Hechos comentado. Nos cerramos a lo nuestro, lo de siempre o nos abrimos a otras posibilidades de crecer en la fe.)

Hoy nos disponemos a escuchar y recibir en lo profundo de nuestro corazón, las palabras del evangelio, como lo hicieron los Apóstoles entonces. Sentados a la mesa de la Palabra, de la Eucaristía, hacemos nuestra la advertencia de Jesús, “sin Mí no podéis hacer nada”

Llamada a repensar cómo es mi vivencia de la fe cristiana. Momento para escuchar la llamada de atención de Jesús a los cristianos hoy. No podemos reducir la fe sólo al conjunto de creencias y prácticas religiosas, ni tan siquiera a actos de solidaridad, aunque también, sin una experiencia interior y vital de Él, de la persona de Jesús.

Dejar que la savia de Dios Amor, vaya entrando y animando nuestra vida cristiana, para dar los frutos que toda vid produce y que es nuestra misión y la de nuestras comunidades, hacer posible el Reino querido por Jesús, con los pequeños gestos en nuestra vida cotidiana y con las posibilidades que a cada uno la vida le ofrece. Y nos recuerda Jesús “sin Mí no podéis hacer nada”

Agradecemos, una vez más, que, como buen pedagogo, sale a nuestro encuentro para indicarnos y animarnos en nuestra vida de creyentes. Sacarnos de nuestra mediocridad en muchas ocasiones para reafirmarnos en el compromiso que requiere la radicalidad del Evangelio. Y repite una palabra que hoy casi puede resultar en desuso permanecer, permanecer vinculados a Él, no hasta que dure, como muchos de nuestros contemporáneos afirman, sino permanecer en Él.

Hoy, nos dicen teólogos y creyentes, es fundamental no sólo saber de Dios, sino tener sabor de Dios, y la actitud contemplativa, tan enraizada en el carisma dominicano, nos ayudará a sabernos sarmientos fecundos regados por la savia del Amor del Padre y en comunión profunda con Jesús.

¿Cómo cultivamos en nuestra vida la relación con Jesús?

Es un camino que no se tiene ya hecho, sino que se transita por él y se va haciendo poco a poco. Para eso, Señor ¡contamos contigo!

Hna. Mariví Sánchez Urrutia
Congregación de Dominicas de La Anunciata

Evangelio del día

Evangelio del martes 2 de mayo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 22-30

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
«¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
«Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Reflexión del Evangelio de hoy

La mano de Dios estaba con ellos

En la primera lectura vemos cómo los primeros cristianos se van a otras ciudades a predicar el Evangelio. Cabe resaltar la obra de Dios en medio de los apóstoles, “como la mano de Dios estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor”.El Señor es quien abre el corazón y el oído de los que no conocen la Buena Noticia para acoger a Cristo. La acción de la Gracia de Dios es lo que a los primeros cristianos y también a nosotros hoy, nos impulsa a anunciar a Cristo y lo que hace que los demás se acerquen al Señor.

Esto no puede sino producir auténtica alegría como le pasó a Bernabé: “se alegró mucho”.Y es que el anuncio y la acogida del Evangelio trae consigo una alegría que no pasa, una alegría que resucita y saca del abismo al que ha caído en la desesperanza o en el sin sentido de la vida. Bernabé “exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño”,esta es la clave para que los cristianos podamos llevar la Buena Noticia a todos, estar unidos al Señor con todo empeño porque es desde esta experiencia relacional con Dios como podemos hablar de la vida eterna, del paso del Señor por nuestra vida. Podemos ver que el anuncio de la Palabra nunca se hace de manera aislada, es con los hermanos como podemos mostrar al mundo el amor de Cristo. Como dice el salmista en el salmo de hoy “El Altísimo en persona la ha fundado”, es decir, es Dios quien funda su Iglesia, es Dios quien capacita a los apóstoles para ir y anunciar a Cristo, por eso, hemos de fiarnos de Él, de su acción misericordiosa sobre cada uno de nosotros, esto es lo que nos hace verdaderamente hijos de Dios.

Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco

En el Evangelio vemos cómo los judíos estaban ansiosos por saber si Jesús era el Mesías, el que ellos esperaban. Por eso, le piden a Jesús: “dínoslo francamente”,sin embargo, aunque Jesús lo repita una y otra vez, los judíos no lo creen, porque ellos esperaban un Mesías acorde a sus pensamientos, un Mesías lleno de poder, guerrero, dispuesto a la lucha…pero Cristo se presenta como el Buen Pastor. Y un pastor no usa las armas para defender su rebaño, no utiliza la violencia para manifestar su poder.

Un Buen Pastor es aquél que conoce bien a sus ovejas y porque éstas le conocen, lo siguen y le aman. Jesús actúa siempre en nombre del Padre, sabe que todo es obra de Aquél que lo ha a enviado, y que Él ha venido al mundo para salvar su rebaño atrayéndolos de nuevo a Dios, a sanar las heridas y buscar a las perdidas. Jesús asegura que quien le sigue tendrá la vida eterna y que nunca será arrebatado de su lado, esto es una gran alegría para nosotros, que seguimos al Señor. Tantas veces nos confundimos y pensamos que hemos de ser perfectos y buenos para ganar la vida eterna, ¡nada de eso! Jesús ya nos ha regalado el Cielo, nosotros sólo hemos de escuchar su voz y seguirle.

Las cosas del mundo, el pecado, los ruidos sordos de una sociedad alejada de Dios, nos pueden impedir escuchar bien la voz de este Buen Pastor, pero no hemos de tener miedo, basta con que tengamos el corazón dispuesto y el oído abierto a su Palabra, como hemos visto en la primera lectura con los primeros cristianos, basta que dejemos a Jesús limpiar nuestro barro, que sana y venda nuestras heridas para hacernos felices y saber que la vida eterna, el Cielo, no es algo lejano o abierto sólo para algunos. Hoy Jesús viene a ti, a rescatarte y llevarte de nuevo al redil, no temas. Hoy empieza el Cielo para ti.

Sor Mihaela María Rodríguez Vera O.P.
Monasterio de Santa Ana de Murcia


Evangelio del día

Evangelio del lunes 1 de mayo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Reflexión del Evangelio de hoy

También a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la vida

Hoy, los cristianos de 2023, tenemos claro que Jesús vino a traernos su evangelio y su salvación a toda la humanidad. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”. Pero esta postura no estaba nada clara en la iglesia naciente del primer siglo. Algunos cristianos convertidos del judaísmo pensaban que Jesús y su evangelio no estaban destinados a los gentiles y que ciertas prácticas de los gentiles, principalmente en lo que se refería a la comida de carne de ciertos animales, no podían ser admitidas en la primitiva religión cristiana. Todo el relato de esta primera lectura, donde Pedro aparece como protagonista, nos indica lo contrario: “Lo que Dios ha declarado puro, no lo llames tú profano”. “En cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo… Pues si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?

Sabemos que el criterio fundamental para ser cristiano, de cualquier época, es aceptar a Jesús y su evangelio. Desde ahí, podemos y debemos aceptar ciertas realidades de otras religiones y rechazar otras. 

Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante

En la alegoría que nos presenta el evangelio de hoy, Jesús se declara la puerta del aprisco de las ovejas y, al mismo tiempo, pastor de ellas. En un principio, sus oyentes no entendieron bien a Jesús: “qué era lo que les hablaba”. Por lo que tuvo que insistirles de nuevo. “Yo soy la puerta: el que por mí entrare se salvará, y entrará y saldrá y hallará pasto”. Siendo sus ovejas tenemos que entrar por la puerta que es Jesús, tenemos que oír, aceptar y vivir sus palabras, la única manera de obtener la salvación que nos brinda.

Jesús es también el buen pastor de las ovejas, y, porque son suyas, las cuida de sus enemigos, de los lobos que las pueden atacar. Las conoce y llama a cada una por su nombre y las “ovejas le siguen, porque conocen su voz”, y van detrás de él para “tener viva y vida abundante”. Para esto vino Jesús hasta nosotros.    

