Evangelio del día

Evangelio del miércoles 14 de febrero de 2024

PADRE PEDRO BRASSESCO

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Reflexión del Evangelio de hoy

En su mensaje para la cuaresma de este año, el Papa Francisco nos dice: “la Cuaresma es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad”. Iniciemos pues esta Cuaresma pidiendo al Señor que nos conceda la gracia de iniciar un camino de verdadera conversión con las mismas actitudes de Jesucristo.

En la primera lectura, el profeta Joel nos exhorta intensamente a la conversión a través del ayuno, del llanto, del luto. Una penitencia con la que desgarremos los corazones y nos volvamos al Señor para alcanzar un corazón compasivo, un corazón que padezca con el otro.

El apóstol San Pablo, en la segunda lectura, dice a los corintios que Dios nos escucha en el tiempo de gracia y nos ayuda en el día de la salvación. Entramos, pues, en este camino de conversión, para llegar a la meta que es la Pascua.

También dice que «Dios hizo a Cristo pecado». El pecado no es sólo una culpa personal sino un clima contaminado producido en la convivencia humana por la acumulación de las culpas personales.

Cristo no rehuyó esa atmósfera contaminada; todo lo contrario, Jesucristo se hizo pecado por nosotros, para que, unidos a Él, seamos capaces de salir del influjo de la maldición que nos aboca a la muerte. Se ha identificado con nosotros para, en nuestro lugar, cargar con nuestros pecados y darnos su santidad.

Necesitamos luz para ver con claridad y la ayuda del Espíritu para crecer en la fe y conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Necesitamos ser conscientes de lo que confesamos y creemos. Necesitamos ser más humanos. Necesitamos amar para crecer en la vivencia cristiana. 

Dios ve en lo escondido del corazón 

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación, son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante. (Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2021).

El Evangelio nos habla de la oración y la penitencia que agradan a Dios. Mateo nos ilumina con estos tres ejercicios cuaresmales de gran tradición e importancia: el ayuno, la limosna y la oración, temas esenciales en la vida espiritual.

En lo referente al ayuno, a la limosna y a la oración, Jesús insiste en tener discreción denunciando la hipocresía de los que actúan para llamar la atención de los demás y nos invita a vivir en una profundidad de vida buscando la mirada de Dios.

Cuando Dios dice: “el ayuno que yo quiero”, nosotros nos preguntamos ¿para qué ayunamos? Ayunamos para ser más libres, ayunamos para amar y estar más cerca de los que padecen hambruna permanente, ayunamos para compadecernos y compartir con ellos.

Cuando Dios dice: “cuando hagas limosna”, nosotros nos preguntamos ¿por qué hacemos limosna? Hacemos limosna como signo de solidaridad, de donación permanente, de exigencia de promoción de los marginados y excluidos.

Cuando Dios dice: “cuando ores, entra en tu habitación”, nosotros nos preguntamos ¿cómo oramos? Oramos abriendo nuestro interior a la Palabra de Dios. Oramos para escuchar a Dios en nosotros. Oramos con el fin de capacitarnos para escucharlo a Él en las personas y en los acontecimientos.

Jesús dice a sus discípulos que cuando ayunen se perfumen la cabeza y se laven la cara para que el ayuno lo note Dios Padre que está en lo escondido. Así pues, en este tiempo de gracias, busquemos que el aroma de nuestro corazón alcance a Dios, que ve en lo escondido del corazón: ayunar para vivir en la libertad de los hijos de Dios, perfumar nuestra cabeza con la fragancia de las obras hechas por Dios y lavar nuestra cara como lo acepta Dios.

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Stma. Trinidad y Sta. Lucía (Orihuela)


 

Evangelio del día

Evangelio del viernes 9 de febrero de 2024

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7,31-37

En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.

Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.

Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es: «ábrete»).

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.

Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Reflexión del Evangelio de hoy

Un manto hecho jirones

El texto del libro de los Reyes narra el gesto del profeta Ajías, estando a solas con Jeroboam, que rasga un manto nuevo en doce jirones. Es una acción simbólica, que encontramos a menudo en los profetas, y expresa con fuerza el mensaje que se quiere transmitir. Las doce tribus perderán su unidad en un solo reino. Diez de ellas, las del norte, Israel, se rebelarán contra Roboam, hijo de Salomón, de la casa de David, y su rey será Jeroboam. Así resulta el reino, tras la muerte de Salomón, dividido en dos: Judá e Israel.

Podría quedarse en un hecho histórico, pero la fuerza expresiva del manto rasgado en doce y su repartición, va más allá. El magnífico reinado de Salomón, a su muerte, dividido Dios cuida su pacto con David, preserva a Jerusalén para sus descendientes. Pero el reino, que había llegado a su esplendor en tiempo de Salomón, pierde también su autoridad y legitimidad ante los ancianos de Israel, por su infidelidad a Dios: adoró a otros dioses, les construyó templos, quebrantó el pacto que Dios había hecho con Israel.   

El poder es cuestión de vínculos, lealtad, coherencia, integridad. Las consecuencias del abuso o mal uso del poder, de la irresponsabilidad en el servicio o misión que a cada uno se le encomienda, de la superficialidad de la propia vida, de actuar por intereses particulares, no tienen una reparación sencilla y, probablemente, dejen dañadas personas, relaciones, proyectos, instituciones, … para siempre. Igual que un manto roto, aunque se quisiera remendar, no quedará “nuevo”.

Unos oídos que se abren

Igual que el manto rasgado que nos narra la primera lectura, el evangelio de Marcos nos presenta hoy a una persona incapaz de escuchar ni comunicarse verbalmente. Parece una situación irreversible, que condena al aislamiento a este hombre, a una vida marginada, sin esperanza. Pero las gentes de aquel lugar sí que esperan un milagro, y lo llevan ante Jesús para que “le imponga las manos”, le cure.

Dios, en el libro de los Reyes, dice de Salomón: “Sus hechos no han sido buenos a mis ojos” (I Re 11,33b). Sin embargo, los que presencian, en el texto evangélico, el gesto sanador de Jesús al devolver a este hombre su capacidad de oír y hablar, dicen asombrados: “Todo lo hace bien”. El contraste es evidente. Y ahí también radica la insistencia de Jesús en mandar que guardaran silencio sobre lo que había sucedido.

Jesús no es el mesías victorioso que esperan los judíos. Es un mesías que ha de pasar por el fracaso más rotundo, que transita por el camino de la humildad y el servicio, que habla de amor, y hace gestos que sanan e integran a aquellos que sufren y viven marginados. No es el esplendor del rey Salomón, sino un “rey” diferente de forma radical.

A nosotros también nos cuesta mucho comprenderlo y aceptarlo así. Permanecemos sordos al mensaje del Evangelio y mudos, incapaces de anunciarlo y ser testigos del Reino de Dios. Porque no es tan sencillo ni evidente que estemos dispuestos a asumir lo que ello implica en nuestra vida, en los grupos, comunidades o instituciones de Iglesia. Nos gusta el triunfo y la comodidad. Pero la palabra sanadora de Jesús, “effetá”, sigue resonando y penetrando muros, puertas cerradas, vidas aisladas y condenadas al ostracismo, corazones de piedra y cabezas duras. Los oídos se abren y las palabras de vida brotan de nosotros.

Es posible lo nuevo ¡por supuesto! Siempre es posible, porque la vida vence la muerte, el bien sana, y el amor crea y recrea una humanidad nueva. Seguro que son muchas las veces que no podemos dejar de decir asombrados: “todo lo hace bien”. Y con Él, es posible hacer las cosas bien, es posible hacer el bien, es posible ser buenas personas y comprometernos, con fidelidad e integridad, con aquellos y aquello que nos han confiado.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo

Evangelio del día

Evangelio del lunes 5 de febrero de 2024
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron.

Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Dónde habita Dios?

Una lectura atenta de los pasajes bíblicos de hoy parece invitarnos a formularnos esta pregunta. El pasaje de 1 Reyes – una narración de la consagración del templo de Salomón – abre el camino a las posibles respuestas, a saber, una morada construida por manos humana (bien la llamada tienda del encuentro o Tabernáculo, bien un santuario de piedra); una densa nube que opaca su presencia; un arca de madera portada por sacerdotes. Por su parte, el salmo 132 – del que se nos ofrece un fragmento y que canta la alianza entre Yahvé y David y la promesa de este último de edificar una morada a Yahvé (que realizaría su sucesor Salomón) – la refiere a Belén (Efratá). Por lo que respecta al pasaje de Marcos, la mención de lugar es, en este caso, el espacio público por excelencia: la plaza. Consideremos estas variadas opciones.

La mención de una morada para Dios construida por manos humana es una expresión del deseo de un pueblo de que Dios habite en medio de ella.  En este sentido, la tienda del encuentro refiere la condición ambulante de un pueblo sin tierra, que itinera de un lugar a otro, pero, eso sí, siempre “guiado” por su Dios. La solidez de un santuario de piedra indica el establecimiento fijo de ese pueblo. Según la tradición bíblica, esta instalación del pueblo resulta del cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham de darle una tierra en heredad, cumplimiento que culmina en la instauración de la monarquía davídica.

Ahora bien, la teología de la promesa de Yahvé está correlacionada con la teología de la Alianza (las dos teologías fundamentales constituyentes de la ideología de la Biblia hebrea). Los pasajes de 1 Reyes y del salmo 132 refieren el Arca como la presencia de Dios en medio del pueblo. Pero en realidad – se nos informa en 1 Reyes -, el arca no contiene sino las tablas de Moisés, esto es, la expresión grabada en piedra de la Alianza de Yahvé y su pueblo, a cuyo cumplimiento se supedita la presencia de Dios en medio de Israel, presencia que no puede retener ninguna casa de piedra.

En efecto Yahvé seguirá siendo la fortaleza de Israel, el “poder” que salva, protege y otorga la tierra a Israel, mientras este cumpla su parte del trato, en el tenor que el mismo salmo 132 señala: “que tus sacerdotes se vistan de justicia, que tus fieles vitoreen”. Esto es, que el pueblo no se extravíe ni en la idolatría ni en la injusticia que vehicula la idolatría. Mientras David – representación de la identidad colectiva – permanezca fiel al amor de Dios, este permanecerá junto a su pueblo.

No podemos olvidar un detalle: la referencia a Belén (Efratá) no sólo alude expresamente a la renovación de la Alianza con Abrahán en la persona de David; en efecto, en la lectura cristiana, esta Alianza se ha refrendado en el sucesor mesiánico de David, Jesús, definitivo cumplimiento de las teologías de la promesa y de la Alianza veterotestamentarias. ¿Qué implica esto para nuestra pregunta inicial en torno a la morada de Dios?

Antes de entrar en Marcos, consideremos la conclusión de Salomón: “He querido erigirte una casa para morada tuya, un lugar donde habites para siempre […] mas [Dios] ha decidido habitar en densa nube”. La mención de la nube nos da dos indicaciones relevantes: por una parte, que Dios no puede ser contenido entre paredes de piedra (ni en ningún lugar concreto); por otra parte, Dios se “oculta” a la mirada de su pueblo, esto es, no es patente su presencia sino en sus actos, en sus virtualidades.

Su lugar es allí donde se reúne el pueblo

Esta segunda indicación nos remite de forma directa al pasaje de Marcos: la presencia de Dios en medio del pueblo sigue manifestándose en sus potencias, en su obra de salvación; pero ya no se oculta ni en densa nube ni tras muros de piedra, vetado a la vista del pueblo, sino que su lugar de presencia y acción es la plaza pública, su lugar es allí donde se reúne el pueblo.

De hecho, ya no cabe afirmar que Dios mora en lugar concreto alguno, sino que su presencia es una itinerancia en el espacio y en el tiempo: su lugar, su ser, es el itinerar con la humanidad; allí donde marche el rebaño, allí acude el pastor en su busca.

Por lo que se refiere a la primera indicación – el que Dios no puede ser contenido en ningún lugar -redunda en la convicción de que Dios, ciertamente, no está en ningún lugar, no habita lugar alguno, pues está allí donde el hombre existe.

San Agustín, en sus Confesiones, legó a la tradición cristiana esta conclusión como meta de su búsqueda, pero en una nueva comprensión que supone una deriva respecto de la tradición bíblica: en primer lugar, una primacía del individuo con respecto al colectivo, en tanto que Dios ya no cabría encontrarle en medio del pueblo, sino en lo más íntimo de la persona, volviendo, así, a ocultar a Dios; en segundo lugar, una espiritualización de la presencia activa de Dios, relegando a segundo plano su dinámica en la construcción de la historia de la humanidad.

Fr. Ángel Romo Fraile
La Virgen del Camino (León)


Evangelio del Dia

Evangelio del domingo 28 de enero de 2024

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 21-28

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.
Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«¡Cállate y sal de él!».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Reflexion del evangelio de hoy

El evangelio de Marcos nos presenta la primera actuación de Jesús después de haber llamado a los discípulos. Entran en Cafarnaún y después en la sinagoga. Este es un relato que forma parte de un conjunto teológico, formal y literario, que se conoce como la “jornada de Cafarnaún (1,21-3,6)”. El evangelio de hoy es digno de consideración y de reflexión porque casi siempre se ha leído de una forma neutral o insustancial. Pero esta escena tiene mucho de programa en el evangelio de Marcos. Cuando en Mc 1,14-15 se anunciaba el tiempo nuevo, es ahora cuando se va a describir por qué es verdaderamente nuevo y cuál es su alcance. Los personajes son la “gente” y un “endemoniado”, es decir, los sencillos y los oprimidos. No tendría sentido que tratemos de identificar la “patología” de este enfermo, porque yo considero que la “patología”, además de psicológica, viene a ser espiritual y teológica y, por lo mismo, no menos humana.

Comienza en el día del sábado, dedicado al descanso para escuchar la palabra de Dios. Varias cosas debemos retener de esta narración: Jesús es invitado a comentar las Escrituras, y desde el comienzo, su enseñanza provoca la admiración, con toda seguridad por lo que dice. La gente le reconoce «autoridad» (exousía), cuando sabemos que Jesús no se había formado a los pies de un rabino, sino que todo lo sacaba de sí mismo, desde su experiencia interior. Ello pone de manifiesto que está en sintonía profética con Dios, y, por lo mismo, que se está cumpliendo lo previsto en el texto de Dt 18. Debemos entender que aquí la autoridad tiene ese sentido de fuerza profética que no se puede aprender en escuela alguna ni con ningún maestro de la ley. Al principio y al final del relato el coro de la gente se hace testigo de algo nuevo e inaudito. El “exorcismo”, como centro del relato, es la excusa “histórica” para que la gente respire con la llegada de este profeta a la sinagoga.

Le gente intuye que no es un comentador ramplón de textos de la Ley o de los Profetas, sino un verdadero creador de buenas noticias, con las que ha de enfrentarse a todas las situaciones (en cumplimiento de Mc 1,14-15). Es verdad que el texto no nos dice lo que Jesús hablaba, porque el objetivo en este caso es poner de manifiesto la “fuerza” liberadora y salvadora de su palabra en aquel personaje misterioso que se siente provocado por la explicación que Jesús hace de la Escritura. No sabemos si está comentando un texto de la Torah (de la ley) o de los profetas, como sucede en la narración de Lucas, en Nazaret (Lc 4,16ss). Pero el espíritu del relato apunta claramente al mismo tenor de las buenas noticias, por las que al hombre “enfermo” le aflora lo “endemoniado” que siempre había creído ser, como le habían enseñado tradicionalmente los “teólogos” y terapeutas de siempre.

La mentalidad de la época sobre el “endemoniado” debe tenerse muy en cuenta a la hora de leer e interpretar este relato. La palabra profética de Jesús hace que de aquél hombre salgan sus males, su misma mentalidad demoníaca, que le había provocado la “doctrina” tradicional y a-teológica de los encargados de la sinagoga. Es muy posible que algunos interpreten la capacidad de Jesús para enfrentarse como un psicoterapeuta al enfermo… pero sería demasiado técnico este asunto, Hay un trasfondo religioso y teológico, que no podemos olvidar. Si era un enfermo, estaba pagando alguna falta; esa era la tesis tradicional en el judaísmo de la época. ¿No era eso para endemoniarse? Jesús, pues, rompe barreras; pone de manifiesto la falsedad de una teología que atribuye a Dios lo que es de los hombres, de sus mentalidades cerradas y anquilosadas en el pasado y en un Dios sin corazón. Su interpretación hace de la sinagoga un verdadero ámbito de libertad, donde se escuchan palabras de vida y no de muerte.

