Evangelio del viernes 6 de octubre de 2023
Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,13-16
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza.
Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».
Reflexión del Evangelio de hoy
…haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba
El libro de Baruc fue escrito en los primeros años de la deportación del pueblo hebreo a Babilonia. Son tiempos dolorosos los que el pueblo vive lejos de su tierra, aparentemente abandonados de Dios y sometiéndose a las costumbres y prácticas religiosas de los babilonios. En este ambiente aparece Baruc y escribe este libro admonitorio, condenando el pecado cometido por el pueblo hebreo contra su Dios al someterse a los dioses de los pueblos captores.
Baruc nos presenta un Dios celoso y castigador de los desvíos del pueblo. La desobediencia es notoria y el castigo de Dios parece proporcionado a las faltas cometidas. Se diría que Baruc esté escribiendo la historia del momento del pueblo, ciertamente condenando la forma de actuar del pueblo.
Baruc presenta a un Dios celoso, exigente y vengativo. El pueblo le ha ofendido y el castigo es inmediato. Es el Dios del Antiguo Testamento que Jesús va a humanizar, va a quitar la carga negativa que implica al Dios castigador, para descubrirnos el rostro de un Dios que es capaz de hacerse hombre para ponerse al nivel de sus criaturas. El Dios que da premio o castigo inmediato de acuerdo con las obras de su criatura, de su obediencia o desobediencia, va a ser presentado por Jesús como un Padre que espera paciente, con la luz encendida para que el hijo díscolo pueda orientarse al volver, y perdona sin medida, una y otra vez sin descanso.
Quien a mí me rechaza, rechaza al que me ha enviado
Los setenta y dos discípulos enviados, regresan de la misión, en general contentos con los resultados, pero en algunas ciudades no fueron bien recibidos. De ahí nacen los improperios que Jesús dedica a los pueblos que se han negado a recibir el mensaje, el anuncio del Reino.
Y podríamos quedarnos ahí: Jesús lanza sus maldiciones contra tres ciudades, y a nosotros no nos afecta para nada; pero seguramente tendríamos que escuchar un poco más, oír un poco menos, y buscar la forma en que el mensaje se hace presente para nosotros. Cuantas veces nosotros, que hemos sido educados en un ambiente cristiano, desoímos las peticiones del Maestro y nos alejamos de sus caminos. Como hicieran en su día Corozaín y Betsaida, nosotros cerramos los ojos, los oídos, el corazón, al mensaje que Jesús nos dirige y nos vamos por otros derroteros que merecen las condenas de Jesús, sobre todo las que recibe Cafarnaúm.
¿Cuántas veces, pagados de nuestra importancia y seguros de estar en posesión de la verdad, pensamos, hablamos y actuamos en contra del verdadero mensaje de Jesús? ¿Con cuánta frecuencia seguimos los pasos que nos alejan de los verdaderos mensajeros de Jesús? ¿No estaremos tratando de escalar el cielo hasta merecer la condena de Jesús?
Abramos nuestro espíritu al mensaje que nos pregona el Evangelio, sigámoslo y busquemos el aplauso de nuestra propia conciencia. Prestemos nuestra atención a Dios y dejemos de escuchar a tantos falsos profetas que nos rodean, y a veces nos aturden con sus mensajes puede que cargados de maldad bien disimulada con un ropaje de piedad falsa.
¿Estará Dios aún entre nosotros? Afortunadamente Él no nos va a dejar abandonados. Aunque nosotros fallemos Él no puede fallar. ¡Confiemos siempre en Él y lo encontraremos en nuestra vida!
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)