Evangelio del día

Evangelio del viernes 29 de septiembre de 2023

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Juan 1,47-51

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?».

Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».

Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».

Y le añadió:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Reflexión del Evangelio de hoy

Vi que colocaban unos tronos

La contemplación de la gloria de Dios la encontramos descrita en distintos pasajes de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Es difícil apropiarse de las imágenes que son trasmitidas en ellas: fuego inextinguible en altísimas columnas, ancianos con cabellos tan blancos como sus vestiduras, de un blanco radiante, emisor de una luz cegadora; tronos y carros de oro, tan refulgentes, que parece desprenderse de ellos llamaradas de fuego. Así se describe el poder de Dios en una imagen que nos puede recordar a la de un gran guerrero que ha terminado su combate alcanzando la victoria total. De esta manera imaginamos el bien absoluto, poderoso, aniquilador de todo mal y del oscuro rastro que deja su profunda herida. Podríamos hablar de un poder cauterizador, como el del fuego, que cura enérgica y definitivamente.

La imagen no se agota con esta impactante Presencia pues entra en la escena descrita una “especie de hijo de hombre”, a decir del profeta Daniel, un personaje con aspecto humano al que se le conceden todos los honores de la victoria y el poder de reinar sobre el pueblo santo, límpido, iluminado por la gloria de Dios. Recordamos el cántico de liturgia de vísperas tomado de la Carta de San Pablo a los Colosenses, en el que escuchamos algo más de este Hijo de Hombre como imagen misma de Dios, Jesucristo como morada de la gloria de Dios en su plenitud.

La imagen de Dios es impresionante, demasiado potente para ser vista por ojos humanos. Con Jesús ha llegado hasta nosotros y hemos podido reconocerla y la hemos acogido con sencillez, como María acogió el mensaje del ángel Gabriel y lo guardó, custodiando en su corazón la grandeza de la gloria de Dios anunciada por boca de su mensajero.

Hoy, que celebramos la fiesta de los Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel, nos unimos a ella en el recitado del Magníficat: «Proclama mi alma la grandeza del Señor» y transitamos hacia la celestial escena que nos describe Jesús en el siguiente pasaje del evangelio de San Juan.

Antes, te vi

En el breve evangelio de este viernes, escuchamos a Natanael confesar que Jesús era Hijo de Dios y Rey de Israel. Jesús describe a Natanael detalles de la escena que acabamos de leer en la Profecía de Daniel, en esta ocasión, con ángeles que danzan sobre el Hijo. El subir y bajar de los ángeles de Dios nos permite establecer conexión con el cielo, una comunicación que es, ante todo, escucha, porque Dios tiene algo que decirnos a cada uno de nosotros, a través de Jesús.

Leí un bonito ensayo de unos conocidos antropólogos franceses titulado: El silencio y la palabra contra los excesos de la comunicación, que me pareció luminoso. Hoy vivimos hiperconectados, inmersos en un trasiego comunicativo que provoca un ruido ensordecedor, ruido que nos anestesia frente a la palabra. La palabra necesita silencio para ser engendrada y necesita silencio para ser acogida. Las entrañas silenciosas de María acogieron la palabra. Natanael recibió la palabra antes de ver a Jesús porque Dios ya se había comunicado con él. En la nueva escena vemos la gloria de Dios que se desvela, y revela, lo que ni hemos recibido por herencia biológica ni por mediación humana.

Dña. Micaela Bunes Portillo OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia


Evangelio del día

Evangelio del sábado 9 de septiembre de 2023
Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 1-5

Un sábado, iba Jesús caminando por medio de un sembrado y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos.

Unos fariseos dijeron:
«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?».

Respondiendo Jesús, les dijo:
«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él».

Y les decía:
«El Hijo del hombre es señor del sábado».

Reflexión del Evangelio de hoy

“Cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza”

El texto que leemos hoy va precedido del hermoso himno cristológico: Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura… Ahí se nos dice que Cristo es el único salvador del mundo y Señor de toda la creación. Es una declaración firme de la fe cristiana.

¿Por qué este texto que viene a continuación? El cristianismo naciente está expuesto a influencias erróneas procedentes del contexto en que vive la ciudad de Colosas. Por allí pululan elementos cristianos, judíos y paganos y en ese mundo se corre el riesgo de dejarse invadir por doctrinas extrañas. Puede ser el ritualismo exagerado o una concepción de Cristo solo como hombre.

Pablo les recuerda de dónde procede su condición cristiana y quiere dar relieve a la gracia de Dios que ha traído Cristo, a fin de que aprecien la misericordia infinita de Dios y entiendan cómo han sido salvados por la sangre derramada de Cristo, el Hijo de Dios.

