Evangelio del viernes 20 de enero de 2023
“ Dios ofrece su alianza; Cristo nos llama a establecerla ”
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3,13-19
En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él.
E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios:
Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.
Reflexión del Evangelio de hoy
“Todos me conocerán pues perdonaré sus delitos”
San Pablo, en su carta a los hebreos, parece decirnos que Cristo, mediador de la nueva alianza, es suficiente para que la relación con Dios sea perfecta. La palabra que nos llega directa de Dios, sin intermediarios; en el pequeño fragmento que hoy leemos, se repite hasta tres veces: “oráculo del Señor”, o sea: escuchamos directamente las palabras de Dios, un Dios que revisa la antigua alianza, la que hizo con los padres al sacarlos de Egipto y plantarlos en las tierras de Israel.
Ahora nos presenta una alianza nueva que parece desechar la anterior, que San Pablo no duda en calificar de vieja y anticuada, destinada a desaparecer. Una alianza nueva que se basará en la acción directa de Dios sobre el pueblo, que no será necesario enseñar porque Dios la deja escrita en el corazón de los ciudadanos, que todos conocerán y todos cumplirán. Dios promete a su pueblo perdonar sus delitos y olvidar sus pecados.
Puede que a nosotros, el nuevo pueblo de Dios, no se nos tenga que olvidar el corazón de su nueva alianza: El amor. Una alianza que solamente tendrá dos mandamientos fáciles de recordar: ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. No es complicada la ley de la nueva alianza, es fácil de recordar y cumplir, pero sabemos que el cumplimiento de las leyes de la nueva alianza no es tan sencillo, y nos buscamos mil triquiñuelas para justificar nuestros fallos. Fallos que ciertamente son pecados, pero que también sabemos que Dios, nuestro Maternal-Padre, perdonará nuestros delitos y olvidará nuestros pecados. Dios es el que mira por la ventana día y noche hasta ver aparecer en lontananza al hijo díscolo y respondón que un día marchó de casa y vuelve derrotado.
“Jesús llamó a los que quiso”
Es la llamada de Cristo, el soplo de Dios, que llama a los que quiere y los invita al seguimiento. En este caso habla de “doce”, cuyos nombres aparecen citados, uno a uno, incluyendo en la lista a Judas Iscariote, el que lo entregó. En otro lugar se habla de setenta y dos elegidos y enviados a predicar la Buena Nueva del Dios misericordioso, paternal y maternal, a todas las gentes porque nos quiere junto a Él, fieles a sus mandatos, seguidores de la Nueva Alianza. Y hay un detalle que me gustaría reseñar: cuando se acercan a Jesús ofreciéndose o pidiendo permiso para seguirle, el seguimiento termina fracasando. Dios llama a quien quiere, cuando quiere y como quiere. Es posible que alguno nos sintamos fuera de sitio en el seguimiento. Si nos paramos a pensar si estamos en nuestro lugar, aquel que Dios nos ha marcado, o nos hemos ido caprichosos a otro, aparentemente más atractivo, pero que no es nuestro, puede que terminemos gustando el fracaso y desertemos.
Ahora estamos con un nuevo año recién estrenado y no parece que estemos siguiendo las leyes de la Nueva Alianza. Parece que volvemos a dar la espalda a Dios y a dejar sus mandatos de lado mientras ejercitamos nuestras ambiciones, no pocas veces revestidos con ropajes eclesiásticos. Parece que aún quedan lejos los tiempos en los que las lanzas sean podaderas y las espadas arados.
Pero esto no debe desanimarnos. Puede que la paz mundial esté lejos de nuestras posibilidades, pero siempre estará en nuestras manos conseguir la paz con nuestros hijos o padres, con los vecinos, con cualquiera que pase a nuestro lado. Poco cuesta un simple saludo cordial cuando nos cruzamos en la calle, poner cara amistosa cuando cedemos el paso en la cola de comulgantes, en lugar de esa cara adusta y antipática que solemos llevar.
Y recordemos: la misericordia y la fidelidad se encuentran.
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)