Evangelio del día

Evangelio del miércoles 11 de enero de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Reflexión del Evangelio de hoy

Jesús, señor de vida

A pocos días de haber celebrado el Tiempo de Navidad, nos encontramos con este texto de la carta a los Hebreos, que nos presenta a Jesús, humano y sometido a todas las limitaciones y sufrimientos que supone nuestro ser tremendamente vulnerables. Y, desde ahí, desde esa identificación con nuestra humanidad, nos salva. Se hace como nosotros para liberarnos de todo aquello que nos mantiene esclavos de tantos miedos y no nos deja vivir en plenitud y libertad.

No es una tarea de superhéroe, que con sus poderes salva a la humanidad de quien pueda amenazarla. Se trata de algo muy diferente, cuyas notas esenciales destaca este texto:

  • Jesús “tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles”, “tenía que parecerse en todo a sus hermanos”. Se sumerge totalmente en la condición humana, con todas sus cosas, desde toda nuestra realidad.
  • Es sumo sacerdote, misericordioso y fiel a Dios. Se ofrece él mismo para darnos vida, desde la bondad, el perdón y el amor sin límites.
  • Justo por esa entrega, puede “auxiliar a los que son tentados”. Nos enseña el camino de la vida, liberada del temor a la muerte, de la esclavitud de nuestros propios temores y del mal.

Suena mejor de la que supone vivirlo así, por eso es un misterio, es exigente, desconcierta muchas veces. Es un reto de cada día y de la vida entera, pero ahí está él mismo, Jesús, con su mano tendida para acompañarnos en ese camino.

Jesús, fuente de vida

El texto de Marcos corresponde a la primera parte del Evangelio, en la que Jesús va revelando quién es:” Él es mi Hijo, el amado, en quien me complazco”. Las curaciones y predicación en la ciudad de Cafarnaún van manifestando que Jesús es el Mesías. Con paciencia elige e instruye a los discípulos. Y marca un estilo propio, su poder viene con una autoridad diferente: sana en la cercanía con quien sufre, el mal le reconoce y enmudece, ora en soledad y va hacia aquellos que están “más allá” para que esa dinámica de predicación y curación llegue a todos.

Su presencia hace bien, devuelve la dignidad y la plenitud. “Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó”. Aquella mujer se curó e hizo la tarea que será propia de todo discípulo: servir.

Al anochecer cura, de madrugada ora. A veces vivimos volcados en una actividad frenética que nos absorbe y nos descentra; o nos dejamos llevar, cansados y desmotivados, por una inercia que apaga la vida interior y la ilusión. Jesús nos tiende su mano incansablemente, esa mano que cura, acompaña y envía; pero no suelta su otra mano de la mano del Padre, del centro y amor de su vida.

Y siempre está en camino, su vida es una itinerancia constante hacia quienes le buscan y quienes le necesitan para alcanzar la vida plena de la que habla. El amor de Dios es universal y ello implica ampliar el espacio de nuestro corazón y dejar que el misterio de la proximidad rompa fronteras y afinidades, para ir haciendo fraternidad. “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí”. E, igual que siempre hay un después, hay alguna “aldea cercana”. Cada quien sabe cuál es la suya hoy, esa a la que está llamado a ir.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo


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