Evangelio del miércoles 28 de diciembre de 2022
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 13-18
Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:
«De Egipto llamé a mi hijo».
Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos.
Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:
«Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes;
es Raquel que llora por sus hijos
y rehúsa el consuelo, porque ya no viven».
Reflexión del Evangelio de hoy
Dios es luz sin tiniebla alguna
La primera carta de Juan es uno de los escritos más sugerentes para el creyente que puede encontrar en ella algunas claves para dar respuesta a la situación de crisis existencial, social, incluso ambiental que estamos sufriendo. El autor quiere invitar a sus oyentes a tomar conciencia de la riqueza de la fe en Jesús y presentarles los auténticos criterios de comunión con él.
La ocasión que dio origen a la carta es una de esas crisis por las que periódicamente pasan las comunidades a lo largo de la historia. Algunos creyentes de aquel tiempo, cuya tendencia espiritual se emparentaba con la de los gnósticos, basaban su fe en Jesús más en el conocimiento que proporciona la inteligencia humana, que en la conversión del corazón. El autor de primera de Juan observa una conducta peligrosa que va arraigándose poco a poco en el seno de la comunidad: la mentira o la hipocresía del que dice estar en comunión con Dios y que no tiene pecado alguno, separando la palabra de la praxis. Juan va a recordarles que sólo caminando en la luz pueden vivir en comunión los unos con los otros y de la misma manera, vivir en comunión con Dios.
Expresiones como “caminar en la verdad” o “en la luz” y “caminar en tinieblas” no expresan una conducta moral o inmoral, sino la orientación hacia Dios o hacia el mundo. “Caminar en la luz” significa: estar vuelto hacia Dios por la fe en Jesucristo (Jn 12, 35 s); mientras que “caminar en tinieblas” quiere decir estar cerrado a Dios. Jesús ha venido “como luz del mundo”, para que el hombre encuentre la verdadera vida (Jn 8, 12) y la encuentra cuando oye la llamada de Jesús y la sigue.
Esta definición de Dios no se encuentra entre las enseñanzas del Maestro en los evangelios. Sin embargo, la venida de Jesús es considerada como la revelación de la luz (Mt 4,16; Lc 2,32; Jn 1,4-9), él mismo se identifica como luz del mundo y Mateo nos dice que el Señor manda a sus discípulos a asumir el mismo papel (Mt 5,14-16).
El cristiano para caminar en la luz, dentro de la mentalidad del autor de 1 Jn, ha de romper con el pecado. Ser conscientes de ello y confesarlo, es el primer paso para sentir el perdón de Dios en nuestra vida y poder perdonar a otros. Vivir en una sociedad, en un mundo que aboga por el perdón y el amor, es caminar en la luz de Cristo.
Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes
En el relato de la infancia de Jesús que nos presenta el Evangelio de Mateo, nos encontramos como una historia terrible, como es la matanza de niños inocentes, que de algún modo nos evoca esa ley del Faraón de Egipto en el libro del Éxodo (Ex 1, 22) de matar a todo niño recién nacido de los israelitas.
Siguiendo con la historia que nos narra Mateo, el mismo ángel que se le apareció en sueños a José para aclarar la situación del niño que María llevaba en su seno, vuelve a presentarse en sueños con un nuevo mandato. Ya se nos había dicho en Mt 1, 19, que José era un hombre justo, es decir, que cumplía la voluntad de Dios. Al igual que a otros personajes del Antiguo Testamento, Dios va a manifestarles lo que quiere de ellos a través de los sueños (Gn 28,10-22, Gn31,24).
En esta segunda ocasión, el ángel le pide a José una nueva acción: Levantarse, ponerse en camino y marchar a Egipto con todo lo que supone para un judío. Egipto es el lugar donde saciar el hambre en tiempos de otro José (Gn 50,22); pero también el lugar de la opresión, la esclavitud, la vulnerabilidad. Egipto es la memoria recordada del desierto, de la aridez, para llegar a la liberación. Estar allí, significa un tiempo de espera, el niño que es la luz no puede ser vencido por las tinieblas del mundo; representada por Herodes que, en su afán de matarlo, es capaz de sembrar de lágrimas la tierra de Belén.
Dos profecías iluminan el texto, la primera hace referencia a Israel como “hijo”, figura del Mesías que llegará (Ex 4,22). La segunda, del profeta Jeremías, habla del llanto de Raquel por sus “hijos” (las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín) muertos o deportados por los Asirios cuando arrasaron el reino del Norte. El dolor, el llanto y la muerte no tienen la última palabra, aunque así lo parezca en tiempos de Jesús y en nuestro mundo actual.
Estamos viviendo una nueva Navidad en la que celebramos que la salvación ha llegado a nuestra casa, al corazón de cada ser humano que se deja trasformar por el nacimiento de un niño pequeño, vulnerable y frágil. Acoger al “inocente”, a todo ser que necesita ser cuidado y sanado es acercarnos un poco más a Belén. Jesús es la Luz que ilumina a un mundo necesitado de claridad y verdad. Él es el salvador que nos libera de todo y a todos. ¿no lo notáis?
Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo