Evangelio del sábado 30 de septiembre de 2023
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,43b-45
En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido.
Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Reflexión del Evangelio de hoy
Aquel día se asociarán al Señor pueblos sin número; y ellos serán mi pueblo
El pasaje de Zacarías que se proclama en la liturgia eucarística de hoy, día en que recordamos a San Jerónimo, es un mensaje de esperanza y una invitación al gozo que se origina, naturalmente, por la presencia del Señor en medio de su pueblo.
La enseñanza que recibe el profeta y que debe comunicar, revela la determinación de Dios de convertir a todas las naciones en su pueblo: “Aquel día se asociarán al Señor pueblos sin número; y ellos serán mi pueblo». Zacarías señala, de parte del Señor, que, en aquel día, una multitud de pueblos se unirán a él y los llama “su pueblo”.
Es importante tenerlo presente porque Jesús, cuando envía a sus discípulos lo hace para hagan discípulos de todos los pueblos, con lo que se revela ya la llamada universal, vocación universal de toda la humanidad.
Además, señala a Jerusalén como “una ciudad abierta”. Es una ciudad que debe acoger a todos. No es una ciudad excluyente, selectiva, no es el nido de los elegidos. Su vocación es universal: la ciudad de todos. La Jerusalén del cielo, que Juan ve descender engalanada como una novia adornada para su esposo. Ella tiene como defensa a Dios mismo y en ella se manifiesta la gloria de Dios.
Por eso el gozo y alegría de Jerusalén nacen der ser el lugar en el que Dios habita.
¿De qué día se trata? Del día del Señor y ese día no tiene ocaso porque lo llena el Resucitado por quien se congregan todas las naciones.
El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño
Las referencias de Zacarías al cuidado que Dios prodiga a su pueblo, que como hemos visto, integra a todas las naciones, quedan recogidas en la antífona del salmo interleccional. Dios, al modo de un buen pastor, vela por todos y al mismo tiempo todos los pueblos escucharán su voz. Una voz que alerta, enseña, sostiene y conduce hacia los bienes por él preparados con proyección universal.
El cuarto domingo de Pascua celebramos al Buen Pastor, Jesucristo, que encarna en sí mismo la profecía: Yo suscitaré de en medio de vosotros un pastor conforme a mi corazón. Yo mismo pastorearé a mi pueblo.
La Jerusalén, ciudad abierta, de la que ha hablado Zacarías, se plasma en la Comunidad establecida por Jesús a partir de la Pascua. La Iglesia, abierta a todos para acoger a todos. Una apertura no selectiva, sino con voluntad universal para ofrecer espacio a todos, porque por todos entregó su vida y mostró su amor Jesucristo.
Jesús causa admiración
El pueblo sencillo se admira ante la enseñanza y las obras de Jesús. Ellos entienden lo que se contiene en su enseñanza y el asombro de traduce en adhesión y seguimiento. La gente lo busca, desea retenerlo, quieren estar con él porque se sienten, no solo bien, sino entendidos, acogidos y acompañados.
En este clima, podríamos decir de euforia, Jesús declara a los discípulos: «Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Continuamente repite esta comunicación a los más directos seguidores. Lamentablemente lo olvidamos y se nos va la vida en lamentaciones ante las dificultades y persecuciones, en la pérdida de relevancia social e influencia política a la que hemos estado acostumbrados. Pero está claro: Jesús exige escuchar con atención. No basta oír lo que dice, sino que procede atender con interés a lo que nos dice. La expresión “meteos bien en los oídos” resalta la necesidad de atender y además comprender.
San Lucas reseña dos dificultades: No entendían y les resultaba oscuro, no captaban el sentido. Lo natural habría sido buscar la clarificación de lo que se les está diciendo. Era necesario entender porque lo que se les pedirá para el seguimiento de Jesús es: Negarse así mismo, tomar la cruz cada día y seguirlo. Si el sentido no se entiende ¿se podrá dar una respuesta adecuada? ¿Se podrá seguir a Jesús?
Termina el pasaje indicando San Lucas: “Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto”. Es una salida bastante común: mejor no pedir explicaciones para no verse involucrados en lo que se dice. Pedir explicaciones conduce a complicar la vida. Mejor no pedirlas y quedar tranquilos. Esa parece ser una actitud muy común.
En nuestros días, mejor aferrarnos a lo ya sabido y no prestar oídos a lo nuevo, siempre objeto de sospecha de atentado a una tradición que hemos petrificado. El miedo a la novedad que el Espíritu resalta en el mensaje antiguo y siempre nuevo del evangelio, se alza como una salida desafortunada a las exigencias de Jesús.
¿Nos paraliza el miedo?
¿Entendemos las exigencias actualizadas que Jesús nos presenta?
Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)