Reflexión del Evangelio de hoy
Prefirieron la muerte antes que contaminarse
En la amplia historia de las relaciones de Dios con el pueblo judío, nos encontramos siempre con dos actitudes opuestas. La de aquellos que dan la espalda a Dios, los que desobedecen lo que Dios les ha dicho y pedido, y los que permanecen fieles a Dios y sus indicaciones. En la lectura de hoy, en un primer momento, sobresalen los que se alejan de Dios, se olvidan de su identidad judía, de su alianza con Yahvé, y hacen un pacto con los pueblos vecinos y su rey, con todas sus consecuencias. Acogen su religión, profanan el sábado, queman los libros de la Ley, sacrifican a dioses extraños…
Sin embargo, “hubo muchos israelitas que resistieron”, con una resistencia que les costó la vida. Prefirieron la muerte antes que renunciar a la alianza, a la amistad con el único Dios, Yahvé.
Nos e fácil saltar a nuestra religión cristiana, donde también ha habido y sigue habiendo cristianos que renuncian a seguir a Cristo. Pero también ha habido cristianos y sigue habiendo que ante la situación de obligarles a renunciar a Cristo, a su fe, o perder la vida, aceptaron perder la vida antes que perder la fe, porque para ellos la fe, Cristo era su vida.
Señor, que vea otra vez
La fama de Jesús, de su buena noticia, de las curaciones que realizaba a los enfermos, ya había empezado a extenderse. Por donde iba, yo no pasaba desapercibido. Es lo que vemos en el evangelio de hoy cuando Jesús se acercaba a Jericó, donde había un ciego al borde del camino pidiendo limosna. Al enterarse que pasaba por allí Jesús, comenzó a gritar buscando su ayuda. Pero curiosamente, de entrada, le pide que tenga compasión de él. Aunque evidentemente cuando Jesús se acerca él, y le interroga qué quiere que haga por él, concreta su petición rogándole que le devuelva la vista. Algo que Jesús le concede: Le curó la confianza que tenía en Jesús de que le podía devolver la vista, porque Jesús, el Hijo de Dios, tenía poder para ello. “Tu fe te ha curado”.
De alguna manera todos nosotros nos vemos retratados en esta escena del ciego. Y nos atrevemos a pedirle a Jesús: “Señor, que vea otra vez”. Pero le pedimos no que no cure la ceguera de nuestros ojos, porque con ellos vemos, sino la ceguera de nuestro corazón, que en muchas ocasiones no acaba de ver claro. Le pedimos que nuestro corazón vea claro a la hora de saber cómo reaccionar ante las distintas circunstancias de la vida para encontrar el sentido que todos buscamos, que nos convenza con rotundidad que Dios es nuestro gran Padre que nos ama entrañablemente, que todos los hombres son nuestros hermanos, que nuestro destino es la resurrección a una vida de total felicidad y para siempre…confiando la respuesta positiva de Jesús: “Tu fe te ha curado”.
Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)