En este texto deja claro que la salvación no está solo en vivir una actitud perseverante en la fe; vivir esa fe supone practicar las buenas obras. Si no fuera así, supondría vivir desde una esperanza insegura y perder la esperanza es abandonar dos aspectos indispensables de la santificación: la fe viva en Cristo y el amor a los demás. Por eso, el apóstol anima a mantenerse firmes en la gracia y la esperanza del evangelio que les ha sido anunciado. 

Este mundo nuestro, tan revuelto, también en lo religioso, requiere por nuestra parte no dejarnos llevar por corrientes que, de una u otra forma, rechazan la verdad de Cristo. La tergiversación de nuestras creencias es un riesgo, aunque a veces estén recubiertas de proposiciones atrayentes, pero amoldando a Cristo a sus ideas y no a lo que la revelación nos enseña.

En definitiva, se invita a cuidar nuestra fe frente a posibles elementos que socavan el evangelio de Jesús, nuestro Salvador.

¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?

Para encuadrar el evangelio de hoy hemos de tener en cuenta las palabras de Jesús aclarando que Él no ha venido a abolir la ley, sino a darle plenitud. Y esto aplicado a cualquier ley, máxime a aquellas promulgadas por los rabinos, como es la que hoy nos muestra el texto.

Los destinatarios del evangelio de Lucas son cristianos convertidos del paganismo, personas que no se ven tan afectadas por las costumbres judías, especialmente en lo referente a la institución sabática. El hecho de proceder del paganismo explica que determinadas costumbres judías no tuvieran mayor valor para ellos. Pero hay también conversos judíos que critican determinadas conductas que se apartan de sus tradiciones, algo que, seguramente, los judíos valoraban como un rasgo distintivo.

A lo que nos cuenta Lucas, Mateo añade una aclaración: los discípulos cogían espigas porque tenían hambre. En ese sentido los discípulos no contravenían la normativa del sábado, ya que la ley mosaica permitía coger uvas o espigas, pero sí iba contra las 39 prohibiciones de la tradición rabínica. Jesús defiende a los discípulos aludiendo a la conducta del rey David que, huyendo de Saúl él y los suyos, comieron los panes de la proposición, algo que solo podían hacer los sacerdotes.

Al argumento histórico, Jesús añade su autoridad: “El Hijo del Hombre es señor del sábado”. Él no vino a eliminar la ley mosaica, vino a darle plenitud y eso implica desbrozar esa ley, eliminando los añadidos de los comentaristas y tradiciones rabínicas respecto del descanso sabático. Los leguleyos habían convertido esta ley del sábado en una opresión, puesto que obligaba a las personas a estar al servicio del sábado. Jesús lo dejó claro en Marcos 2,27: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”.

Seguramente esta actitud de Jesús añadió un argumento más a la inquina con que los representantes de la ley contemplaban su actuación al anunciar el Reino de Dios.

Vivimos en un mundo donde abunda más la autosuficiencia que la disponibilidad a cumplir leyes.  Evitando siempre los extremos, sí es bueno cuestionarnos qué representa la ley, siempre necesaria, en nuestra vida de cristianos. Ahondar en el espíritu de la ley.

Este evangelio debería ayudarnos a colocar las leyes en la necesaria jerarquía que deben ocupar en nuestra vida, para que el evangelio de Jesús nos ayude a caminar con auténtica libertad y no por normativas muertas que calman nuestras inseguridades, pero no nos llevan a Dios. “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera… Cargad con mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”, dijo el Maestro, animándonos a imitar su propia conducta, siempre libre y liberadora.

Fray Salustiano Mateos Gómara O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)


Evangelio del día

Evangelio del martes 20 de junio de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5,43-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Reflexión del Evangelio de hoy

Cristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros

El verdadero seguimiento de Jesús, consiste en lo que está viviendo la Comunidad de Macedonia, que con tanto orgullo San Pablo informa a la Comunidad de Corinto: “En las pruebas y tribulaciones ha crecido su alegría, y su pobreza extrema se ha desbordado en tesoros de generosidad.” El darse y el dar, son una gracia que Dios concede, en este caso a los cristianos de Macedonia. Al ser un don, un regalo de Dios, esa donación es sincera, total, desinteresada, como lo es su Amor, por eso, pone como ejemplo a Jesucristo, que siendo rico se hizo pobre.

Hay que afrontar las pruebas y tribulaciones con alegría. Pero, esta alegría, ¿de dónde nace? Nace de la confianza plena en el Señor y de un total abandono a su voluntad, sabiendo con certeza que en medio de los momentos y circunstancias difíciles e imposibles surge la paz y la serenidad de que Él está y que con Él todo es posible, todo es llevadero, todo lo que permite es para nuestro bien, porque nos ama y nos pone en disposición de dar nuestras cualidades, carismas y dones gratuitamente, como los hemos recibido; de convertirnos en testigos del Amor del Señor en nuestra vida cotidiana.

