Evangelio del día

Evangelio del viernes 23 de junio de 2023

Padre Pedro Brassesco
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,19-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los roen, ni ladrones que abran boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!».

Reflexión del Evangelio de hoy

Si hay que gloriarse, me gloriaré de lo que muestra mi debilidad

En nuestra vida diaria vemos como se utiliza, con demasiada frecuencia, la descalificación del adversario, intentando reducir sus posibles virtudes y engrandeciendo sus probables defectos; en vez de afirmar la tesis, que uno cree defender, con hechos palpables. Utilizar la descalificación como argumento, es mucho más socorrido.

En este fragmento de la segunda carta a los Corintios, vemos como Pablo, ante las descalificaciones que están utilizando aquellos que pretenden desautorizarle, los rebate con una enumeración de todas las vicisitudes que ha tenido que soportar para llevar la “Buena Noticia de Jesús” al mundo de los gentiles, todo ello sin ánimo de vanagloria sino, como él dice, si hay que gloriarse, me gloriaré en lo que muestra mi debilidad.

Pablo utiliza su defensa con un tanto de ironía, no queriendo atesorar méritos humanos, pero sí reconociendo lo que es y lo que ha tenido que sufrir para cumplir lo que Jesús le encomendó.

La humildad debe ser la base de nuestro testimonio, no somos discípulos de Cristo para colocarnos medallas, pero tampoco debemos dejarnos avasallar por los “iluminados” que lo que buscan es su beneficio personal, y su argumentación se sustenta en la maledicencia.

Pablo, dejando de lado todo lo que ha tenido que soportar, lleva sobre sus hombros la preocupación por todas las comunidades que se han constituido, por su predicación, en el mundo de los gentiles; pero él no se deja amilanar por las adversidades, al contrario, tomando como sustento la mansedumbre de Cristo, sigue adelante en su misión apostólica de llevar la Buena Noticia al mundo.

Como dice el salmista: “El Señor libra a los justos de todas sus angustias”. Así nunca nos cansaremos de proclamar las grandezas del Señor ensalzando su nombre.

Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón

La interpretación literal de este fragmento del evangelio de Mateo, nos puede hacer suponer que Jesús nos está pidiendo que atesoremos méritos para el más allá; podría interpretarse como la adquisición de “acciones financieras” para asegurarnos el poder gozarlo en la otra vida.

Pienso que lo que nos está pidiendo, no es acumular nada, sino comprender que el mayor tesoro que podemos gozar en esta o en la otra vida, es el mismo Dios, ese Dios que está en cada uno de nosotros, que nos hizo a su imagen y semejanza, y que nos invita a verlo en nuestros semejantes.

Jesús nos dice que la lámpara del cuerpo son los ojos, por tanto, si nuestro ojo es desprendido, no mediatizado por los bienes y las riquezas materiales de este mundo, ese ojo nos permite tener una luz clara y diáfana, como la que nos proporciona el sol cuando alcanza el punto más alto del día. Al contrario, si nuestro ojo está apegado a lo material de este mundo, ese ojo está cegado y lo que nos proporciona es oscuridad, que nos hace olvidarnos de todo lo bueno que nos rodea y, por lo tanto, encerrarnos en nosotros mismos y no vivir más que para el egoísmo personal.

Jesús nos invita a tener una mirada limpia, para que la luz alumbre nuestra vida y no nos anclemos a lo material, teniendo como máximo tesoro una vida enfocada por y para Dios, asumiendo que las riquezas de este mundo son finitas, y no tienen ningún valor en la vida futura.

¿Es la descalificación del otro, lo habitual en nuestros argumentos?

¿Buscamos que se nos reconozca nuestra valía, o estamos convencidos que es preferible la humildad en nuestras acciones?

¿Es nuestro fin acumular méritos materiales para la vida eterna?

D. José Vicente Vila Castellar, OP
Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)


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