Evangelio del día

Evangelio del viernes 24 de febrero de 2023

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 14-15

En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».
Jesús les dijo:
«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Para qué ayunar?

La pregunta que nos lanza el profeta Isaías en este primer viernes de Cuaresma es sorprendente y nos parece que no puede llegar más “a tiempo”. La cuestión del ayuno en nuestros días no forma parte de viejas prácticas ascéticas sino de nuevos consejos dietéticos que vienen avalados por la investigación científica. Nos gusta sentirnos bien cuidando nuestra salud y navegamos entre informaciones no pocas veces contradictorias. No nos sentimos tan bien al comprobar nuestra frágil determinación y perdemos con facilidad la confianza en nosotros mismos. Supongo que esta es una experiencia compartida.

Algunas veces apreciamos el sentido común en las palabras de esos sabios corrientes, los de la puerta del al lado, que son quienes nos desvelan el secreto: trata de servirte tu ración en un plato de postre, incluso en el platillo del café, así podrás compartir tu menú con el hambriento, tu dieta tendrá sentido y se empoderará tu determinación de perseverar en su práctica.

Recordamos la astucia del siervo infiel de la parábola y nos preguntamos: si somos capaces de hacer el bien con astutas estrategias ¿qué no conseguirá el amor?

Nos han enseñado y hemos aprendido alguna cosa sobre la realidad, aunque de una manera fragmentada y engañosa. El conocimiento científico necesita parcelar para que ganen eficacia sus leyes, aumentando su capacidad predictiva. Pero no pocas veces la mirada científica nos aísla y desalienta. La mirada amorosa nos devuelve la sabiduría: el otro es parte de ti y si lo cuidas, te cuidas. Eso mismo nos dice hoy el profeta:  No te cierres a tu propia carne y sanarás.

Sanar también es aligerar la vida, abandonar aburridas prácticas rutinarias, compromisos sociales, librarnos de montones de cosas, deshacernos de viejos trastos almacenados que nos impiden rescatar lo valioso que se oculta en el interior, eso que nos conecta con los hermanos. Simplificar la vida es una nueva filosofía que practican algunas personas inquietas y críticas, tipos alternativos muy modernos. No es tan cool la palabra austeridad, aunque tiene el mismo significado. No se trata de vivir con menos sino de vivir más cerca unos de otros porque el exceso de “cosas” levanta muros a nuestro alrededor. En este sentido, la sanación de la que nos habla el profeta no es un esfuerzo de la voluntad sino un regalo que desvela el deseo del corazón. La vida austera nos exige realizar una especie de limpieza previa, de vaciado, también un borrado masivo de imágenes y sonidos, ruidos que interfieren hasta el punto de no escuchar esa deliciosa melodía divina que nos permite volver a confiar.  Aquí estoy, nosdice el Señor.

El novio está con ellos

Nos parece que se han puesto de acuerdo el profeta y el evangelista en una cosa: que el Señor está con nosotros y que no es algo inconveniente mostrarnos alegres y confiados.

La teóloga Dolores Aleixandre nos sugiere aprender a vivir en esta nueva “escuela de danzantes” que es la Cuaresma, agradecidos al Señor que nos ha devuelto la alegría de la salvación (Sal 50, 12) que nos ha cambiado nuestro mortificante sayal por un vestido de fiesta, poniendo fin a nuestro aburrido luto (Sal 30, 12). Termino con sus alentadoras palabras, palabras que nos animan a vivir una Cuaresma diferente: 

Vivir la Cuaresma desde la insistencia en nuestra necesidad de conversión como única “banda sonora”, puede tener el efecto contrario de lo que pretende y convertirnos (mira por dónde…) en gente frustrada por no alcanzar tan altas metas de perfección o, siguiendo la metáfora de la danza, agarrotados tímidamente en un rincón de la sala de baile, torpes de pies y duros de oído para captar la música que intenta seducirnos con su ritmo, incapaces de aventurarnos en un movimiento que no sabemos dónde puede conducirnos.

¿Bailamos?

Dña. Micaela Bunes Portillo OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia

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