Evangelio del Día

Evangelio del lunes 21 de noviembre de 2022

Padre Pedro Brassesco

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,1-4

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Reflexión del Evangelio de hoy

Hagamos de nuestras vidas un canto de salvación

Intentaremos releer las lecturas que nos presenta la liturgia de hoy, festividad de la presentación de María en el Templo, festividad que narra el protoevangelio de Santiago del primer siglo, desde la entrañable figura de María. Este fragmento del Apocalipsis nos presenta al Cordero, Jesús, en la nueva Sión, acompañado por los elegidos marcados con el nombre del Padre y del Cordero. Frente a los marcados por el signo del maligno, 666, de los dos anteriores capítulos de este libro, estos simbólicos 144 mil, son la primicia de los elegidos de Dios que disfrutan de la música y del concierto majestuoso del elegido de Dios. Juan presenta el destino de los fieles de Yahvé con esta grandilocuente, plástica e idílica imagen. Una sinfonía de naturaleza, arpas y coros que embargan totalmente al vidente. La nueva Sión que promete Jesús a los irreprochables ante Dios, es de otra dimensión para los que siguen al Cordero. Y María es la primera elegida. Y María nos marca el camino: sencillez, humildad, acogida de la palabra de Dios, servicio, atención. Esta fiesta destaca fundamentalmente la plena dedicación de María a las cosas del Señor desde su tierna infancia. María vive constantemente en la presencia y adoración a Dios. Una disposición que le lleva a acoger sus planes salvíficos no solo sin oposición, sino cooperando y haciéndose presente en las actuaciones salvíficas de su Hijo. Nosotros la invocamos y la veneramos como Templo del Señor, camino de salvación, Madre de Jesús y madre nuestra. Y proclamamos con el Magnificat de María nuestro canto de alabanza a Dios desde nuestra pequeñez y buena voluntad

Dios que ve lo escondido nos recompensará

En este evangelio Lucas nos cuenta una anécdota de Jesús en el Templo. La pobre viuda que echa en el cepillo dos reales. Y Jesús reconoce que es el mayor donativo que recoge el cepillo, siendo notablemente menos cuantioso, porque otros echan de lo que les sobra y ella, que pasa necesidad, echa lo que necesita para vivir.

Jesús, con ese hecho que narra el evangelio de Lucas, nos plantea una serie de interrogantes cruciales para nuestra vida. No basta con quedarse en “qué admirable era la viuda aquella” o “qué buena mujer y qué valiente, darlo todo”. El evangelio hay que interiorizarlo, escuchar la palabra que nos es dirigida a cada uno de nosotros y responderla. Dice Jesús que aquella mujer pasaba necesidad. Jesús percibe la situación lastimosa de la mujer, sintoniza con ella. Siente que tiene una vida difícil. No es nuestro caso, en general, pero ¿somos capaces de sintonizar con los apuros de nuestros prójimos, como lo siente Jesús?

La segunda cuestión que nos plantea la necesidad de esta viuda reclama nuestro pensamiento en el estilo de vida, de necesidades y lujos de los que nos rodeamos. La sociedad nos lleva a una vida de consumos y apariencias, cuando la realidad de tanta pobreza en nuestro mundo nos obligaría a una vida digna pero austera, una sensibilidad ecológica y solidaria, comprometida con la igualdad y el respeto por los pobres y perjudicados del planeta.

Otra tercera cuestión, más personal y directa, sería el compromiso en la búsqueda de soluciones para los que pasan necesidad y sufren las diferencias enormes entre los pueblos. Sentir que Dios nos hace hermanos y nos vincula a todos en esa nueva creación, nos llama a la Sión definitiva, supone que nuestro estilo de vida en este mundo debe ser “irreprochable” que dice el Apocalipsis, es decir, vivir en la misericordia, la dignidad, la libertad y el amor, siendo un canto de salvación y de paz con nuestros semejantes.

Hagamos del Magnificat nuestro canto de alabanza y compromiso con la construcción del Reino de Dios.

D. Oscar Salazar, O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de San Martín de Porres (Madrid)


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