Actualmente estamos rodeados de gente sedienta de Dios y necesitadas de pan y trabajo, ¿cómo podemos ayudarnos en estas dificultades? Ayudarnos materialmente todo lo que esté en nuestro alcance, y sobre todo, más que criticar a los poderosos de la tierra, orar, pedir al Señor la conversión de sus corazones, para que compartan los bienes de la tierra con los más pobres y necesitados. Y entre nosotros mismos, no perdamos el tiempo en juicios y compartamos humildemente nuestros anhelos, sufrimientos y necesidades.

Amad a vuestros enemigos

Este Evangelio de San Mateo, como la primera lectura de Corintios, marcan el camino para ser perfectos; no con las miras humanas, ni con la medida o “ranking” que tenemos los hombres, para definir lo que es la perfección, sino como el Señor indica y aconseja. Nosotros solamente tendemos a hacer el bien con los que nos hacen el bien; esta actitud es buena, pero el Señor quiere algo más, que es lo que marca la diferencia, y es que queramos a todos: a los buenos y a los malos, a los justos e injustos, etc. Esta forma de vivir nos hace libres y felices, pero, ciertamente, es imposible sin la plena confianza en el Señor y la intervención de su gracia.

Nuestro modelo de perfección es Jesucristo, por lo tanto, todo momento es oportuno para abrirnos a Él, darle nuestro sí sincero, para que nuestro corazón esté a la escucha de su voz, viviendo en plenitud sus palabras, que nos ayudan a llenarnos de Él y ser así, perfectos como el Padre celestial es perfecto.

En este texto, Jesús enseña a sus discípulos que el Antiguo Testamento queda superado, porque en él había un precepto que decía: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”, pero, ahora Él se proclama el Mesías esperado para los que quieran creer, porque Jesús da plenitud a la Ley de Moisés.

Tenemos un Padre celestial que es justo y bueno con todos por igual, que no hace distinciones, y nosotros, al ser sus hijos, tenemos que aprender de Él, amar y rezar por todos.

Vivamos al cien por cien estos consejos día a día, para que seamos libres y felices en plenitud, cumpliendo la voluntad de Dios en nuestras vidas.

Monasterio de Santo Domingo – Dominicas
San Sebastián

Evangelio del día

Evangelio del miércoles 31 de mayo de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia – como lo había prometido a nuestros padres – en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Reflexión del Evangelio de hoy

Amaos cordialmente unos a otros

La carta a los romanos es, sin duda, uno de los grandes escritos del epistolario paulino. El Apóstol la escribió para anunciar a los fieles de Roma su próxima visita en el viaje que pensaba hacer a España. Ocasión que aprovechó para desarrollar ante los romanos los grandes temas del Evangelio que él anuncia a los gentiles. En la lectura de hoy, Pablo va a dar una serie de consejos sobre la caridad fraterna y las relaciones con los demás.

El dinamismo del amor del que es capaz el cristiano encuentra en nuestra lectura ejemplos aplicativos para llevar una vida conforme al Evangelio. Lo primero en lo que hace hincapié el Apóstol es en el tema del amor que debe configurar nuestra vida entera y en consecuencia debe ser sin fingimiento, que nuestro actuar sea conforme a lo que piensa nuestra mente y siente nuestro corazón. Pablo insiste especialmente en el amor al prójimo, a los otros, consciente del valor y dignidad que tiene cada persona, el creyente ha de avivar el cariño y empatía hacia el hermano. El servicio, la alegría, la oración, la hospitalidad son actitudes que llevan al ser humano al cuidado de cualquier persona especialmente aquella que sufre. La exhortación a bendecir a aquellos que te hacen el mal o te persiguen; o a situarse en los márgenes de la vida junto al humilde en actitud de abajamiento como el mismo Señor Jesús, es descubrir la clave de la fraternidad que nace del amor que nos tengamos los unos a los otros.

María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá

En el evangelio de hoy Lucas nos narra cómo tras el encuentro de María con el ángel Gabriel, se pone en camino, con prontitud, a una ciudad de Judá a casa de Zacarías. El episodio de la visita de María a Isabel está narrado según el modelo que aparece en 2 Sam 6,2-16 sobre el traslado del arca. En ambos relatos se suceden las manifestaciones de gozo, David y todo Israel “iban danzando delante del arca con gran entusiasmo”(v.5), y como el niño en el seno de Isabel “empezó a dar saltos de alegría”(v. 41.44). María percibe la invitación a salir de sí misma, de su ciudad, aponerse en camino para que se reconozca la noticia de ser portadora de la Gloria de Dios, de su Presencia.

Lucas le da gran importancia al saludo que María dirige a Isabel (es mencionado tres veces Lc 1,40.41.44) y las reacciones que provoca: el niño salta de gozo en el seno de Isabel y ella misma queda llena del Espíritu Santo. Lo anunciado se está cumpliendo. El salto de gozo es para Lucas expresión del gozo de los tiempos mesiánicos. María a su vez, es saludada en su nueva condición: Bendita entre las mujeres y “madre de mi Señor”. Isabel la proclama “bendita entre las mujeres” a causa de su fe en contraste con la incredulidad de su marido, Zacarías. El título de “la madre de mi Señor” (v.43) hace referencia a aquel a quién Dios ha constituido Señor y Mesías. Y todo esto es en cuanto a creyente, figura de una verdadera discípula. Ser discípula implica servir al Salvador, ponerse al servicio de la palabra de vida, una vida que brota, y que es reconocida en el seno de una estéril.

María es llamada también bienaventurada, dichosa por ser creyente. Ella ha creído como Abraham. La fe le da la palabra y la movilidad. María es discípula y se pone al servicio de su Hijo; su voz, su saludo transforma a Isabel y suscita la alegría de los últimos tiempos. Y es en este momento cuando María proclama su Magníficat.

El cántico está ambientado en la casa de Zacarías (Lc 1,40) y constituye la respuesta de María a las palabras de Isabel. Los protagonistas son respectivamente María y el Señor. En el centro de la escena está solo ella, la madre-sierva del Señor, toda dirigida hacia Él. El movimiento de los vv. 46-50 se refieren solamente a María, mientras el segundo movimiento (vv. 51-55) se alarga al escenario más amplio de la historia humana, abarcando todo un pueblo (Israel) y a todas las generaciones.

El canto de María es ahora el canto de los pequeños y de los pobres. Es Yahvé el que ha hecho proezas, ha dispersado a los soberbios, ha derribado a los poderosos, ha exaltado a los humildes, ha colmado de bienes a los hambrientos, ha despedido a los ricos y ha auxiliado a Israel. En el Magníficat se da una relación temporal de pasado, presente y futuro. La intervención divina celebrada por María cumple aquello que Dios había anunciado a nuestros Padres. Aquello que Dios ha cumplido en el pasado, aquello que él cumplirá en el futuro y aquello que ha comenzó a obrar en María. Lucas presenta a los pobres como aquellos que dependen en todo de Yahvé y gritan a El en su aflicción. María proclama por anticipado el Evangelio. Ella queda inserta entre los “abatidos del país”, entre los pobres. Todo lo que ha sucedido en la humilde esclava de Dios, se torna canto, alegría, se convierte en felicitación por todas las generaciones y es a su vez motivo de esperanza para el pobre, el que sufre, el que se lamenta.

La memoria pascual que testimonia Lucas de la historia de María está caracterizada por la fe, ella es figura y modelo de la fe de la Iglesia. María protagonista de la Historia de la salvación tiene dentro del evangelio de Lucas un papel fundamental como discípula del Señor.

Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo


Evangelio del día

Evangelio del lunes 8 de mayo de 2023

Padre Pedro Brassesco,

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 21-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote:
«Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Reflexión del Evangelio de hoy

“Nosotros somos mortales igual que vosotros”

En esta primera lectura, vemos la distinta acogida que tuvo la predicación del evangelio. En Iconio “empezaron a moverse con intención de maltratar y apedrear a Pablo y Bernabé”, que tuvieron que huir camino de Listra. Aquí la situación cambió por completo. Después de que Pablo curase a un lisiado, el gentío exclamó: “Dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos”, y hasta querían ofrecerles un sacrifico de animales.

Una primera consideración: en cualquier momento histórico, el evangelio es recibido y es rechazado, en el siglo I y en el siglo XXI. Lección histórica que no podemos olvidar. Donde hay libertad humana, la aceptación y el rechazo siempre coexistirán.

Segunda consideración: el predicador de cualquier tiempo sabe bien que al que hay que predicar es a Dios y a su Hijo Jesucristo. Nunca predicarse a si mismo. Y si hay algún despistado, como ocurrió en Listra, que tomaron a Pablo y Bernabé por dioses, sacarles inmediatamente de su error. Dioses no hay más que uno. Los demás somos personas humanas, fuertes y débiles a la vez, y algunos, desde esa nuestra condición, somos cristianos que queremos vivir y difundir la buena noticia de Jesús, el Hijo de Dios. 

“Haremos morada en él”

Lo de Dios con nosotros es algo que supera los límites del amor. Aunque parece que el amor no tiene límites a la hora de amar.

Eso le sucede a nuestro Dios, que es Amor. No contento con crearnos como personas humanas, con inteligencia, voluntad, sentimientos, libertad… no contento con enviarnos hasta nosotros a su propio Hijo, Jesús de Nazaret, para enseñarnos el camino que conduce a la plenitud… no contento con regalarnos su propia vida divina y hacernos de verdad hijos suyos… es capaz de llamar a nuestra puerta, y, si le dejamos, instalarse en nuestro interior. “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”.

Pero si le dejamos que se instale en nuestro corazón no es para tenerlo ahí como una pieza decorativa en un museo. Es para escucharle, hablarle, dejar que guíe nuestra vida y, por supuesto, vivir con Él una historia de amor, la de unos hijos con su buen Padre.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


EVANGELIO DEL DÍA

Evangelio del domingo 7 de mayo de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».

Reflexion del evangelio de hoy

El camino de la verdad y de la vida

III.1. El evangelio de hoy de Juan, es uno de los discursos de reveFray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)lación más densos de su obra. Está inserto en el testamento de Jesús a los discípulos en la última cena, que es un relato muy particular de este evangelista. Es un discurso de despedida. Aquella noche, entiende Juan, Jesús comunicó a los suyos las verdades más profundas de su vida, de su existencia y de su proexistencia (existir para otro). Jesús se propone, se auto-revela, como el camino que lleva a Dios; se presenta igual a Dios, igual a Dios que es Padre. El centro del mismo es la afirmación de Jesús como «camino, verdad y vida».

III.2. Ya sabemos que el camino es para andar y llegar a una meta; la vida es para vivirla, gustarla y disfrutarla; la verdad es para experimentarla como bondad frente a la mentira, que engendra desazón e infelicidad. En el mundo bíblico la verdad (emet) no es una idea, sino una realidad que se hace, se realiza, se lleva a la práctica. En el mundo de la filosofía helenista puede que la verdad sea algo más ideológico. Camino, verdad y vida, pues, son cosas concretas que se viven, que se hacen, que se experimentan. Estas son cosas que todos buscamos en nuestra historia: queremos caminos que nos lleven a la felicidad; amamos la verdad, porque la mentira es la negación del ser y de los bueno; queremos vivir, no morir, vivir siempre, eternamente.

III.3. Nadie puede llegar al Padre sino por Jesús (“por mi”). Los hombres buscan a Dios, necesitan a Dios; pero no a cualquier Dios, sino el Padre. Jesús lo ha revelado de esa forma y en ello ha empeñado su palabra y su vida: ésta es su verdad. San Juan, pues, está afirmando que no es posible experimentar a Dios sino por medio de Jesús. Muchos ha hablado del absolutismo joánico, lo que llama la atención desde le punto de vista cristológico, ya que el Jesús de los evangelios sinópticos no se expresaba así. Estamos de acuerdo que esta manera de hablar depende de los catequistas y teólogos de la comunidad joánica, no de palabras o “logia” reales de Jesús de Nazaret. Este absolutismo joánico se explica porque en este momento de la cena, de la despedida, del testamento o última voluntad, Jesús está revelando todo en beneficio nuestro, en beneficio de los que “son de la verdad” (Jn 18,37), como dirá a Pilato en el momento de ser juzgado. Escuchar su voz, es confiar en su palabra de vida .

III.4. A Jesús, lo propone San Juan, con estos conceptos tan consistentes como el que puede liberarnos en nuestra existencia agobiada y, a veces, no menos esquizofrénica. Podemos decir que esta alta teología joánica sobre quién es Jesús para la comunidad cristiana, es una propuesta de fe; pero no una propuesta de experiencias abstractas, sino de las realidades que buscamos siempre y en todas partes. El es el camino que nos lleva a Dios como Padre, porque de otro forma hubiera seguido siendo un Dios “desconocido” para nosotros. No basta con decir Dios, sino que esa intimidad con el Padre lo hace accesible para siempre. La cristología de Juan, pues, se “abaja” en el misterio de la paternidad de Dios para que no estemos desamparados y sin confianza. Un Dios, padre, que también es madre, hace la teología más humana y, desde luego, la fe más terapéutica y espiritual. Jesús se atrevió más que nadie, y precisamente por ello es la verdad de nuestra existencia cristiana y la vida de nuestra experiencia de fe.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)


Evangelio del día

Evangelio del martes 11 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice.
«¡Rabbuní!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, ande, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».

Reflexión del Evangelio de hoy

Estas palabras les traspasaron el corazón             

Pedro inaugura en este discurso la apologética cristiana, y en él podemos ver el esquema de lo que habría de constituir la predicación o kerigma.

Pues bien, tal y como deduce San Pedro, la conclusión se impone: con el milagro de su gloriosa resurrección, Jesús de Nazaret ha demostrado que él, y no David, es el Señor.

«Cercana ya su pasión, Jesús, tomando la palabra decía mientras enseñaba en el Templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? El mismo David le llama Señor; ¿cómo puede ser hijo suyo?, refriéndose al salmo110.

Entre los primitivos cristianos llegó a adquirir tal preponderancia este título de Señorreferido a Cristo, que San Pablo nos dirá en Rom 10,9 y I Cor 8, 5-6; 12,3 que confesar que Jesús es el «Señor» constituía la esencia de la profesión cristiana.

Estas palabras de Pedro pronunciadas con la fuerza de aquella poderosa vivencia de su muerte, experiencia tan dura que los hizo huir, que los puso al borde del abismo, del todo lo vivido no ha sido nada, hasta el sobresalto inexplicable del primer día: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado se ha aparecido a Simón!».

Pero les recuerda que fueron ellos, quienes gritaron ante Pilato su muerte: «al mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios lo constituido Señor y Mesías»

La Palabra del Señor es salvadora. La única poderosa fuerza, misteriosa fuerza, que traspasa el corazón del hombre y le tomar conciencia de su pecado y poder preguntar: «¿Qué tenemos que hacer hermanos?»

En el corazón del hombre es donde se juega todo: el sí a Dios, y la docilidad a la gracia. A los bien dispuestos Pedro les aconseja el «arrepentimiento, el bautizaos todos para que se os perdonen los pecados y recibiréis el Espíritu Santo.»

La apertura del corazón a Dios abre unas inmensas expectativas, un camino nuevo, ahora empiezo a conocer a Dios. Nueva relación filial con Dios.

Pedro proclama abiertamente la universalidad, el Espíritu será derramado sobre toda carne. (Joel 3, 1)

El misterio pascual se abre poderoso e imbatible en la historia humana, y es para todo hombre que crea.

La misericordia del Señor llena la tierra

La belleza inagotable del salmo fortalece nuestro corazón ante su Palabra, sus acciones, su misericordia que llena la tierra. Sus ojos están atentos, puestos en sus fieles para colmarnos de su misericordia, librarnos de la muerte y saciarnos en tiempo de hambre.

Él es nuestro auxilio y escudo, que tu misericordia venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

¡He visto al Señor!

No lo tuvieron fácil los discípulos ni en la hora de la muerte del Señor y menos aun cuando comienzan las mujeres del grupo a alarmarlos con supuestas visiones del Resucitado.

Nunca llegaron a entender los avisos de Jesús que los aleccionaba y preparaba para tan dura prueba. Les daba miedo preguntarle.

Juan dedica gran parte del relato de la cristofanía a narrar cómo Magdalena no reconoce a Jesús inmediatamente.

María tampoco estaba preparada para una vuelta de Jesús resucitado.

Ella buscaba afanosamente su cadáver para custodiarlo y llorarlo con la intensidad de su amor durante toda su vida.

Dime dónde los has puesto y yo me lo llevaré, dice al que ella imagina como el hortelano del jardín y autor del supuesto robo. Se hubiera conformado con eso, recuperar su cuerpo.

Juan presenta a Jesús instruyendo a María Magdalena sobre el significado de la resurrección. Ella piensa que ya ha regresado, lo había prometido. Lo dijo en la Última Cena: «Volveré».

Dentro de poco el mundo no me verá; vosotros sí me veréis. Cuando María lo reconoce, al sentirse llamada por Él por su nombre, piensa que ya ha regresado y ahora se quedará con ella y con los demás que le habían seguido reanudando la anterior relación.

Jesús había dicho: «Volveré a veros y vuestros corazones se alegrarán con una alegría que nadie podrá quitaros» Ella trata de aferrarse a la fuente de su alegría.

Sin embargo, Jesús transforma todas sus expectativas. Transforma su alegría en una fe firme y anunciadora, será la apóstol de la alegría pascual. La cristofanía a Magdalena termina con la ida de ésta junto a los discípulos para anunciarles: «He visto al Señor.»

Juan parece hacer una alusión al más grande de los Salmos de pasión: «Proclamaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea té alabaré.» (Sal 22, 23)

El Señor es en verdad el nombre de Jesús Resucitado, y «Kyrios» traduce en los LXX el tetragrama, YHWH, que es nombre propio de Dios.

«La hora», anunciada en la Última Cena, en que Jesús habría de pasar de este mundo al Padre, ya se ha cumplido. Todo lo que queda es volver para compartir su gloria con sus discípulos. Ahora llega el momento de cumplir la segunda mitad de la promesa: «Me voy para volver».

Sor María Rosario Botella O.P.
Monasterio Santo Domingo de Guzmán (Sant Cugat del Vallès)

Evangelio del día

Evangelio del lunes 3 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 1-11

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

Reflexión del Evangelio de hoy

Para que abras los ojos de los ciegos…

En pleno Antiguo Testamento, Isaías nos habla del siervo del Señor y de todas las acciones que va a realizar en favor de su pueblo. El traer “el derecho a las naciones”, “el implantar el derecho en la tierra” engloba todas las otras acciones que las realizará siempre sin apelar a la violencia, sino más bien sirviéndose de la suavidad, por eso “no gritará, no clamará, no voceará en las calles”. Podemos decir que empleará la ternura y será capaz de “te he cogido de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones”… para que ayudes a los ciegos, a los cautivos, a los que habitan en las tinieblas.

Bien sabemos que todo esto y mucho más y con mayor intensidad fue lo que realizó Jesús de Nazaret viniendo a nuestra tierra. Vino para ser nuestro camino, el camino que nos lleva a vivir la verdad y saborear la vida y la vida en abundancia. A eso dedicó principalmente los tres años de su vida pública, predicando de pueblo en pueblo. Las autoridades de entonces quisieron hacerle callar, pero no les hizo caso, no podía menos de regalarnos su buena notica. Y pidió a sus apóstoles que después de su muerte la divulgasen a todas las naciones.

Jesús… Lázaro, Marta, María

De entrada, vemos el cariño de Jesús por esa familia amiga, de Lázaro, a quien había resucitado, de Marta y María. Por eso, va con toda confianza a su casa, a cenar. Marta y María le expresan su amor, cada una a su manera. Marta, sirviendo a la mesa. María ungiéndole los pies con un perfume costoso. La nota discordante la pone Judas Iscariote, que en lugar de alegrase por el regalo de María a Jesús, afirma que hubiese sido mejor vender dicho perfume para dar ese dinero a los pobres, aunque en realidad era para él. Entre los judíos, algunos van a ver más a Lázaro resucitado que a Jesús, y algunos dan el paso de creer en Jesús. Por esta causa, los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro.

Como vemos, este pasaje evangélico nos muestra distintas y contrarias posturas ante Jesús. ¿Cuál es nuestra postura ante Jesús? Queremos unirnos a millones y millones de personas que, a lo largo de estos XXI siglos de cristianismo, confesamos que lo de Jesús, su persona, su amistad, sus indicaciones, sus promesas, es lo mejor que nos ha pasado y nos sigue pasando en nuestra vida. Y respondemos desde dentro a la pregunta de Jesús si queremos abandonarle: “¿A quién iríamos? tu solo tienes palabras de vida eterna”. Queremos seguir siempre con Jesús.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)


Evangelio del día

Evangelio del jueves 30 de marzo de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

Reflexión del Evangelio de hoy

Te haré fecundo sobremanera

Las lecturas en el día de hoy nos proponen reflexionar desde la clave de: «Alianza», de este modo, buscando su sentido más profundo viviremos nuestro compromiso cristiano y el camino cuaresmal dando los frutos que Dios espera de nosotros en cada momento. El término «alianza» en la densidad del significado que quiere manifestar la Sagrada Escritura es necesario rescatar dos aspectos, dos conceptos con los que se llevan a término este pacto, esta relación entre Dios y su criatura:

 El primer término con el que nos encontramos es la reconciliación. En un momento concreto este pueblo ha dado la espalda a su Señor, con una serie de actos que lo han llevado a la hostilidad y la división. Dios en ese acto de amor por su criatura vuelve a proponer un acto de alianza que conducen a la pacificación y a la reconciliación con Dios y con el prójimo.

El segundo aspecto importante que nos marca la clave de la alianza es el de la comunión y la unión. De esos interlocutores que son Dios y el pueblo (o un individuo). Así, aparece la transformación total de la vida. Abrán, sin un futuro cierto, ya que en su ancianidad no cuenta con un heredero, pasa a hacerse fecundo sobremanera en el Señor. El Dios de la alianza transforma la vida, donde no había esperanza hacia donde mirar al futuro con optimismo, Dios regala un horizonte nuevo y una fecundidad de vida.

El encuentro es lo característico de la «Alianza». Dios es el primero que sale al encuentro del ser humano. Él formula la promesa. Él es el protagonista de la historia «esponsal» y de intimidad con cada uno. Él propone: «Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (Jer 31,33). Es importante estar con todos los sentidos abiertos para poder captar la propuesta que Dios te ofrece y que te dejes fecundizar por su Palabra de vida.

El amor de Dios hacia la persona llamada es: «Gratuito, personal y único». Este amor inicial marca la vida, la existencia de toda la persona. Es el amor que caracteriza la relación de alianza. Se trata de la alianza con la persona (Abrahán), y se vierte en términos de promesa que Dios no abandona tu vida y que tu existencia tiene garantizada la plenitud de vida. «El Señor Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada» (Sal 104,8).

Quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre

Seguimos con el sentido de «alianza» con el que podremos comprender mejor el texto evangélico de hoy. Que nos introduce en una clave de relación de intimidad con Dios que fecunda nuestra vida. Jesús está lanzando un mensaje que el auditorio no acaba de comprender, los fariseos, se quedan en lo literal. Quedarse en la superficialidad de las palabras hace que no entre en ellos el sentido de vida que Jesús está exponiendo.

Si aplicamos ese término de pacto o alianza a la lectura quizás de un poco más de luz al sentido que quiere expresar. Dios está proponiendo una acción a aquellos que quieran ser del grupo de Jesús. Si quieres ser del grupo lo primero que deberás de hacer es el de «conocer» para amar. Ya lo dice el dicho popular que: «no se ama aquello que no se conoce». Conocer quien este Dios que te ha creado y que te llama a vivir una vida plena. No exenta de tribulaciones pero que está fecundada por su presencia viva y resucitada de un Dios que está pendiente de su criatura. «Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre; me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré, lo saciaré de largos días y le haré ver mi salvación» (Sal 90,14-16).

De este modo aparece otro verbo «guardar». El conocer a Dios y su ley en el amor te introduce en «guardar su Palabra». Así, vemos claramente como nos vamos introduciendo en el dinamismo que nos plantea el ser discípulos y el camino cuaresmal. Acércate a Dios, conócelo, vive en Él y en su Palabra. Una Palabra que realmente es vida, que da sentido en medio de los desiertos y arenales por los que vamos pasando. Jesucristo: «Camino, Verdad y Vida». Sentido para nuestra vida. Luz que ilumina la densidad de la tiniebla por la que algunas veces pasamos. Palabra que crea y recrea toda nuestra existencia: «El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo» (Jn 1,9). Así guardaremos y viviremos en la Luz de su Palabra.

El guardar su palabra desemboca en el sentido profundo que tiene el estar injertados en Cristo: «No verán la muerte». Con la dinámica que nos presentan esos verbos vemos que el sentido está en la alianza que Dios nos propone como camino de vida.  Porque has comprendido el sentido que tiene la vida de Jesús de Nazaret la pondrás tú mismo en práctica. Una vida de entrega y de servicio a los demás por amor. Y esa vida tiene como germen la vida eterna. Por la vida entregada del Hijo al amor hacia la humanidad doliente el Padre resucita al Hijo. La muerte no tiene dominio sobre la vida. La Vida tiene la última palabra: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» (Jn11,25-26).

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)


Evangelio del día

Evangelio del lunes 27 de marzo de 2023

Paadre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Reflexión del Evangelio de hoy

Dios hace justicia

La enseñanza fundamental de este relato de la casta Susana es el triunfo de la inocencia sobre la maldad. Vemos cómo dos viejos jueces, movidos por el enamoramiento hacia Susana, buscan tener relaciones sexuales con ella, a lo que Susana se niega. En un principio, estos jueces, dada su autoridad, se las arreglan para condenar a muerte a Susana. Algo que evita Daniel cuyo nombre significa “Dios hace justicia”, y son los dos jueces los condenados a morir. La justicia vence a la injusticia.

La primera vez que oímos este pasaje, y las otras veces también, no alegramos de su desenlace, porque nuestro Dios, que es un Dios justo que rechaza toda injusticia, nos ha dado un corazón semejante al suyo, que va en contra de cualquier comportamiento injusto y goza con la verdad y la justicia.

Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más

El evangelio de hoy nos habla de la mujer adúltera. Posiblemente uno de los pasajes más conocidos por los cristianos. En él encontramos dos posturas antitéticas. La de los letrados y fariseos que no ven más que los hechos externos: “una mujer sorprendida en flagrante adulterio”. Y ahí se quedan y piden que sea apedreada como manda la ley. Muy distinta la postura de Jesús. No se queda solo en los hechos externos, en el adulterio de la mujer. Va más allá. Llega hasta el corazón de esa mujer y ve en él un sincero y sentido deseo de arrepentimiento, un deseo de ser perdonada y no condenada, un deseo de ser comprendida y amada y un deseo de comenzar una nueva vida. Y Jesús, que no ha venido a castigar, sino a curar, a sanar, a perdonar a todo corazón malherido, a alentar a que se vuelva siempre al buen camino… la perdona y la acoge. El diálogo de Jesús con ella, después de haber puesto en evidencia a sus detractores, está lleno de comprensión y de ternura: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno, Señor. Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)