Evangelio del viernes 16 de diciembre de 2022
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 5,33-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que yo hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado».
Reflexión del Evangelio de hoy
Practicad la justicia, porque mi salvación está por llegar
Este comienzo del denominado Tercer Isaías ofrece un mensaje optimista respecto a la Salvación que no será exclusiva para Israel, sino para todo aquel que siga con fidelidad al Señor. Y lo hace en un momento de dificultades e incertidumbre para los hebreos, que acaban de volver del Destierro y su tierra está ocupada por habitantes de otros pueblos.
Dios no es privativo de un pueblo ni de una religión, sino que es Padre de todo el género humano y es su máxima alegría otorgarle una Salvación integral que comprende paz y alegría, descubrir su Amor en el que ellos experimentan al dar sin esperar recompensa, a obrar la justicia y a respetar y reconocer a la Fuente de quien todo procede. El mundo, nuestro mundo es llamado a la santidad, a ser el gran Templo del Encuentro.
El nuevo Israel, la Iglesia, que somos todos, está llamada muy especialmente a propiciar este encuentro de Salvación en un mundo global que, sin embargo, se encuentra profundamente dividido. Es necesario implicarse, ser profeta a tiempo y destiempo en los ámbitos que nos movemos cada día para que Dios se haga presente y sea reconocido en verdad por el Amor.
Las obras que hago dan testimonio de mí
El texto del Evangelio de San Juan nos sitúa entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y tiene una clarísima conexión con el ya comentado de Isaías. Juan el Bautista es el último profeta de Israel, el que da paso a la Revelación Definitiva de que la Salvación, por fin, ha llegado en la persona de Jesús. Juan es esa lámpara ardiente y brillante que prepara los corazones para la irrupción del Reino.
Juan, pues, alumbra la venida de Jesús en este Adviento y nos invita a una sincera conversión de vida. Porque lo de Juan fue “un instante de luz”, pero el Nacimiento del Señor es el Acontecimiento por antonomasia de que Dios ha venido para quedarse definitivamente entre nosotros y queriendo ser un hombre entre los hombres sin menguar en nada su divinidad. No es testigo, es la propia Luz que ilumina sin deslumbrar y que se hace extraordinaria claridad en el corazón del mundo y de cada hombre.
Que este Adviento que estamos viviendo sea para nosotros un tiempo muy especial de discernimiento interior, de conversión profunda de nuestras miserias y pecados que tanto oscurecen la vida propia y la de nuestros prójimos y de velar con alegría en la espera de la “Luz Verdadera que alumbra a todo hombre”.
“Esperar es un derecho, no un lujo. Esperar no es sólo soñar. Es el medio para transformar los sueños en realidad. Felices los que tienen la audacia de soñar y de estar dispuestos a pagar un precio a fin de que sus sueños puedan hacerse realidad en la historia de los hombres”
(Cardenal Joseph Suenens)
D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla)