Evangelio del día

Evangelio del lunes 30 de octubre de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,10-17

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.
Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo:
«Mujer, quedas libre de tu enfermedad».
Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente:
«Hay seis días para trabajar; venid, pues, a que os curen en esos días y no en sábado».
Pero el Señor le respondió y dijo:
«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y los lleva a abrevar?
Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?».
Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.

¿No había que soltarla en sábado?

De nuevo en este evangelio aparece la cuestión del sábado. Bien sabemos la importancia del sábado para los judíos. Era un día especial para dedicarlo por entero al Señor y, por eso, tenía numerosas prohibiciones, no se podían hacer muchas cosas, que estaban permitidas el resto de días de la semana, para no distraer la glorificación de Dios.

Pero Jesús, a propósito del sábado, afirma que no puede hacer ninguna ley que prohíba hacer el bien a cualquier persona humana. El bien de un hombre, el curar a una persona de su enfermedad está por encima de cualquier prohibición sabática. Amar al hombre es amar y glorificar a Dios.

El jefe de la sinagoga no entendía la acción curativa de Jesús en sábado, afirmando que ya tenían el resto de la semana para hacer curaciones. A lo que Jesús, con su habitual agudeza, le responde: “Hipócritas: cualquiera de vosotros ¿no desata del pesebre al buey o al burro, y lo lleva a abrevar, aunque sea en sábado?”. Pues también a esta persona se la puede desatar de su mal en sábado.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


Evangelio del día

Evangelio del jueves 26 de octubre de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.
Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Reflexión del Evangelio de hoy

Esclavos de la fragilidad y esclavos de la gracia

En tiempos de la dominación romana la esclavitud era una práctica habitual y corriente. Es lógico que, San Pablo al dirigir su carta a los Romanos, tomase la similitud de lo que era la esclavitud, para instruir a aquellos que intentaban seguir el evangelio por Él anunciado.

Les hace un recordatorio de quién eran esclavos antes de abrazar el bautismo. Eran esclavos de la fragilidad humana que provocaba en ellos muchos males: envidias, enfrentamientos, dolor, amargura. En definitiva, esclavos de mal. Su vida no tenía sentido, no eran conscientes del mal que se hacían y que hacían. Esto mismo ocurre hoy día. Muchas veces somos esclavos de nuestra fragilidad humana que nos lleva al mal, al pecado.

También les recuerda que eran libres para obrar con justicia. Y les invita a ser esclavos de la gracia recibida en el bautismo, por el que se comprometieron a dejarse llevar de ese Dios, que nos ama y nos salva por medio de Jesús. Pues en Él hemos sido bautizados con su Espíritu. Por eso les invita a ser esclavos de Dios, desde la fragilidad y con fragilidad. A esto nos invita esta lectura.

He venido traer fuego y ¡cuánto deseo de que ya esté ardiendo!

Este pasaje resulta, para mí, muy chocante y sorprendente. Surge en mí la duda si serán palabras pronunciadas por Jesús. De Jesús siempre hemos oído, leído y experimentado que era una persona tranquila, serena, siempre haciendo el bien y nunca tratando de romper lazos, sino de unir y sanar nuestras relaciones, y aquí habla de enfrentamientos. ¿Qué querrá decirme y decirnos Jesús? Parece dar la razón a lo que afirman muchas personas: “de política y religión no se puede hablar, pues provocan discusión, enfrentamiento y rupturas, sobre todo familiares.

El símbolo, usado por el evangelista, es muy sugerente, pues, por una parte, destruye y por otra renueva, ya que renace de nuevo lo que se ha quemado, y a veces, con más fuerza y vigor. La actuación de Jesús, su valentía, su libertad, me hacen pensar que el amor que tenía a su padre Dios y su deseo de hacer y cumplir con su misión, era como un fuego que le ardía en el corazón y está deseoso que arda en todo el mudo. ¿Cuál es ese deseo?

Pienso, sinceramente, el deseo es restablecer unas relaciones humanas rotas con nuestra actuación. Restaurar la imagen de Dios, que tenían y a veces tenemos, como Él nos manifestó: el Padre-Madre bueno que quiere nuestro bien, que perdona y nos acompaña. Restablecer la dignidad de todas las personas, muy viciadas entonces y ahora, y manifestar su importancia y su categoría de hijo-hija de Dios. Quemar todo aquello que perjudica e impide, en los pueblos y sociedades, unas relaciones más justas y más pacíficas, para que broten unas relaciones más sanas.

Creo que yo y muchos como yo queremos que éste deseo del fuego de amor que anida en el corazón de Jesús, que arda en el mundo. Que queme y destruya todo lo que perjudica unas relaciones más humanas, más justas, más amables, y que nuestra sociedad tenga calidad de vida humana en todos los sentidos. Se lo pido a Jesús.

Fr. Mitxel Gutiérrez Sánchez O.P.
Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)


EVANGELIO DEL DÍA

Evangelio del domingo 22 de octubre de 2023

Padre Pedro Brassesco

Reflexión del Evangelio de hoy

Realmente era muy comprometida la pregunta que con mala intención dirigieron a Jesús: “Es licito pagar o no el tributo al Cesar”. Si decía que sí, sería considerado como un amigo del invasor y abjuraría de que Dios era el único Dios y Señor de la tierra de Israel, que Él mismo habría dado como heredad a su pueblo. Si contestaba que no, se pondría de parte de aquellos que se oponían, violentamente incluso, al dominio romano y, como consecuencia, estaría poniendo el peligro el frágil equilibrio de las relaciones entre romanos y pueblo judío, lo que podría conducir, como después dijo el sumo sacerdote Caifás, a la catástrofe y destrucción del Templo y el pueblo: “No os dais cuenta de que es preferible  que muera un solo hombre por el pueblo, a que toda la nación sea destruida?” (Jn 11, 49-50).

Jesús, responde saliéndose de ese dilema: “Dad al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.

Pero, cuando nos ponemos a pensar en el contenido de esa frase, vemos que no es fácil de interpretar. Se señala una distinción entre el campo de la fe y la religión, por una parte, y de la vida político-secular por otra. Pero ¿cómo se relacionan? ya que el ser humano forma parte por su fe del ámbito de “Dios y sus caminos” y, por otra, de las realidades de su sociedad, su tiempo y su espacio.

Se han dado a lo largo de la historia, y se dan hoy día, dos tentaciones que tienen consecuencias nefastas: La teocracia, según la cual, lo religioso sería lo superior y todo el ámbito secular, estaría al servicio y bajo la dirección de las autoridades eclesiásticas. Esto conduce al fanatismo religioso porque no respeta la autonomía de los distintos ámbitos, ni la legítima libertad de conciencia, ni la necesaria pluralidad de los medios para llegar al fin.

La tentación contraria es también nefasta: el secularismo excluyente, según el cual, la religión sería, en el mejor de los casos un asunto meramente privado, de “sacristía”, sin ninguna participación válida en el mundo de las ideas, de los valores, de las relaciones sociales, de los derechos humano. Esto supone un fundamentalismo ideológico, que convierte en religión la ideología o política dominante en cada momento.

La manera de salir de esta paradoja, es considerar en serio la expresión “imagen de Dios” que utiliza Jesús; expresión que señala, según el pensamiento bíblico, la dignidad de cada persona, el hecho de que ninguna persona pueda ser considerada o tratada como medio o instrumento para otra cosa, ni siquiera la religión o la razón política o social. Se trataría de considerar siempre y en toda circunstancia no sólo dos términos: “Dios y el César”, lo religioso y lo secular, sino cuatro elementos: Dios, el hombre, lo religioso y lo secular y cómo se relacionan entre ellos.

Dios no quiere que el hombre se haga imágenes de él para que no lo reduzca a su manera de pensar. Pero El mismo ha hecho de cada ser humano una imagen de Él (Gen 1, 27), para que, respetando y promoviendo a las personas, tratáramos y honrásemos al mismo Dios (Mt 25-46). Por lo tanto, “dar a Dios, lo que es de Dios”, es tratar a cada persona y a todas ellas como Dios las trata. Y para saberlo, tenemos el ejemplo de cómo Jesús, la perfecta imagen de Dios en su ser humano (Col 1,15), quería, respetaba y trataba  a las personas.

El segundo elemento es el hombre. “La gloria de Dios es el hombre vivo” decía S. Ireneo. Es decir, la manifestación más clara de quién y cómo es Dios, de su voluntad y su acción, es cuando cada hombre, varón o mujer, se siente vivo y que puede vivir con todos sus derechos. Uno de ellos, es la libertad de su relación con Dios, la participación pública en su comunidad eclesial y la aportación cívica de sus valores al diálogo y la construcción social, política, económica y educacional.

Para conseguir realizar aquí y ahora la relación vivificante de Dios y la persona, se necesitan gestionar los dos ámbitos en los que vive: el religioso-eclesial y el político social. Estos están a servicio de los primeros, y el criterio de verificación, como dice Jesús, no es el culto, ni el éxito económico o político, ni las grandes cifras o balances, ni las estadísticas de participación sacramental o de adhesión partidista, sino, simple y llanamente, que cada hombre y cada mujer puedan sentirse en verdad “imagen de Dios”, por cómo es vista, tratada, valorada y promovida por el mundo de lo eclesial-religioso, por una parte, y de lo social-político por otra.

“Buenos cristianos y buenos ciudadanos”, era el ideal educativo de S. Juan Bosco. Cristianos adultos en la fe formando parte y contribuyendo a formar una sociedad de ciudadanos adultamente libres.

A la luz de este mensaje de Jesús:

¿Me trato a mí mismo como imagen de Dios?

¿Trato a cada uno, sea como sea, como imagen de Dios?

¿Construyo con mi oración, comunión y misión una Iglesia de hijos e hijas, hermanos y hermanas, sinodal, donde cada uno y cada una se sienta en verdad, imagen de Dios: respetado, amado, escuchado y promovido?

¿Cómo es mi participación en la sociedad civil para que la dignidad y los derechos de cada persona sean garantizados, ya que es imagen de Dios?

Fr. Francisco José Rodríguez Fassio
Convento de Santo Domingo Ra’ykuéra – Asunción (Paraguay).


Evangelio del día

Evangelio del sábado 21 de octubre de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 8-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios, pero si uno me niega ante los hombres, será negado ante los ángeles de Dios.

Todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre podrá ser perdonado, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.

Cuando os conduzcan a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué razones os defenderéis o de lo que vais a decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir».

Reflexión del Evangelio de hoy

Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza

No debió serle fácil a Pablo explicar a la comunidad de Roma los fundamentos de la fe en Cristo. Muchos (no eran tantos) procedían del judaísmo y conocían bien las Escrituras. Otros eran recién convertidos, para quienes el personaje Abraham debía de sonarles extraño; y menos aún considerarlo padre de los creyentes. ¡Largo me lo fiais!, responderían para sus adentros, pero, aun así, fueron aceptando aquella fe que Abraham había tenido y traspasado a su familia, a sus descendientes, a los suyos, que con él compartían la vida. Así de generación en generación. Y que ahora Pablo se la traspasaba a ellos, judíos y romanos conversos, por ser los verdaderos descendientes de Abraham, porque son los que han recibido la fe en Jesucristo, sean o no de nacionalidad judía.

Pablo, siempre con amplias miras, les dice que no fue el apego y observancia de la ley, la que le dio a Abraham y los suyos la certeza interior de la promesa de heredar el mundo (que parecía mucho decir), sino la fe. La clave de Abraham fue la fe en la promesa. De la fe depende todo, sin ella, nada tiene sentido. Disfrutar de la gracia de la fe hace que “todo sea gracia”, que decía G. Bernanos. Esa fe es lo que le dio a Abraham el título de padre de muchos pueblos: porque creyó, esperó. Supo moverse entre la espera y la esperanza y en el medio, la fe. Las tres, en su justa medida, se ensamblan en la vida espiritual cristiana. Sin el apoyo de la esperanza, el resto… se tambalea.

De ese impulso interior, brotaría la vida, la vida hecha alianza/amistad con Yahvé, nacería el servicio, el amor, la comprensión… tantas actitudes con las que moldear el vivir creyente.

El filósofo Kierkegaard tenía un afecto especial por Abraham. En él encontraba el origen de su fe en Jesucristo. Por eso le rezaba a Dios así: “Señor, danos ojos débiles para cuanto carece de importancia y ojos claros, penetrantes, para tu verdad toda”.

En este día nos apoyamos en la fe y en la esperanza para pedirle a Dios que nos dé una visión limpia, serena, para clavar nuestra pupila en quien es el único que merece ser visto, contemplado: Jesucristo.

El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir

Jesús instruye contra la hipocresía. Nada nuevo. Sabe que no es fácil hablar en público, defenderse de muchas acusaciones que, sin duda, les van a hacer una vez que Él ya no esté con ellos. Conoce bien la capacidad, más bien poca, de sus discípulos para hablar, exponer, defenderse; sus entendederas no son de largo alcance; por eso tiene que darles un ánimo de fortaleza especial. Y les habla de Espíritu Santo, del que ellos tan poco sabían. Les promete el Espíritu de Dios, que no otra cosa es el Espíritu Santo, que habita en ellos sin saberlo, para salir en su defensa, para darles la locuacidad precisa y hablar con sensatez.

Solo les pide estar de su parte, no titubear (mucho pedir). Les insta, nos insta, a ser fuertes y a no renegar para que Dios los reconozca en el momento de acogida. Todo les será perdonado: falta de capacidad, negación y titubeos momentáneos, renuncias indebidas; pero despreciar al Espíritu de Dios, no contar con ÉL, que cada uno porta dentro de sí, eso es imperdonable. He ahí el pecado más grande: no dejarle actuar, no confiar en Él, no dejarse llevar e imbuir por el Espíritu de Dios que es santo, fiel compañero de fatigas, sustentador de sus vidas. Y decir de sus vidas, es lo mismo que decir de las nuestras también.

La falta de confianza en el Espíritu de Dios que nos fue dado como aval ante los demás, viene a significar el rechazo de Dios mismo y de su Hijo Jesús, que es quien nos ha transmitido la confianza plena y nos ha pedido confiar, abandonarnos en Dios.

Jesús es claro: les advierte de las dificultades que van /vamos a tener y para ello hay que estar bien pertrechados con la fortaleza que da el Espíritu de Dios, el santo de los santos.

Lo que para los discípulos vale como preparación de lo que los espera, vale para nosotros en las circunstancias nada fáciles que nos toca vivir, testimoniar, hablar, defender o a veces guardar silencio. Si no nos aferramos al Espíritu, el nuestro flaqueará.

Decía Sto. Tomás de Aquino: “Los que han sido llamados a la acción, se equivocarían si pensasen que están dispensados de la vida contemplativa”. Y cuando decimos vida contemplativa es vida enraizada en Dios, sustentada por su Espíritu; de lo contrario, la acción evangelizadora no tendrá la savia interior precisa para arraigar en nosotros ni tampoco en el campo que nos ha sido asignado para cultivar y sembrar.

Confiar en que el Espíritu nos dirá lo que hemos de decir, no nos exime de preparar la Palabra a conciencia, meditarla en nuestro corazón, buscar el momento idóneo para exponerla de la mejor manera posible. Nada más lejos que “ponerlo todo en manos del Espíritu” y no poner lo mejor de nosotros mismos, de arrimar el hombro, para que la Palabra de Dios encuentre su lugar y su eficacia. Le echamos, a veces, demasiada responsabilidad la Espíritu Santo.

Fray Salustiano Mateos Gómara O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)



Evangelio del día

Evangelio del viernes 20 de octubre de 2023

Padre Pedro Brassesco

“ Cuidado con la hipocresía 

Los evangelios destacan en los discursos de Jesús su crítica a los fariseos, tachándolos de hipócritas. En la línea de la primera lectura, San Lucas nos habla de este grave pecado como levadura peligrosa para la vida de fe, porque, después de proclamar y explicar la Palabra en las sinagogas, la desmentían con sus obras ante Dios y los hombres. La verdadera Fe es la de quien testimonia con su vida la Gracia recibida, sin miedo a la muerte física o al qué dirán.

Jesús confía esta doctrina a sus discípulos y amigos, a los que siente unidos en la Fe y la Predicación. Y también, y muy especialmente, a los que ahora leemos esta Palabra de Vida, invitándonos a creer y esperar en que, a la hora de la Verdad, el Señor, con su Gracia, nos dará la fuerza y la convicción necesaria para testimoniar nuestra fe con obras abundantes de caridad y misericordia para con nuestros hermanos los hombres.

“ […] Si nos preguntamos por qué la hipocresía es tan abominada por Dios, la respuesta es clara. La hipocresía es mentira. Es ocultar la verdad. Además, en la hipocresía, el hombre degrada a Dios, lo pone en el segundo puesto, colocando en primer lugar a las criaturas, al público. Es como si en presencia del rey, uno le diera la espalda para dirigir su atención únicamente a los siervos. «El hombre mira la apariencia, el Señor mira el corazón» (1 Sam 16,7): cultivar la apariencia más que el corazón, significa automáticamente dar más importancia al hombre que a Dios. 

La hipocresía es, pues, esencialmente falta de fe, una forma de idolatría en cuanto que pone las criaturas en el lugar del Creador. Jesús hace derivar de ella la incapacidad de sus enemigos de creer en él: «¿Cómo podéis creer vosotros, que tomáis la gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene solo de Dios?» (Jn 5,44). La hipocresía también carece de caridad hacia el prójimo, porque tiende a reducir a los otros a admiradores. No reconoce su dignidad propia, sino que los ve solo en función de la propia imagen. Números de audiencia y nada más” […]

(Cardenal Fray Rainiero Cantalamessa, Primera Meditación de Cuaresma ante la Curia. 2019)

D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla)


Evangelio del día

Evangelio del jueves 19 de octubre de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,47-54)

En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!
Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis mausoleos.

Por eso dijo la Sabiduría de Dios: “Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán”; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.

Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación.

¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido! ».

Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.

Reflexión del Evangelio de hoy

Sin la ley se ha manifestado la justicia de Dios, mediante la redención realizada en Cristo Jesús

San Pablo se vale de la imagen de la Encarnación de Jesucristo para lanzar un mensaje de plenitud a la comunidad de Roma. La gracia que Dios derrama sobre su pueblo, redención-salvación, tiene que ver con la entrega generosa y gratuita de Jesucristo. El que es capaz de comprender la acción que hace el Hijo de Dios en esa entrega, se adhiere totalmente y de corazón al proyecto del reino de Dios. Un proyecto de salvación que es universal y que el mismo Jesús en su día dio gracias al Padre: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11,25).  

Redención-Salvación son ese gran regalo que viene de parte de Dios. Quien es capaz de profundizar en su sentido más pleno hace que accedas a la fe, que te embarques en el proyecto del Reino de Dios. La fe ya no va a ser el mero cumplimiento de una lista ingente de normas, preceptos, códigos morales, sino que desde el amor, comprendes, experimentas, sientes, que el barro de tu vida está atravesado por la mirada compasiva de Jesús, que se donó, entregó, para que tú tengas vida y vida en abundancia. Y, desde ese amor que desborda tu vida no haces otra cosa que ponerte en camino para colaborar en las medidas de tus fuerzas en el plan de salvación.

Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación

Si por un momento contemplamos las noticias que se van generando en el día a día da la sensación como si el mundo hubiese perdido el norte y el ser humano se encaminase a su propio exterminio. Ya ni nos causan mucha sensación el hambre, los desplazamientos de tantas personas buscando un futuro, las guerras, incendios, violaciones en masa… Como si en toda casa de vecino hubiese corrupción y la mentira e hipocresía hubieran venido para instalarse definitivamente en nuestras vidas. Salvando las distancias, el contexto que se encontró Jesús, debía tener mucho de esto para lanzar esos «ayes» al auditorio.

Una de las acusaciones que Jesús hace a los fariseos tiene que ver con el caso omiso que hacen a los profetas. Muestra como si estuvieran bajo los efectos de una anestesia o tan acostumbrados a las creencias de sus rutinas, que han perdido la capacidad de escucha, la capacidad de juicio, la capacidad de diálogo con algo que es contrario a sus planteamientos.

La figura del profeta es necesaria en todos los tiempos como esa señal que trata de dar luz a nuestra existencia. La voz del profeta resuena con fuerza para despertar la conciencia que con facilidad se duerme para llevar una vida más acomodada. Por ello, la misión de esa voz es lanzar la verdad a los vientos. Verdades que en muchas ocasiones son incómodas, sobre todos porque van referidas a nuestras actitudes ¿Quién vive coherentemente su fe en Dios? Así lo expresa el salmo ante la grandeza del amor de Dios y la conciencia de pecado que siente el discípulo: «Si llevas cuenta de los delitos ¿Quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón». Por tanto, ese grito trata de llevarnos a la conversión en los pequeños gestos, palabras y acciones cotidianas.

El profeta alza la voz con una serie de claves, pistas, pautas, para que se cumpla el mandato principal de la ley de Dios: «Como yo os he amado». Ese eco resuena en nuestro interior. Nos cuestiona. Muchas veces la fe en Dios no va unida realmente a las obras que realizamos. Esa «Palabra de Dios» viva y eficaz quiere fecundar tu alma. Quiere que reconozcas a Jesús como el Mesías, Salvador y lo pongas en el centro de tu vida. Desde ahí, se da la escucha, la conversión y una actitud de vida coherente con la enseñanza evangélica.

La otra acusación que Jesús echa en cara a los fariseos tiene que ver con la ley. No se trata de observar escrupulosamente, con afectación y golpes de pecho, realizar todo un ritual externo de cumplimiento de preceptos. Fe y vida deben de llevarnos a un compromiso espiritual, el mandamiento, precepto, hace en nosotros una transformación interior. Sabemos que somos frágiles y que continuamente tropezamos por la debilidad de nuestra condición humana, sin embargo, nuestra vida no puede estar marcada por la hipocresía, mentira, corrupción. Con el querer quedarnos con las llaves de nada, para decidir quién es digno de que se le abra una puerta y a quien se le cierra.

El fariseo representa a ese grupo que guarda escrupulosamente la ley, por tanto, alguien que es un entendido, que puede llegar a creerse sabio ante las cosas divinas y con un poder absoluto para hacer una criba entre los que cumplen y los que no cumplen. Unos son buenos porque llevan a «raja tabla» esa lista interminable de preceptos y los otros no son aptos para beneficiarse del abrazo de Dios. El juicio le toca a Dios que escruta los corazones y a nosotros nos toca como dice la frase del Evangelio dar cuenta de nuestras acciones. Dicho de una manera más poética: «Al atardecer de la vida, me examinarán del amor». Si ofrecí el pan al hambriento, si en mi hogar le quise acoger, si mis manos fueron sus manos… Hoy día no está muy de moda la responsabilidad de nuestras acciones, poco a poco perdemos la capacidad de autocrítica, la culpa siempre la tienen los otros. Sin embargo, cada acción que hacemos tiene una consecuencia, que seamos capaces de obrar según el Maestro de Nazaret: «Como yo os he amado».

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)


Evangelio del día

Evangelio del miércoles 18 de octubre de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,1-9

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».

Reflexión del Evangelio de hoy

El Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas

En los momentos difíciles la primera opción suele ser, dejarlo todo y salir corriendo, los problemas, las dificultades nos caen como losas que aplastan y no dejan funcionar ni a la mente ni al corazón, sólo al miedo. Pablo da una verdadera lección de saber mirar las cosas con perspectiva, no sentirse defraudado personalmente y saber de verdad quién está y a quién vale la pena seguir.

La sociedad nos plantea muchas ofertas, de ellas, casi todas son atractivas, con facilidades, objetivos rápidos de alcanzar, nada que ate, inmediatez, y eso se contrapone a las ofertas que podemos recibir de Dios, que no son para ahora, sino para siempre, que no dan una respuesta rápida sino un proceso que lleva a la plenitud, que no prometen facilidades sino felicidad, que no sugieren algo atractivo, más bien alguna que otra situación difícil pero que nos hace más fuertes ante las adversidades que, con Dios o sin Él, van a existir siempre, la cuestión es cómo las afrontamos y Pablo lo tiene claro, recibió las fuerzas del Señor, porque en todo momento estuvo a su lado.

La cuestión es dónde ponemos nosotros nuestros intereses y en quién nos queremos apoyar, en la respuesta está el objetivo de nuestra felicidad.

Pónganse en camino

Los padres y madres quieren que sus hijos e hijas estudien una carrera, tengan un buen trabajo, ganen dinero, alcancen sus metas y sean felices, lo triste de todo esto es que el orden de estas respuestas es así, lo último que se pone es la felicidad, porque están completamente convencidos y así lo transmiten que todo lo anterior es lo que da la felicidad y no ven que la felicidad los llevará más fácilmente a cualquier otra cosa.

Todos tenemos una misión, tarea, objetivo (demos el título que queramos) en esta vida, para algunos es muy fácil realizarla, otros pasan por diferentes caminos antes de encontrarla, otros andan perdidos toda la vida y no llegan nunca a desarrollar eso que era su verdadero sentido, quizá porque no buscan donde van a encontrar o porque se rodean de muchas cosas que les impide ver lo que es Verdad.

Hay muchas sorderas, muchas cegueras, nos escondemos detrás de mucho elemento opaco que creemos que da la felicidad y no buscamos el silencio y la sencillez para poder observar la claridad. Nos parece que el mundo materialista y ruidoso en el que vivimos nos descubrirá el camino a seguir y encontramos en él excusas para no afrontar los retos que nos llevan a nuestro objetivo real.

Quizá necesitemos silencio, en medio de este mundo, no alejándonos de él, sino sabiendo encontrarlo en la realidad que nos rodea y así descubrir cuál es nuestro camino y cómo realizarlo.

¿Cuáles son los ruidos que te aíslan de Dios? ¿Buscas a Dios en tu soledad? ¿Eres capaz de pararte y contemplar el mundo que te rodea y encontrar en él el camino que te toca hacer?

Hna. Macu Becerra O.P.
Dominicas Misioneras de la Sagrada Familiac


Evangelio del día

Evangelio del miércoles 11 de octubre de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,1-4

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».

Él les dijo:
«Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».

Reflexión del Evangelio de hoy

Jonás fue un profeta que posiblemente vivió durante el reinado de Jeroboán II prediciendo la unificación del reino de Israel. El libro de Jonás, cuyo autor se desconoce, es un relato, una narración con una finalidad didáctica, escrito a modo de parábola.

El texto que reflexionamos hoy es la última parte de las cuatro en las que se compone el libro.

Es interesante ver en los textos precedentes, cómo Jonás trata de eludir la orden que recibe del Señor: Vete a Nínive y predica la conversión de sus habitantes. Pero esta propuesta no está de acuerdo con el modo de pensar y de sentir del profeta. Consecuente con esto toma una dirección contraria a la indicada por el Señor, Tarsis. Lo que le dolía a Jonás era pensar que el Señor pudiera ofrecer su Amor y misericordia a una ciudad que, además de pecadora era enemiga de Israel.

Y precisamente a esa ciudad, Nínive, el Señor le envía a él, a Jonás. Pero Dios, a pesar de la primera desobediencia del profeta, le vuelve a hablar a través de diferentes acontecimientos y Jonás acepta por fin ir a Nínive,  no anuncia a la ciudad el perdón de Dios sino el castigo de Dios si no se convierten.

Se que eres un Dios benévolo y compasivo

Los ninivitas se convierten al oír la predicación de Jonás. Y aquí comienza nuestro texto.

El capítulo 4 nos presenta a un Jonás muy enfadado que, desde su enojo, se dirige al Señor con una bonita oración “yo sé que eres un Dios benévolo y compasivo, lento para enojarte y lleno de Amor… y precisamente por eso ibas a perdonar a los ninivitas. No me interesa seguir viviendo. Estoy decepcionado.

Y continua el diálogo de Jonás con el Señor. No haces bien en enojarte de esta manera, le dice el Señor, y le va explicando, a través de lo sucedido con el ricino, que mucho más importante y triste que la pérdida del ricino era la pérdida de los hombres de la ciudad de Nínive.

Nos hace una reflexión importante, proclamar el perdón y el amor del Señor a todos los hombres sean o no de los nuestros, y esto debe de ser motivo de alegría, también para Jonás. Termina el texto con una pregunta que podría dirigir a cada uno. ¿no lo comprendes?

Analizando la conducta de Jonás ý siguiendo cada uno nuestra propia historia, es muy posible que no nos cueste mucho descubrir momentos en los que nos sentimos identificados con alguna actitud del profeta.  Momentos en los que hemos intentado cambiar la dirección en nuestra respuesta de creyentes, desobedeciendo lo que Dios y nuestra conciencia nos indicaba.

También posible que, hayamos sentido alguna vez, más enfado que alegría, por entender que la Iglesia se muestra acogedora con los “otros”, capaz de ofrecer su perdón.

Una bella lección de Dios a través del libro de Jonás, una más. Ese Dios percibido como lleno de Amor, compasión y misericordia hacia la humanidad, que ofrece su perdón a todos los hombres, y apunta hacia  la  universalidad de la Iglesia.

¡Padre Nuestro!

Mi reflexión la voy a hacer de una manera global, no fijándome en invocación y peticiones de las que se compone el Padre nuestro. Son muchos los autores que han desarrollado cada una de las peticiones del Padre nuestro, y pueden servirnos a modo de “indicadores” del camino espiritual del cristiano, porque “es el resumen de todo el evangelio”, y, escribe Santo Tomas de Aquino, “la más perfecta de las oraciones”

Jesús, a lo largo su vida y actividad, nos ha dejado claro, la importancia que en su vida daba a la oración, a sus diálogos con el Padre. Y también algún aviso sobre el exceso de actividad: “Marta, Marta…”

Empieza el texto de Lucas “estaba Jesús orando en cierto lugar” (cf. Mt 6,5-15)

Los discípulos han captado la importancia que para Jesús tiene los ratos de oración y le piden que les enseñe a orar. Señor, ¡enséñanos a orar! También puede ser nuestra súplica hoy y siempre. Aunque hayamos recitado una y mil veces el Padre nuestro. Señor, enséñanos a orar.

El comienzo de la oración es tan fuerte, diríamos hoy, que Santa Teresa decía que, con frecuencia, quedaba extasiada ante la inmensidad y el amor que encerraba su comienzo ¡Padre! Si continuamos, sin rutina, con la palabra siguiente, Nuestro, sentiremos una llamada, cada vez que lo rezamos, a revisar nuestro compromiso de crear fraternidad y sentirnos de verdad hermanos. Una llamada a revisar nuestras pequeñas fragilidades en orden a construir fraternidad para hacer posible su Reino, la Buena Noticia del Evangelio.

Y como nos sentimos frágiles pedimos su Pan, su Gracia, las cosas necesarias para nosotros y la humanidad. Nuestra petición a Dios se hace compromiso para nosotros. Compromiso para vivir aquello que expresamos como petición.

Somos frágiles, necesitados de su fuerza, de su luz, para no caer en las tentaciones que la vida nos presenta. Y necesitados también de su misericordia y perdón.

Señor, enséñanos a orar y danos tu Gracia para vivir el Padre nuestro.

Hna. Mariví Sánchez Urrutia
Congregación de Dominicas de La Anunciata


Evangelio del día

Evangelio del viernes 6 de octubre de 2023

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús:

«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza.

Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.

Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

Reflexión del Evangelio de hoy

…haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba

El libro de Baruc fue escrito en los primeros años de la deportación del pueblo hebreo a Babilonia. Son tiempos dolorosos los que el pueblo vive lejos de su tierra, aparentemente abandonados de Dios y sometiéndose a las costumbres y prácticas religiosas de los babilonios. En este ambiente aparece Baruc y escribe este libro admonitorio, condenando el pecado cometido por el pueblo hebreo contra su Dios al someterse a los dioses de los pueblos captores.

Baruc nos presenta un Dios celoso y castigador de los desvíos del pueblo. La desobediencia es notoria y el castigo de Dios parece proporcionado a las faltas cometidas. Se diría que Baruc esté escribiendo la historia del momento del pueblo, ciertamente condenando la forma de actuar del pueblo.

Baruc presenta a un Dios celoso, exigente y vengativo. El pueblo le ha ofendido y el castigo es inmediato. Es el Dios del Antiguo Testamento que Jesús va a humanizar, va a quitar la carga negativa que implica al Dios castigador, para descubrirnos el rostro de un Dios que es capaz de hacerse hombre para ponerse al nivel de sus criaturas. El Dios que da premio o castigo inmediato de acuerdo con las obras de su criatura, de su obediencia o desobediencia, va a ser presentado por Jesús como un Padre que espera paciente, con la luz encendida para que el hijo díscolo pueda orientarse al volver, y perdona sin medida, una y otra vez sin descanso.

Quien a mí me rechaza, rechaza al que me ha enviado

Los setenta y dos discípulos enviados, regresan de la misión, en general contentos con los resultados, pero en algunas ciudades no fueron bien recibidos. De ahí nacen los improperios que Jesús dedica a los pueblos que se han negado a recibir el mensaje, el anuncio del Reino.

Y podríamos quedarnos ahí: Jesús lanza sus maldiciones contra tres ciudades, y a nosotros no nos afecta para nada; pero seguramente tendríamos que escuchar un poco más, oír un poco menos, y buscar la forma en que el mensaje se hace presente para nosotros. Cuantas veces nosotros, que hemos sido educados en un ambiente cristiano, desoímos las peticiones del Maestro y nos alejamos de sus caminos. Como hicieran en su día Corozaín y Betsaida, nosotros cerramos los ojos, los oídos, el corazón, al mensaje que Jesús nos dirige y nos vamos por otros derroteros que merecen las condenas de Jesús, sobre todo las que recibe Cafarnaúm.

¿Cuántas veces, pagados de nuestra importancia y seguros de estar en posesión de la verdad, pensamos, hablamos y actuamos en contra del verdadero mensaje de Jesús? ¿Con cuánta frecuencia seguimos los pasos que nos alejan de los verdaderos mensajeros de Jesús? ¿No estaremos tratando de escalar el cielo hasta merecer la condena de Jesús?

Abramos nuestro espíritu al mensaje que nos pregona el Evangelio, sigámoslo y busquemos el aplauso de nuestra propia conciencia. Prestemos nuestra atención a Dios y dejemos de escuchar a tantos falsos profetas que nos rodean, y a veces nos aturden con sus mensajes puede que cargados de maldad bien disimulada con un ropaje de piedad falsa.

¿Estará Dios aún entre nosotros? Afortunadamente Él no nos va a dejar abandonados. Aunque nosotros fallemos Él no puede fallar. ¡Confiemos siempre en Él y lo encontraremos en nuestra vida!

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)


Evangelio del día

Evangelio del jueves 5 de octubre de 2023
Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Lucas

Lc 10, 1-12

En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’.

Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca’. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad”