Evangelio del jueves 17 de noviembre de 2022
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19,41-44
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».
Reflexión del Evangelio de hoy
¿Quién es digno de abrir sus sellos?
Las descripciones del libro del Apocalipsis -revelación, manifestación de algo oculto- son expresión de un mundo cuyos símbolos están lejos de nuestra realidad. A través de él Dios quiere revelarnos, manifestarnos algo. No es fácil entender su mensaje que se convierte en algo misterioso y un tanto costoso de desentrañar.
Todo el libro no es otra cosa que la respuesta que da Dios a un mundo atravesado por el mal, la desesperanza, la injusticia, la muerte… El de entonces y el de todos los tiempos.
Del texto que hoy leemos es bueno destacar el himno al Cordero degollado, que es el único “digno” de romper los sellos que ocultan el mensaje de Dios a los hombres.
Jesús es presentado de pie, símbolo de Cristo resucitado, como ese cordero que ha sido sacrificado, degollado, -qué expresión tan gráfica-, para romper el poder del mal entre los hombres. Él realizó victoriosamente la labor que se le había encomendado como Mesías, lo que ahora le capacita para llevar a cabo la realización del programa de Dios en este mundo.
¿Cómo venció? No desde el poder, la fuerza, o la imposición, sino desde una cruz. Él no eligió el camino del poder y la gloria; eligió el de la humillación y el sacrificio.
El himno que entonan los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes es un cántico grandioso a Cristo vencedor del pecado y de la muerte; degollado por la maldad de los hombres, pero vivo para siempre, tras su resurrección de entre los muertos.
Un buen día para exaltar y cantar la labor redentora de Cristo que es digno de recibir nuestra alabanza como fieles seguidores suyos.
¡Si en este día comprendieras tú también los caminos de la paz!
Jesús lamenta la cerrazón de los jefes que dirigen la vida de los judíos al rechazar su mensaje concretado en el rechazo de su persona. Es curioso que este breve pasaje sea la continuación del relato de su entrada triunfal en Jerusalén, en medio del júbilo y la aclamación de la gente. El contraste es estremecedor. De la alegría y la exaltación pasamos a una escena donde Jesús llora al contemplar a la “ciudad santa”. En esa contemplación de la ciudad, donde él sabía que iba a morir, Jesús expresa su profunda tristeza ante la cerrazón de sus paisanos. Llora ante el final que le espera y llora por lo que sufrirá ese pueblo al que él ama. Él ha venido como príncipe de la paz y ellos no han sido capaces de reconocer en su venida el gesto amoroso de Dios.
Las palabras de este evangelio parecen evocar una actitud dolorosa de ese pueblo, tal como nos lo narra el mismo san Lucas en el capítulo 13,34. En ambos textos destaca la actitud de entrega de Jesús, que llega en son de paz, y la dureza de los dirigentes del pueblo que lo rechazan y persiguen.
Sus palabras siguen resonando a lo largo del tiempo. Son muchos los que siguen rechazando el mensaje de paz que él nos trae. No solo las grandes guerras, como la que vemos en Ucrania y en otros países, sino las pequeñas batallas que se dan en nuestra vida cuando el odio, el desamor, o el rencor, manifiestan no haber acogido su mensaje con generosidad. El evangelio siempre es una llamada a depurar nuestro seguimiento desde dentro de nosotros mismos donde surgen todo aquello que rompe la paz.
Orígenes tiene unas palabras que son una llamada a la reflexión: “Si, una vez instruidos sobre los misterios de la verdad, después de haber recibido la palabra del evangelio y la doctrina de la Iglesia…, alguien de entre nosotros peca, provocará lamentos y llantos, porque no se llora sobre los paganos, sino sobre aquel que después de haber formado parte de Jerusalén se ha separado de ella”.
Que la Palabra de Dios ilumine hoy todo cuanto llevemos a cabo y su fuerza nos conforte para mantener viva nuestra fe.
Fray Salustiano Mateos Gómara O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)