Evangelio del martes 16 de mayo de 2023
Lectura del santo evangelio según san Juan 16, 5-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».
Reflexión del Evangelio de hoy
Oraban cantando himnos a Dios
Pablo y Silas están encarcelados después de haber sido azotados por anunciar el Evangelio de Jesucristo. Y en vez de lamentarse, quejarse, revolverse contra la situación injusta en que se encuentran, no dejan que lo que les ha ocurrido les hunda, tienen su confianza puesta en el Señor, y rezan, cantando y alabando a Dios con himnos. Cuando “vino una sacudida tan violenta que temblaron los cimientos de la cárcel. Las puertas se abrieron de golpe, y a todos se les soltaron las cadenas”, no pierden la calma, al contrario, pendientes de los que les rodean, evitan que el carcelero se quite la vida.
El carcelero se da cuenta de que Pablo y Silas son hombres especiales, son “hombres de Dios” y les pide que les muestre el camino de la salvación. Le explican el camino de Jesús, “y se bautizó en seguida con todos los suyos”.
La acción de gracias y la alabanza es algo que viene de una actitud del corazón. La alabanza expresa esa confianza en que el amor es más fuerte que el rencor. La situación era muy peligrosa, pero creían firmemente que el Señor está presente en todas las pruebas, y sabían que la solución sería la que Dios tenía preparada y ninguna otra; además creían que sería la mejor. Por eso no estaban preocupados por el peligro, sino dedicados por entero a alabar a Dios, llenos de ánimo como para cantar salmos a medianoche.
Y esa confianza en Dios dará su fruto, será el Señor el que obre en esas circunstancias adversas, y el que motive la conversión del carcelero. Es la providencia de Dios la que les libera para que puedan seguir predicando, porque las dificultades no pueden frenar la predicación del Evangelio por parte de los apóstoles, porque esta predicación no es obra humana, sino obra de Dios.
En el salmo de hoy cantamos dando gracias al Señor porque: “Tu derecha me salva”. Le damos gracias con todo nuestro ser invitando a todos a participar en nuestra acción de gracias, porque Dios interviene en nuestro camino liberándonos del mal, de tantas situaciones injustas…
Me voy, y os enviaré el Paráclito
Los primeros versículos del evangelio de hoy reflejan la tristeza de los discípulos ante el anuncio que Jesús les ha hecho de su separación. Jesús se va y los discípulos sienten que con él se van sus sueños, sus esperanzas.
Pero Jesús insiste en que les conviene su marcha al Padre porque así les podrá enviar el Espíritu. Jesús compensa la tristeza que deja su ausencia en los discípulos con esta promesa del Espíritu Consolador.
Este Espíritu nos llevará descubrir la verdad sobre Jesús, sobre los auténticos culpables de tantas injusticias y desgracias. Paráclito significa abogado, y es el que sacará a la luz la realidad. El Espíritu enseña a discernir el bien del mal, saca a la luz la culpa del mundo. Toda la miseria que el mundo trata de ocultar sale a la luz gracias a la acción del Espíritu en nuestros corazones. Y también muestra el juicio, porque Dios ya ha sentenciado a los poderes del mal, ya los ha condenado, aunque parezcan victoriosos frente a nuestra fragilidad.
El mundo, que pensaba haber juzgado a Jesús condenándolo, ahora es condenado por el “príncipe de este mundo”, porque es el responsable de su crucifixión. Jesús fue ejecutado por culpa de las fuerzas del mal, pero el Espíritu garantiza que la causa de Jesús y el Reino son legítimas.
El Espíritu señala la frontera entre la gracia y el pecado, entre la fe y la incredulidad, entre los dominios del reino de Dios y los dominios del anti-reino. Pero sobre todo está en el mundo para testificar el triunfo de Dios sobre el mal.
Sor Cristina Tobaruela O. P.
Monasterio de las Dueñas (Salamanca)