Evangelio del jueves 11 de mayo de 2023
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-11
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».
Reflexión del Evangelio de hoy
Una llamada a la apertura
La asamblea que se reunió en Jerusalén, nos muestra la imagen de una comunidad capaz de escuchar, de valorar pros y contras, de saber reconocer los pasos de apertura que el Espíritu les está inspirando, aunque fueran incómodos, por la formación cultural y religiosa recibida.
También nosotros, ante los conflictos que van surgiendo en la sociedad actual, debemos imitar este talante dialogador: Sólo así sabremos discernir con seriedad y a la vez con apertura los diversos movimientos que van surgiendo en la Iglesia. Podremos ver sus valores, además de sus inconvenientes. Y luego, guiados por el Espíritu y de la experiencia de los demás, lo que Dios quiere en cada momento: seríamos una comunidad más cristiana, más del Espíritu.
La democracia es antes una actitud personal que un sistema político. Una actitud más tolerante nos ayuda no sólo a ser mejores ciudadanos, sino también mejores cristianos, porque el punto de referencia no deben ser nuestras convicciones, sino la voluntad de Cristo y su Espíritu.
Permaneced en mi amor
Para Jesús, tres realidades son inseparables: los mandamientos, el amor y la alegría. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor.Jesús dice esto desde su propia experiencia. Él también guardó los mandamientos de su Padre y así permaneció en su amor.
El Padre quería que Jesús nos acompañara en todo momento, incluso en la muerte, y Jesús, porque amaba al Padre y nos amaba a nosotros obedeció, muriendo con nosotros y como nosotros. Y en este amor encontró la fuente segura de su alegría: llenándose cada día del amor del Padre y poniéndose al servicio de las personas que se acercaban a Él.
Los mandamientos del Padre y de Jesús no son arbitrarios. Guardarlos es para nosotros lo mejor. Por ese camino nuestra vida avanza segura y se enriquece. Muy en particular, observando el gran mandamiento del Señor: Éste es mi mandamiento que os améis unos a otros como yo os he amado.
Pidámosle encontrar nuestra alegría, también nosotros, en el servicio y el amor.
Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
Casa Ntra.Sra. de los Ángeles (Vitoria)