Una de las labores de todos los cristianos, y no solo los de la jerarquía, los oficialmente pastores, en relación con las personas que entren en contacto con nosotros, no es que se queden con nosotros, con nuestra persona… lo nuestro es llevarlas siempre al verdadero y buen Pastor, Cristo Jesús, para que oigan su voz y les de la vida que él solo puede darles.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

Evangelio del dia

Evangelio del domingo 30 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco

 El Pastor auténtico da la vida por sus ovejas 

Celebramos el IV domingo de pascua en el que Jesús se nos presenta como el Pastor verdadero, bello y auténtico, dueño del rebaño que Él ama y por el cual se interesa. Jesús da su vida por nosotros; nos llama a cada uno por nuestro nombre y nos acompaña por las sendas que conducen a la felicidad.

En el IV domingo de pascua la liturgia pone el acento en Jesús resucitado, el Maestro y el Pastor bueno, que manifiesta el camino que nos lleva a la verdadera Vida. Se trata el camino del amor, del servicio, del cuidado de los más débiles, de la compasión, de la misericordia. Estamos invitados a vivir como comunidad cristiana reproduciendo su Evangelio en cada una de nuestras vidas para transparentarlo a través de nuestra entrega y servicio generoso. El proyecto es para todos los seguidores de Jesús; cada uno desde nuestra propia situación, estilo de vida y  contexto en que nos encontramos.

Fray Felipe Santiago Lugen Olmedo O.P.
Casa de Nuestra Señora del Rosario – Montevideo (Uruguay)

Evangelio del día

Evangelio del viernes 28 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Reflexión del Evangelio de hoy

“El amor que nos cambia”

Saulo de Tarso, al que luego conoceremos como San Pablo. El zote de los primeros cristianos, el terror de aquella Iglesia incipiente. En plena persecución el mismo Jesús va a su encuentro, le busca, le llama. Y de ese encuentro surge su conversión, la transformación de su corazón y pasará de perseguidor a predicador de la Palabra hasta el martirio final por su fidelidad a Cristo, constituyéndose en uno de los pilares de la Iglesia junto a San Pedro.

Así hace las cosas Dios, así es de imprevisible para nuestros ojos: Irrumpe en nuestras vidas, nos busca y si nosotros somos capaces de escucharle, nos transforma para siempre. Estoy seguro de que San Pablo jamás pudo pensar, cuando iba camino de Damasco, que terminaría al servicio del Señor, dando aliento a los que perseguía con tanta pasión, ayudando a propagar la figura de Jesús. Tras tres días de ceguera (tres días estuvo Cristo en el sepulcro) y, supongo, que de meditar lo que había vivido, se bautiza y todo el odio, todo el rencor se transforma en amor. Así cambia Cristo a los que se encuentran con Él.

En este tiempo de Pascua ¿Me he encontrado con Jesús? ¿He sido capaz de escuchar su llamada? Sí es así no dudaré en anunciar su Resurrección a todo el que me rodea, el gozo de la vida, el regalo de ser hijos de Dios por Cristo Jesús. Tenemos que dejarnos transformar por Dios, ir a su encuentro, poner nuestro corazón a su disposición y entregarnos a su amor como hizo el joven Saulo de Tarso.

“El que come este pan vivirá para siempre”

Los judíos no podían entender a Jesús cuando les habla de comer su carne y beber su sangre. Los romanos pensaban que los cristianos eran poco menos que caníbales. Estas palabras de Cristo quedarán desveladas en la cena de la Pascua. El milagro cotidiano de la Eucaristía, de la presencia real del Hijo de Dios en el pan y el vino sacramental es el mejor regalo que se nos ha hecho. Nuestro Dios es un Dios vivo y su presencia en el sagrario la prueba palpable de que está entre nosotros como prometió.

