Evangelio del día

Evangelio del martes 25 de abril de 2023

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Reflexión del Evangelio de hoy

“Descargad en él todo vuestro agobio, porque él cuida de vosotros.”

Es lógico suponer que, en el día de su fiesta, la primera lectura ha sido escogida por la mención explícita que se hace de Marcos y su reconocimiento como “hijo” por parte de Pedro. Pero no por ello deja de ser una palabra muy actual y una exhortación para cada uno de nosotros, llamados a ser evangelizadores, llamados a proclamar la buena Noticia en lo cotidiano de nuestras vidas.

El testimonio que estamos llamados a dar nace de una relación personal con Aquel de quien hablamos. No es un encargo o un proyecto que nos hacemos cada uno a nuestra medida. Por eso solo puede ser auténtico si nace de un corazón humilde, que no se siente dueño de nada y que se sabe necesitado del trato frecuente con Él. Y es en ese trato asiduo y personal con Dios en donde podemos encontrar la fuerza para no desfallecer. Porque la misión nos supera y nos agobia, nos desanima, también, y con frecuencia nos desconcierta. El apóstol lo sabe y nos recuerda que el que evangeliza vive en el abandono confiado en Dios o fracasa irremediablemente: “Descargad en él todo vuestro agobio”. Esto no es cosa nuestra. “Él cuida de vosotros”. Es él quien nos llama, nos sustenta y nos da la gracia. A ello nos añade que no estamos solos. Y no se trata de aquello del “mal de muchos, consuelo de tontos”, sino que el experimentar y creer la comunión de los santos es un pilar en la evangelización y en la vivencia de nuestra fe. Nuestro testimonio no es aislado ni somos profetas por cuenta propia. Participamos de un cuerpo que nos sustenta en la fe y sufre con nosotros por hacer presente el Reino. 

“y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban”

El Evangelio nos sitúa en lo que es la esencia de la misión y nos hace ver cuál es el fundamento de donde surge la invitación a predicar por todo el mundo. Es el encuentro con Jesús muerto y resucitado el que suscita en el corazón de cada uno la necesidad de compartir esta Buena Noticia con los demás.

Predicar el Evangelio es la consecuencia de experimentar en nuestras vidas que Cristo ha resucitado; que hay una Creación nueva; que nosotros hemos renacido con él por el bautismo. De ahí es de donde nace el envío: “id por todo el mundo y predicad el Evangelio”. Si no hemos experimentado esto ¿qué vamos a anunciar?

Y este encuentro transformador da valor a todo lo demás. Los signos que nos acompañen serán eso: confirmaciones, señales que corroboren nuestra palabra y testimonio, pero no la esencia del mensaje que predicamos. Jesús nos asegura que él no nos faltará y su poder se hará manifiesto. Pero lo maravilloso no será lo esencial de nuestra predicación o, mejor dicho, lo más maravilloso no será necesariamente espectacular.

No olvidemos que el acontecimiento más trascendental de la historia, la Resurrección, se da en un sepulcro sellado, sin imponerse, sin testigos. Lo más espectacular de nuestra fe se da sin espectacularidades. Y Cristo resucitado se presenta a sus discípulos y viene a nosotros en lo discreto y cotidiano, en el trabajo, en casa, en lo de cada día.

Así también nuestra predicación está llamada a transmitir Vida en donde abunda la muerte, la soledad, el sinsentido en medio de lo más ordinario, sin imponerse con grandes y maravillosos signos que no den cabida a una acogida en absoluta libertad. Dios se encargará de lo que corresponda, pero no deberíamos estar pendientes de lo maravilloso. La Nueva Vida comienza en lo más corriente.

¿De dónde brota mi testimonio, mi anuncio de la Buena Noticia? ¿De mi encuentro con Cristo resucitado? ¿o de mis proyectos personales? ¿Depende de los signos para ser creíble?

Sor Teresa de Jesús Cadarso O.P.
Monasterio Santo Domingo (Caleruega)


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