Evangelio del día

Evangelio del martes 14 de noviembre de 2023

Padre Pedro Brassesco

Reflexión del Evangelio de hoy

Los justos están en manos de Dios

Por primera vez aparece con este lenguaje filosófico propio del libro de la Sabiduría, el tema de la vida eterna. Al autor de este libro le preocupaba mucho la retribución final, los justos deben ser recompensados por su justicia, los malvados deben ser castigados. Vida y muerte están en lucha desde los orígenes de la humanidad. Es una dialéctica que nos acompaña siempre: la posibilidad de hacer el bien o el mal, de optar por el buen camino o dirigirnos decididamente hacia el malo, está ahí en nuestro corazón, donde se debaten ambos en arduo combate.

La frase “por envidia del diablo entró la muerte en el mundo”, me parece fundamental, porque centra la cuestión; el diablo tiene envidia de que Dios sea bueno, y por eso se dedica a hacernos la guerra, encontrando en nosotros el caldo de cultivo de nuestra alma herida por el pecado.

¿Qué podemos hacer? Confiar en el Señor, aceptar la prueba, dejar nuestras vidas en manos de Dios y permanecer fieles ante la necedad de los malvados. “Porque los fieles permanecerán junto a Él en el amor”. Permanecer en el amor es el salvoconducto que nos guiará a la vida eterna. Sólo así resplandecerá la imagen de Dios oculta en lo profundo de nuestro ser y sacaremos a la luz la mejor versión de nosotros mismos.

Ven, siéntate a la mesa

¡Cuántas veces esperamos recompensa por nuestros servicios! Creemos que somos imprescindibles y que, sin nosotros, la Iglesia estaría incompleta.  Contra esta actitud soberbia y vanidosa, nos alerta hoy el Señor con estas comparaciones.

El que se siente pobre, humilde, no espera recompensa, porque no hay ningún motivo de gloria en lo que hacemos, al contrario, servir debería ser para nosotros el motivo de gloria. Deberíamos ser nosotros quienes diéramos continuamente gracias a Dios por habernos llamado a su Iglesia, por habernos concedido ser hijos suyos por el Bautismo, y porque nos permite estar en su Iglesia.

Quien sabe que su vida y todo lo que le rodea es fruto de un amor sobreabundante de Dios, no exige nada, al contrario, está en deuda de amor con Él. Todo es gracia, y por eso se trata de vivir gratuitamente, desde la gratuidad.

Esto no quiere decir que no vayamos a sentarnos a la mesa y disfrutar del banquete del Reino; ¡claro que sí!, pero será después, cuando llegue el tiempo, ahora estamos en el tiempo de servir, de entregarnos, de dar la vida hasta las últimas consecuencias, conscientes de que todo procede de Dios y todo debe volver a Él. A nosotros nos toca dar amor, con humildad, desde nuestra pequeñez y pobreza, pero siempre desde el amor.

¿Vivo mi vida sabiendo que estoy en manos de Dios?

¿Me cuesta permanecer en el amor? ¿Qué cosas me apartan de esta entrega amorosa siempre y a todos?

¿Vivo mi vida de fe, como cristiano, con la conciencia de que todo es gracia recibida? ¿Qué actitudes me ayudan a permanecer pobre y humilde?

Sor Inmaculada López Miró, OP
Monasterio Santa Mª de Gracia, Córdoba


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