Evangelio del miércoles 11 de mayo de 2022

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 44-50
En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo:
«El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.
Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».
Reflexión del Evangelio de hoy
La difusión del evangelio
En esta lectura, de manera un tanto resumida, San Lucas hace referencia al avance del evangelio en los primeros tiempos. “En aquellos días, la Palabra del Señor cundía y se propagaba”. Nos habla de Jerusalén, pero da mayor cabida a Antioquía, donde parece indicarnos que existía una iglesia floreciente donde había profetas y doctores. Nos cita sus nombres, pero que, exceptuando a Pablo y a Bernabé, podemos decir que casi no han pasado la historia de la propagación del evangelio, y a nosotros nos suenan cuando leemos este pasaje de los Hechos. Lo cual quiere decir, entre otras cosas, que además de Pablo, Bernabé y los apóstoles, la difusión del evangelio ha sido llevada a cabo también por cristianos podemos decir casi anónimos. Esto fue así en la iglesia primitiva y en la iglesia de todos los tiempos, también en nuestra iglesia del siglo XXI.
Al final de la lectura, entra en juego el Espíritu Santo que envía a Bernabé y a Pablo a Salamina a anunciar la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. La propagación del evangelio de Jesús está en marcha.
Yo he venido al mundo como luz
El mismo Dios nos ha revelado que es Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Algo que nos supera pero que aceptamos limpiamente porque esta verdad nos viene de arriba. Los teólogos nos dicen que “hacia dentro” los tres son iguales y el mismo Jesús lo testifica: “Felipe quien me ve a mí ve al Padre”, “el que me ve a mí, ve al que me ha enviado”. Pero “hacia fuera”, hacia nosotros, cada uno tiene una misión. El Padre tiene la misión de enviar a su Hijo al mundo a predicar el evangelio: “Porque yo no he hablado por cuenta propia; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar”; “Lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre”.
Por encima de estas matizaciones teológicas, Jesús con mucha rotundidad nos habla de sí mismo como la luz que ha venido al mundo a iluminar a todos los que acudan a él. “Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas”. En este tiempo de resurrección, Jesús ha llenado de luz nuestro corazón asegurándonos que gracias a él también nosotros vamos a vencer a la muerte y poder resucitar a una vida de total felicidad. También el Padre nos resucitará a nosotros: “Si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los resucitará con él”. Nuestro destino es la vida y no la muerte.
Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)