Cristo vino a cambiarlo todo, a transformar el mundo, hasta la misma muerte. Y estas palabras en la sinagoga lo subrayan: “El que come mi carne y bebe mi sangre vivirá para siempre” La muerte es vencida por Jesús que de esta manera nos abre las puertas a la vida eterna. Este misterio no es fácil de entender, por eso Santo Tomás de Aquino dirá en el “Tantum ergo”: “La Fe reemplace la incapacidad de los sentidos” Nuestra Fe se basa en la resurrección de Jesús, en la Vida, y en la presencia de su cuerpo y su sangre en el Santísimo Sacramento.

Nosotros comemos de ese pan y bebemos de ese vino que nos da la vida eterna, tal y como Él lo proclama en este pasaje del Evangelio. Por eso es tan importante para el cristiano participar de la Eucaristía, frecuentar los sacramentos, estar en comunión con Cristo y su Iglesia. Este pan es el que nos da la vida, la fortaleza, el ánimo para seguir adelante. Es el pan bajado del cielo para alimentar nuestra alma y prepararla para la vida eterna. Es la manera en la que nos encontramos con Cristo todos los días.

D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro


Evangelio del dia

Evangelio del domingo 16 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Evangelio del día

Evangelio del jueves 13 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Reflexión del Evangelio de hoy

Convertíos y bautizaos

Pedro, al ver la buena disposición de la gente, aprovecha para dirigirles una nueva catequesis. Sus oyentes son judíos y argumenta a partir del AT. de los anuncios de Moisés y los profetas. Los discursos-­predicaciones de Pedro ayudan a leer la historia como Historia de Salvación, que culmina en Cristo, y, después de la venida del Espíritu, en la constitución de la comunidad mesiánica reunida en torno al Señor.

Pedro interpela con lenguaje muy directo a los judíos: «al que vosotros entregasteis y rechazasteis… matasteis al autor de la vida». ¡Qué contraste: han indultado a un asesino y han asesinado al autor de la vida! Aunque trata de disculparles: «sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo».

Pedro, que ha madurado claramente en su fe, afirma ahora lo que nunca había entendido bien: que el Mesías tenía que pasar por la muerte y la cruz. Ahora ya sabe que «el Mesías tenía que padecer». Pedro anuncia que a través de la resurrección Jesús se ha convertido en salvador de todos y por tanto todos tenemos que convertirnos a él: «Dios resucitó a su siervo y os lo envía para que os traiga la bendición si os apartáis de vuestros pecados».

Buena evangelización, la de Pedro. Valiente, centrada, y adecuada a sus oyentes.

Convenía que muriera y resucitara

Jesús “se aparece” a los discípulos reunidos en comunidad,pero siempre en función de la comunidad. Con su presen­cia comunica paz (“paz a vosotros“) y confía una misión: “Seréis mis testigos“.

Generalmente decimos que Jesús “se apareció” a los discípulos, No se trata propiamente de una “aparición” como si un fantasma llegara de pronto ante el estupor de los presentes. Es, más bien, descubrir por parte nuestra la presen­cia permanente de Cristo allí donde estamos reunidos en comunidad. A cada hermano lo podemos ver, tomar de la mano, descubrirlo cerca de nosotros, darle el saludo de la paz, preguntarle qué necesita, darle de comer, compartir su alegría o su tristeza… Pues en esos gestos tan normales y humanos reconocemos la presencia de “nuestro” Señor.

Cada Eucaristía ha de ser una “aparición” del Resucitado, una experiencia de encuentro de él con nuestra comunidad, con cada uno de nosotros. Después de haberle reconocido con los ojos de la fe, en la fuerza de la Palabra y en la fracción del Pan, hemos de salir a ser sus testigos con nuestro compromiso ejemplar. Todos los que se encuentran de verdad con el Señor, salen radiantes del encuentro, irradian bondad, se entregan, de modo que los demás descubren en ellos algo extraño.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
Casa Ntra.Sra. de los Ángeles (Vitoria)


Evangelio del día

Evangelio del miércoles 12 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35

Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana la sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Qué tengo?

