Evangelio del lunes 25 de julio de 2022
Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
Reflexión del Evangelio de hoy
Celebramos hoy la fiesta de Santiago Apóstol, uno de los 12 discípulos de Jesús y hermano de Juan. Ambos hermanos fueron llamados por Jesús para seguirlo cuando se encontraban arreglando las redes en lago de Genesaret para pescar. Jesús le puso el sobrenombre de “Boanerge”, que significa “hijo del trueno”. Fue martirizado en Jerusalén, como leemos en la primera lectura y su tumba fue trasladada, según la Tradición, por los cruzados en la Edad Media a España, a Santiago de Compostela. Por esta razón, es el patrón de España.
El rey Herodes mandó pasar a cuchillo a Santiago
En la primera lectura de este miércoles leemos la referencia que hace el libro de los Hechos de los Apóstoles al martirio de Santiago. Santiago fue ejecutado por haber declarado lo que leemos: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres…”. Evidentemente esto supone una subordinación contra la autoridad que gobernaba en Palestina (Roma). No importa quién fue o quiénes fueron los que dictaron y ejecutaron la sentencia contra Santiago. Lo importante es que la sangre de Santiago fue derramada por haber creído y en consecuencia, haber predicado a Jesús; sangre llena de la vida de la fe; sangre que se convierte en testimonio claro y evidente de Dios. El martirio de cualquier cristiano por ser cristiano es testimonio claro de lo que significa: dar la vida por Dios. Pero sin llegar a este extremo, que están sufriendo muchos cristianos también hoy en día, el martirio es el sacrificio del Amor en nuestra vida cotidiana. ¿Quién dijo que amar fuera fácil? Pero sin Amor morimos.
También nosotros creímos y por eso hablamos
San Pablo en la segunda lectura de la 2Cor subraya la realidad del ser humano: el ser humano porta la vida y la muerte, lleva la luz y la oscuridad del misterio de la vida humana. Somos complejos, somos difíciles de entender a nosotros mismos. No nos entendemos. A veces, somos lo mejor de nosotros mismos y, otras veces, somos lo peor de nosotros mismos. Pero Pablo quiere poner de manifiesto que lo mejor de nosotros mismos lo llevamos en vasijas de barro, es decir, lo llevamos mezclado con lo peor de nosotros mismos. Y es juntamente en esta mezcla donde tiene lugar la fuerza extraordinaria de Dios. La fuerza de Dios, el Espíritu de Dios, el tesoro de Dios se realiza a pesar de nuestra debilidad. Es en la debilidad donde Dios despliega todo su poder. Es en la debilidad de la cruz, en la sangre derramada de los mártires, donde Dios muestra todo su poderío: Amor, puro Amor. El Amor es la fuerza de Dios en medio de la debilidad, de la basura e inmundicia humana, de la porquería humana.
Pero esta es nuestra esperanza: el Amor es capaz de brillar en medio de mundicia humana. Y esta, es también nuestra de la fe, lo que creemos y por eso, esto es lo único que predicamos: el Amor: “También nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros”
Mi cáliz lo beberéis
En el evangelio de hoy que se nos propone en esta festividad es el famoso diálogo de la madre de Santiago y Juan con Jesús acerca del futuro de sus hijos. El futuro de los de los seguidores de Jesús es simplemente beber su mismo cáliz, es decir, el cáliz de la salvación, beber la misma suerte que Jesús. Santiago bebió hasta la última gota que fue el martirio. Jesús aprovecha la provocación de la madre de Santiago y de Juan para enseñar a sus discípulos cuál debe de ser la regla de gobierno entre ellos: No es la imposición, la autoridad de la tiranía, sino la autoridad del servicio, de la inocencia. Por ello, la sangre de Santiago, la vida de Santiago, es una sangre que ha sido derramada según la regla de gobierno enseñada por Jesús: el que quiera ser poderoso que se haga servidor. La regla del servicio es sangre derramada, plenitud de vida desgastada, amargura llena de dulzura… es vida y muerte… es la regla del Amor.
Fray José Rafael Reyes González
Convento de San Esteban (Jerusalén)