Evangelio del jueves 16 de marzo de 2023
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,14-23
En aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.
Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».
Reflexión del Evangelio de hoy
Me dieron la espalda y no la cara
Jeremías recuerda al pueblo lo que Dios está observando en ellos. En este tiempo de cuaresma nos sirve a nosotros para ver nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás, pues igual nos ocurre como al pueblo de Israel, de ahí nuestra necesidad de conversión.
Las acusaciones que dirige al pueblo son duras. Podemos pensar ¿Cómo nos suenan a nosotros? No escuchar a Dios. No confiar en Él. Tener el corazón obstinando y preso de nuestros intereses y no tenerle sensible. Dar la espalda y no la cara. Da la sensación que necesitamos de un cambio, descubrir que Dios todavía confía en nosotros.
Me llama mucho la atención lo de dar la espalda y no la cara, pues es algo que suena muy mal, y está mal vista por todos, cuando lo hacemos a las personas; pues cuando lo hacemos a Dios… Significa desinterés por ese personaje. Da sensación de no querer escuchar y tampoco que te escuche. Cuando negamos el oído y el habla a alguien negamos su existencia. En definitiva, significa no confiar para nada en él.
¡Qué duro y qué ingrato si tenemos este comportamiento con Dios!Con confianza en el amor de Dios Padre manifestado en Jesús, oremos con el salmo 94, que hoy la liturgia nos ofrece. “Ojalá escuchemos hoy la voz del Señor y no endurezcamos nuestro corazón”.
Admiración e incomprensión
Ante la actuación de Jesús en beneficio de la personas, todos los evangelista nos describen la distintas reacciones de las personas, normalmente son de admiración, rechazo e incomprensión. En este pasaje San Lucas nos describe la de admiración y la de rechazo e incomprensión.
Las dos reacciones son normales. Ciertamente la más fácil es la de admiración. Pero el saber de dónde le viene esa fuerza para sanar es difícil de descubrir y por tanto la otra también es comprensible. Sabemos que el poder y el conocimiento de las cosas les hace no descubrir de dónde le viene la fuerza y la razón por lo que lo hace.
La respuesta de Jesús es contundente: no es Él, es la fuerza que Dios ha puesto en Él. Es la necesidad de demostrar su misión como enviado de Dios, y es hacer la voluntad y poner en práctica la voluntad de Dios: liberar a las personas. Ellos con sus normas y con sus preceptos marginaban a las personas. Jesús trata de devolverles la dignidad e integrarles en la sociedad. Es el “dedo de Dios” el que Jesús quiere introducir en la sociedad. Su cercanía y su presencia.
De ahí la frase final “aquél que no está conmigo, está contra mí”, es decir, se equivoca, desparrama. ¿Estamos con Jesús? ¿Dejamos que Él actúe en nosotros? ¿Actuamos nosotros en nombre de Jesús y con su fuerza y confianza?
Fr. Mitxel Gutiérrez Sánchez O.P.
Casa Ntra.Sra. de los Ángeles (Vitoria)