Me surge una primera reflexión  al fijarme en el texto de esta primera lectura: “Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración”. Y es la constatación, una vez más, de que los cristianos de las primeras comunidades  iban juntos, no solos, a participar de la oración y, a la vez, juntos transmitían el mensaje de Jesús al encontrarse con alguien que estaba necesitado de ayuda.

 Ellos dos “fijando en él los ojos” le dicen que los mire. Y le dan lo que tienen: el mensaje de liberación de Jesús.

Jesús nuestro referente y modelo: El Maestro de la Mirada. Él nos amó primero porque nos miró primero, sacando lo mejor de nosotras. De Él hemos aprendido –y no lo podemos olvidar – que debemos mirar a toda persona que nos encontremos, con mirada que recupera, que recoge  miradas perdidas, despistadas, o derrotadas.

Tampoco nosotras tenemos dinero para alimentar a tantos; ni casa y calor para acoger a tantos otros, ni influencia con los poderosos para hacerles parar las guerras,  cambiar el orden establecido y humanizar el mundo. Pero lo que tenemos se lo damos: una mirada sin miedo, sin ira, sin vergüenza y sin prisas. Una mirada que les lleve cariño, respeto, ternura, solidaridad y justicia. Una mirada que les devuelva la dignidad de hijos de Dios.

Entonces, como Pedro y Juan, les habremos dado a nuestros hermanos lo que tenemos. Y se levantarán, se animarán, lucharán…  y el Reino irá creciendo.

Volver a la Comunidad

Dos discípulos de Jesús salen de Jerusalén donde estaba  el resto. Y caminan desanimados hacia Emaús. No habían entendido casi nada de los últimos acontecimientos. No habían creído a las mujeres lo que contaban:  que Jesús había resucitado y ellas lo habían visto.

Ya les había parecido un escándalo la muerte de Jesús en la Cruz, y discutían entre ellos lo poco claro había sido aquello de la Resurrección. Jesús se une a ellos en el camino pero ellos no lo ven. Solo después de un rato de escucharle, de compartir juntos el camino y  la comida  se les abren los ojos. Ven con otra mirada.

También nosotras, con frecuencia, hacemos nuestro camino de la vida decepcionadas, cargadas de preocupaciones, desanimadas, con poca esperanza, valorando muy poco lo que la Buena Noticia de Jesús cala en nosotras y en los demás… y ,como en ellos, nuestros ojos no están atentos a quien camina a nuestro lado. Las prisas de cada día y las preocupaciones nos absorben. No vemos. Nos separamos de la comunidad.

Transformar la mirada para ver más adentro y más allá de lo acostumbrado. Eso requiere entrenamiento. Requiere leer y entender el evangelio en compañía de quienes pueden abrirnos los ojos del entendimiento. Requiere capacidad de escucha a tanto peregrino que pasa por nuestras vidas. Requiere tomar parte en las Eucaristías haciendo que éstas sean ese momento de encuentro, de partir el pan, de compartir vida, ilusiones, esperanzas, sufrimientos y alimentos.

Ellos volvieron a Jerusalén, a la comunidad. Y nosotras siempre debemos volver a la comunidad: para animarnos y animar, para dar y recibir, para crecer y ayudar a que otros vivan.

Hna. Mari Cruz OP
Dominica de la Anunciata


Evangelio del día

Evangelio del martes 11 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».

Reflexión del Evangelio de hoy

Estas palabras les traspasaron el corazón             

Pedro inaugura en este discurso la apologética cristiana, y en él podemos ver el esquema de lo que habría de constituir la predicación o kerigma.

Pues bien, tal y como deduce San Pedro, la conclusión se impone: con el milagro de su gloriosa resurrección, Jesús de Nazaret ha demostrado que él, y no David, es el Señor.

«Cercana ya su pasión, Jesús, tomando la palabra decía mientras enseñaba en el Templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? El mismo David le llama Señor; ¿cómo puede ser hijo suyo?, refriéndose al salmo110.

Entre los primitivos cristianos llegó a adquirir tal preponderancia este título de Señorreferido a Cristo, que San Pablo nos dirá en Rom 10,9 y I Cor 8, 5-6; 12,3 que confesar que Jesús es el «Señor» constituía la esencia de la profesión cristiana.

