Evangelio del día

Evangelio del lunes 1 de agosto de 2022

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21)

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados.
Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren comida».
Jesús les replicó:
«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer».
Ellos le replicaron:
«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».
Les dijo:
«Traédmelos».
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Reflexión del Evangelio de hoy

El Señor no te ha enviado, y tú has inducido al pueblo a una falsa confianza

El profeta Jeremías, en esta parte de su relato, está viviendo la angustiosa situación de haber visto como su pueblo, ha sido conquistado y mayormente deportado a Babilonia. El Templo de Jerusalén había sido destruido y los que se habían quedado en su tierra, vivían oprimidos por los invasores.

En este tiempo surgieron algunos falsos profetas que anunciaban, erróneamente, el fin del exilio y la vuelta de los deportados, junto a la devolución al Templo, de todos aquellos enseres y útiles utilizados en él, y que tenían gran valor. Con esto se pretendía infundir en el pueblo una falsa esperanza.

Jeremías, que en muchas ocasiones fue tildado de agorero, ya que profetizaba sobre la realidad del pueblo sometido, como causa de sus pecados, intenta desenmascarar a los falsos profetas y de hecho lo hace, ya que Dios le había anunciado el triste final de Ananías, por intentar inculcar vanas esperanzas; rompió el yugo de madera que Jeremías llevaba en el cuello como signo de aceptación de la situación, pero Yahvé anuncia que el yugo que pondrá sobre su pueblo, serás de hierro, como signo de sometimiento.

El salmo 118 nos dice: “Instrúyeme, Señor, en tus leyes”. Este deseo lo puso en práctica San Alfonso María de Ligorio, doctor de la Iglesia, gran ejemplo de maestro que puso toda su ciencia al servicio de la teología moral.

También hoy conmemoramos el aniversario del martirio del obispo dominico Beato Pierre Claverie, obispo de Orán (Argelia) que fue asesinado junto a su chofer en 1996, incansable defensor del diálogo interreligioso, gran conocedor del Islam, convencido de que la fe es un auténtico dialogo.

No tenemos más que cinco panes y dos peces

El capítulo 14 del evangelio de Mateo, nos relata como Jesús, al enterarse de que Juan el Bautista había sido asesinado en la cárcel, decide apartarse junto a sus discípulos a un lugar retirado y tranquilo, pero la gente le sigue por tierra y, al desembarcar, se encuentra rodeado de un enorme gentío y comenzó a predicarles.

Al hacerse tarde los apóstoles le incitan a que despida a la gente para que busquen algo con qué alimentarse en las aldeas cercanas, ya que estaban en descampado, pero Él les dice, no hace falta “dadles vosotros de comer”, ¡pero cómo! Las reservas eran cinco panes y dos peces.

Pero el Maestro alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición y, milagrosamente, el escaso alimento con que contaban se multiplicó, comieron todos, que eran una multitud, y aun recogieron doce cestos con los restos sobrantes.

Jesús nos invita a que seamos nosotros, sus seguidores, quienes alimentemos a nuestros semejantes, con la Palabra que procede de Dios, no solo que cubramos las necesidades de los más vulnerables, sino que, también, seamos portadores de la alegría del evangelio.

No admite la postura cómoda de invitar a la gente a que busque su propio alimento, no, quiere que nosotros facilitemos poder vivir aquello por lo que hemos sido llamados a seguirle, y seamos capaces de transmitirlo a los demás. Nos dice: “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”, es decir, que seamos anunciadores de la Buena Noticia de Jesús y podamos contagiar a los otros la gracia que nos infunde considerarnos “sus” amigos.

¿Nos convertimos en falsos profetas, con tal de conseguir ser honrados por los demás?

¿Estamos convencidos que Jesús nos invita a alimentar a la gente con su Palabra, y dispuestos a hacerlo?

¿Nos consideramos correa de transmisión de la alegría del evangelio?

D. José Vicente Vila Castellar, OP
Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)

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