En este relato tan particular se enfrentan dos mundos, el del enfermo y endemoniado con su doctrina y su mundo roto en mil pedazos y el del Jesús, el profeta que, de parte de Dios, anuncia un tiempo nuevo. Incluso los enfermos se resisten a dejar de ser lo que eran, o los que los otros querían que fueran. Su venganza es decir quién es Jesús, el “santo de Dios”, y esto en el evangelio de Marcos es como romper “el secreto mesiánico” que solamente había de revelarse en el fracaso de la cruz (allí lo hará un centurión pagano, Mc 15). Pero ya aquí se adelanta algo del triunfo de Jesús. Al revelar el “endemoniado” quién era Jesús, estaba poniendo de manifiesto que era capaz de reconocer la mano de Dios, como la gente, donde los encargados y dirigentes de la “palabra” y de las cosas de Dios solamente se ocupaban de condenar y de privar de dignidad y libertad a las personas. Este, y no otro, es el sentido de este relato que, sin duda, tiene cosas históricas de la praxis de Jesús de Nazaret. Pero lo más importante son sus significaciones, expresadas simbólicamente y no por ello menos reales, para los que acogen el mensaje nuevo de Jesús: las buenas noticias de parte de Dios, liberan psíquica y espiritualmente.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)


Evangelio del día

Santo Evangelio 10 enero 2024

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.

Se levantó de madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».

Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».

Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Reflexión del Evangelio de hoy

Aquí estoy porque me has llamado

Me gustaría resaltar tres cosas de esta lectura del primer libro de Samuel. En primer lugar, este tercer capítulo marca un cambio muy importante en la vida del pueblo de Israel. De ser un pueblo gobernado por Dios a través de jueces y sacerdotes, es decir, una teocracia, pasa a ser una monarquía, un pueblo gobernado por reyes en el que Dios se vale de sus profetas para hacerles llegar su voluntad. Elí es el último sacerdote de esa teocracia y Samuel es el primer profeta de la monarquía.

En segundo lugar, me gustaría resaltar la llamada de Dios a Samuel y la respuesta de éste a Dios. Es el Señor quien nos elije y nos llama, no somos nosotros los que le hemos escogido (Jn 15,16). Nos llama por nuestro nombre, e insiste hasta encontrar nuestra respuesta. Son cuatro veces las que Dios llama a Samuel. Entre la segunda y la tercera, se nos indica que Samuel no conocía al Señor y todavía no le había sido revelada su Palabra. En las tres primeras contesta: “Aquí estoy porque me has llamado”. En la cuarta ya responde al proyecto que Dios tiene para él como profeta: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”, y su fidelidad lo acredita, ante todo Israel, como profeta del Señor.

En tercer lugar quisiera resaltar las mediaciones que Dios usa para que su llamada llegue a nosotros. En este caso de Samuel, Dios se vale de Elí, que intuye que algo está sucediendo entre Dios y el muchacho y prepara a Samuel para la respuesta a la llamada.

Dios tiene un proyecto para cada uno. Nos llama por nuestro nombre. ¿Es nuestra respuesta como la de Samuel o el salmista: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes”?

¿Estamos atentos y somos dóciles a las mediaciones que Dios nos envía? ¿Somos instrumentos para que Dios haga llegar su llamada a otros?

Todo el mundo te busca

En este pasaje del evangelio de San Marcos podemos percibir cómo eran las jornadas de Jesús en su vida pública. Jornadas que comenzaban de madrugada con la oración, en comunión con su Padre, donde sacaba la fuerza para sanar, anunciar la Buena Noticia y mantenerse firme ante las tentaciones del diablo y no sucumbir a un falso mesianismo. Es por eso que, ante las palabras de sus discípulos: “Todo el mundo te busca”, él contesta: “Vámonos a otra parte”.

Personalmente, me parece muy sugerente ese “todo el mundo te busca”, porque nos muestra la fuerza espiritual y de atracción de Jesús. Sin duda, no pasaba desapercibido, al mismo tiempo que no iba buscando fama ni protagonismo. Su persona era en sí misma, una luz para el camino, una fuente para aliviar la sed, un refugio donde hallar descanso, un alivio para el dolor, una palabra de consuelo y esperanza. ¿Podría decirse lo mismo de nosotros?

Por otra parte están los milagros, signos del Reino, incluso la curación de una fiebre, como en el caso de la suegra de Pedro. Jesús está en medio de nosotros como el que sirve (Lc, 22,27) y quiere que nosotros hagamos lo mismo, de ahí que, la suegra de Pedro, nada más ser curada por Jesús, se levante y se ponga a servirles.

Oración

Señor, te doy gracias por haberme llamado al servicio del Reino. Te pido perdón por las veces que he rehuido tus llamadas y las mediaciones que has puesto en mi vida para hacérmelas llegar. Ayúdame a ser fiel a la oración para que, dócil a tus inspiraciones, todos mis pensamientos, palabras  y acciones comiencen en ti, como su fuente, y tiendan a ti, como su fin, así mi vida será reflejo de la tuya y viviré, como Tú, haciendo el bien a todos. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Hágase en mí según tu Palabra.

or Mª Montserrat Román Sánchez, OP
Monasterio Santa María la Real, Bormujos, Sevilla


Evangelio del día

Evangelio del martes 26 de diciembre de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 17-22

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».

Reflexión del Evangelio de hoy

Fiel discípulo de Jesús

La liturgia nos invita a celebrar, justo un día después de la Navidad, la fiesta de un mártir. A primera vista, no deja de parecernos algo extraño. La Palabra de Dios se hace hombre mortal para que, el hombre, alcance la inmortalidad. La Iglesia pretende con esta fiesta que, ya desde el nacimiento del Señor, tengamos delante de los ojos los resultados extraordinarios que produce la salvación que nos trae el Niño de Belén.

El Diácono Esteban, fue uno de los siete diáconos elegidos por la comunidad  y confirmados por los Apóstoles como ayudantes en el ministerio pastoral y de atención a la Iglesia de Jerusalén. Esteban, “lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo”. Lo mismo que había hecho Jesús. Ello le granjeó también el odio de los jefes de la sinagoga judía.

Aunque “el discípulo no es más que su maestro” su martirio recuerda a la pasión y muerte de Cristo. Ya el Señor les había dicho: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra. Poco antes de morir repite casi literalmente dos de las siete palabras del Señor en la cruz: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”, y en un grito final: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”.

¿Damos nosotros, en nuestra vida, un testimonio así de creíble ante los que nos rodean? ¿Sabemos hacer nuestras sus últimas palabras de perdón?

Seréis perseguidos

En el discurso que nos relata San Mateo se predice una hostilidad injustificada a la que tendrán que enfrentarse los testigos del evangelio: desconfianzas, traiciones, infamias… son los únicos argumentos en boca de quienes no tienen razón.

Por otra parte Jesús instruye sobre las virtudes que han de caracterizar la conducta de los que quieren ser suyos: sencillez, prudencia, actuar con la sencillez de un niño y la valentía de un adulto. Así nadie podrá acusarnos en nada. Frente a la astucia, habilidad, política, que hacen triunfar a los expertos de este mundo, Jesús encomienda a los suyos la sencillez transparente de una conducta intachable.

“El Espíritu hablará por vosotros”. “El rico habla bien de sus riquezas y Dios habla bien de Dios”. Quien está poseído del espíritu de Dios necesariamente ha de hablar bien de Dios, porque a través de sus obras es el mismo Espíritu quien habla

Esteban hacía prodigios en el pueblo, estaba lleno del Espíritu Santo y nadie podía resistir a la sabiduría y espíritu con que hablaba. La causa del Evangelio necesita más testigos que abogados; y más santos que doctores en teología.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
Convento de la Virgen del Camino (León)


EVANGELIO DEL DIA

Evangelio del domingo 24 de diciembre de 2023

PADRE PEDRO BRASSESCO

Homilía IV Domingo de Adviento

Navidad con el Niño Jesús en el centro, es la posibilidad de hacer una fiesta con contenido y profundidad, en la que sean, cual sean otras circunstancias difíciles o dolorosas, tiene sentido el festejar porque nos hace más humanos, más divinos, más hermanos, más humanizadores. ¡Démonos la oportunidad de celebrar la Navidad!

Fr. Francisco José Rodríguez Fassio


Evangelio del día

Evangelio del viernes 22 de diciembre de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,46-56

En aquel tiempo, María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
“su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
“derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia”
—como lo había prometido a “nuestros padres”—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.

Reflexión del Evangelio de hoy

Ana subió al templo, para agradecer a Dios el nacimiento de Samuel

Para entender mejor la 1º lectura y descubrir la profundidad  y actitud en la vida de Ana, sería bueno comenzar leyendo desde el primer versículo donde se explica  todo el contexto familiar y cultural religioso de ese momento. Ana  había implorado, con insistencia al Señor  y en su gran desconsuelo expresó  su petición.(V 11-12)

La segunda parte del relato que es la lectura de hoy día, se narra el cumplimiento de la promesa hecha a Yahvé por la madre de Samuel. El acento en esta parte del relato se centra en la actitud  de la madre. Ana, después de haber amamantado a su hijo durante dos años, según la costumbre de la época  es capaz  de desprenderse del niño tan deseado y por tanto tiempo.

La entrega de Samuel al servicio del Señor en el templo adquiere  connotaciones de sacrificio, se menciona  todo lo que Ana lleva al templo para el sacrificio, unido a su propio voto. Su hijo será  consagrado  al Señor.  Ana consagra lo más preciado que tiene  en su vida.

La actitud de Ana nos recuerda la  obediencia de Abraham, capaz de ofrecer y sacrificar a su hijo Isaac. La fe y el desprendimiento de estos dos grandes creyentes son el prototipo  de los de María que entregará a Jesús, su hijo al servicio del Padre.

Ana sabe que ha llegado el momento: “sube al templo a cumplir lo que había prometido a Yahvé”. Podemos  imaginarla llevando en su corazón sentimientos encontrados. A nivel humano parece  ilógico que, tras desear tanto un hijo, cuando lo ha recibido vaya al lugar dónde  sabe  se desprenderá de él. El texto no dice nada sobre esto, solo nos muestra el agradecimiento y la alabanza  por saberse visitada  y  bendecida. Permite así,que Samuel encuentre  y realice el camino que Dios le ha trazado. ¡Qué gran generosidad y confianza en Yahvé!

¡Me alegro en Dios mi Salvador!

Lucas hoy nos ofrece en el evangelio el canto de María: El ¡Magnificat! Un canto que cada tarde  en la iglesia católica solemos cantar en la oración de Vísperas. Al saberlo de memoria podemos caer a veces en salmodiarlo de forma rutinaria, ojalá en esta ocasión, la novedad y riqueza de la Palabra cale profundamente en todo nuestro ser.

El “magníficat” es un canto que nace de un corazón agradecido con Dios, de un corazón atento a la voz y a la acción que se está realizando tanto en su persona como en la historia de la humanidad.

El tema central del canto “es Dios”. Él ha sido el protagonista de todo lo que ha sucedido hasta el momento y de todo lo que vendrá después. El “¡Alégrate!” del Ángel sigue resonando en ella con fuerza, de tal forma lo ha orado y vivenciado que de sus labios brota el maravilloso reconocimiento al hacer de Dios como Historia de Salvación. María está tan llena de gracia, con deseos de comunicar lo que lleva  dentro de sí que su corazón desborda  de gozo y alegría que la lleva a iniciar su canto sabiéndose pequeña entre los humildes, expresándolo asi: “Engrandece mi alma al Señor”  “¡Me alegro en Dios mi Salvador! Porque Él me ha mirado.” (1,46-48)  María se sabe amada profundamente, de tal forma  está impregnada de Dios que la lleva a poder expresar la extraordinaria novedad de Dios en ese nuevo tiempo que comienza. Inspirada entona esta oración proclamando la obra de Dios en ella,  en el mundo y en el pueblo de Israel.

Teniendo como referencia su experiencia personal, María da una mirada retrospectiva a la obra de Dios en la historia y es capaz de plasmar la síntesis en este himno. En él canta los atributos y la Persona  a quien se le reconoce por su: santidad, poder,  misericordia, fidelidad.

María lo experimenta dentro de ella misma y por consiguiente el canto se convierte en su testimonio personal, no solitario ni intimista, porque la Virgen Madre es consciente de que tiene una misión que desempeñar en favor de toda la humanidad. Así puede decir: “Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.  (V50) Ella con su “Fiat” se ha hecho portavoz de todas las criaturas redimidas.

Gracias Madre por tu entrega. Dentro de dos días celebraremos la alegría del nacimiento de tu Hijo Jesús.

Feliz y santa Navidad para todos junto al Niño-Dios que nos espera. Ojala “su Paz” llegue en medio de las guerras a consolar a tantos hombres, mujeres y niños que ya no esperan nada.

Hna. Virgilia León Garrido O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo

Evangelio del día

Evangelio del jueves 21 de diciembre de 2023

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-45

En aquellos días, María se levantó y puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Reflexión del Evangelio de hoy

La mejor música

La lectura del Cantar de los Cantares muestra una alegoría del amado, la venida de Jesús. Un amado joven, fresco, que se asoma a nuestra casa (a nuestro corazón), que nos anima a levantarnos, a ponernos en marcha, porque su venida está próxima. Con Jesús llega la liberación, y se alegra la naturaleza, brotan las flores, cantan los pájaros, los árboles se preparan para germinar. Jesús viene, se muestra, pero también quiere escuchar nuestra voz, quiere ver nuestro rostro. En resumen, se describe, con el nacimiento de Mesías, una perfecta comunión entre Dios y la Humanidad. 

¡Qué mejor manera de celebrar la llegada del Mesías que con la mejor música! Dios ha trazado un plan para todas las generaciones, que culmina con la llegada de Jesús. Por eso nuestra alma debe esperar en el Señor, Él será nuestra liberación. 

Compartir la gracia recibida

Dice al principio el Evangelio: “María se puso en camino de prisa”. Y es que María ayuda siempre, intercede siempre, velozmente, no se demora. Así actúa siempre, cada vez que la invocamos, cada vez que le pedimos ayuda: cuando nos falta la esperanza, cuando escasea la alegría, cuando se agotan las fuerzas, cuando se oscurece la estrella de la vida, ahí está ella y la Madre interviene.

Posteriormente, la alegría desmedida de Isabel y de Juan el Bautista, que “salta de alegría en el vientre de su madre”, al escuchar el saludo de María. Y ambas bendicen, por su fe incondicional y su entrega, al aceptar el plan del Señor, sin ninguna duda.

El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre varios aspectos importantes. En primer lugar, nos muestra la importancia de la comunión y el apoyo mutuo entre familiares y amigos en momentos de alegría y dificultad. María visita a Isabel después de recibir el anuncio del ángel sobre su propio embarazo. Ambas mujeres comparten la gracia que han recibido, y este encuentro es un ejemplo de cómo las relaciones familiares pueden ser fuentes de consuelo y fortaleza en nuestras vidas. 

Además, esta lectura nos enseña sobre la humildad y la fe. Tanto María como Isabel son ejemplos de mujeres que asumieron el sueño que Dios tuvo para sus vidas. Isabel reconoce la bendición de María, llamándola «bendita entre las mujeres», y María alabando a Dios por su grandeza y misericordia. Estas actitudes nos recuerdan la importancia de reconocer los sueños que Dios tiene para nuestras vidas. 

El nacimiento de un niño siempre es motivo de alegría y de esperanza, con más razón si se trata del Niño-Dios. ¿Mis sentimientos van acordes a este acontecimiento que ha marcado la historia en un antes y un después trayéndonos al Salvador, o se han vuelto rutinarios e infecundos?

En todo momento y en toda etapa de la vida Dios sueña conmigo, ¿lo creo y lo manifiesto con mi testimonio de vida y con la palabra?

Fraternidad Laical de Santo Domingo de Valencia