Evangelio del día

Evangelio del sábado 23 de abril de 2022

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Padre Pedro Brassesco

Reflexión del Evangelio de hoy

No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído

Las lecturas en este sábado de Octava de Pascua nos van a introducir en una serie de contrastes que nos llevan a comprender mejor lo que celebramos. El fenómeno de la resurrección tiene la capacidad de transformar toda realidad: «Notando que eran hombres sin letras ni instrucción», dieron testimonio y así pudieron ser signo del resucitado: «Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16).

Pares de contrarios que nos hablan de actitudes, intereses particulares, la forma de actuar que tiene el corazón humano cuando su centro no es Dios. Hay unos testigos oculares que nos hablan del triunfo de la vida, la resurrección, frente al miedo que alberga el esconderse en el Cenáculo. Bien por las actitudes del Sanedrín, la ambición de poder, la fiebre desmedida por el control, endurecer la ley para poder manipular a la masa, el prestigio. A quién no le gusta ostentar el poder económico, el primer puesto de honor y que por la calle reconozcan su status y te hagan la venia. O el miedo del discipulado que se siente vulnerable. Cómo alzar la voz en medio de lobos. Cómo ser coherentes y que eso nos acarre dificultades en la misión y perder la propia vida.

¿Se puede poner freno a que brote la vida? La semilla dentro de la tierra está dispuesta a buscar la luz, como el rayo que despunta al alba. El Sanedrín trata de frenar eso, que Jesús el Nazareno ha resucitado. Y que sus discípulos en su nombre están obrando el milagro de curar a un lisiado. Siguen los pares de contrarios en la lectura de los Hechos de los Apóstoles: No hay salvación fuera de Cristo. En su nombre os mostramos la Salvación. ¿Roca o arena es vuestro cimiento? ¿Seguís al Mesías Hijo del Dios vivo? ¿O va creciendo en vosotros el ídolo del becerro que se alimenta de hierba? ¿Estáis vacíos por dentro? ¿Ciegos en vuestros intereses mezquinos? O ¿Queréis llenaros de la fuerza del Espíritu Santo que resucita a los muertos?

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana

«No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?» (Is 43,18). Comienza el primer día de la semana y con ella, toda la carga de agenda que nos devora. María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, haciendo sus cálculos sobre vendas, aromas, perfumes, que nos hablan de mortajas y de llanto ante la muerte. Los once encerrados. Se habían asegurado muy bien de poner todo tipo de cerrojos y maderos para atrincherarse en el Cenáculo. El miedo es así, ahora solo queda lloran ante el fracaso y la derrota de una historia que ha acabado con la muerte del Maestro. No hay lugar para la sorpresa y la vida, en medio de unos ojos cansados por la rutina. Demasiado concentrados en hacer lo correcto, sin embargo, el plan de Dios está brotando.

La oscuridad de que se cierne sobre la noche de nuestra vida hace que no se note que despunta el rayo de la esperanza y la vida. En el encuentro que el Resucitado tiene con María Magdalena, trata de despertar el centro de su corazón. Ella, que muy de mañana va concentrada en los pasos que hay que seguir a la hora de amortajar al Mesías. María: ¿No te estás dando cuenta de que en la belleza de esta mañana algo está brotando? ¿No recuerdas que soy un Dios de vivos? ¿No recuerdas la Palabra de Dios que habla de Resurrección y Vida? Y, así, cae en la cuenta. Se le abren los ojos. ¡Maestro! Estás Vivo. Y nosotras agobiadas en la rutina de lo yerto.

Jesús, mira con ternura a María Magdalena y la envía a sus discípulos, que también necesitan hacer todo un proceso interior. Se han encerrado en sí mismos. Ya no recuerdan esos años en los que han ido presenciando el mensaje revolucionario del Maestro. Ahora solo ven las sombras del miedo que los acecha, no hay ilusión en su horizonte. La fe en la figura del Nazareno, ha sido sometida a un duro golpe. Ahora ha anidado en el corazón la duda y la incertidumbre. Ahora el corazón tiene los mismos cerrojos que la puerta del Cenáculo. En la ventana que con Jesús permanecía abierta para que entrara la brisa de la primavera, ahora la cierra un pesado madero. No hay posibilidad de que entre ese rayo de esperanza, que grita con fuerza María Magdalena desde el exterior: ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

Cuando el corazón ya no se conmueve ante las noticias. Cuando el corazón solo dialoga con el fracaso, la esperanza se pierde. Sin embargo, en esa mañana, que está brotando la vida, siguen llegando emisarios, testigos oculares, con voces de buena nueva: ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!Parece ser que ese grito tampoco hace romper la fuerza de los cerrojos del miedo. Va a tener que ser la presencia del mismo Cristo vivo y resucitado, la que entre en medio de la habitación. La fuerza de la presencia resucitada es la que transforma todas sus vidas. Muerte, miedo, dolor, vulnerabilidad, escusas, en presencia resucitada. Ahora sí, ya sois luz: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Convento de Santo Tomás (Sevilla)


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