Evangelio del día

Evangelio del martes 4 de julio de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Mateo 8,23-27

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole:
«¡Señor, sálvanos, que perecemos!».
Él les dice:
«¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».
Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma. Los hombres se decían asombrados:
«¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».

Reflexión del Evangelio de hoy

La conversación de Dios y Abraham: ¿cómo una intercesión en favor de Lot?

Los acontecimientos y los diálogos que se desarrollan entre la primera claridad del alba y la salida del sol, que fue cuando ocurrió la catástrofe, son descritos con magnífico dramatismo: los mensajeros urgen, meten prisa, Lot titubea sin ninguna voluntad y ha de ser agarrado de la mano juntamente con su familia y llevado a las malas fuera de la ciudad; y como telón de fondo, el terrible juicio de Dios que puede sobrevenir como un rayo en cualquier momento.

Se desplaza el centro de gravedad del conjunto, desde el veredicto recaído sobre Sodoma, a la figura de Lot. También el significado teológico de este salvamento de Lot queda subrayado merced a este hablar y este hacer tan personales de Yahwé. Este cambio de estilo, extraño para nosotros, no es producto del azar, lo cierto es que solo Dios es competente cuando se trata de salvar a un hombre del juicio divino. También Lot se dirige por su parte a Dios directamente en la persona de los mensajeros.

Lot se espanta al oír la orden de huir a la montaña, a los montes de Moab. Y eso también extraña que sea Lot quien decida donde quiere ir para salvar su vida, como si no fuese consciente de que ya era salvado por pura misericordia.

La llegada de la catástrofe nos la describe versículo 23 en frases de escritura gramatical muy sencilla, casi notamos el ritmo del relato que va haciéndose lento.

El relato se cierra con la descripción de dos hechos aislados que nos dan una perspectiva sobre el horror de lo ocurrido. Son la mujer de Lot mirando hacia atrás y Abraham sumido en la contemplación del país devastado. En su conversación con Dios no le había procurado ninguna certeza tranquilizadora. Cuadro mudo e inmóvil que es una conclusión de este relato tan lleno de dramatismo y movimiento

Tengo ante los ojos, Señor, tu bondad

La oración del salmista es sumamente bella, su amor al Señor le lleva a pedir que le ponga a prueba que se asome a su corazón y sondee sus entrañas. La bondad del Señor está patente a sus ojos y esa bondad es la que le sana y la hace caminar en su verdad.

Suplica no ser arrebatado con lo pecadores que sería verse lejos del Señor.

Sálvame por tu misericordia, no por otros méritos. Para poder alabar al Señor en la gran asamblea.

Correr el peligro juntamente con Jesús

Jesús ha estado rodeado de gente y les ha explicado la exigencia de la vocación apostólica. Ha llegado el atardecer y les da orden a los discípulos de pasar a la otra orilla, despiden a la multitud que ha escuchado su predicación. E inmediatamente se presenta la tempestad en el mar.

La oscuridad que comienza a echarse ofrece, ciertamente, un marco impresionante.

La iniciativa de cruzar el mar parte de Jesús. Con ello se hace absolutamente responsable de todo lo que pueda suceder a continuación. Es un reto muy fuerte ¿somos capaces de asumirlo?

La barca está a punto de irse a pique. Los discípulos alterados y con miedo. En fuerte contraste, Jesús duerme, el evangelista nos da a entender que es expresión de su soberanía y seguridad. Los discípulos despiertan a Jesús en tono de reproche —sólo piensan en ellos, el miedo les puede—. Jesús y los discípulos en la barca a punto de hundirse, plena tensión.

Jesús reacciona a su reproche. Increpa a la tormenta y al mar como si fueran seres vivientes, les ordena silencio y enmudecen, algo así como sucedía con los exorcismos. Los poderes de la naturaleza increpados obedecen a la palabra.

El reproche que les dirige es fuerte.: les acusa de cobardes y de incredulidad.

¿Es que no actuaron correctamente al acudir a su maestro? En realidad, pensaban sólo en sí mismos y no estuvieron dispuestos a correr el mismo peligro juntamente con Jesús. La situación se repetirá cuando huyan ante la cruz.

La cobardía y la incredulidad aparecen juntas en la Escritura.

Es una fuerte advertencia para nosotros, los discípulos de hoy.

«¿Quién es éste?….» Este temor responde a una Epifanía de Dios.

¿Estamos dispuestos a asumir los riesgos que lleva consigo el seguimiento?

Sor María Rosario Botella O.P.
Monasterio Santo Domingo de Guzmán (Sant Cugat del Vallès)


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