Estas palabras de Pedro pronunciadas con la fuerza de aquella poderosa vivencia de su muerte, experiencia tan dura que los hizo huir, que los puso al borde del abismo, del todo lo vivido no ha sido nada, hasta el sobresalto inexplicable del primer día: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado se ha aparecido a Simón!».

Pero les recuerda que fueron ellos, quienes gritaron ante Pilato su muerte: «al mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios lo constituido Señor y Mesías»

La Palabra del Señor es salvadora. La única poderosa fuerza, misteriosa fuerza, que traspasa el corazón del hombre y le tomar conciencia de su pecado y poder preguntar: «¿Qué tenemos que hacer hermanos?»

En el corazón del hombre es donde se juega todo: el sí a Dios, y la docilidad a la gracia. A los bien dispuestos Pedro les aconseja el «arrepentimiento, el bautizaos todos para que se os perdonen los pecados y recibiréis el Espíritu Santo.»

La apertura del corazón a Dios abre unas inmensas expectativas, un camino nuevo, ahora empiezo a conocer a Dios. Nueva relación filial con Dios.

Pedro proclama abiertamente la universalidad, el Espíritu será derramado sobre toda carne. (Joel 3, 1)

El misterio pascual se abre poderoso e imbatible en la historia humana, y es para todo hombre que crea.

La misericordia del Señor llena la tierra

La belleza inagotable del salmo fortalece nuestro corazón ante su Palabra, sus acciones, su misericordia que llena la tierra. Sus ojos están atentos, puestos en sus fieles para colmarnos de su misericordia, librarnos de la muerte y saciarnos en tiempo de hambre.

Él es nuestro auxilio y escudo, que tu misericordia venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

¡He visto al Señor!

No lo tuvieron fácil los discípulos ni en la hora de la muerte del Señor y menos aun cuando comienzan las mujeres del grupo a alarmarlos con supuestas visiones del Resucitado.

Nunca llegaron a entender los avisos de Jesús que los aleccionaba y preparaba para tan dura prueba. Les daba miedo preguntarle.

Juan dedica gran parte del relato de la cristofanía a narrar cómo Magdalena no reconoce a Jesús inmediatamente.

María tampoco estaba preparada para una vuelta de Jesús resucitado.

Ella buscaba afanosamente su cadáver para custodiarlo y llorarlo con la intensidad de su amor durante toda su vida.

Dime dónde los has puesto y yo me lo llevaré, dice al que ella imagina como el hortelano del jardín y autor del supuesto robo. Se hubiera conformado con eso, recuperar su cuerpo.

Juan presenta a Jesús instruyendo a María Magdalena sobre el significado de la resurrección. Ella piensa que ya ha regresado, lo había prometido. Lo dijo en la Última Cena: «Volveré».

Dentro de poco el mundo no me verá; vosotros sí me veréis. Cuando María lo reconoce, al sentirse llamada por Él por su nombre, piensa que ya ha regresado y ahora se quedará con ella y con los demás que le habían seguido reanudando la anterior relación.

Jesús había dicho: «Volveré a veros y vuestros corazones se alegrarán con una alegría que nadie podrá quitaros» Ella trata de aferrarse a la fuente de su alegría.

Sin embargo, Jesús transforma todas sus expectativas. Transforma su alegría en una fe firme y anunciadora, será la apóstol de la alegría pascual. La cristofanía a Magdalena termina con la ida de ésta junto a los discípulos para anunciarles: «He visto al Señor.»

Juan parece hacer una alusión al más grande de los Salmos de pasión: «Proclamaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea té alabaré.» (Sal 22, 23)

El Señor es en verdad el nombre de Jesús Resucitado, y «Kyrios» traduce en los LXX el tetragrama, YHWH, que es nombre propio de Dios.

«La hora», anunciada en la Última Cena, en que Jesús habría de pasar de este mundo al Padre, ya se ha cumplido. Todo lo que queda es volver para compartir su gloria con sus discípulos. Ahora llega el momento de cumplir la segunda mitad de la promesa: «Me voy para volver».

Sor María Rosario Botella O.P.
Monasterio Santo Domingo de Guzmán (Sant Cugat del Vallès)

Evangelio del día

Evangelio del miércoles 5 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco

 ¿Soy yo acaso, Señor? 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».
Él contestó:
«Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle:
“El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?».
Él respondió:
«El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
«¿Soy yo acaso, Maestro?».
Él respondió:
«Tú lo has dicho».

Reflexión del Evangelio de hoy

El Señor me ayuda

Estamos en la víspera del Triduo Pascual, en el que vamos a celebrar, de nuevo, el misterio de la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús. Y las lecturas de la eucaristía de hoy nos introducen ya en el ambiente que se respira en su entorno.

La primera lectura nos ofrece el cuarto canto del poema del Siervo de Yahvé, del libro de Isaías. Con muchas interpretaciones posibles y válidas, la Iglesia no ha dudado en aplicar a Jesús estos cantos del Siervo.

Y es que Jesús es el Siervo por excelencia. Ha descubierto la misión que el Padre le confía, y su decisión de realizarla se mantiene intacta en todo momento. El problema se genera sin remedio porque el Dios y el Reino que Jesús anuncia no son “compatibles” con las creencias, las prácticas y los intereses religiosos y políticos de su contexto.

Es paradójico que alguien que “pasó haciendo el bien”, ofreciendo sanación, salvación, nuevas oportunidades, reconocimiento, cercanía… recibiera como respuesta lo que hoy escuchamos en el canto del Siervo de Yahvé.

Hay un mensaje de parte de Dios que aquel mundo (¿cómo nuestro mundo?) no estaba dispuesto a recibir. Y eso tiene como consecuencia el sufrimiento que trata de aniquilar al mensajero. Jesús sabe, desde lo más profundo de su ser, que el Señor está con él, y esa es la única fuerza que le sostiene.

De manera desconcertante el fracasado va a ser el triunfador. Este final “feliz” no debería hacernos olvidar lo que significó para Jesús su apuesta por el Reino de Dios. Tal vez así, podamos ir asumiendo que seguir a Jesús no parece compatible con una vida tranquila, apacible, feliz, sin problemas… que quizá nos gustaría a todos, y sin embargo no parece ser sinónimo de felicidad ni vida plena, si miramos a Jesús.

¿Soy yo acaso, Señor?

Una historia, la del evangelio de hoy, que seguramente preferimos mirar desde “fuera”. Es muy fuerte este relato para dejarse tocar por él en nuestro interior. Por eso quizá se han generado a lo largo de la historia tantas hipótesis en torno a la persona de Judas. Desde esta mirada externa podemos sentir el mismo asombro que en la primera lectura ante el trato que Jesús recibe.

Judas ha vivido con él tres años y no sólo no ha entendido nada (tampoco los demás apóstoles) sino que ya no espera nada del proyecto de Jesús. Mejor acabar con todo ya. Tal vez consideraba que él tenía una visión más acertada de la realidad y de cómo había que afrontarla… el hecho definitivo es que lo traiciona y lo entrega. No podemos entrar en el misterio de la vida de Judas.

Sí podemos y debemos entrar en nuestro propio misterio personal, y plantearnos a fondo esa misma pregunta de los discípulos en la Cena ¿soy yo acaso, Señor?

Nuestro deseo es seguirle, pero ¿no habrá momentos, actitudes, acciones u omisiones que signifiquen que le estamos traicionando, dando la espalda, prescindiendo de él? Les ocurrió a todos los que le acompañaban en la Cena. El peligro, el miedo, la fragilidad humana… Nosotros no somos diferentes.

Lo que sí tenemos siempre es la posibilidad de “volver”, de reencontrarle, de pedir perdón… Jesús nos ha mostrado un Dios que está siempre, que nos espera siempre, que nos concede siempre una nueva oportunidad. ¡Esa es nuestra gran suerte!

Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo