Evangelio del miércoles 15 de febrero de 2023
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 8,22-26
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida.
Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó:
«Ves algo?».
Levantando los ojos dijo:
«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan».
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.
Reflexión del Evangelio de hoy
Acogiendo las pequeñas señales de Dios
La liturgia de la Palabra nos invita a parar y reflexionar. En medio de nuestras prisas, del ritmo que la vida, la sociedad y el consumismo nos imponen, podemos volvernos ciegos. Es decir, podemos perder o desatender la dimensión más profunda de la vida.
El diluvio como una recreación
Es muy conocido el relato del arca de Noé. Los estudiosos de la biblia nos presentan este relato como una historia con objetivo pedagógico. Se trata de transmitir un mensaje muy importante para todos los creyentes.
En un contexto en el cual las personas se olvidan del proyecto de Dios para toda la creación, el libro del Génesis nos presenta la historia de Noé, la historia de todas las personas que viven con integridad y honestidad la experiencia de fe traducida en la vida cotidiana.
Siempre atento a las señales de Dios, Noé inicia la ilógica y absurda construcción de una inmensa arca donde entrarán todas las especies animales y los miembros de su familia.
El diluvio acaba con todo lo que existe excepto lo que está protegido por el arca. El diluvio deja consecuencias desastrosas… pero da inicio a una nueva etapa, a una nueva creación… Y en esta nueva oportunidad, se pone en boca de Dios lo que en realidad, bien sea Noé, bien sea cada uno de nosotros, descubre al acoger la vida en su fragilidad: “No volveré a maldecir la tierra a causa del hombre, porque el corazón humano piensa mal desde la juventud”.
Se toma conciencia de que podemos usar el regalo de la libertad para realizar el bien y el mal. Acogernos en nuestra condición humana, en nuestra vulnerabilidad, creyendo en que siempre es posible recomenzar porque Dios hace posible la vida. La experiencia del diluvio y de la destrucción, que a veces invade el corazón integro, fiel y honesto, no es la última palabra. Dios continúa siendo fiel y nos invita una y otra vez a estar al servicio de la vida, acogiéndola y amándola tal cual es.
Lo sacó de la aldea llevándolo de la mano
El evangelio de Marcos se caracteriza por ser breve y conciso. Y, en su brevedad, nos presenta la cura de dos ciegos en contextos muy diferentes y con mensajes muy importantes.
Hoy, el evangelio nos adentra en la cura del ciego de Betsaida. Esta cura se encuentra situada en medio de dos relatos en los cuales Jesús percibe que los discípulos no entienden ni comprenden quien es y cuál es su misión. Los discípulos están ciegos… también Pedro está ciego. Muy probablemente, nosotros también estamos ciegos.
El ciego de Betsaida es conducido hasta Jesús. Alguien o “alguienes” le llevan. No parece una persona con iniciativa propia. Y sin embargo, Jesús lo acoge en su pasividad, lo saca de la aldea, de su lugar conocido, de su confort… El ciego se deja conducir… Jesús le lleva de la mano… le guía… y sólo a las afueras de su entorno y mundo conocido, realiza el milagro de la visión. Un milagro que llama la atención por ser el único realizado en dos etapas. Probablemente estas dos etapas en la recuperación de la visión expresan que el discipulado es un proceso de adhesión al proyecto de Dios.
Y el corazón, como nos dice la primera lectura, acoge la capacidad para hacer el bien y el mal. Bien sea el propio corazón o el corazón de los demás.
Vivir el discipulado implica adentrarnos en el misterio que nos habita y que habita a las personas de nuestros entornos, implica acogernos con misericordia y ternura. Vivir el discipulado significa que estamos dispuestos a que nada ni nadie nos separe del camino de Dios. Y si nos separamos por algún motivo, si nos volvemos ciegos… el Maestro siempre está ahí para sacarnos de nuestro lugar y, con paciencia y amor, devolvernos la visión de la fe.
Hna. Ana Belén Verísimo García OP
Dominica de la Anunciata