Evangelio del sábado 28 de enero de 2023
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,35-41
Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».
Reflexión del Evangelio de hoy
Por su fe son recordados los antiguos
La lectura comienza con esa “definición” de la fe, que tanta tinta han consumido los diversos intérpretes para alcanzar su significado; incluso para justificarla como definición de la fe.
En la definición de fe puede sorprender que hable de “la seguridad”, que se refiera a lo que “se espera”, y que sea “prueba” de lo que no se ve. No entramos en ello en este leve comentario.
Nos quedamos con lo que el texto dice a continuación. Va señalando notables personas que se movieron por la fe: Abrahán, Isaac, Jacob, Sara.
Su fe consistió en creer en la promesa que Dios les hacía. Promesa de una gran descendencia, “hijos numerosos como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas”. No vieron cumplida esa promesa antes de la muerte; pero confiaron en quien se la hizo, Dios.
Eso es fe, confiar profundamente en Dios; de donde surge el ponerse a su disposición, obedecerle, fiándose de lo que Dios les promete, incluso cuando lo que se pide o anuncia es muy duro o imposible y supone cambiarles la vida.
Son ejemplos de fe que nos llevan a reflexionar cómo es nuestra fe. Analizar si está llena de confianza en quien creemos.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo
Es un cántico de fe y agradecimiento del padre de Juan Bautista, Zacarías, porque Dios había realizado su promesa “en favor de Abraham y su descendencia para siempre”. Lo que ha de llevarnos a servir a Dios “con santidad y justicia, en su presencia todos nuestros días”.
¿Quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
De nuevo la fe. Circunstancias difíciles en la travesía por el lago. A punto de naufragio. Jesús tranquilo, en medio del pavor de sus discípulos. La reacción más lógica es la de los discípulos.
La navegación había sido solicitada por Jesús. Él les había embarcado literalmente en la travesía del lago. Y no se inmuta ante el peligro en el que le introducido.
Cuando le preguntan si no le importa lo que está sucediendo, actúa. Y el viento se calma.
Y llega el reproche, ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
No, no la tenían tan fuerte que no se amedrentaran ante el peligro de naufragio.
Jesús ya había hecho ante ellos signos de su poder. También había manifestado el cariño hacia ellos. Los quería. ¿Por que no confiaban en él?
Jesús les dice que por cobardía. O, lo que es lo mismo, por falta de fe, de confianza en él.
Salvados, seguían espantados, dice el texto. Se formulaban la pregunta ¿quién es este a quien obedecen el viento y las aguas?
La fe es confianza, es la unión del cariño, el afecto de quien sabe más. Fe en el poder de quien merece esa confianza. Que exige saber de quién te fías. También de su poder.
¿Así es nuestra fe en Dios?
Apéndice
Esta reflexión la hago en la, para los dominicos, fiesta de santo Tomás de Aquino. Hombre de fe profunda; pero que a la vez se esforzó en conjugarla con la razón. Consciente de que la fe ahonda en el misterio, que rebasa la razón. Esta acepta un conocer al que no llega, y reconoce la racionabilidad de lo que la fe afirma.
Una fe, que, en un momento de su vida, fue superada por una experiencia mística, o mejor, alcanzó en ella su dimensión propia, más allá de los esfuerzos teológicos por mostrar su racionalidad. Una experiencia, que superó el inmenso esfuerzo mental que santo Tomás realizó en su vida por ahondar en el misterio de Dios y del ser humano. Pero que, quizás, sin ese esfuerzo no hubiera llegado a tener.
Fray Juan José de León Lastra O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)