Evangelio del día

Evangelio del lunes 4 de julio de 2022

 Animo, hija; tu fe te ha salvado 

Padre Pedro Brassesco

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo:
«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá».
Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y al verla le dijo:
«¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado».
Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús Llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:
«¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él.
Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó.
La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

Reflexión del Evangelio de hoy

Me desposaré contigo para siempre

Este hermoso canto de amor que Oseas, prestando su voz a Dios y en nombre de Dios, dedica a Israel, pone en escena todo lo bello que Dios quiere para su pueblo. Es un canto cuya esencia podemos encontrar en varios lugares. Pensemos en el Cantar de los Cantares del A. T.; pensemos también en los bellísimos versos que San Juan de la Cruz y Santa Teresa dedican al Amado, y tantos otros poetas y místicos, pintores y escultores, arquitectos, músicos y artistas en general, que a lo largo de la historia de la humanidad, desde antes de Altamira hasta hoy mismo, cantan la belleza y, a veces sin pretenderlo ni quererlo, ponen el amor de Dios ante nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro tacto, nuestra voz.

El amor infinito de Dios no tiene medida, se entrega hasta su propia infinitud. Es Dios el que se da a si mismo completo, sin reservas de ningún tipo. Sin tiempo de caducidad. No tenemos que ir muy lejos para encontrarlo. Nos bastará con girar la vista a cualquier lado para encontrar un rasgo, un verso suelto, de la belleza y el amor que Dios nos regala. Abramos los ojos y busquemos al esposo que nos regala todo lo bueno y bello que en él está presente y nos lo da gratuitamente.

Vayamos al salmo y bendigamos al Señor todos los días, todos los minutos de nuestra vida, porque es incalculable su grandeza.

Animo, hija; tu fe te ha salvado

Las gentes están ávidas de la fuerza que emana de Jesús. El Jefe de los judíos se arrodilla ante él porque la necesidad le aprieta y tiene algo que pedir: La vida de su hija peligra y sabe que Jesús podrá salvarla. Este hombre tiene fe; tal vez una fe utilitaria, pero cree en Jesús y Jesús ve su fe y se apresta a llevar su ayuda allí donde se la piden. No podría ser de otra forma: Jesús revive a la niña entre las burlas de los asistentes al velatorio.

Imagino que la noticia causó estupor entre los presentes y entre los que se fueron enterando de la noticia después. Jesús se va haciendo notar y su fama irá creciendo. Una fama que él no busca, pero que tampoco rechaza si resulta favorable para el cumplimiento de su misión. La Buena Noticia, el Evangelio, se va derramando por donde Jesús y sus discípulos pasan, logrando adeptos y despertando envidias y rencores entre sus enemigos.

Intercalado en el viaje aparece el episodio de la hemorroisa. Es una mujer que se arriesga a ser descubierta y tal vez castigada porque su enfermedad, su impureza contaminaría todo lo que ella tocara o la tocara. De hecho, Jesús quedó contaminado, impuro por haber sido tocado por la mujer. No parece que le importara demasiado: sabe que le ha tocado alguien que necesitaba ayuda y se la presta sin dudar. Al igual que tocará a los leprosos y evitará entrar en las ciudades pues es consciente de su impureza legal aunque los evangelistas lo presenten como un rasgo de humildad.

Otro pequeño rasgo que no debemos perder de vista es la importancia de las manos. Las manos sirven para hacer daño, pero en Jesús las manos sirven para tocar, para transmitir salud y vida. Toca los ojos del ciego para que recupere su vista, da la mano al paralítico para que se levante. Toma de la mano a la niña muerta para volverla a la vida y tantas otras acciones, milagros, a lo largo de su vida.

Miremos con atención nuestras manos: ¿Han servido para bendecir o para hacer daño? ¿Las hemos usado para ayudar o nos han servido para abofetear al prójimo? Hagamos que nuestras manos sean las manos con las que Dios quiere terminar su obra creadora. Esa es nuestra misión: amar con el corazón y bendecir ayudando con nuestras manos.

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)


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